1.
Un profesor de la ciudad de Trujillo, situada al norte del Perú, nos
cuenta que en su reciente visita a Ecuador, le ha impresionado la
admiración unánime y hasta la devoción que sienten por el poeta César
Vallejo.
Y esto de parte no solo de maestros, artistas o intelectuales, sino del
ciudadano común y corriente de la calle.
Después de una alusión al poeta que hicieran en el certamen al cual
asistía en Quito, relata que suscitó, sin querer ni proponérselo, una
breve confrontación verbal.
Ello permitió airear algunos contenidos anímicos y medir algunas
reacciones del público, pero sobre todo sirve para mejor ubicar a César
Vallejo.
Nos cuenta que se atrevió a decir en la reunión a la cual asistía lo
siguiente:
– Quiero agradecer –dijo– a los hermanos ecuatorianos por la enorme
estimación que he comprobado que tienen en todo Ecuador y que es muy
viva, por el poeta peruano César Vallejo.
2.
Casi inmediatamente se puso de pie una persona que se expresó de este
modo:
– Quisiera aclarar al señor que César Vallejo no es un poeta peruano. Él
es un poeta universal. Y, siendo así, con igual derecho que un peruano
lo puede reclamar como suyo un poeta ecuatoriano, como un poeta de su
pueblo, así como también un argentino, un brasileño o un mexicano.
– Incluso con más derecho –dijo otro señor del público, quien pidió la
palabra–. Por lo que se conoce los peruanos incluso lo maltrataron en
vida y lo encarcelaron
– Y, hasta su alejamiento del Perú fue un exilio, porque se dictaminó
una nueva orden de captura en contra suya, petitorios que llegaron hasta
París hecho que afectaron mucho su resquebrajada salud, hasta el punto
que fue hospitalizado y estuvo gravemente enfermo.
3.
– Pero no solamente estando vivo lo maltrataron sino que sé que ahora
hay unos borrachines que se autodenominan poetas –y no somos ingenuos
para saber lo infame de algunas famas– que incluso por la televisión
insultan la memoria del poeta.
– Quizá César Vallejo sea muy grande para la mezquindad reinante en
nuestros países –dijo otro–, pero el maltrato a nuestros escritores,
seamos justos, no es exclusividad de un país determinado sino que la
mayoría incurre en ello.
Nos cuenta este amigo que finalmente tuvo que intervenir diciendo más o
menos lo siguiente:
– Solo quise agradecer, pero si hay algo de lo cual disculparme ante los
amigos ecuatorianos lo hago con la mayor sinceridad. Pero haremos un
honor a César Vallejo, que es un adalid de la solidaridad, el sentirnos
y ser hermanos ahora y siempre los ecuatorianos, los peruanos y todos
los hombres de la tierra.
4.
Pero este amigo nos refiere también, que en esas mismas andanzas,
encontró un café, esta vez de la ciudad de Guayaquil.
En una de las paredes estaba escrito a modo de un grafiti, la siguiente
leyenda:
"Servidme un café
lleno de Vallejo".
Sin pretender agotar la explicación a esta expresión, intento comprender
y trato de explicar sentía, o qué puede sentir toda persona que anhela
tomarse un café henchido de Vallejo.
Esa persona tiene que estar llena de mundo, “el cadáver estaba lleno de
mundo” expresó él.
O lleno de una emoción muy intensa y plena.
Tiene que estar en una conmoción frente al misterio, en el hallazgo de
la vida, por un lado, y. por el otro, acerca: ¿de qué esencia ha de
estar compuesto dicho café? ¿Con qué elementos, sustancias, elixires
está hecho?
5.
¿Con solidaridad? ¿Con humanidad? ¿Con compromiso?
Es un café complejo, imposible por lo denso y por lo vasto, pero un café
verdadero.
Ese café, de lo que sí estamos seguros es que es un café lleno de
Vallejo.
Pero la arista más notable de esta breve historia es para mí el hecho de
que e este modo Vallejo deja de ser un nombre de la historia literaria,
o un apellido ilustre de las letras en lengua castellana, para ser, en
primer lugar, un sustantivo del idioma.
Porque el cliente del restaurante está pidiendo un café lleno de
Vallejo, es decir de una sustancia, o de un sabor o de una especie de
elíxir.
Pero traspasa de ser un sustantivo y ahora es un adjetivo. Un café lleno
de Vallejo debe ser lleno de quizá: dulzura.
Pero es más: pasa a ser un verbo del idioma.
6.
Porque en el fondo el pedido del cliente es de un café lleno de ti, de
mí, de él, de nosotros, de ellos y todo lo que puede conjugarse es
verbo.
En otro espacio, mucho más lejos, ya en Alemania José Pablo Quevedo nos
cuenta que hay un lugar donde sentarse llamado "Banco Vallejo", mucho
más importante para mí que una institución bancaria y financiera.
El es un asiento en el parque, en donde sentarse a meditar como una
práctica reiterada. Pero, ¡qué importante un asiento en donde sentarse a
meditar!
¡Y qué importante es, si supusiéramos, que en el banco en donde estamos
sentados fuera el de Vallejo! y nos imbuyéramos de toda su militancia,
su fe y su grandeza.
En cada parque debiera haber un Banco Vallejo, en donde sopesáramos
nuestro destino y el del ser humano en relación con los acontecimientos
y el devenir de la sociedad, como él lo hizo.
7.
Estos hechos ilustran cómo el poeta de Santiago de Chuco ya no sólo es
un nombre en la literatura, sino una relación franca y raigal con la
vida, nimia o intensa pero a fin de cuentas la vida; en la cual Vallejo
ya pasó de ser un apellido consagrado para ser un adjetivo, un
sustantivo y hasta un verbo inextricable del idioma.
Y es que no sólo él fue un orfebre, constructor u orífice del lenguaje,
ámbito en el cual fue un trabajador pertinaz y constante de la palabra,
al punto de expresar "que si ella no sobrevive, mejor que se lo coman
todo y acabemos".
Sino que cuya gesta alcanza un sentido más hondo y llega mucho más
lejos.
Porque ¿qué significa un café lleno de Vallejo? o un ¿Banco Vallejo?
Acaso: transida humanidad.
Pena, sin saber de qué.
Compromiso, solidaridad, vida auténtica.
Todo eso, claro, pero mucho más.
8.
Es una manera de ser frente al mundo, un estado de alma, una manera de
sentir y hasta de vivir y, siendo así, algo ya inabarcable hasta el
grado de lo eterno e infinito.
El mérito del poeta en esta hazaña ha sido expresar esa esencialidad,
hecha de revelaciones y tinieblas, de abismales afirmaciones pero
también de interrogantes incontestables, que no resolvió sino apenas
hizo evidentes las preguntas, pero eso sí las asumió con entereza.
Y tanto fue así que a partir de entonces él representa esa dimensión del
ser del hombre y del universo que desde entonces sólo se lo puede
identificar con su nombre, resultando entonces que una parte del
cerebro, del espíritu, del alma y la esencia humana es Vallejo.
Siendo así, Vallejo es inherente al hombre y en cada ser que nace, así
como nace bueno o audaz, nace también Vallejo.
Texto que puede ser reproducido
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