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Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

Diciembre es Navidad 
Navidad del mundo andino 
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

1. El nacimiento del niño

Por ahora, las vacaciones después de un año de estudios, las inauguramos saliendo a la campiña y trepando peñas de donde desprendemos el "shayape" que crece en las piedras altas y rocas empinadas, para hacer con esas pencas diminutas el nacimiento del Niño Dios en un rincón de nuestras casas, esta vez más ungidas.

Pero antes, en las paredes de adobe de la sala, enjalbegadas de barro mezclado al ichu de las alturas, hemos hundido clavos y estacas y amarrado los hilos para templar los papeles y cartones que cubrirán el andamio de cajas de frutas que han de hacer cuevas, montañas y caminos del nacimiento del niño Jesucito. 

Es para eso que tuvimos que ir al campo a traer Shayape y el musgo que crece en la piedra húmeda.


2. Cruzando las aguas azuladas

Para eso hemos salido con hermanas y primas a las cuevas de Huacapongo, saltando sobre las piedras y cruzando las aguas azuladas del río Patarata. 

Para eso también hemos subido a lo alto de la peña, desde donde las miro hacia abajo, pequeñitas. 

Los shayapes que les tiro se demoran en el aire en caer, gritándonos que tengamos cuidado. ¡Que no subamos más arriba!

¡Que nos podemos caer! ¡Que tienen miedo! ¡Que por Dios no escalemos más! 

¡Que ya se van y nos dejan! ¡Que si seguimos trepando ellas tirarán el "shayape" al río!


3. Pero es diciembre y Navidad

– ¡Tuvimos temor de que te cayeras! –me resondran atando los rebozos, con las mejillas coloradas por el sol resplandeciente. 

Y luego, con los brazos me rodean el cuello y me hacen rodar por la hierba a modo de castigo.

Y me jalan de los cabellos en signo de reproche. Y de cariño. 

¡Mujeres! ¡Como si no dolieran sus uñas puntiagudas! ¡Y se cogen como si no pesaran!

Pero es diciembre y Navidad. 

Además, cuando no se hacen las engreídas, nos llenan los bolsillos de pasteles y alfajores.


4. ¡Ya van a ser las doce!

En la noche del día 24 hay Misa de Gallo en la iglesia que estalla de luces, cantares, tonadas de conjuntos de las hermandades y los barrios del pueblo, como de los caseríos y poblados del campo.

Todos expresan con sus voces, miradas y gestos, y hasta con el modo de estar se pie o sentados, cariños profundos.

También fervores, ensueños e ilusiones de vida nueva; de indesmayable esperanza que no se dice sino que se da a entender en el brillo de luz de sus ojos amorosos.

Mamá nos apura:

– ¡Ya van a ser las doce y ustedes ni se cambian! Tenemos que estar desde el principio de la misa. Es falta de respeto a Dios llegar a su templo tarde.

– Mamá: y es falta de cariño al Niño enojarse justo el día en que él nace.


5. Hacia lo alto de los tejados

Pese a la oscuridad y la lluvia que no cesa, por la calle se oye de rato en rato un tropel de pasos de gente que se apremia. 

A intervalos llega por retazos la melodía aguda y tierna de "Las pastoras" que han dado la vuelta por la esquina y ya pasan frente a nuestra casa. 

Bajan entonando melodías que a la luz de las lámparas, se escuchan más hondas y nítidas:

Venimos desde lejos
oyendo una sola voz
anunciando el ángel
que ha nacido Dios.
Y repiten letra y música otra vez en coro, cantando hacia lo alto de los tejados y con toda el alma.


6. Ataviadas de flores

Bajan en comparsas desde los caseríos altos a adorar al Niño, cantando a viva voz estos y otros villancicos de las serranías. 

Con ilusión pero también. Con escondida melancolía.
Pajas y pañales
traemos para él
¡porque en el pesebre
desnudo se le ve!
Y esto lo dicen tiritando, como si el niño tuviera frío y ellos fueran fuertes y protectores, pese a sus atuendos humildes y a sus ropas raídas.

Cantan con júbilo que disimula un oculto sufrimiento. Las mujeres con sus vestidos blancos festonados de grecas y blondas. 

Con trenzas ataviadas de flores. 


7. Con las miradas ilusas

Otro grupo, con un atuendo diferente, que viene seguro desde otra cañada, canta:
San Pedro se ha dormido
en las faldas del cerro,
ya le cantaron los gallos
ya le ladraron los perros.

¡Por eso, 
vamos corriendo!
Y corren. Detrás corren los niños con pequeños atados en sus espaldas, incansables de caminar por senderos llanos o pedregosos.

Detrás, cerrando el grupo, siguen los ancianos, algunos temblequeantes que en sus alforjas también traen ofrendas.

También van ellos con las miradas ilusas repitiendo con voz grave:
ya le cantaron los gallos
ya le ladraron los perros.
8. Con sus voces inocentes

Caminan chorreando agua por el borde de sus sombreros, porque a ratos llueve a cántaros.

Como si el aguacero se conmoviera de tanta devoción y de tanto cariño y quisiera entrar con ellos poniendo igual mirada de ternura y de pasión que llevan las oras pupilas. 
Estando la virgen bella
los santos en un rincón
el niño se ha ido trotando
de Santiago hasta Porcón.

¡Por eso,
vamos corriendo!
Se detienen en la esquina pasada nuestra puerta mirando por qué calle avanzar, mientras tanto cantan:
el niño se ha ido trotando
de Santiago hasta Porcón.
Y echan a correr no por la vereda sino por el centro de la calle con sus voces inocentes y atipladas.


