1.
No pudo recorrer todos los confines
Pablo Manuel de Porturas y Corral era un joven alto, robusto y franco; con
un gran cariño e identificación con su pueblo. Era dueño, junto con su
hermano José Luis de Porturas y Corral, de la hacienda de Angasmarca.
En su tiempo este lugar era el feudo más grande del norte del Perú,
abarcando completamente lo que hoy son los distritos de Cachicadán,
Calipuy y Mollepata, con sus inmensas punas para forraje de ganado; bajíos
con ríos impetuosos donde habitan el puma y el oso; cordilleras con
repositorios mineros unos a flor de tierra y otros impenetrables.
Cuando tenía 24 años Pablo Manuel intentó recorrer los linderos de su
hacienda montando en caballos moros que cambiaba de uno a otro cuando
estos se cansaban, acompañado de mayordomos y administradores
obsecuentes.
Su viaje duró setenta y cinco días y en ese lapso no pudo recorrer todos
los confines de sus tierras de altura, donde cultivaba papas, ocas,
ollucos. Tampoco alcanzó a ver la totalidad de sus tierras
“templadas”, buenas para el cultivo de maíz, trigo, cebada. Menos sus
tierras de “temple”, donde se siembra camote, caña de azúcar y toda
variedad de frutas, y en donde acecha el paludismo, la malaria y la
terciana.
2.
La casa hacienda
La
casa hacienda de Angasmarca tenía un portal de ingreso de estilo
colonial, con un frontis en lo alto revestido de talladuras en piedra. Y
un vano en donde pendía una campana que marcaba las horas dando inicio y
término a las faenas; así como también sus repiques ordenaban las
costumbres y el destino de los lugareños.
Luego del portal se abría un patio que semejaba una plaza pública, con
una pileta de granito al centro y surtidores de agua, cuyo perímetro
estaba rodeado de varias filas de árboles frutales, entre naranjos, nísperos
y paltos.
Hacia el frente se ubicaba el Salón Dorado. Adyacente a la izquierda el
comedor y hacia la derecha la biblioteca. Volteando y al final de la pared
se encontraban los baños. Hacia un costado corría un zaguán que daba a
un traspatio.
Hacia la derecha del solar principal se ubicaba el edificio de huéspedes
de dos plantas, con salas y dormitorios. En una de ellas del segundo piso
se alojó Simón Bolívar en su campaña de la Guerra de Independencia. En
otra de la planta baja, pernoctó su ministro y consejero, don Faustino Sánchez
Carrión.
Hacia la izquierda se alza “La galería” donde está la inmensa cocina
para los peones, y otros cuartos que se usaban de almacén. Y más allá
de este flanco “La pesebrería” que eran las caballerizas, en donde
recibían especial cuidado los caballos árabes que la hacienda tenía.
3.
Podían presentar a sus hijas solteras y vírgenes
Pablo
Manuel de Porturas y Corral nació en su propia hacienda de Angasmarca, el
30 de marzo de 1808 y desde temprano fue un joven enérgico, cultivado en
artes y ciencias, gracias a la biblioteca de 60 mil volúmenes acumulada
por sus antecesores en aquella villa escondida en la cadena occidental de
los andes del Perú.
Sentía una identificación muy honda por su tierra natal, Santiago de
Chuco. Gustaba de conversar con la gente y se iba de jarana con los mozos
de la comarca.
Cuando contaba con 25 años emitió un bando público donde
expresaba su voluntad de casarse. Y quería hacerlo con una lugareña,
natural de su tierra, cualquiera fuera la condición social y económica
que ella tuviera.
Para ello, todos los padres y madres de su inmensa jurisdicción podían
presentar a sus hijas solteras y vírgenes de edad comprendida entre los
17 y 20 años. El día estipulado era el 20 de mayo del año 1833, fecha
en que él elegiría a quien sería su futura esposa.
Para el efecto se otorgaban facilidades de transporte, alojamiento, comida
a todas las familias que concurrieran al caserío, o más precisamente a
la Casa Hacienda de Angasmarca.
4.
Su vital y decisiva elección
Desde
los lugares más lejanos de su amplísima heredad concurrieron aquel día
alrededor de tres mil muchachas acompañadas de sus padres.
Luego de servirse un reconfortante y multitudinario desayuno en el patio
de la casa hacienda, las jovencitas fueron formadas en diez columnas cada
una de dos filas.
Las formación de las aspirantes en cada columna hacía que quedaran unas
frente a las otras, guardando un callejón entre ellas de dos metros por
donde don Pablo pasaría escogiendo a su futura esposa.
El sol de la mañana brillaba radiante.
El mozo lucía imponente, alto y rozagante, concentrado en ese acto
trascendental para su vida, con los cabellos revueltos, los ojos
fulminantes y temblándole las aletas de las narices, como si oliscara su
futuro destino.
