Reírse de la risa Entrevista a Severo Sarduy
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¿Cómo definiría el fenómeno paródico? Paródico es lo invisible, lo que, en cierto momento de la lectura, no percibimos más. Lo paródico, al principio de todo ciclo de percepción de una obra —cuando comenzamos a interesarnos en un autor, en el art-nouveau, en Cocteau, en los afiches chinos, en la opereta, en La Lupe, en Celia Cruz, etc.— está en el exterior, es una suave risa, una condescendencia, un gusto por lo barato, por lo inmediato, lo explícitamente decorativo o empobrecido de un lenguaje. Ese, en que lo paródico está fuera y envuelve al objeto como un metalenguaje benévolo, afectuoso casi, discretamente burlón, es el primer momento, y el único evidente, de la parodia. Luego esa mirada crítica, solapadamente reidora, se va injertando, mezclando, infiltrando en el objeto. Dejamos de ver Cleopatra, o Calígula por lo ampuloso suburbano de la representación; los dibujos de Beardsley nos parecen menos cargados, las figuras de Botero menos robustas, las entradas del metro menos frondosas: pasamos sin darnos cuenta a lo largo de esas volutas vegetales, cuyas curvas encadenadas ahora nos parecen habitables, funcionales incluso, más aptas al paso del hombre que las ortogonales-máquinas del Bauhaus. Lo paródico, el suave humor con que contemplábamos el primer grado, el lenguaje objeto, ahora forma parte de él como algo constitutivo e imperceptible. La obra, pues, ha tenido acceso a lo clásico. Una nueva mirada, o la misma de antes alrededor de otra obra más escueta, menos apta a la aprehensión sarcástica, más severa y muda, hará recomenzar el ciclo de lo paródico, ese generador de clasicismos involuntarios, de objetos imprevistos para museo. ¿Cree Usted que la parodia es una operación consciente que un sujeto determinado ejerce sobre la escritura de otro, o más bien la parodia es una ley inexorable de toda escritura, en la medida en que se erige a partir /contra otras escrituras? Puede tratarse de una operación consciente que uno ejerce sobre la escritura de otro como una versión festiva de homenaje o como una inversión luctuosa de irrisión, pero sobre todo, es una mirada, un "tercer ojo", dorado y situado entre las cejas, como el punto bermellón de los reverentes indios, esplendente bajo los árboles gigantescos en el mediodía, que uno ejerce sobre su propia escritura. Hasta lograr que esa risita, ese choteo barroco, como una mascarilla de tiza que se asoma detrás del biombo japonés mientras fornicamos, se deslice en el cuerpo mismo de la obra, en la trama del texto, en su diseño interno. Entonces ¿quién ríe, de quién, cómo, de dónde surge esa risa poliloga, sin emisor asignable, dilatada y voraz como el universo? Corren, sobre las palabras y se encaraman en ellas como astros en sus órbitas, las caritas musarañientas yorubas, con sus cascabeles roncos, devorando insaciables canutos de caña quemada, guayabas amarillas y mangos. ¿Qué función le asignaría Ud. en el proceso de la evolución literaria? El de romper una retórica y crear otra, es decir, una nueva percepción de lo real. Durante años leí y copié paródicamente a Lezama; ahora descubro a Osvaldo Lamborghini y copio a Arturo Carrera. Lezama, corroído por nuestras lecturas, sobre-expuesto, como la cabeza rubia de Marylin por el exceso de imágenes, devorado por ellas, pasa al panteón del clasicismo español, ese siglo de Oro al que, en definitiva, siempre perteneció. Veo ahora en los más jóvenes, la posibilidad de esa otra voz— como Juana de Arco, el escritor oye voces, las voces anagramáticas, la voz del Otro bajo el texto legible—, del otro altoparlante en la estereofonía de la página. ¿Qué relaciones establecería Ud. entre la parodia y fenómenos como la cita, el plagio, el collage o el travestismo? Todo forma parte de la parodia. No hay más que risa. Una carcajada nos lanzará a la iluminación del satori, será la respuesta de ese koen informulado y persistente que es la escritura. Un paso más, un gesto más: reírse de la risa. Gombrowicz me dijo un día: "Yo me río de los que se ríen." Curiosa reflexión en un exilado polaco empleado de banco en los suburbios de Buenos Aires e ignorado por la inteligencia al uso. ¿Cómo aplaudir con una sola mano? ¿Qué rostro teníamos antes de nacer? ¿Cómo parodiar la parodia? ¿Cómo reírse de la risa? Parodia: ¿homenaje o violencia? Una orquestica felliniana, con tamborines rotos y guitarras llenas de agua, litoral y barata, ejecutando las puntuales variaciones de una musicanga de circo: lo deplorable como reverso metafísico. En el carnaval bakhtiniano se entroniza a un rey irrisorio. La reverencia va injertada de mofa, la corona es una restallante quincallería, el protocolo un cachondeo retro: todo va atravesado por su contrario, y se disuelve en él, como el agua borgesca en el agua, como en nirvana en el samsara, y la forma en el vacío. |
Entrevista a Severo Sarduy
Publicado, originalmente, en
Lecturas críticas - Revista de Investigación y teoría literarias
Año 1 - Número 1 Diciembre 1980
Archivo Histórico de Revistas Argentinas (AhiRa)
Link: https://www.ahira.com.ar/ejemplares/lecturas-criticas-no-1/
Editado por el editor de Letras Uruguay
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