El Imperio colonial español en América
El concepto colonia es utilizado por historiadores y políticos para
múltiples casos: se ha definido de esta manera a la América del
1500, a la India del siglo XIX y, como ya dijimos, a la Argentina
contemporánea. Sin embargo, no son muchos los que aclaran cuál es su
significado concreto. Vayamos, primero, por esa definición.
El primer elemento que implica todo sistema colonial es la
transferencia de recursos, de una sociedad a otra, por una vía
política, lo que supone una cierta dosis de violencia. Básicamente,
es lo que hicieron los españoles en América desde 1492. Gracias a
eso, impulsaron el desarrollo europeo a través del traspaso de
grandes masas de oro y plata. Es decir, el colonialismo se basaba en
la explotación de un espacio sobre otro (u otros), y suponía, por lo
tanto, la existencia de dos (o más) naciones enfrentadas.
La conquista y la creación del sistema colonial en los siglos XV y
XVI ofrecieron a las burguesías europeas nuevas rutas mercantiles y
mercados, lo que aceleró el proceso de descomposición del feudalismo
y el surgimiento de relaciones sociales capitalistas. De esta
manera, en diferentes momentos y grados, España, Portugal, Holanda,
Francia e Inglaterra aportaron al denominado proceso de acumulación
originaria, es decir, a la centralización de las riquezas y los
medios de producción y de vida en manos de una sola clase social: la
burguesía.
Sin embargo, no se trató de un proceso unilateral. La relación que
se estableció entre el corazón del Imperio y sus colonias transformó
a ambas sociedades: mientras en Europa se acumularon las riquezas
que posibilitaron el desarrollo capitalista, las colonias fueron
preñadas por las mismas contradicciones que ya habitaban el viejo
mundo, y que iban a estallar tres siglos más tarde. ¿Entonces
benefició a América una conquista que saqueó sus riquezas y aniquiló
a una enorme porción de su población? Mal que nos pese a quienes nos
gustaría que las cosas fuesen de otra manera, la lucha de clases es
así: violenta y contradictoria. Lo cierto es que a través de este
proceso histórico maduraron el comercio y la navegación, se
transformaron radicalmente las formas de producir y se construyeron
ciudades que le ofrecieron a las manufacturas europeas un mercado
donde ser vendidas. Al mismo tiempo que potenció la producción de
plusvalor, fomentó el surgimiento de los sistemas modernos de
crédito y deuda pública, fundamentales para la futura transformación
de las riquezas americanas en capital.
España e Inglaterra: dos colonialismos antagónicos
El imperialismo español pasó del saqueo a la explotación productiva
y comercial de sus “Indias”, transformando a los pueblos de sus
colonias en consumidores de “efectos” europeos. Este movimiento
profundizó los enfrentamientos entre las naciones del viejo mundo
por imponer su hegemonía sobre América. Y si, como decíamos, los
europeos se llevaban riquezas en forma coactiva (impuestos, saqueos)
para llevarse la plata, entre ellos dejó de predominar el que llegó
primero (España) y comenzó a cobrar protagonismo el que ofrecía
mejores transportes, la mayor capacidad de protegerlos y una
variedad de mercancías a menor precio (Inglaterra). Es decir que la
supremacía militar tenía un peso importante a la hora del predominio
comercial, a pesar de lo que sentenciaban las leyes y monopolios que
los Estados dictaminaban para legalizar su dominación. El
destino del mundo no se decidió en la letra muerta de la
legislación, sino en el combate real entre las naciones y clases
sociales: las guerras que asolaron Europa a fines del siglo XVIII
expresaban tanto la competencia entre las diferentes fracciones
nacionales de esta clase en ascenso llamada burguesía (Inglaterra
contra Francia), como en el combate que ellas mismas libraban contra
los restos de la vieja nobleza (Francia o Inglaterra contra España).
