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Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

Vacaciones para leer juntos 
Lectura en el hogar 
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

1. Lectura ligada a oralidad

La lectura se siembra en la infancia, al calor del hogar, al abrigo del techo materno; condición ineludible si queremos que la lectura pueda tener todo lo que el hogar construye de afectivo, de honda filiación y pertenencia. 

Esas mismas cualidades absorberá entonces la lectura.

De ese modo, entonces, estará ligada a los quereres más profundos y comprometidos, a la entraña de nuestro origen, a nuestra raíz nativa.

Se vinculará a las resonancias de lo que es lo más amado, a las paredes de nuestra casa, a los rincones en que hemos jugado, a la mesa del hogar en que hemos compartido cariño.

La lectura tiene que estar enlazada a la oralidad, al relato de sucesos de nuestros antepasados, a los cuentos fantásticos, a los relatos mágicos, a los cuentos de hadas.


2. Para encontrar significados trascendentes

Tiene que haber una relación estrecha entre la lectura que encontramos en los libros, con aquellos acontecimientos que primero escuchamos de boca de nuestros padres y mayores, en donde se descorren esos relatos maravillosos, esas historias increíbles, en donde han participado nuestros ancestros y donde realidad y fantasía pierden sus linderos y se mezclan.

En donde se juntan formando un solo y nuevo núcleo; en donde cerros, ríos, piedras, nubes, celajes, el sol y la luna se hacen pastores, arrieros, músicos y hasta los animales encarnan seres encantados y fabulosos.

Cuando hemos participado de modo natural, frecuente y cotidiano de esta proyección de la vida hacia un mundo prodigioso, iremos luego a buscar dicha relación significativa en los libros en donde se da mayor pábulo a dicho vínculo, no por divagación sino de la vida.


3. Resultado de lo que nosotros hacemos

Mientras más conversación haya en el hogar en función de temas fundamentales del ser, cuando la fogata y la tertulia familiar crepitan al unísono de las historias, cuando el yantar de la casa recrea más frecuentemente y mejor el mundo, en ese doble plano de realidad y maravilla, mejor predisposición se estará despertando así en los niños hacia la lectura en sentido general y en hermosa proyección.

Los hijos reproducen –y es bueno que así sea– los modelos de conducta, de comportamiento social y hasta de hábitos de trabajo de sus padres. Crecen a nuestra sombra o bajo la capacidad de luz que podamos darles. 

Son un resultado y una consecuencia de lo que nosotros hacemos, vivimos y proyectamos. Ellos despiertan y, cuando son pequeños, piensan inmediatamente en nosotros y hasta lo primero que hacen es buscarnos.

Somos su centro, su faro, su norte. Mal o bien, feliz o lamentablemente. 


4. Un acto compartido

Los hijos crecen o decrecen sobre la base de las palabras que les decimos y en proporción directa al cariño y amor verdadero que les prodigamos sus padres; no al declarativo ni únicamente al sentimental o emotivo sino al concreto y real, al que se manifiesta en actos, hechos u obras.

Pero, lamentablemente, los padres fallamos en la tarea de hacer lectores a nuestros hijos o a los niños cuya educación se nos encomienda, y respecto a la cual en nosotros se confía. 

Porque la lectura requiere ser motivada, conducida y orientada desde el hogar, ya que ella empieza antes del proceso de alfabetización, en lo que se ha dado en llamar «lectura temprana», que queda ubicada en el espacio del hogar y en el tramo de la Educación Inicial.

El niño amará mucho la lectura si es un acto compartido porque ella es fundamentalmente un acto de amor y no hay amor solitario.


5. Amigos de a verdad

Lo que sí hay es amor en soledad, y en muchos casos es hermoso. Pero no hay amor que no tenga como referente otro ser o persona. Y nada mejor que el amor surgido entre los seres que comparten una circunstancia determinada. 

¡Y cómo no ha de surgir la lectura si es parte integrante del amor, si el niño clama, padece, llora y suplica porque sus padres le dediquen atención y cariño!

Si al niño le preguntasen y le diesen tiempo para responder, buscando una respuesta sincera, respondería sin duda que con quien quisiera ser más esencialmente amigo es con sus padres, padre o madre, o con ambos juntos que es lo más natural.

Pero quisieran ser amigos de a verdad, «amigo-amigo», no «amigo-autoridad», ni sabihondo ni «amigo-sabelotodo», ni siquiera «amigo protector» sino amigo en quien confiar sus miedos y cariños, que es distinto.


6. Un paseo hacia lugares plenos de fascinación

Porque, no podemos ser animadores de la lectura mediante consejos, recetas ni indicaciones. La lectura no se empuja desde atrás sino que se atrae desde adelante. 

Y la lectura es seguida en la medida en que hay alguien cerca que da testimonio de su bondad, de su hermosura y de su plenitud.