Lucía traje de montar, chaqueta beige con una bufanda color rojo que le
caía desde los hombros hasta las rodillas.
Lo acompañaban dos preceptoras venidas desde Trujillo para ayudarle al
hacendado en su vital y decisiva elección.
5.
¡Es ella!
A
las nueve de la mañana de aquel día inició su recorrido, absorbiendo el
aire fresco de la mañana.
El clima era primaveral y todo lucía hermoso. Las colinas cercanas de un
verde intenso estaban envueltas en algunos sitios por copos de neblina
blanca. Las flores de los jardines y de las macetas colgadas en los
pilares exhalaban a plenitud sus aromas.
Todas las muchachas estaban nerviosas dentro de sus vestidos multicolores;
cual era más primoroso dentro de la ingenuidad del lugar y del ambiente.
El paso de la comitiva era lento. Delante iba Pablo Manuel y a ambos
costados, apenas medio paso hacia atrás, las dos preceptoras venidas
desde Trujillo.
Detrás formaban parte del séquito la madre del hacendado, el hermano y
el administrador. Las muchachas tiernas y hermosas lucían radiantes.
Durante el recorrido Pablo Manuel notó, cuando ya casi había pasado por
un recodo, un movimiento rápido de alguien que se esconde. Era una niña
que trataba de ocultar su rostro con un amplio sombrero.
Retrocedió Pablo Manuel y él mismo levantó el ala del sombrero. Cuando
la chica lo miró con timidez, Pablo Manuel llamando a las señoritas
preceptoras dijo lacónicamente:
– ¡Es ella!
6.
Piel color capulí y rostro inocente
En
el acto dio por concluido el programa, pese a que faltaba pasar por más
de la mitad de las filas formadas por las pretendientes.
A partir de ese momento las preceptoras que lo asesoraban se hicieron
cargo de la niña elegida.
Desde ese instante don Pablo Manuel no la vería sino hasta un año después,
lapso que se había previsto para que se realizaría la ceremonia de
casamiento, período que se prolongó ocho meses más tarde.
En aquel lapso ella sería educada en Trujillo mientras él viajaba a
recorrer Europa y a detenerse en España donde debía hacer unas gestiones
referentes a una herencia en la península ibérica de donde era
procedente su padre, don Pablo Manuel de Porturas y Landázuri, quien se
había desempeñado en el Virreinato del Perú como Ministro Tesorero de
las Reales Cajas de Lima.
El nombre y apellido de la elegida, aquella mañana memorable, era Santos
Verde, de apenas 17 años de edad y natural de Calipuy.
Su padre y madre eran campesinos de muy humilde condición. Su casa se
suspendía en una pendiente de barranco que caía al río.
Era de baja estatura, piel color capulí, rostro inocente y ojos negros y
profundos del color de la miel.
7.
Desmadejada en el aire
Santos
Verde tenía un cuerpo sano y fuerte. Era tímida, ruborosa y discreta.
Tenía una fuerza viva e inteligente en los ojos, tierna de carácter y
limpia como una fuente.
Algunos refieren que ella antes de la elección sentía un rechazo enérgico
por el modo de proceder del hacendado para escoger a su esposa.
Cuentan que en todo el camino para concurrir a la cita les reprochó a sus
padres por llevarla para participar de aquel acto. Que ella nunca pensó
ni se le cruzó por la cabeza que sería la elegida.
Mientras el resto de muchachas se hacían suposiciones en ser la pareja
del hacendado, ella reprobaba rotundamente la idea y solo concurrió por
complacer a sus padres.
Cuando él le descubrió el sombrero casi llora de la rabia y la vergüenza.
Pero cuando le oyó decir “¡Es ella!” se le esfumó la cólera y
tuvieron que cogerla antes de que se desmayara, quedando desmadejada en el
aire.
A partir de entonces asumió con una gran compostura y reverencia su
futuro rol de esposa del hacendado más rico del virreinato del Perú.
8.
El abuelo del poeta César Vallejo
Pablo
Manuel de Porturas y Corral a su regreso del viaje de España, que se
iniciara inmediatamente después de la elección de su futura esposa,
trajo consigo al sacerdote mercedario José Rufo Vallejo, a fin de que
este celebrara la boda y se hiciera cargo del cultivo de la espiritualidad
y de las virtudes en la feligresía de la gran villa.
Asumió la conducción de la parroquia de Santiago de Chuco y cuidó de la
iglesia del lugar, donde engendró una hija y un hijo, este último
llamado Francisco de Paula Vallejo Benites, quien fuera después padre del
poeta César Vallejo.
La boda tenía que realizarse al año de haber elegido a su futura esposa
pero tuvo que aplazarse ocho meses porque el sacerdote recién venido
enfermó gravemente en Trujillo. Se cuenta que en ese tiempo el joven
Pablo Porturas se le vio en Angasmarca visitando chinganas y cantando
junto a los trovadores del lugar.
