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28 de agosto |
“La verdad es siempre bella; y la belleza, para serlo, tiene que ser verdadera” Juan Gonzalo Rose |
1. – Don José, usted como maestro debe comprender que si su hijo se ha atrevido a golpear físicamente al Auxiliar de Disciplina del colegio la expulsión está bien aplicada. – Él ha actuado en defensa de un compañero que estaba siendo apaleado por el auxiliar. Era natural que lo defienda, sino: ¿cómo hablar entonces de compañerismo y solidaridad? – ¿Puede quedar sin castigo ante los ojos de los demás alumnos un acto de violencia en contra del Auxiliar? – Al expulsarlo el mensaje que estamos dando es: ¡si ven maltratar a un compañero sean indiferentes! ¡Y quédense con los brazos cruzados! – Lo que no podemos permitir es que un alumno agreda a un Auxiliar. – Es mi hijo quien tiene heridas y moretones. ¡Y no el auxiliar! – No se trata de quién tiene las heridas sino que un alumno no puede arremeter a golpes contra quien representa la autoridad en el plantel escolar. 2. - Yo, señor director, lo primero que hice fue invocar al Auxiliar para que no siga pegando al compañero, con la saña con que lo venía haciendo. Y en represalia quiso ser más cruel todavía. – ¿Y por eso arremetiste a golpes con él? – Traté de cogerle el palo y ahí fue que forcejeó conmigo. – Don José, lo apreciamos mucho a usted y a su señora esposa, la profesora Jesús, pero la decisión ya ha sido tomada y es inapelable. A su hijo se le ha expulsado del colegio. – ¿Acaso él es malo, insolente, malcriado? ¡Es un alumno que tiene notas excelentes! Expulsarlo significa quedarse sin estudiar la Educación Secundaria o tener que abandonar Tacna. – Eso tú, jovencito, debiste pensarlo antes de atreverte a levantar la mano a quien representa la autoridad. Pues bien, como dice tu papá, tendrás que dejar de estudiar o tendrás que irte de Tacna. 3. Tengo en el alma una baranda en sombras. A ella diariamente me asomo, matutino, a preguntar si no ha llegado carta; y cuántas veces la tristeza celebra con mi rostro sus óperas de nada.
Una carta.
Que me escriba una carta quien me hizo los ojos negros y la letra gótica, que me escriba una carta aquella amiga analfabeta de pasión cristiana; duraznos de mi tierra: que me escriban, vientos los de mi rambla: que me escriban, y redacte una carta pequeñita mi hermana abecedaria y pensativa. 4. Muertos los de mi infancia que se fueron dormidos entre el humo de las flores, novias que se marcharon bajo un farol diciendo eternidades, amigos hasta el vino torturado: ¿no hay una carta para Juan Gonzalo?
Si no fuera poeta, ex presidiario, extranjero hasta el colmo de la gracia, descubridor de calles en la noche, coleccionista de apellidos pálidos, quisiera ser cartero de los tristes para que ellos bendigan mis zapatos.
El día que me muera —¿en una piedra?—, el día que navegue —¿en una cama?—, desgarren mi camisa y en el pecho, ¡manos sobrevivientes que me amaron!, entierren una carta. 5. Así Juan Gonzalo Rose a los trece años de edad perdió lo mejor que tenía: su infancia, su hogar, su Tacna querida, la paz rural y campestre, sus amigos, la vida en unión a la gente sencilla con la cual compartía, pero sobre todo abandona su pertenencia a un espacio feliz y de libertad, puesto que como él lo ha referido, era imprecisable en Tacna los límites de la ciudad con el arenal y el de la tierra con el cielo y el mar. Ha dejado escrito cómo los mejores años de su vida fueron en Tacna. Por eso en Juan Gonzalo su cariño e identificación con esa ciudad limítrofe fueron totales y con ello su emoción de patria y de identificación con el Perú de manera honda, conmovedora y comprometida siendo uno de los pocos poetas de su generación que escribió poesía patriótica. Y quien más exaltó este concepto de patria, de origen, de la heredad y del terruño que nos vio nacer. Y es que le tocó vivir en Tacna en momentos en que esta provincia regresaba al Perú después de 50 años de cautiverio en manos chilenas. 6. Morirse en el destierro: eso es morirse.
Dime, Helmo: ¿no te ha quedado grande la mortaja?, ¿no te aprieta el cajón, como si fuese un zapato prestado?, la tierra en la que duermes ¿no transpira sabor a pan ajeno?, tu propio cementerio, ¿no te parece acaso hotel macabro, y tú el desconocido pasajero? ¿Qué muerto te ha brindado una sonrisa bajo la parla azul de los helechos?, ¿acaso no son ellos los que jalan la manta del silencio, mientras te quedas solo, y tiritando la fragancia peruana de tus huesos?
