PRESENTACIÓN
DE LIBROS:
MANUEL JESÚS ORBEGOZO
“Vallejo periodista”
DANILO
SÁNCHEZ LIHÓN:
“Vallejo: yo que sólo he nacido”
Viernes
16 de marzo, 7 de la noche
Icpna de Miraflores. Entre las avenidas
Arequipa y Angamos.
Ingreso libre. Se agradece su gentil asistencia.
1. César
Vallejo, orígenes
Diversos acontecimientos marcan el natalicio de César Vallejo, ocurrido
el 16 de marzo del año 1892, hace 115 años, en Santiago Chuco, cuidad
andina del Departamento de La Libertad, en la región norte del Perú.
El primero es que su madre, al traerlo al mundo, estuvo a punto de
perder la vida, pues tenía 42 años y era su doceavo parto.
Los gritos y sollozos de los parientes y personas que ayudaban en las
labores de la casa eran tan intensos que don Francisco de Paula tuvo que
llamarles la atención diciéndoles:
– ¡No ha muerto la señora! ¡Al llorar y gemir de esa manera la están
haciendo daño!
El segundo hecho es que aquella noche, a unos metros del lecho de la
parturienta, en la calle, de la cual apenas lo separaba una pared de
adobe, a los quejidos agónicos de la madre que “se moría” y a los
alaridos de los familiares, se mezclaban los estampidos de las
balas, algunas de las cuales se incrustaban en el tejado, debido al
enfrentamiento entre “Los rojos”, partidarios de don Nicolás de Piérola,
“El Califa”, y “Los verdes”, fanáticos de Andrés Avelino Cáceres,
“el brujo de los andes”, que disputaban el poder presidencial. A
consecuencia de ello, al otro lado de la pared en que nacía César
Vallejo, moría un hombre producto de estos enfrentamientos. Por eso, en
él vida y muerte estuvieron siempre indisolublemente ligadas. Quien nacía
en esos momentos diría después, en unos de sus poemas:
Yo
nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.
Aparte
de estas circunstancias, hay dos aspectos significativos en la biografía
del autor de Los heraldos negros, cual es que sus dos abuelas eran indígenas,
naturales del lugar y de ancestros cullis, cultura pétrea, recóndita y
secreta; y sus dos abuelos fueron dos sacerdotes españoles que llegaron
en misión evangelizadora hasta aquel lejano paraje.
Así es cómo su padre, Francisco de Paula Vallejo Benites, fue hijo del
sacerdote mercedario José Rufo Vallejo y de la indígena Justa Benites
y su madre, María de los Santos Mendoza, fue hija del sacerdote Joaquín
de Mendoza y de la lugareña Natividad Gurrionero.
Ambos progenitores del poeta nacieron en Santiago de Chuco, el primero
en 1840 y la segunda en 1850 y fue en dicha villa donde contrajeron
matrimonio, en 1869, viviendo en la calle Colón N° 96, de propiedad de
doña María de los Santos, a tres cuadras y media de la Plaza de Armas
del pueblo.
2. El devenir histórico de los pueblos
César
Vallejo fue un colectivista instintivo que, por el trazo que dio a su
vida, las circunstancias que le tocó vivir y cómo lo vivió, resulta
un ser heroico. En razón de ello despreció aquí y allá puestos
administrativos y consecuentemente la bonanza económica. Viajó a
Europa a sufrir absolutamente de todo, –para morir, él ya lo sabía
por la visión premonitoria que había tenido en Mansiche, diciendo
luego: «Me moriré en París y no me corro»– sin pretender jamás
hacerse allí de una posición cómoda.
Esta simbiosis individuo-comunidad está inspirada en la telúrica de
Santiago de Chuco por la raigambre de individuo, ancestro y cultura que
allí se entreteje. Aquel sentimiento de lo colectivo llevado a mística
cristiana no puede darse ni en Roma ni en New York, ni en Suiza ni en
Londres, porque Vallejo no nace como un individuo, sino como una
colectividad.
Vallejo es una masa, es flujo histórico, una sociedad representada en
un hombre que no podemos situar ni en el aire ni en el viento. Una
sociedad es y responde totalmente al espacio y tiempo histórico que de
ese modo se definen y hasta determinan.
De allí que él no pudo nacer en ninguna otra parte del mundo que no
sea en el Perú y allí dentro en Santiago de Chuco, porque él expresa
un mundo, una raza y una cultura. Es lo que es porque es síntesis de
una amalgama de experiencias vividas y decantadas en la relación
hombre, naturaleza y sociedad.
¿Quién pudo tener la visión histórica que él tuvo para postular la
resurrección como un acto colectivo? Alguien que sustrajera de la
tierra, del humos del cual estaba formado y del espíritu que le
insuflara una noción tan primigenia; y la tallara, le diera forma y la
hiciera epopeya, propuesto e inspirado por la guerra civil española que
también era sangre suya al haber sido sus abuelos españoles natos.
Él hizo a propósito mendigo para hacer más auténtica su adhesión a
los humildes y tener autoridad moral en todo lo que su verbo expresa,
sea en su grandiosa poesía, sea en sus proposiciones fulgurantes de su
concepción estética expuesta en «El arte y la revolución», sea en
su prosa de tesis, sea en sus crónicas y artículos periodísticos.
En Vallejo se encarnan en un solo signo y ocupando el centro en su
destino personal, el devenir histórico de los pueblos –del Perú y el
mundo– que han luchado, siguen luchando y lucharán por siempre para
instaurar formas sociales de justicia, fraternidad y solidaridad.
De
allí que el mensaje más valedero que podemos extraer de la vida de
este paradigma de hombre cabal, a fin de inspirarnos e inspirar a la
juventud con su ejemplo, es seguir una vida de autenticidad y coherencia
en función del hombre, el país y el mundo.
Nos orienta en primer lugar a comprometernos con los problemas
pendientes de solucionar en todo medio social, nos exalta a una adhesión
total al hombre como una criatura gloriosa por su naturaleza real,
casera y cotidiana; porque sufre y goza; porque es hijo, esposo, hermano
o padre; porque es minero, agricultor o ferroviario; fe en la condición
humana que lo embarga hasta llegar al heroísmo total.
Nos enseña el compromiso con quien vale la pena comprometerse: los
pobres, los humildes, los desheredados; siendo la suya palabra de
militante, de guerrero y soldado por la redención humana; no mirada o
gesto de contemplación ni mucho menos de arrobamiento, sino de acción
que invoca a adherirse urgentemente a la causa del hombre.
El ejemplo de vida y el verbo hecho poesía que nos ha dejado César
Vallejo constituyen para nosotros la reserva moral más prístina e
indestructible con la cual contamos como convicción, fortaleza y
esperanza, ejemplo que permanecerá por siempre entre nosotros ocupando
un lugar de preeminencia entre los fastos más gloriosos alcanzados
hasta ahora por el espíritu humano.
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