Días antes de la boda doscientos invitados partieron desde Trujillo,
convocados especialmente para asistir a la ceremonia, para lo cual desde
la hacienda y hasta el pueblo de Santiago de Chuco salieron los campesinos
en varias jornadas a limpiar y a sembrar flores en el sendero por el cual
había de pasar la concurrencia.
9.
La ceremonia fue magnífica
Dos
personajes atraían la atención al pasar la comitiva por los diferentes
caseríos: una era la novia que según se relata regresaba completamente
cambiada, tanto que parecía una reina entresacada de un álbum o de un
almanaque, o de algún cuadro colgado en un comedor.
El otro personaje que concitaba enorme atractivo era el sacerdote José
Rufo Vallejo, de piel sonrosada y cabello tan rubio que parecía de oro,
con la mirada translúcida y fascinada por la belleza paradisíaca del
lugar.
Era tal la apostura de este personaje que los campesinos se le acercaban a
adorarlo. Y pese a la altura del caballo donde iba le besaban el borde de
la túnica completamente blanca con filetes dorados como sacerdote
mercedario que era.
Tres días antes de la boda los habitantes de la casa hacienda habían
sido licenciados de sus labores a fin de que reine el sosiego y la
tranquilidad en aquella estancia dispuesta totalmente para consumar el
connubio.
La ceremonia fue magnífica.
10.
Solo las aves se atrevían a posarse en los techos
La
boda se realizó en la iglesia del pueblo cuyo altar mayor de estilo
barroco luce íntegramente bañado en pan de oro.
Ella constituye una reliquia y una joya colonial de valor incalculable.
Fue construida en el año de 1650 por don Martín de Aranda y Porras quien
tenía el título de marqués.
Muchos señorones de la más rancia nobleza de Trujillo montaron sus
cabalgaduras rumbo a la fiesta de casamiento en Angasmarca. Un coro polifónico
y dos orquestas de músicos fueron especialmente traídos de la capital
del departamento.
Pero
también se oía el rechinar continuo de las bandas pueblerinas, la
principal compuesta de veintiséis músicos, como otras que eran de
flautas, traveseras y carrizos.
No hubo viaje de luna de miel. Después del acto solemne en la iglesia la
pareja se instaló en la casa hacienda y se dio la orden de dejarla más
bien solitaria.
Los esposos recién casados permanecieron en aquel lugar que para el
efecto lucía lleno de guirnaldas.
Y en donde se trató de que reinara un silencio absoluto. Solo las aves se
atrevían a posarse en los techos amplísimos y de largos aleros.
11.
Unas tumbas ubicada en la nave central
La
casa apenas fue atendida durante aquellos días por una cocinera de
confianza, quien colocaba frutos de los campos en los exteriores del
dormitorio del patrón y la patrona, situado en el segundo piso cerca de
los aleros.
La única vez que en aquellos días la vieron a la flamante esposa fue
cuando salió a juntar rosas del huerto al cual se podía acceder bajando
por un grueso escalón que descendía desde las habitaciones altas y por
la parte posterior.
Cinco robustos hijos e hijas fueron el fruto del matrimonio de Pablo
Manuel de Porturas y Santos Verde.
Ellos son:
Luis de Porturas y Verde, quien dedicó su vida a las labores propias de
la campiña.
Juan Francisco de Porturas y Verde, dedicado también a su hacienda y
enterrado en la iglesia matriz de Angasmarca el 7 de junio de 1885.
María Josefa, quien murió soltera el 1 de agosto de 1888 y acompaña a
su hermano Juan Francisco en unas tumbas que yacen ubicadas en la nave
central de la iglesia.
12.
De él nace César Vallejo
Fernando,
el cuarto hijo, fue abogado y diputado al Congreso de la República entre
los años 1876 y 1879, y quien ya anciano murió en Angasmarca.
José del Carmen de Porturas y Verde fue médico dedicado a curar a los
enfermos pobres en Trujillo; también fue diputado del Congreso en las
legislaturas ordinarias de los años 1885 a 1888, y en la legislatura
ordinaria del año 1889, siendo además Alcalde de Trujillo de abril de
1893 a junio de 1899.
Santos Verde, la esposa de Pablo Manuel de Porturas, quien fuera escogida
de entre una multitud de tres mil muchachas el 20 de mayo del año 1833,
fue una esposa ejemplar y magnánima.
Muchos la tomaron como su protectora y hasta como su paño de lágrimas,
porque ella siempre trató de ayudar a los pobres.
El sacerdote Rufo Vallejo fue abuelo del poeta César Vallejo. Pese a
tener una hija y un hijo, se lo evoca como un hombre angélico, dueño de
una honda espiritualidad y sublime misticismo.
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