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9 de septiembre
Nace Manuel Scorza
El poeta de la patria lacerada

Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 

“Poesía del pómulo morado, entre el decirlo

y el callarlo,

poesía en la carta moral que acompañara

a su corazón”.

César Vallejo

 
 

1. Poesía de amor y emoción social

¿Quién, digo yo, que haya amado, nacido en el Perú y conozca un poco de poesía, no ha recitado los versos del poema El viento del olvido?

¿Quién con voz transida, en las horas en que el amor parecía aletear sus alas de oro y ceniza sobre nuestras pobres almas estupefactas; quién, no ha susurrado estremecido aquellos versos que dicen:

Como a todas las muchachas del mundo,

también a Ella

tejiéronla con sus sueños

los hombres que la amaban.

Y yo la amaba.

Pudo ser para otros un rostro

que el Viento del Olvido

borra a cada instante

Pudo ser,

pero yo la amaba.

Yo temblando modulo todavía de memoria ese poema. O lo grito si estoy solo por los caminos. Lo murmuro, mirando desde la ventana de un ómnibus que corre destartalado en la noche sideral por los desiertos sin nombre. O cuando pende al amanecer sobre los abismos de nuestra serranía. O cuando nos lleva y nos trae tratando de encontrarnos cuando seguimos en el extravío.

2. Nuestro destino, y mucho más

Suelo repetir esos versos inconscientemente, despierto o dormido, lúcido o desvelado en el balcón de una casa habitada o vacía. Vacía porque así yo esté en ella la siento abandonada.

O desde la ventana de un hotel a la cual me asomo en una ciudad a la que recién he llegado. En la cual es el último día que permaneceré, con el alma expectante y el corazón estrujado y hecho astillas.

Ciudad a la cual llegan y de la cual parten, por idénticos o disímiles caminos por donde yo ando, los buenos y malos amores. Y sus consecuentes recuerdos. Y las circunstancias que se agolpan como galgos enfurecidos en el alma. Y prosigue el poema que habíamos empezado:

Yo veía las cosas más sencillas

volverse misteriosas

cuando Ella las tocaba.

Las estrellas de la noche,

¡Ella las sembraba!

3. Ah, si tus ojos

Es el poema que en las horas supremas nos escuchan decir nuestros más íntimos amigos. Y ellos lo saben.

O bien alguna muchacha sorprendida que nos mira y piensa sin decirlo que al expresar ese poema estamos resumiendo nuestra vida.

Sabiendo que luego de esas cadencias no nos atreveríamos a añadir ninguna otra palabra, aceptando que en esos vocablos y en sus inflexiones está dicho todo nuestro destino.

Y mucho más, como cuando expresa:

Los días de esmeralda,

los pájaros tranquilos,

los rocíos azules,

¡Ella los creaba!

Yo me emocionaba

con solo verla pisar la hierba.

¡Ah, si tus ojos me miraran todavía

esta noche no tendría tanta noche!

Esta noche la lluvia caería sin mojarme.

4. Pero más aún

Quien compuso éste y otros poemas es Manuel Scorza, quien nació el 9 de septiembre de 1928, en la Maternidad de Lima.

En ese hospital de caridad ya desaparecido, donde las parturientas se hacinaban hasta el horror. Se las enfilaba dos o tres en la misma cama con sus dolores desgarrantes, como lo evocaría él mismo muchos años después.

Niño aún, su familia se trasladó a Acoria, un distrito de Huancavelica, lugar que era y es estación del tren, donde vivió más de cerca la pobreza.

Donde asumió el dolor de la gente llegando a consustanciarse con ella, tanto que le consagró su vida y llegó a adoptar a dicho lugar como su propia tierra, de allí que muchos consignen como su tierra de origen a Huancavelica.

Pero sí fue por esa adhesión inclaudicable de que el centro de su poesía y narrativa fuera la serranía y la condición del hombre explotado, el ser humano de la patria herida, el de la tierra enajenada.

Pero más aún, es el espacio donde él sobre todo forja una esperanza y un compromiso que cargaría en sus hombros y acunaría en sus brazos.