La lectura es un camino, y como tal necesita que alguien que esté a nuestro lado lo haya recorrido antes para que nos cuente del viaje y, cuando vayamos con él, nos diga: mira aquello: ¿qué maravilla no? ¡Aquí hay algo más, detente y toca, escucha o huele! 

Y poco a poco se vuelva esta incursión como un paseo, una expedición hacia lugares cada vez más vibrantes, intensos y plenos de fascinación. 


7. Lectores gozosos

Y abrir el libro juntos y estar muy cerca unos de otros, unidos hasta en la pulsación y el aliento, en las voces que modelamos y en los pasos que vamos dando juntos por los senderos de la fantasía.

Mirar juntos el libro significa que quienes lo hacen se sienten sostenidos mutuamente. Significa saber internarse por el mundo de la ilusión, sabiendo que alguien va al lado nuestro y que en esa relación, hasta las creaciones compartidas en ese momento adquieren a futuro incluso el carácter de pactos sociales.

Por eso, para hacer a un niño lector hay que partir reconociendo que padres, maestros o adultos que deseen guiar este proceso tienen que convertirse primero en lectores gozosos, emotivos y entusiastas; porque, sólo se puede motivar y animar hacia algo en la medida en que nuestra relación, convicción y compromiso con aquello sea veraz, auténtico y apasionante.


8. De allí que un preso puede ser libre

La lectura es un acto uterino, que no se ubica en la visión, ni en la mano, ni en los impulsos nerviosos; tampoco en el cerebro, ni en el corazón. ¿Dónde entonces se encuentra y se centra? 

Leer es una actividad de la entraña humana, del manantial de donde venimos, allí donde la vida nace. Se vincula, entonces, al regazo, a las faldas maternas, a los dolores y retorcijones de parto y a la casa, a la morada del ser. Se une con todo aquello ligado al dormir y al despertar, al permanecer o cambiar, al pasar de un reino a otro reino. 

Como todo aquello que nace entonces la lectura está asociada a capricho, arbitrio y libertad, pero no externa sino íntima. 

De allí que un preso puede ser más libre, incluso, que cualquier persona que camina por la calle, siempre y cuando sea consumado lector.


9. Buscar la matriz

De allí que leer tenga también su natural ubicación en la familia, en la habitación bajo una ventana, donde estamos aparentemente recluidos pero en viaje astral, tocándonos maravillados para saber si es cierto que estamos vivos, con los ojos llorosos por el milagro de sabernos presentes, bendiciendo el hecho de sobrevolar por todos los tejados del mundo.

De allí que un hogar sin libros y sin lectura es una casa vacía, sin sentido y sin alma. Será como un cuerpo inerte, sin corazón, mente ni espíritu; en suma yerto aunque se mueva, sin aliento aunque respire.

Un hogar sin lectura será un lugar hueco y precario así haya lujo y ostentación exterior en sus aposentos, porque carecerá del arrobamiento del enigma que nos brinda la lectura. 

Una casa donde no se lee es desolada; porque en ella no aletean las luminosidades bienhechoras de los seres alados. Porque no es matriz y en ella nada ha nacido de a verdad.


10. Se posan los ángeles en los aleros

Una casa donde no se habla de libros, donde no hay varios rincones de lectura, donde no se recrean pasajes hermosos de la literatura ni se rememora y extasía con la evocación el arte de todos los tiempos, ¿de qué sirve? 

No tendrá esa casa presencias defensoras de la vida verdadera. Y, siendo así, no estará ungida.

En una casa hay que leer juntos, toda la familia reunida. Leer juntos es oír nuestras voces asociadas al afecto, a la confidencia y al arcano de nuestro ser, que es bueno que esté cerca para no arrepentirnos al momento del morir, de no saber siquiera dónde y cómo aparecen y se posan los ángeles en los aleros, coronando nuestras sienes; porque cada evocación que surge de un libro es un ángel.

Leer es convocar a los manes, a los espíritus protectores. 


11. Leer es amar y para siempre

Leer todos juntos es una actitud que nos consagra cara a la eternidad, como si lleváramos hasta las desoladas orillas de la finitud un escudo cifrado, que es una muestra de comunión suprema, porque es acoplar las mentes en un crisol de esperanza e ilusión.

Leer juntos en casa es hacernos confidentes; lo cual es, quizá, la mejor entrega que podríamos hacer, estando en esta vida y en este mundo, porque es leer nuestra intimidad y compartir algo del misterio que nos habita. 

Leer juntos ha de ser una consigna, porque se ha vinculado mucho leer a soledad, extrañamiento y misantropía. Por eso, frente a la lectura solitaria, silenciosa y apartada, reivindicar la lectura colectiva y de comunión con los demás, es decir el leer juntos los seres que nos amamos y también los que aparentemente no nos amamos para que esa luz alumbre, se avive y fulgure; porque leer es amar y para siempre.

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Danilo Sánchez Lihón

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