Morirse en el destierro eso es morirse. 7. De allí que él dio siempre como su lugar de nacimiento a la ciudad de Tacna, pese a que no lo era, según ha revelado su hermana María Teresa, diciendo que él nació en Lima el 10 de enero del año 1927, y no el 28, cerca del Jardín Botánico, en Barrios Altos. Y que, muy tierno, recién al año y medio, fue trasladado a Tacna, adonde fueron sus padres en búsqueda de trabajo como maestros. Sin embargo, él jamás reveló esta situación, aunque lo sabía, porque ahora que se ha hecho evidente recaemos en unos versos suyos que lo explicitan y pueden ser tomados como biográficos y que antes tenían un valor figurado. La consideró, sin una sola grieta de duda, su tierra de nacimiento porque la amaba entrañablemente, se identificaba con ella y expresó alguna vez que solo en su infancia y en su Tacna natal fue feliz, pero también por su fe en el Perú, por su emoción social y por su identificación a las causas nobles de la vida. Es entonces un poeta tacneño por antonomasia, porque él siempre lo quiso así y se inclinó a firmarlo en todas los formularios y cédulas. Y porque Tacna se siente profundamente identificada con él. De allí que perder su infancia y a Tacna fue para él una desgracia. 8. Roto ha de estar, supongo, el vaso cojo de mi antigua casa. ¡Cómo ha podido contener, él solo, el agua toda que bebí en mi infancia!
Alguna mano familiar y amiga debió romperlo —una tarde, acaso—, y toda el agua de mi infancia rota cayó en mi alma, viuda de ese vaso.
No lo neguéis (mamá, no ha sido adrede): desde aquí estoy viendo, parado y solo en terraplén extraño, el agua de mi infancia derramada.
Así como yo cuido mi corazón, cuidadme los amados objetos de ese reino que edifiqué con risa ya llorada. 9. Por ser de Tacna tenía muy honda la espada del sentimiento de patria en el pecho. Por ser de Tacna supo lo que es la sencillez, lo simple y lo auténtico. Por ser de Tacna supo apreciar la naturaleza, un jardín, un rosal. Por ser de Tacna tuvo la lucidez y la conciencia abierta al mundo, libre y sin atajos, porque lo rodeó el arenal y el mar que propician el pensar con libertad. Por ser de Tacna su pensamiento y su alma sabían que era frontera, que más allá de él todo era silencio. Él tiene emoción de tierra y emoción de patria, de identidad y de pertenencia por Tacna. Quiero resaltar este hecho: Juan Gonzalo por esa identidad tacneña ha escrito poesía patriótica, histórica y heroica. De emoción por el Perú y su destino. 10. ¿De dónde venía esa inspiración y ese compromiso? Él mismo ha contado que la recoge del maestro Omar Zilbert Salas en esta evocación que hace de él en una nota que tituló: Omar Zilbert y su batalla, nos dice: “Más ninguna de sus palabras serán tan hermosas para mí como esas, las que solía escucharle en el trípode desvencijado de una puerta tacneña, porque ellas me alzaban sobre las crestas de los cerros, sobre la hilera de los volcanes espejeantes y me hundían en el amaneciente corazón de mi tiempo: Los que pelearon de noche muertos en la madrugada, hortelanos, capitanes, costureras, estudiantes, jornaleros y docentes, padres de la patria honrada regresarán algún día camarada. 11. Y Juan Gonzalo escribió poemas como el dedicado al Almirante Miguel Grau: “Por el mar libre”, musicalizado con ritmo de tondero por Víctor Merino. Por el mar libre va un caballero, toda la patria viaja con él Grau se apellida nuestro guerrero para su pueblo sólo Miguel.
Por sus hazañas, por sus bondades, fue bautizado Grau, caballero.
Era el Huáscar su cuartel, fue solitario como un lucero, como el fantasma de los incendios, como un Quijote del cielo.