5. Declaraciones de amor

Muchos han celebrado que Manuel Scorza dejara de escribir poesía para dedicarse a construir las formidables obras narrativas que integran la pentalogía de La guerra silenciosa:

Redoble por Rancas (1970), Historia de Garabombo el invisible (1972), El jinete insomne (1977), Cantar de Agapito Robles (1977), La tumba del relámpago (1979).

Yo, sin dejar de admirar su rica novelística, siempre he lamentado que no terminara de escribir su saga de poemas sobre la gesta túpacamarista.

Y que no fuera el poeta universal que estaba llamado a ser, sintetizando el vitalismo de Neruda y el vuelo intelectivo de Octavio Paz de un solo plumazo. Y ser el Nobel de Literatura que con justeza hubiera ganado desde la poesía.

En general, considero que sus poemas, como sus novelas, son declaraciones de amor, fulgurantes, apasionadas e intensas; plenas de arrebato y exaltación, como movidas por fuerzas contundentes que se desatan o precipitan en raptos, torrentes y cascadas.

6. Abrimos un atajo

Sin embargo, pese a esta fuerza, ímpetu y exaltación que se hace palpable en su poesía y novelística, Manuel Scorza es un poeta marginado en el Perú, sin mayor presencia en los medios de comunicación ni en las academias, sin artículos ni mayores estudios críticos, salvo las tesis de grado, que son rigurosas pero escondidas, únicamente para consulta de especialistas.

Quien no aparece, ¡caso raro y sorprendente!, en las antologías de poesía contemporánea, y cuya obra no se comenta en los medios de prensa. ¿Por qué?

Entre otros motivos porque el tema central de la poesía y la narrativa de Manuel Scorza es la patria, hecho que no conviene a las trasnacionales que quieren un mercado único y globalizado.

Y la patria es su pasión de siempre, asunto que no lo olvida y que es como una cruz que lo coge de frente, de perfil y por la espalda.

Y al mencionar este tema abrimos un atajo que nos lleva a saltos a César Vallejo, al romanticismo literario, al romancero español, a los cantos homéricos, recordando a Ulises en la búsqueda del camino de regreso a Ítaca, a los rapsodas bíblicos y, en general, a la literatura universal de todos los tiempos.

7. La patria lacerada 

La patria es tierna

decíanme en la infancia...

 

Por esa veta, filón y galería subterránea empieza a aparecer la razón de la marginalidad aludida, mucho más cuando, en el caso de Manuel Scorza trata de la patria ofendida, vejada y lastimada, la patria que duele y que lacera:

Ahora soy el dolor de mi tierra quebrada.

A él, la patria lo atraviesa con sus hierros candentes: el pecho, la frente, el alma. Le atraviesa el corazón con su puñal de desgracias y desventuras, lo postra y lo desangra.

Para él la patria está mancillada, y esto constituye su amargura y su agonía. Y es parte de la razón por la cual ahora a él se lo elude, se evita nombrarlo y se le margina de toda mesa bien servida.

Porque plantea un contenido que no nos gusta tratar, porque pone en tapete nuestras miserias individuales y colectivas.

Así como también vuelve a reabrir las fisuras personales, las mismas que no queremos que alguien nos las recuerde, ni mucho menos las abra y nos lo enrostre: 

8. Pronto a sublevar 

¡Ay, qué amarga dulzura!

Bella era mi juventud

Yo cantaba: ahora estoy triste.

Y es por ti, patria pobre,

es por esos pueblos de una sola calle

por donde nunca caminó la dicha.

Su sentido de filiación, de pertenencia y de arraigo es hondo. Él asume una posición y consuma una posesión, ama su mundo por pobre que sea. Es más, lo consagra, sublimiza y defiende por ser pobre. Él se aferra incluso a sus maderos temblequeantes.

Distinta a la actitud de quienes la cambian fácilmente, de quienes la reemplazan por prebendas, de los apátridas que están en el trono.

Los mendaces que medran por entrevistas en los medios tienen enfocadas sobre sí todas las luces porque para eso venden su alma al diablo y tienen que distorsionar, ofender y lanzar denuestos, aquellos que por levitar tanto se dicen «ciudadanos del mundo».