9. ¿Desde dónde creen que vienen?

Otros vienen después a paso ligero porque se les hizo tarde. Pasan sin dejar de tocar panderetas, pífanos y flautines; entonando con voz aguda las mujeres y grave los varones letras que dicen:
Los ángeles que han llegado
se han ido entusiasmando,
ya tomaron sus traguitos
y se han quedado bailando.

¡Por eso,
vamos corriendo!
Nosotros nos reímos cuando alguien comenta:

– ¡Y estos pobres ya no van a hallar sito en la iglesia!

Pero papá corrige:

– ¿Desde dónde creen que vienen ellos? ¡Desde la Cuchilla!, que queda en las alturas. Lo sé por la letra del villancico que cantan. Ancianos y niños han caminado todo el día, desde la amanecida. ¡Y están llegando a la hora! Más bien, apurémonos nosotros.


10. Un coro de niños

Felizmente nosotros ya llegamos a la iglesia y hemos pasado adelante no sabemos cómo. Y es más, detrás de nosotros ha llegado una silleta para que mamá se siente.

La iglesia es una algarabía de voces, ruegos y alabanzas que se elevan y confunden con el balido de corderos y chivillos, graznido de patos, aleteo de perdices, cacareo de gallinas y silbidos de vizcachas que no apagan los ronquidos de un berraco que se ha quedado dormido en los brazos de un chiquillo.

Rompen a cantar ya no las pastoras y labriegos que entonan sus coplas atrás, sino un coro de niños que junto al pesebre corean: 
Esta noche nació el niño
entre las pajas y el heno
quién pudiera niño mío
vestirte de terciopelo...
11. Paz sobre la tierra

Por lo alto y desde atrás llegan hasta el altar del Niño Dios –que es un pesebre hecho de gavillas de cebada y trigo–, canastas con manzanas, petacas repletas de huevos, azafates con humitas y tamales, vasijas bordeando leche de cabra y hasta porongos de chicha. 

Todo es una algarabía de voces y cantares:
Aquí te traigo María
esta ovejita lanada
para que le tejas al niño
una mantita morada...
¡Y todo lo ofrecen al Niño Dios con manos generosas, anhelando el bien de todos y paz sobre la tierra a los hombres de buena voluntad.


12. ¡Que pobrecito!

Yo me duermo justo al inicio del camino de regreso a casa, que son varias cuadras de calles empinadas. 

Si no fuera Navidad me pellizcarían para que despierte y camine. 

Pero esta vez, mis primas jóvenes y casaderas les ruegan a mis padres que ¡pobrecito!, que ¡ellas me van a cargar! 

Que no me despierten jalonándome las mangas o apretándome los hombros.

Y siento que sus brazos, y la agitación de sus pechos en flor, se turnan para hacerme llegar hasta mi cama.


13. En el año venidero

Allí en la casa, al sentir que se enciende la candela y se alegra la cocina, repentinamente me despierto porque hay ponche de chocolate con tajadas: bizcochos de Chancay, roscas con miel, basitas y pan de yema.

Además, temprano vi que mamá hervía jamón y hacía mazamorra de Chiclayo.

Y, sobre todo, siento que habrá relatos de apariciones del Niño cuando “Las pastoras” ya de regreso a sus pueblos, lo encuentran convertido en luces cercanas o en lontananza, aromas inusitados, susurros imprevistos. 

Y en las risas de contento porque lo han adorarlo este año y que ojalá la vida alcance para poder hacerlo en el año venidero.

Entonces me despierto definitivamente.


14. Hoy día no sienten miedo

Eso pasó ayer. Hoy día 25 de diciembre es Navidad. Lo sienten y saben todos.

Lo sienten y saben los cerros, los ríos y los caminos al filo de los abismos que hoy día son dóciles, protectores y amables en sus talantes de por sí temibles.

Lo sienten y saben los vientos que silban en sus zampoñas canciones de amor entre árboles y peñas; y tocan más alegres que nunca sus castañuelas entre las piedras de los apriscos.

Lo sienten y saben pumas, toros y cervatillos de los potreros que hoy día no sienten miedo ni venganza sino que intuyen que este mundo es bueno, incluso en el sacrificio por algo que ni siquiera importa tener claro cuál es su sentido.


15. Saben los manantiales

Lo sienten y saben las ovejas, vacas y chivillos de las majadas que triscan y saltan de contentos cerca a sus dueños sin explicarse el motivo que los regocija.

Lo sienten y saben las aves del cielo que trinan con más ahínco en el tejado haciendo que las casas pobres se enjoyen con los más ricos atavíos que lucen los plumajes multicolores de sus alas.

Lo sienten y saben los manantiales que hoy ofrecen su mejor agua que brota fresca y luego gorgotea cantarina regando huertas y jardines.


16. Y, entonces, velan.

Lo sienten y saben los copos de neblina que se elevan para ver aparecer los colores de las sementeras y del pueblo, las casas embelesadas con el blanco de sus muros y tapiales y el añil de sus puertas y balcones.

Los sienten y saben los hombres rudos y fríos que hoy –sin poder evitarlo– dedican su alma hacia los demás, sonríen y de ella entresacan, como de un horno caliente, el mejor pan.

Lo sienten y saben los hombres buenos que por saberlo viven la Navidad todos los días del año y hoy más bien se entristecen de que la Navidad, por ser tan bella, quizá no sea eterna. Y, entonces, velan.

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Danilo Sánchez Lihón

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