Joaquín Giannuzzi nació y vive en Buenos Aires. Publicó diez libros de
poemas entre 1958 y el año 2000. Ejerció el periodismo y la crítica
literaria, colaborando en acreditadas revistas y suplementos literarios
del país, entre ellos en la legendaria revista Sur, y en los diarios
Clarín y La Nación. Recibió numerosos premios, entre los que se
encuentran el Premio Nacional de Poesía en 1992 y el Primer Premio del
Fondo Nacional de las Artes. Algunos de sus poemas fueron traducidos al
italiano y al inglés. Su poesía, en gran parte minimalista, tiene desde
hace años, amplia recepción en el público lector.
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-¿Cuándo comenzó a escribir qué lo inspiró a hacerlo?
J.G.: Fue al inicio de mi adolescencia. El maestro de sexto grado nos
propuso escribir el resumen de un capítulo de Facundo. Así descubrí el
gozo de la escritura que desde entonces nunca me abandonó.
-Antes de darse a conocer a través de su primer libro "Nuestros
días mortales" ¿hubo algunas publicaciones en diarios o en
revistas?.
J.G.: - Sí, aparecieron poemas míos en diversas publicaciones pero no
alcanzaron trascendencia alguna.
-¿Fue influenciado por poetas, se inspiró en obras ajenas?
J.G.: Buena parte de los poetas de mi generación -a mí se me ubicó un
tanto incómodamente entre los 40 y los 50, si es que tiene sentido
hablar en esos términos temporales- leí con fervor a Rilke, Milosz,
Lorca, Neruda. Entre los argentinos, los más admirados en esa época eran
Molinari y González Tuñón. De alguna manera, yo también fui influido por
ambos que, como se sabe, asumieron poéticas muy distintas.
Inmediatamente después se impuso la presencia de Vallejo. |
-Usted ha recibido numerosos premios, y lleva ganada la adhesión de
gran cantidad de lectores. Será quizás porque su poesía tiene una
tangibilidad apreciada? Se pueden visualizar, sentir los temas que
aborda, están ahí al alcance de la mano. Pero, ¿no irá ello en desmedro
de lo puramente lírico, lo filosófico, la búsqueda de lo existencial que
suele plantearse tradicionalmente la poesía?
J.G: Los premios, como en mi caso, no son garantía de calidad. Pero,
merecidos o no- el tiempo dictará sentencia- no le oculto que me
halagan. Respecto a los rasgos de mi poesía que usted menciona, practico
un realismo más o menos concreto, objetivo y fenomenológico y en el que
está implícito el ademán lírico y el reflexivo. Los temas que
tradicionalmente se imponen en la poesía son los que instalan el acento
en la condición humana. Trato de eludir en términos explícitos los
grandes temas para sumergirlos en la imagen y en la sensibilidad.
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-Después de Cabeza final en 1991, ¿Publicó algún otro libro?
J.G.: Sí, Apuestas en lo oscuro. Fue incluida en el
volumen de mi Obra Poética, editada por Emecé en el 2000.
Quizás me despida del mundo con ese libro. Sospecho que no me resta
mucho por decir, si es que alguna vez dije algo en el sentido profundo
del término.
-Como norteño, si le digo "Jujuy", ciudad tan querida, que lo aprecia
y conoce, ¿qué le sugiere?
J.G.: Jujuy me sugiere la limpidez de la altura y de una tierra en
la que el contenido poético de la naturaleza se manifiesta abiertamente,
una cultura de rasgos propios impregnada de las formas y el espíritu de
la América genuina, un pueblo que afronta con ejemplar dignidad las
desventuras de la historia.
-Recuerdo un poema suyo: "Mientras suena el teléfono y anochece / en
la habitación desierta / preparo mí cabeza de comediante para simular/
la cobardía de toda una vida...". ¿Podría referir la génesis del poema y
su significado?
J.G. : El origen objetivo del poema es simple y banal: un teléfono
que llama en medio de la alta noche. Más allá de la consecuencia lógica
- que suele o no haberla- esa circunstancia y la falta de respuesta que
sufre el llamado telefónico, me sugirió la imagen o metáfora de un
fracaso y tal vez por extensión, el malogrado destino de la época que me
toco vivir. |
-¿Suele escribir en determinadas horas del día? ¿Necesita que haya
silencio?
J.G.: A cualquier hora y donde sea y cada vez que experimento la
necesidad de hacerlo, como quien acude a un llamado interior, a un
estado de gracia y naturaleza secreta. Por lo demás, habituado desde muy
joven a instalarme en medio de cualquier tumulto por mi antigua
profesión de periodista, puedo crearme un silencio para uso personal. Lo
demás, quizás también es silencio.
Buenos Aires-Junio 2002
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