Scorza en cambio, presto e inflamado por la vehemencia, encendido de pasión y de furor, exaltado por la lucha, pronto a sublevar, está dispuesto a los arranques, improntus y estallidos, así como a la cólera:

9. Presencia que salva 

A mí no me vengan con la patria espuma.

La patria hiede,

desgraciadamente,

la patria vomita buitres.

Ahora bien, ¿quién no despotrica y se contradice cuando ama tanto? ¿Quién no cae, se equivoca y sucumbe  en la desilusión y el desengaño? ¿Quién no golpea el espejo cuando lo ha puesto todo en el fiel de la balanza?

Cuando se ha ascendido por la fuerza del sentimiento a las cimas de la pasión y la identificación plenas y totales con algo, ¿quién no rueda por la pendiente y, a veces, hacia el precipicio?

Ay, patria;

ay, enemiga,

¿con qué me has mojado que no puedo secarme?

¿Qué amada, ante quien nos despojamos de todo y a cuyos pies dejamos la llave y el cerrojo de nuestra vida, no es a la vez una enemiga?

Irreparablemente, aquella amada es a su vez savia que nutre como licor maldito y hasta veneno que nos quita la vida.

 

10. Cuando se quiere tanto

 

¿Qué amor al cual hemos ofrendado todas nuestras ilusiones y esperanzas no es presencia que salva, pero a la vez abismo, mala suerte y puñal que asesina?

A mí no me digan «hay visitas».

¿Hasta cuándo la patria

será el muro donde orinan los gendarmes?

Quien ama, quien se desvela también tiene derecho a la queja.

Quien ha probado el sabor de lo exquisito y ha aspirado el olor de lo primoroso también sorbe la pena y lo acosa lo agrio y lo amargo.

¡Quien estalla de dicha está presto al llanto y al lamento!

Yo conocí en mi patria solo rostros vacíos,

hombres de mirada prematuramente cana,

balnearios de hueso

donde antes de tiempo veraneaba la muerte.

Yo solo recuerdo ojos en la niebla.

Cuando se ama mucho, estamos al borde y orillando el desengaño.

Cuando se quiere tanto, se tiene al costado el abismo de la desilusión y el consecuente resentimiento, vacío y despedida.

11. El arraigo a una patria

 

Manuel González Prada, esa egregia conciencia de nuestra nacionalidad y acontecer histórico, a quien sin duda Manuel Scorza apreció y admiró mucho, pergeña a su vez este apotegma, reproche e imprecación, que solo ocurre cuando algo nos duele y lastima en lo más hondo del ser:

Patria: feroz y sanguinario mito,

yo execro tu bárbara impiedad,

yo repito: Humanidad.

 

¡Ay!, desgraciadamente,

Perú: con odio tu nombre escribo.

Talado está el árbol de los relámpagos,

seco está el río de los valientes.

Pero incluso maldiciéndola, apostrofándola y extrañándola tanto, Scorza opta por el arraigo a una patria y a un destino.

El exilio es una herida extremadamente grave y dolorosa.

El exilio es casi una condena a muerte.

12. Amaneceres en flor

 

Amar la patria y extrañarla, añorar su aire y ante ello y por ello dar gritos de batalla, es lo supremo.

En el caso de Manuel Scorza, sus poemas, más que lamentos son proclamas. Indignación sublevante, júbilo a torrentes:

¡Sácame, patria, del pecho las espinas,

borra los malos sueños!

¡Enciende la luz que no se extingue!

¡Danos la libertad que no termina!

Ahora bien, el arraigo no significa inmovilidad. Se puede ser un trotamundos sin dejar jamás la patria, llevándola siempre a cuestas, enternecida en nuestros brazos, inspirando nuestros sueños, cobijada hondamente en nuestro corazón fervoroso.

Como la llevaron César Vallejo o Manuel Scorza, por los caminos, las calles, los bulevares, las esquinas y cafés de los lugares del mundo por los cuales enrumbaban sus pasos, sea en los amaneceres en flor, sea en las noches enraizadas en lo profundo.

 

Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:
Editorial San Marcos:
ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com

 

Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 

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