Nació en Córdoba. Se educó y vivió en Buenos Aires. Actualmente es
nuestro Embajador en España. Escribió doce libros, casi todas novelas:
Los Bogavantes, La boca del tigre, Momento de morir,
Los demonios
ocultos, Los perros del paraíso, La reina del plata,
Daimón, El
viajero de Agartha, Biblioteca esencial, El largo atardecer del
caminante, Noticia del Cabeza de Vaca, El inquietante día de la vida. En
1987, su novela Los perros del Paraíso, obtuvo como galardón el V Premio
Internacional Rómulo Gallegos, uno de los premios más importantes de
Hispanoamérica. Posteriormente, en 1992 su libro El largo atardecer del
caminante, mereció el Premio Extremadura-América 92, convocado
por la Comisión Española del V Centenario. Algunos de sus artículos son publicados por los diarios
más prestigiosos de Europa, principalmente de España y Francia, y
seguidos con fervor por un público que admira su valentía a la hora de
exponer sus ideas sin tapujos. En Argentina, si
bien los Suplementos Culturales más importantes publican sus artículos,
su obra no fue aún galardonada institucionalmente, con excepción de un
homenaje con el que lo distinguiera hace poco, la Academia Argentina de
Letras por su libro El inquietante día de la vida. Quienes amamos la
Cultura, deberíamos sentirnos orgullosos de tener un Embajador escritor.
Es tan brillante como político, tan lúcido en la búsqueda de la verdad,
que quienes lo leen comprenden, sienten la realidad casi como una
revelación. Despojado de su investidura diplomática, expone con claridad
sus ideas como escritor desde el llano, con total transparencia. Ni
siquiera oculta con falsa modestia su bien ganada -por los legítimos
logros alcanzados- vanidad de escritor, cuando al término del reportaje,
opina sobre sí mismo y la literatura Argentina.
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Siempre se dijo que en la carrera diplomática, era menester mantener un
prudente equilibrio y mesura en las opiniones: Algo hipócrita pero
necesario para el desarrollo de las funciones que le competen, entre
ellas, negociar, acordar, mediar. Usted como escritor, con sus valientes
opiniones trasgredió la norma, granjeándose sin embargo la atención y
simpatía de medio mundo. Si bien sus opiniones están vertidas desde el
escritor ¿Cómo logró conciliar las dos disciplinas?
A.P.:Creo que la diplomacia exige discreción, pero no debe entenderse
como silencios sobre todo en un país como Argentina donde muchos
entendieron a la diplomacia como un adorno o un mero instrumento,
sometida al poder político. Desde Perón y Frondizi se puede decir que
nuestra diplomacia careció de proyecto nacional .El escritor que hay en
mi me impide muchas veces el silencio convencional.
¿Cuál es su obra preferida entre las doce que lleva escritas y cuál, a
su entender, la más perfecta desde el punto de vista estilista y del
oficio?
AP.: Mi obra preferida es Los Perros del Paraíso, por una cuestión de
estilo, coordinado con la voluntad de escribir la novela histórica de
otra manera. Como Borges, creo que la creación de un lenguaje propio y
original es la tarea esencial de todo escritor.
¿Cómo fueron sus inicios literarios? ¿.En qué autores nacionales y
extranjeros se
inspiró? |
AP: Los inicios de todo escritor están generalmente en la adolescencia.
Ya a los doce o catorce años quería ser escritor y hacía los primeros
intentos, hasta ese día mágico en el que algo de lo que escribimos se
sostiene y nos empuja. Como vida inesperada creada en la probeta del
laboratorio: Vida que exige afirmarse y crecer en obra.
En cuanto a las lecturas y autores que me inspiraron, recuerdo que en
aquel Buenos Aires fabuloso del 50, ser artista, escritor, era motivo de
respeto. Ya Nalé Roxlo, Mastronardi,
me llevaron a la SADE. Entonces, el escritor debía leer todas las
literaturas, todas las poéticas, el marxismo, Heidegger, Freud. Yo
siempre pensé en una alta literatura. Leíamos a Artl, Faulkner, los
líricos alemanes, la literatura oriental...
¿Cómo elige usted sus temas? Avanzar en el oficio implica, para algunos,
dejar la catarsis de lado: ¿Lo personal debe intervenir sólo
parcialmente y desde la ficción?
A.P.: Uno pasa de la autobiografía encubierta al debido extrañamiento o
distancia ante los personajes y la obra. La cercanía del autor ahoga.
Elegí a Alvar Cabeza de Vaca porque era el conquistador-conquistado.
Cuando toca la primera playa de América, naufraga y pierde la coraza, la
espada, el yelmo y la Biblia. Quedó desnudo y fueron los aborígenes de
Dakota quienes devolvieron al europeo al arte de la naturaleza, al dios
primigenio, a una relación más pura con el Ser.
A propósito de Alvar Núñez Cabeza de Vaca, siempre admiré su vida de
aventurero osado; ya desde los tiempos del colegio secundario, incluso.