Por el mar libre va don Miguel y el mar es libre gracias a él. 12. Trasladado a Lima y matriculado en el Colegio Claretiano un cura español dicta su clase de historia proclamando de esta manera: – Ahora tenemos en España alguien que representa la mano de Dios, a un buen gobernante que ha librado a España de manos de los ateos comunista. – Disculpe, padre, pero Francisco Franco no es un gobernante legítimo sino un golpista y dictador, que derrocó al gobierno democrático y legítimamente constituido de la República contando con la ayuda de nacistas y fascistas para instaurar un gobierno retrógrado. –¿Es usted español para opinar, como yo lo soy? – ¿Podrán opinar los millones de españoles asesinados por Franco que bombardeó a la población civil en Guernica, Durango, Irún? Podrán opinar españoles egregios como los poetas Federico García Lorca y Miguel Hernández muertos a mansalva? – ¡Es usted un comunista! – ¡Y Franco un asesino! 13. Resultado, fue expulsado del Colegio Claretiano. Pasó a estudiar en el Colegio José María Eguren de Barranco adonde su padre fue nombrado director y de donde egresó el año 1944. Luego ingresó a la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1945. Tenía 17 años. Pero pronto se instala en el gobierno la feroz dictadura del general Manuel A. Odría y él saldría desterrado a México. Resultó así no solo interrumpiendo sus estudios en San Marcos sino siendo expulsado del Perú hacia el destierro. Eso hizo que él fuera un ser que miraba desde más lejos y de manera más amplia, desde más arriba y de manera más sabia, desde más al fondo y de manera más dolida. De allí que él viera más allá de las apariencias, de una manera más sutil y compleja, que como un brujo o un vidente se adelantaba a los hechos. Pero era un ser tímido, incapaz de hablar con quien no conociera, ni siquiera podía dirigirle la palabra; pero cuando era sincero su inteligencia y su palabra eran cuchillos o flechas con una velocidad asombrosa para captar el sentido de las cosas y devolverlas hechas dardo, anatema o dicterio. Pero todo eso cuando estaba con amigos y personas de confianza aquellas con las cuales departía. Si no eran eso la actitud que dominaba en él era el silencio. 14. Su poesía de amor es un paseo por una ciudad florida, lenta y calmada un día domingo en que salen los niños y los enamorados. Y son más luminosos los seres, las cosas y la naturaleza: MARISEL Yo recuerdo que tú eras como la primavera trizada de las rosas y como las palabras que los niños musitan sonriendo en sus sueños.
Yo recuerdo que tú eras como el agua que beben silenciosos los ciegos, o como la saliva de las aves cuando el amor las tumba de gozo en los aleros.
En la última arena de la tarde tendrías agobiado de gracia tu cuerpo de gacela y la noche arribaba a tu pecho desnudo como aborda la lluvia los navíos de vela.
Y ahora, Marisel, la vida pasa sin que ningún instante nos traiga la alegría.....
Ha debido morirse con nosotros el tiempo, o has debido quererme como yo te quería. 15. Pudoroso pero a la vez franco, brutalmente sincero. Fue un hombre genuino, auténtico y verdadero. Con una gran capacidad de ternura, pero un ser herido, transido, lastimado, con grandes dolores, angustias y melancolías. CARTA A MARÍA TERESA
Para ti debo ser, pequeña hermana, el hombre malo que hace llorar a mamá.
Yo me interrogo ahora ¿por qué no he amado sólo las rosas repentinas, las mareas de junio, las lunas sobre el mar?
¿Por qué he debido amar la rosa y la justicia el mar y la justicia, la justicia y la luz? 16. Fui un niño como todos. También mi infancia la atravesaba un río y tenía una hora misteriosa en la cual las palomas a mi alma obedecían.
Pero me preguntaba ¿por qué en mi calle la alegría es un viento fugaz e inesperado?, ¿Por qué no siembran trigo también sobre mi pecho, si aquí en mi corazón, todas las noches se desbordan los ríos?
Por eso fue la noche el rostro de mi madre, astro de cera y llanto en el cielo apagado de mi celda; por eso me negaron el Perú en mi desvelo, y vanamente grito: 17. devolvedme mi patria, devolvedme mi escuela de palomas, mi casa frente al mar, devolvedme su calle más pequeña; su lámpara más rota, su más ciego lugar.
A pesar de todo esto, para ti debo ser, pequeña hermana, el fantasma que vuelca la sal sobre la mesa, el mal hado que rompe las puntas de los días: y es que a ti te hace daño ver llorar a mamá.
Mas una tarde, hermana, te han de herir en la calle los juguetes ajenos; la risa de los pobres ceñirá tu cintura y andando de puntillas llegará tu perdón. 18. Cuando esa hora suene es que amarás las rosas, las mareas de junio, el jardín de diciembre donde los niños van; es que amarás mis sueños y mis cosas, ¡Sabrás por qué se rompe fácilmente por la mitad el pan!
