Mandato |
Por eso le digo: acuéstate pequeña, prepara rumbos y venas, la mordedura que nos arrima a los ángeles en celo; asoma toda la blandura, la rabia libidinosa que consume a la muerte; lo proverbial del pozo que bajo estos días me ha puesto como lámpara en las prohibiciones, como muchacho que niega los desfiladeros del pecado. Aprende a ocultarme entre tus latidos, entre las aguas nocturnas de tu cuerpo. Extiéndete como un imposible, como sortilegio pecaminoso, posesión del incendio. Estás condenada para la caricia, para ser hija del gemido, samaritana que castiga en la carne. Y déjame, pequeña, deja que te quite razones y leyendas, deja que te pueble con absurdos y llamaradas, y quédate ahí, como castigo, como estremecimiento o herida, aprende a ser la carnalidad que calla al insomne, la irrealidad de la sangre que embellece a esta criatura. |
Omar Santos
De "El cuerpo de las rendiciones"
Poemas inéditos
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