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Instituto
del Libro y la Lectura, INLEC del Perú y Capulí, Vallejo y su Tierra |
Diciembre es
Navidad |
1. El nacimiento
del niño |
Venimos desde lejos oyendo una sola voz anunciando el ángel que ha nacido Dios. |
Y repiten letra y música otra vez en coro, cantando hacia lo alto de los tejados y con toda el alma. 6. Ataviadas de flores Bajan en comparsas desde los caseríos altos a adorar al Niño, cantando a viva voz estos y otros villancicos de las serranías. Con ilusión pero también. Con escondida melancolía. |
Pajas y pañales traemos para él ¡porque en el pesebre desnudo se le ve! |
Y esto lo dicen tiritando, como si el niño tuviera frío y ellos fueran fuertes y protectores, pese a sus atuendos humildes y a sus ropas raídas. Cantan con júbilo que disimula un oculto sufrimiento. Las mujeres con sus vestidos blancos festonados de grecas y blondas. Con trenzas ataviadas de flores. 7. Con las miradas ilusas Otro grupo, con un atuendo diferente, que viene seguro desde otra cañada, canta: |
San Pedro se ha dormido en las faldas del cerro, ya le cantaron los gallos ya le ladraron los perros. ¡Por eso, vamos corriendo! |
Y corren. Detrás corren los niños con pequeños atados en sus espaldas, incansables de caminar por senderos llanos o pedregosos. Detrás, cerrando el grupo, siguen los ancianos, algunos temblequeantes que en sus alforjas también traen ofrendas. También van ellos con las miradas ilusas repitiendo con voz grave: |
ya le cantaron los gallos ya le ladraron los perros. |
8. Con sus voces inocentes Caminan chorreando agua por el borde de sus sombreros, porque a ratos llueve a cántaros. Como si el aguacero se conmoviera de tanta devoción y de tanto cariño y quisiera entrar con ellos poniendo igual mirada de ternura y de pasión que llevan las oras pupilas. |
Estando la virgen bella los santos en un rincón el niño se ha ido trotando de Santiago hasta Porcón. ¡Por eso, vamos corriendo! |
Se detienen en la esquina pasada nuestra puerta mirando por qué calle avanzar, mientras tanto cantan: |
el niño se ha ido trotando de Santiago hasta Porcón. |
Y echan a correr no por la vereda sino por el centro de la calle con sus voces inocentes y atipladas. 9. ¿Desde dónde creen que vienen? Otros vienen después a paso ligero porque se les hizo tarde. Pasan sin dejar de tocar panderetas, pífanos y flautines; entonando con voz aguda las mujeres y grave los varones letras que dicen: |
Los ángeles que han llegado se han ido entusiasmando, ya tomaron sus traguitos y se han quedado bailando. ¡Por eso, vamos corriendo! |
Nosotros nos reímos cuando alguien comenta: – ¡Y estos pobres ya no van a hallar sito en la iglesia! Pero papá corrige: – ¿Desde dónde creen que vienen ellos? ¡Desde la Cuchilla!, que queda en las alturas. Lo sé por la letra del villancico que cantan. Ancianos y niños han caminado todo el día, desde la amanecida. ¡Y están llegando a la hora! Más bien, apurémonos nosotros. 10. Un coro de niños Felizmente nosotros ya llegamos a la iglesia y hemos pasado adelante no sabemos cómo. Y es más, detrás de nosotros ha llegado una silleta para que mamá se siente. La iglesia es una algarabía de voces, ruegos y alabanzas que se elevan y confunden con el balido de corderos y chivillos, graznido de patos, aleteo de perdices, cacareo de gallinas y silbidos de vizcachas que no apagan los ronquidos de un berraco que se ha quedado dormido en los brazos de un chiquillo. Rompen a cantar ya no las pastoras y labriegos que entonan sus coplas atrás, sino un coro de niños que junto al pesebre corean: |
Esta noche nació el niño entre las pajas y el heno quién pudiera niño mío vestirte de terciopelo... |
11. Paz sobre la tierra Por lo alto y desde atrás llegan hasta el altar del Niño Dios –que es un pesebre hecho de gavillas de cebada y trigo–, canastas con manzanas, petacas repletas de huevos, azafates con humitas y tamales, vasijas bordeando leche de cabra y hasta porongos de chicha. Todo es una algarabía de voces y cantares: |
Aquí te traigo María esta ovejita lanada para que le tejas al niño una mantita morada... |
¡Y todo lo ofrecen al Niño Dios con manos generosas, anhelando el bien de todos y paz sobre la tierra a los hombres de buena voluntad. 12. ¡Que pobrecito! Yo me duermo justo al inicio del camino de regreso a casa, que son varias cuadras de calles empinadas. Si no fuera Navidad me pellizcarían para que despierte y camine. Pero esta vez, mis primas jóvenes y casaderas les ruegan a mis padres que ¡pobrecito!, que ¡ellas me van a cargar! Que no me despierten jalonándome las mangas o apretándome los hombros. Y siento que sus brazos, y la agitación de sus pechos en flor, se turnan para hacerme llegar hasta mi cama. 13. En el año venidero Allí en la casa, al sentir que se enciende la candela y se alegra la cocina, repentinamente me despierto porque hay ponche de chocolate con tajadas: bizcochos de Chancay, roscas con miel, basitas y pan de yema. Además, temprano vi que mamá hervía jamón y hacía mazamorra de Chiclayo. Y, sobre todo, siento que habrá relatos de apariciones del Niño cuando “Las pastoras” ya de regreso a sus pueblos, lo encuentran convertido en luces cercanas o en lontananza, aromas inusitados, susurros imprevistos. Y en las risas de contento porque lo han adorarlo este año y que ojalá la vida alcance para poder hacerlo en el año venidero. Entonces me despierto definitivamente. 14. Hoy día no sienten miedo Eso pasó ayer. Hoy día 25 de diciembre es Navidad. Lo sienten y saben todos. Lo sienten y saben los cerros, los ríos y los caminos al filo de los abismos que hoy día son dóciles, protectores y amables en sus talantes de por sí temibles. Lo sienten y saben los vientos que silban en sus zampoñas canciones de amor entre árboles y peñas; y tocan más alegres que nunca sus castañuelas entre las piedras de los apriscos. Lo sienten y saben pumas, toros y cervatillos de los potreros que hoy día no sienten miedo ni venganza sino que intuyen que este mundo es bueno, incluso en el sacrificio por algo que ni siquiera importa tener claro cuál es su sentido. 15. Saben los manantiales Lo sienten y saben las ovejas, vacas y chivillos de las majadas que triscan y saltan de contentos cerca a sus dueños sin explicarse el motivo que los regocija. Lo sienten y saben las aves del cielo que trinan con más ahínco en el tejado haciendo que las casas pobres se enjoyen con los más ricos atavíos que lucen los plumajes multicolores de sus alas. Lo sienten y saben los manantiales que hoy ofrecen su mejor agua que brota fresca y luego gorgotea cantarina regando huertas y jardines. 16. Y, entonces, velan. Lo sienten y saben los copos de neblina que se elevan para ver aparecer los colores de las sementeras y del pueblo, las casas embelesadas con el blanco de sus muros y tapiales y el añil de sus puertas y balcones. Los sienten y saben los hombres rudos y fríos que hoy –sin poder evitarlo– dedican su alma hacia los demás, sonríen y de ella entresacan, como de un horno caliente, el mejor pan. Lo sienten y saben los hombres buenos que por saberlo viven la Navidad todos los días del año y hoy más bien se entristecen de que la Navidad, por ser tan bella, quizá no sea eterna. Y, entonces, velan. |
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