Cuando esa hora suene y se empadrine en mi padre mi orfandad, iremos de la mano por las calles de Lima, en trinidad de gozo: la risa de mamá. Es decir, sabía querer, sabía amar, sabía reconocer dónde estaba lo legítimo, lo auténtico y verdadero. Es que era un poeta hacia adentro, interior, confidente consigo mismo; quien se oía hablar sin decírselo a los demás. Sus ojos tenían siempre, en la tristeza más honda, un hilo de alegría dibujado en la comisura o en el aguzado plegarse de sus mejillas, lo que revelaba que era un hombre bueno. 19. El lujo verbal de su poemario Las comarcas quedará como muestra de excelencia de la palabra. Su imaginería, la capacidad de fabulación, el poder de crear encanto, esplendor y plenitud. Y es que tenía un mundo de belleza inmerso en el alma. La realidad que tenía dentro de sí era excelsa, extraordinaria y maravillosa. He aquí algunas páginas y fabulaciones, como las que a continuación presentamos. Ahora bien, ¿en dónde ir a encontrar, a nivel mundial, fragmentos escritos como este? ¿En Europa? ¿En Asia? ¿En Norteamérica, en Arabia, en Turquía? Y son más de cien páginas con esta exaltación y esta orfebrería: Por él supe que sólo en el Hemisferio Boreal brillan diecisiete constelaciones que parecen guiadas por Cochero: la estrella de los hombros inclinados... Y por él conocí las nebulosas... Mis preferidas fueron la Nebulosa de Andrómeda, tan fúlgida y alta que Cristian, al descubrirla una noche de 1695, creyó que era la Puerta Refulgente por la cual se escapaban los siglos a la Nada; y la Cabellera de Berenice, extendida en las estepas siderales, más visible en el alba, cuando manos de nieves rapidísimas parecen adornarla de espejos y planetas. 20. Por él supe los nombres de quienes se asomaron, sanguíneos o biliosos, al hondón de los cielos... Así Enópides, el joven taciturno de cabeza rapada, que solía trazar en las arenas las elípticas rutas de los astros perdidos; o Seleuco, apodado por mal nombre El Matemático, cuyo pecho dormido cubrían las mareas del inquietante Jónico, mientras su sueño continuaba buscando, entre cifras y cráteres, explicación para las fuerzas crueles que jalaban las túnicas marítimas; o aquel Regiomontano, discípulo de Arquímedes y adorador secreto de Apolonio, que enloqueció de gozo contemplando la cola de un cometa. Por él supe de estrellas… De Sirio, que los sacerdotes egipcios espiaban por las ranuras de la pirámide de Cheops, para leer en sus fulguraciones las espumosas cóleras, los idus apacibles, los cambiantes humores del Nilo; de Mizar, que no puede separarse de Alcor, su compañera, sin que una grande y sombría tristeza inunde los balcones infinitos; de Algol, la de lentos y rojos fulgores –sólo con Antares comparable– llamada por los árabes la estrella diabólica, y en cuyo nombre se multiplicaron en los atónitos desiertos las costumbres de castigos infamantes. Sencillamente yo no encuentro parangón. Y así cien páginas del libro Las comarcas. 21. En los últimos años de su vida fue un bohemio consuetudinario y empedernido. Cuando bebía ponía en la mesa un vaso solitario que permanecía servido de licor y que nadie tocaba. – ¿Juan Gonzalo, para quién es este vaso? – Déjenlo aquí. – ¿De quién es? ¡Está demás, Gonzalo! – Es de un amigo. ¡No lo toquen! Era un rito. Y nadie lo tocaba. Una vez alguien se puso necio en preguntar para quién en realidad era ¿A quién dedicaba ese vaso? Él, dándole cien soles para que pague la cuenta, le dijo: – Es del amigo que nos está invitando a beber. ¡Es de quien nos ha dado plata para servirnos las botellas que nos estamos sirviendo! Y se inventaron mil historias respecto a quién era el invitado invisible para ese vaso. Muchos decían que era César Vallejo. Otros que Walt Whitman. Otros que Cristo. 22. Ayer —no me lo dijo nadie: lo he sabido como se advierte el olor del llanto en la cama de hotel que nos cobija—, alguien ha roto el vaso donde un niño supo peinar la sed de lo jugado.
Por eso insisto: guardad las cosas del que está lejano, defendedlas de los vuelos terribles de la mano.
Estar ausente tantos años hace sentirse un muerto al vivo más presente, y por eso perdono (yo, el culpable) tanto naufragio, tanta rotura de alma impunemente.
