Hoy el casino está lleno —mi mamá diría "lleno de gente
sola"—. Me siento enfrente del último tragamonedas
disponible, le meto mi tarjeta desgastada, conecto los
audífonos al iPod, elijo la reproducción shuffle
y comienzo a jugar, a quedarme vacía por unas horas.
El mismo azar que no me deja ganar los $4,578,988.00,
monto acumulado del tragamonedas, va escogiendo la
música de fondo. En este momento le escucho cantar a
Tennis "my better self still knows that meaning
comes and goes" y me la creo, me creo que aún hay
un mejor yo que sabe algo, algo que se gana y que se
pierde, que viene y que va.
Mi tarjeta ya no tiene crédito. Pero la canción sigue,
por eso me quedo ahí, mirando en la pantalla del
tragamonedas el reflejo de mi rostro, ese único juego
que me regala.