El tiempo de las rupturas |
No importa que haya llegado con el encanto con la impetuosa llamarada no obstante yo acostado en el derrumbe mi casa es la ceguera y diciéndole que cierre la ventana que no hay tributo a la llovizna que no me arroje los verbos amados de la sábana los libros y ella que viene de no sé que tarde de qué beatitud del reino levanta el aroma de su falda para sentarse insinúa la carne blanca de sus muslos bellos y yo le digo apenas como el débil que agradezco su presencia un impuro siempre comprende la lágrima que cae el olor a piel burlada por la ausente y ella que se agita la exótica cabellera comienza a acercarme con su inédita bondad con el pálido rostro que amenaza compasión y la muy hermosa comienza a reconfortarme a decirme sobre la enramada los nardos del día ese aleteo de cristales y entonces se asoma una tonta tregua desaparecen esas noches del asco disimulado mis inútiles maldiciones cuando supe que ofrecía su grosera saliva las madrugadas de su costado su descarado libertinaje a otra mujer y entonces se borra la reiterada imprecación los horrores familiares la fingida indulgencia de los amigos cuando supieron que me tumbaba al lecho para siempre el sarcoma que por fin habìa conquistado sus territorios el contagio Y yo le digo y no importa estás aquí ungiéndome con tu piedad con el relato de tus mejillas con la leyenda más consoladora sobre el relámpago y yo le digo de las noches de ruego en que me sepultaron las visiones sobre su rodilla de su mórbida fragancia que desató cualquier pasión libertina que le dejó su trauma su ridícula pena al indoblegable recordándome mi lastimosa pantomima mi grito desde la torre tus blancas nalgas sobre el césped tu bello pezón apuntando hacia las colinas y ella contiene las ganas del sollozo cuando entonces me acomoda el almohadón para el cráneo inevitablemente para el cráneo y sus derrumbes para la derrotada frente por la que camina la cordial caricia de su entrañable pañuelo y dice que nos negaron la confesión y la puerta y quiere acechar su histeria su callado sobresalto y ya después fijado por los desgarres en la cruz de los páramos le digo que sobran arrepentimientos utilizo la frase inmisericorde la franqueza inaceptable solo así desiste del conflicto se borra de sus confesiones y entonces ella lo sabe ella lo entiende y frente a mí abre sus piernas para que yo vea la profundidad de su cielo para que en la tortura o en el quebranto recuerde aquella primera entrega del jardín el vuelo que amaneció en la piel el alto vuelo que nos sorprendió en los arrayanes Y así todo se clausura toda carne se confina y ella dice que se apena imposible abrumada lo siente y menciona del pasadizo donde a la muerte se le burla que hay júbilo de los muchachos en el campo el ave bajo las miradas el remedio que todos ansían sobre el manto inolvidable no importa yo le digo que ya no importa que me deje tocarla que me deje sentir el olor de su sexo pues vendrá la noche del cáncer vendrán criaturas centinelas del extravío y ella que se tiende en mi pecho y yo que le digo que ya no importa que se avecina el tiempo de las rupturas que ni los bufones gimotearán en los funerales del seropositivo. |
Omar Santos
De "El cuerpo de las rendiciones"
Poemas inéditos
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