Pero el vaso, no; el vaso, nunca: otros vasos habrá, pero ninguno que conserve los versos de la fuente. 23. Murió a los 55 años de edad, todavía joven si miramos desde la poesía que casi siempre madura con los años. Pero ya desde mucho antes se perdía sin dirección, sin pista y sin asidero. Era inubicable en los bares de mala muerte que no sabían qué hacer con ese hombre solitario que permanecía al amanecer mudo y sin cerrar los ojos. Y que tenían que hacer a un lado mientras barrían los papeles, las espumas de cerveza y los escupitajos. Y él inmutable y calmado solo mirándolos. Sus derrotas su hermana María Teresa lo explica del siguiente modo: murió su padre y él sintió que un muro de la pared se le había roto, y empezó a beber ya como alcohólico. Murió su madre y se sintió en el desamparo total, absoluto e irrecuperable. Este guerrero era también un niño tímido e indefenso que trataba de esconderse, ¿dónde? En la pobreza, en la miseria, escondido en su propia vergüenza, en su intimidad herida. 24. Era un niño herido, un ser de ideales, de ilusiones, de exquisito gusto en todo, pero a quien ofendimos tanto y entonces se volvió taciturno, un personaje solitario y silenciosamente trágico. En quien la poesía se volvió secreta, que es cuando es más verdad que nunca, cuando basta con sentirla, cuando uno mismo se ha vuelto una totalidad. ¡Pero qué capacidad para hacerse marginal! ¡Qué talento para hacerse desechable!, para dejarse morir, en sufrir callado! Le dolía mucho el Perú, le dolía mucho el alma y la vida. Dos años antes de morir se convocó a un recital en el auditorio de Petroperú. Solo fueron cinco personas. Washington Delgado tituló su crónica “El poeta en la sala vacía”. ¡Qué doloroso! Pero Juan Gonzalo leyó imperturbable sus poemas. En realidad él quiso que así sea, para que más le duela. 25. Y es que Juan Gonzalo fue un expulsado. Lo expulsaron del Colegio Francisco Bolognesi por defender a un alumno que ni siquiera era su amigo. Lo expulsaron del Colegio Claretiano por defender a la República Española por la cual entregaron su vida César Vallejo, Federico García Lorca, Miguel Hernández. Tuvo que dejar San Marcos al ser expulsado del país. Y fue expulsado de la vida. Por ahora está expulsado de lo que más quería, que es Tacna. Porque si algún consuelo tuvo en la vida, ese fue Tacna. Si algo puro e inmarcesible le cupo en el alma eso es Tacna. Si algo no se le dañó nunca es Tacna. Y escribió lo mejor de su poesía amorosa recordando un pueblo tranquilo, una villa. Todo Simple canción le pertenece a Tacna. Y sus cantos desde lejos lo inspira Tacna. 26. Él no hubiera podido escribir poemas como el siguiente si no hubiera vivido y querido a Tacna como él lo quiso. EXACTA DIMENSIÓN: Me gustas porque tienes el color de los patios de las casa tranquilas....
y más precisamente : me gustas porque tienes el color de los patios de las casa tranquilas cuando llega el verano....
y más precisamente : me gustas porque tienes el color de los patios de las casas tranquilas en las tardes de enero cuando llega el verano....
y más precisamente: me gustas porque te amo. ¿Porque dónde, sino en Tacna, hay esos sitios? ¿Dónde los patios son tranquilos como en Tacna? ¿Dónde es calmada la tierra? ¿Dónde el verano tiene ese aroma a frutas y a flores? Insisto, en Tacna, porque Tacna es simple, verdadera, cristalina. Porque Tacna es tierna, clara, candorosa y guerrera como una campana en el alba. EPÍLOGO De allí que solo anhele, hoy como nunca, día del retorno de Tacna al Perú, que los restos de Juan Gonzalo descansen en Tacna, al lado de los restos del poeta Federico Barreto con quienes están hermanados en muchos aspectos. Llevémoslo en hombros a la tierra que él añoró tanto, por siempre, y que quizá haya sido su dolor, su angustia y su quebranto más decisivos para su honda tristeza. Que recién allí estará contento y sonreirá. Además, así, Juan Gonzalo será un baluarte en la frontera. De ese modo enfatizaremos en el Juan Gonzalo guerrero, heroico, militante como lo queremos. Siendo así insistiremos en el Juan Gonzalo incólume. Porque a él se le quebró el alma, debido a que tenía dolores lacerantes en el ser, al cual nosotros no llegamos ni siquiera a entrever. Pero mejor rescatar aquel que entendemos, su simple canción. Y los versos de sus canciones. Y aquel sabio preguntarse: Machu Picchu, dos veces me senté en tu ladera para mirar mi vida. Para mirar mi vida y no por contemplarte, porque necesitamos menos belleza, Padre, y más sabiduría.
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