Este combate encubría el enfrentamiento entre dos modos de
producción antagónicos, el feudalismo y el capitalismo. De un lado y
del otro de la trinchera, las clases en lucha se apoyaron en los
sistemas coloniales que habían construido, lo que nos lleva a
diferenciar la evolución antagónica de dos tipos de “colonialismo”:
el español y el inglés.
A diferencia del caso español, el colonialismo inglés se expandió al
calor del desarrollo capitalista. Gracias a su dominio de los mares
a nivel mundial (fruto de su desarrollo tecnológico) logró imponer
sus intereses a través de los métodos “piqueteros”, es decir,
bloqueando los puertos para impedir que sus enemigos lleguen a
América. Éste colonialismo impulsado por relaciones capitalistas se
diferenció del español, una nación feudal que basaba su existencia
en su papel de mediador comercial. Es decir, subsistía, fundamental
aunque no únicamente, por ganancias provenientes de un comercio de
mercancías que no producía, fruto del monopolio que había impuesto
sobre sus colonias americanas, y obligaba a todo aquel que quisiese
comerciar con América a pasar por España y pagar los impuestos
correspondientes. Sin embargo, dijimos que las leyes sin un poder
económico, político y militar que las sustente no tenían ningún
valor, por lo que el monopolio fue desapareciendo a medida que se
hicieron más fuertes los dos polos que unía: los burgueses europeos
(ingleses, franceses y holandeses) y los americanos (porteños,
caraqueños y norteamericanos). Esta clase burguesa, otrora oprimida,
sustentada por un mayor desarrollo material y consciente de la
opresión que ejercía sobre ellas el Estado feudal español, se
organizó política y militarmente para aniquilarlo.
Argentina: Nación (burguesa) libre y soberana
Recapitulando, hemos visto que podemos llamar colonia a un espacio
que transfiere riqueza a otro por medio de mecanismos coercitivos.
Es una caracterización amplia, aunque no ahistórica, debido a que
implica la existencia de la explotación y el desarrollo estatal para
habilitar su utilización. Sin embargo, no se aplica para casos en
que la extracción de riquezas se realiza a través de procesos
puramente económicos: aquí, se trata de la lógica normal del sistema
capitalista, que transfiere plusvalía de los capitalismos menos
eficientes (pequeños, débiles y jóvenes) a los más eficientes
(grandes, poderosos y con mayor tiempo de vida).
Podemos afirmar entonces que, en nuestro país, la Revolución de Mayo
destruyó completamente al viejo sistema colonial español. Luego de
1810, no sólo finalizan las remesas de oro, plata y mercancías a
España, sino que comienzan a ser expropiados, en América, los bienes
de los españoles realistas. Asimismo, la revolución llevó al
poder a la burguesía agraria rioplatense (en alianza con fracciones
burguesas del interior), que construyeron un Estado “libre y
soberano”, por lo menos de las intromisiones de burguesías
extranjeras. Ningún “viejo amo”, como decía Belgrano, volvió a
incidir en la política nacional. Aún así, hay quienes dicen que
hacíamos todo lo que nos decían los ingleses. Bien, esa es otra
historia, que dejaremos para más adelante. Lo cierto es que la
“Argentina” (que por entonces no existía) dejó de ser Colonia (o semi-colonia, o neo-colonia) hace más de 200 años. En todo caso,
habría que empezar por preguntarse si lo que ocurrió después, no
tuvo más que ver con los intereses, límites y necesidades de la
burguesía nacional, antes que con una imposición arbitraria y
violenta de malvados imperialistas.
Notas
Para un análisis del monopolio comercial español, véase nuestro
artículo: “¿Qué fue realmente el monopolio?”, en El Aromo, n°
62, 2011.
Para una descripción más detallada de este proceso, véase Harari,
Fabián: Hacendados en armas, Ediciones ryr, Bs. As., 2009 y Schlez,
Mariano: Dios, Rey y monopolio, Ediciones ryr, Bs. As., 2010. |