En el mes de Julio del año 2010, durante
el ciclo «El escritor y sus fantasmas», realizado en la Sociedad
Argentina de escritores (SADE,) en el que María Luisa Biolcatti
entrevistaba desde la ficción a escritores ya fallecidos, tuve
oportunidad de apreciar las cualidades histriónicas, la agilidad y la
excelente memoria de Ernesto Schoo personificando a Manucho Mujica
Laínez.
Pocas veces he visto y oído tal facilidad de adaptación a un personaje,
tal mimetismo, destreza como la que presencié por parte de Schoo en su
transcurso. Seguramente no resultaba nada fácil hacer las veces de un
escritor tan emblemático y controvertido, más allá de su genialidad
creativa. Las inteligentes preguntas de María Luisa (que estuvo
impagable) eran a veces socarronas, correspondiendo al personaje
entrevistado. Pero la sutileza con la que Schoo las respondía,-debiendo
improvisar en ocasiones,- fue memorable. Desde la ficción, Manucho, era
un esgrimista de la palabra, un ocurrente humorista que se juzgaba a sí
mismo y a sus congéneres con la misma liviandad y displicencia aparente
con la que deslizaba una humorada. Digo aparente porque muy
probablemente era la coraza que interponía entre él y los demás para
proteger su timidez e intimidad.
Recordé que Schoo es colaborador y crítico teatral del diario La Nación.
También que fue guionista de la película De la misteriosa Buenos
Aires basada en el libro de Manuel Mujica Lainez dirigida por Oscar
Barney Finn en 1981. como así también su condición de director general
del Teatro San Martín desde 1996 a 1998. Pero aquí era un actor
consumado, desarrollando su papel -totalmente creíble-en una obra
estupenda.
Estábamos casi en penumbras, alumbrados por candiles dispuestos en mesas
dispersas. Las voces de María Luisa y Ernesto creaban un clima especial
que acaparaba nuestra atención. Por un instante vinieron a mi mente
algunas semejanzas entre E. Schoo y Manucho que ayudaban a mimetizar los
personajes: Ambos provenían de familias tradicionales y de niveles
sociales elevados. Los dos eran elegantes,- aunque las extravagancias
de Manucho contrastasen con la sobriedad de E. Schoo-.; ambos amaban el
refinamiento y el arte. Esta última condición se trasluce en sus
escritos. Así, se da en su colección de cuentos Coche negro, caballos
blancos, algunas de sus novelas, entre ellas Cuadernos de la
sombra, sus memorias de infancia, El placer desbocado,
Pasiones recobradas. En todas aflora el refinamiento de una pluma
privilegiada.
Al término de la reunión me acerqué a felicitarlo. Había tenido
oportunidad de tratar personalmente con él solo dos veces y varios años
atrás. Me sorprendió gratamente - perdón por la mención inmodesta de mi
parte pero viene al caso-saber que me recordaba perfectamente, que había
leído mis cuentos y seguido mis críticas de libros realizados en La
Gaceta Literaria, de Tucumán. Es que según recordó en la oportunidad,
sus comienzos literarios fueron en ese medio, sesenta años atrás. Y
desde entonces, siguió el Suplemento Cultural con avidez, colaborando
además con notas periodísticas.
Las directora de el gRillo, desde sus editoriales, viene
pregonando desde hace años con total acierto, la importancia de recordar
a los escritores que partieron, especialmente a quienes dejaron sus
enseñanzas para la posteridad. Y a los que viven pero no son mencionados
como merecen. Este es un ejemplo cabal, además, de la humildad de un
talento innegable que afortunadamente tenemos entre nosotros,
personificando a otro talento que emprendió hace tiempo el viaje
definitivo. |