Pero lo consideraba un conquistador más; descubrirlo en una obra como
"El largo atardecer del caminante", aun cuando interviene la ficción, me
llevó a tomar conciencia de que aquello que aprendimos, de sus miles de
kilómetros caminados
por los Estados Unidos, Méjico, etc., era algo casi sobrenatural. La
delicia del lenguaje, la pintura de caracteres, todo esta allí ¿Cuanto
tiempo le llevó escribirla? ¿Tiene algún recuerdo en especial de su
estudio histórico previo?
A.P.: El largo Atardecer del Caminante, tal vez por la humanidad y
simpatía del personaje (cualidades que no busqué al escribir la novela)
es la obra que más toca a mis lectores. Carlos Barral, el inolvidable
editor, me sugirió una vez hacer un libreto para cine con Cabeza de
Vaca. Sería en 1975 o 1977, aproximadamente. Cuando me convocó en 1992
el premio de novela de la Comisión del Quinto Centenario, estando yo en
Praga, tomé aquellas notas sobre Cabeza de Vaca, lo imaginé "viejo,
católico, sentimental y anarquista" en Sevilla y él me llevó de la mano
por sus amores, humillaciones y homéricas caminatas americanas... Fue la
novela que escribí con mas rapidez, en seis meses de invierno, en la
Praga (de los Austrias)...
¿Qué opina Ud. de la crítica literaria? Leopoldo Marechal decía que
"debía tener ciencia, conciencia y paciencia" para ser buena. Ello
garantizaría cierta ecuanimidad...
A.P.: Al principio desde mi orgullo y cierta inseguridad de escritor
joven, no tuve aprecio por los críticos. Pasados los años, me di cuenta
que eran los críticos justamente, quienes -con esa marechaliana
"paciencia y conciencia"-, rescataban
y mostraban los aspectos menos visibles de mis libros más complejos. Son
y fueron ellos los que alentaron a los editores, porque mis libros están
lejos -desgraciadamente- de ser best-sellers. Tengo más de ochenta
monografías y trabajos sobre mis libros, algunas editadas. Eso se lo
debo al critico refinado, al lector capaz todavía de amor y asombro.
¿Qué proyectos literarios tiene en consideración actualmente? |
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A.P.:Tengo dos novelas en trabajo. Ambas de temas demasiado negro. Esto
me hace dudar de escribirlas. Una sobre la perversión sadomasoquista de
la tortura (en Argentina). Y otra como extraña continuación de la
búsqueda, de mi libro El viajero de Agartha (tema todavía muy
peligroso...). Las circunstancias de la Argentina me llevan a escribir
artículos con mucha frecuencia. Sigue pendiente terminar Los Heraldos
Negros, que cerraría la tetralogía del Descubrimiento (y encubrimiento)
de América.
Hace poco tiempo, la Academia Argentina de Letras distinguió su
trayectoria, premiando su libro El inquietante día de la vida.
Sin
embargo, fuera de ese homenaje, su obra no fue premiada institucionalmente
en nuestro país. Sí, en cambio, en Europa y América.
¿A qué atribuye Ud. esa actitud?
A.P.: No soy profeta en mi tierra. Mis connacionales nunca entendieron
mi libertad de escritor transpartidario, ni pasé mi vida entre ellos, no
me "promoví". Creo que mi independencia y mis ambigüedades irritan.. No
tengo la suerte de ser bidimensional y de estar clara y entusiastamente
equivocado con las ideas compartibles según la moda y el pensamiento
correcto de cada diez o quince años...
¿Cómo vive esta etapa de su vida en España? Y haciendo un balance de lo
anteriormente vivido:
Diría Ud. como don José Maria Peman, "viví como viviría si ahora
volviera a vivir"?
A.P.: Sí, diría la frase de Peman. Tuve una vida privilegiada. Soporto
sin quebrarme el mayor dolor. La diplomacia me ayudó mucho para vivir el
mundo y la política... Mi mejor amiga es mi mujer, que sabe y ama la
literatura desde la complejidad más inaccesible... |
¿Cree Ud. que, a pesar de todo tenemos salida como país?
A.P.: Si Argentina y Brasil no tienen salida, es porque el mundo
occidental se disuelve. La fuerza vitalidad de los argentinos es una
realidad. Ya se ve que podemos empezar a recuperamos después d la
implosión de ese sistema, (pensado por otros, para otros) Necesitamos
amar a la patria, gozar esa maravillosa máquina para vivir, que
despreciamos con nuestro antipatriotismo e inhabilidad.
¿Qué idea tiene de la trascendencia, la permanencia mas allá de nosotros
mismos?
A.P.: No creo en la permanencia de la conciencia. Creo en un amable
retorno al Ser, a "lo abierto" a " lo inmenso" como expresaba
Anaximandro.
Soy profundamente religioso. Una religión interior, poética y
filosófica, que me ayudó a vivir en los peores momentos. El Occidente
mercantilista de hoy. Tendrá que rescatarse religiosamente, como dijo
Malraux en su famosa frase: " El siglo XXI será religioso o no será".
¿Cómo definiría a Abel Posse?
Á.P.: Abel Posse: Individualista. Desconfía del mundo que tanto ama.
Anarquista que cree en el orden del Estado.
Pensador político sin partido. Sentimental a lo porteño. Su mayor
apuesta es la literaria. Considera que escribió la prosa más compleja e
incitante de su generación, junto con la de Borges. |