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Septiembre, mes de la primavera, de los derechos cívicos de la mujer, el niño y la familia |
“Los niños no
tienen |
24 al 30 de septiembre |
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1.
Los niños
tienen derecho a que en la vida
sus padres
los esperen con un gran caudal
de cuentos
que prolonguen aquellos que les
han contado
antes, estando ellos en el vientre
materno.
E incluso ir más lejos: que se les
espere:
colocando letreros en avenidas y
parques
por donde deambulan ilusos los
enamorados,
en los cuales se enfatice acerca
de la importancia
de los cuentos, y hasta se graben
algunos
en muros y piedras, en pencas y
troncos.
Para que cuando los niños nazcan
los padres
sepan contarles historias intensas,
graciosas y
breves; plenas de aventura, humor
y suspenso.
¡Colmadas de belleza, heroicidad
y esperanza!
2.
El niño
tiene derecho a que el presidente
del municipio y
el sacerdote del templo formulen
a los aspirantes
a casarse y, consecuentemente,
a ser padres
inminentes, una pregunta decisiva
y de fondo
acerca del mundo de los cuentos.
Y hasta
soliciten a los novios impelentes
a relatar
al público asistente, y conmovido
hasta
las lágrimas que asisten a la boda,
un cuento
apto para los niños recién nacidos.
Cada niño así
vendrá con su cuento bajo el brazo.
Sin esto
no habrá certificado ni matrimonio
que valga.
3.
El niño
tiene derecho a que la sensatez
del jurado
de los exámenes de graduación
impongan
a los candidatos a optar el título
de maestros,
una pregunta ineludible respecto
al mundo
de los cuentos, cual es que cada
postulante
narre de modo solvente uno o más
argumentos,
siendo ésta la cuestión irrevocable
para licenciar
al personal que ha de trabajar con
niños,
Y con ello las ilusiones de la
gente.
4.
Entre
las personas de avanzada edad
el niño
tiene derecho a elegir dos o más
de ellas
que le trasmitan historias incluso
fabulando
sus propias experiencias. Y a
partir
de ahí
indagar juntos el significado real
de
la existencia y
el secreto excelso de seres y
cosas.
Y a partir
de entonces se construyan nuevas
utopías.
Porque ¿qué son los cuentos sino
emblemas
ignorados, puntas de lanzas y naves
izadas
que auscultan el misterio de todo
lo creado?
5.
El niño
tiene derecho a que los objetos
más modestos
y los seres indefensos de todas
las latitudes
sean protagonistas de cuentos
gloriosos,
plenos de hermosura, asombro
y portento:
donde la cuchara es hermosa,
la pobre olla
es heroica y hasta el estropajo
ofrece
la mejor fiesta. Donde la escoba
no solo vuela
por los aires llevando y trayendo
a brujas
sino barriendo día a día descubre
y entierra
tesoros que hay por los suelos.
Que la oruga
sea dechado de virtud, distinción
y altruismo.
Y el sapo deje de ser un príncipe
escondido.
6.
El niño
tiene derecho a escuchar relatos
de espantos,
de almas en pena y aparecidos
pero aferrados
al regazo de sus madres y padres
genuinos
o ya sea adoptivos. Y a estar bien
acompañados
por ellos hasta conciliar el sueño.
Y dormir
juntos si es posible para despertar
al amanecer
de un nuevo día con el trino franco
de las aves
convencidos que el mundo es seguro,
comprobando
que los cuentos son cofres de
tesoros
encerrados
en un tiempo y espacio mágicos.
7.
El niño
tiene derecho a que se le repita
el mismo
cuento todas las veces que quiera,
“al infinito”,
sin cambiar ni modificar detalles,
para lo cual
se le ha de preguntar qué se dijo
en la vez
primera, que es posible que ya se
nos haya
olvidado, pero que él sí recuerda.
Así:
de ¿cómo era el vestido de Miss
Orquídea
cuando cayó del trapecio? ¿Ladislao
el flautista,
lucía una gorra amarilla cuando se
asomaba al
cerco de la escuela? ¿Eran largas
o enrolladas
las trenzas azules de Margarita
convirtiendo
las pajaritas de lata en aves vivas
y canoras?
8.
El niño
tiene derecho a que se le enseñe
todo
en el formato que tienen los
cuentos.
Esto es
con exaltación, argumento, clímax,
y desenlace.
Así las leyes astronómicas harán
una danza
de epifanía. La salida del sol y la
luna
protagonizarán
el romance de un amor imposible.
La química
de los elementos urdirán una
historia
que involucre
a reyes, princesas y súbditos
celestes.
Los mares
serán mendigos y los mendigos
se convertirán
en mares infinitos e inagotables.
9.
El niño
tiene derecho a que en sus cuentos
la palabra
sea fiesta, sortilegio y hasta
prodigio.
A que el acto
de recrearlos sea motivo de
deleite,
de unción
y maravilla. Y el espacio del
cuento
sea
un acto cívico trascendental,
porque
es arrojar una
saeta que despierte el mayor poder
dormido,
porque en ello radica el asunto que
da justificación
a nuestra vida, existencia y paso
por
el mundo.
10.
El niño
tiene derecho a través de los
cuentos
a actuar
sin faltas, ni de caer muerto o
herido;
de entrar
a lo ignoto y desconocido. De
lidiar
y enfrentarse
con monstruos, endriagos y
sílfides.
De mirar
a la quimera. De escuchar el canto,
sin ser
encandilado, de una sirena en el
mar
del olvido.
Tiene la oportunidad de salir ileso
y, es más,
victorioso de toda lidia y
contienda,
en la cual
se comprometa y se trence lleno
de entusiasmo.
Porque el cuento es el ejercicio a
fin de ser héroes.
11.
El niño
tiene derecho a pedir la anulación
de un concurso
si es que su cuento no es premiado,
porque
no hay nada sinceramente mejor
que su cuento.
Puede apropiarse de algunos cuentos
como si fueran
suyos, a cometer la libertad de
firmar
como autor
de los cuentos que le gusten sin
que
nadie
lo desmienta, ni el propio autor
quien
ha de darse
por honrado y recibir de este modo
su mejor lauro
si un niño afirma que aquel cuento
es suyo.
12.
El niño
tiene derecho a que aquellos
cuentos
que se le lean no tengan lastres,
grilletes
ni cadenas; que sean libres cual
gacelas,
mariposas y aves del paraíso,
a los cuales
no hay que sujetar con mucha
presión
porque se estrujan y marchitan.
A quienes
hay que sostener con manos,
y brazos
abiertos, el alma pura para verlos
volar y
así poder admirarlos y amarlos
para siempre.
Todo esto es verdad y en esto
no miento
y así como me lo contaron a mí
yo te lo cuento.
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