8 de febrero |
1. No te amo ya... ¡te tengo
idolatría! Pidió que donde su cuerpo cayera yerto recogieran sus restos y lo enterraran en la tierra que lo vio nacer, Tacna, donde pasó su infancia y juventud y a la cual dedicó sus mayores esfuerzos y desvelos, porque en ella creció libre y feliz, cuando la vida le deparaba sus mejores mieles. Pero un día, su pueblo y él pasaron a ser esclavos, sin garantías ni derechos humanos, porque su provincia fue invadida, arrebatado su señorío y enajenada su existencia por un tratado internacional que estipulaba un cautiverio por 10 años, que se prolongaron a 50, por imposición del poder militar de Chile y por cuya liberación luchó con gran sacrificio y denuedo, sufriendo destierro y arriesgando a cada instante la vida: |
¡Patria del corazón! La suerte un día, te hundió en el pecho con furor la espada, y hoy, abatida pero no humillada, pareces un león en la agonía. Antes, cuando dichosa te veía, fuiste por mí con entusiasmo amada; pero hoy, que veo que eres desgraciada no te amo ya... ¡te tengo idolatría! |
2. El rostro hacia el suelo Pidió, suplicó, rogó que lo enterraran en ella con el rostro hacia el suelo para besarla eternamente: |
¡Oh! ¡Quien pudiera, Patria, quien
pudiera disipar las tinieblas de tu cielo y sucumbir envuelto en tu bandera! Yo, tal fortuna es todo lo que anhelo, ¡y que me echen de cara cuando muera, para besar el polvo de tu suelo! |
Al morir en tierra extranjera, en la
ciudad de Marsella, apenas consolado por el golpeteo suave de las olas
en las piedras, en Francia, tuvo al menos un acto piadoso del destino
como cabe a algunos guerreros, aunque afligidos igual bien amados, que
tuvo a su lado a la mujer devota, ungida y consagrada que besó sus
labios que habían modulado en silencio tantas oraciones por la Patria
capturada, y quien cerró sus ojos, en los cuales estaban intangibles los
paisajes de su Tacna inolvidable. Y fue cierto también que en 1968 se repatriaron sus restos desde ese puerto sobre el mar Mediterráneo, donde murió el 30 de octubre de 1929 como un peregrino exhausto, gestionando apoyo internacional para la devolución de Tacna al Perú. Y fue sepultado en un mausoleo en el cementerio general de Tacna donde reposa, y en la forma cómo él lo pidió: con el rostro hacia el suelo para adorar infinitamente a esa tierra herida, como él lo quiso y lo expresó infantil y reverente. ¿No debiéramos, como una promesa humilde de peruanos devotos, hacer el camino hasta ese camposanto a ponerle flores siempre inmarcesibles? 3. ¡Muere, pero no cambies de bandera! Poeta inmenso, de vuelo intrépido y de aura trágica. Su vida la cruzó llevando clavada una espada en el centro del corazón y en plena alma: porque la tierra en la cual nació feliz, y a la cual amaba entrañablemente, pasó, de modo violento y brutal, a estar aplastada por una bota infame. Ello por efecto de una guerra para la cual Chile se preparó intencionada, pérfida y alevosamente a fin de invadirla, con la anticipación de por lo menos una década. La pretensión era adueñarse de los yacimientos de salitre de esa región –como finalmente ocurrió– a fin de cederlos a una potencia extranjera. De ese modo pasó Tacna a ser posesión de Chile por 10 años, de acuerdo al Tratado de Ancón, período cumplido el cual se realizaría un plebiscito, a fin de decidir su soberanía, el mismo que no se realizó porque en ese período ni Tacna ni Arica cedieron en su terca y apasionada adhesión al Perú. Federico Barreto es el cantor transido y abrumado de dicho período infausto, del cautiverio que se le impuso a Tacna y Arica. Él encarna el anhelo profundo y sentido de los tacneños de volver al seno de su Patria, el Perú. Es quien recogió ese cáliz y acíbar, quien bebió en su peor martirio esa copa de honda amargura: |
De mi suelo natal estoy proscrito, y al verme aquí, tan lejos de mis lares, la indignación ahoga mis pesares, y en lugar de una queja, lanzo un grito. ¿Cuál fue, decid, mi crimen inaudito? ¿Adorar a mi Patria en sus altares? ¿Consagrarle mi brazo y mis cantares? ¡Pues hónranme la pena y el delito! ¡Madre Tacna! Soporta tu tormento con el valor del mártir en la hoguera. ¡Muéstrate grande hasta el postrer momento! Fija está en ti la humanidad entera. ¿Sufre, pero no lances ni un lamento! ¡Muere, pero no cambies de bandera! |
4. Cayeron de rodillas Compuso en vida uno de los textos más hermosos representativos de ese fervor patriótico, titulado “La procesión de la bandera” que en verdad es un artículo periodístico acerca de un hecho concreto y real que ocurrió tal cual allí se narra. Aquel no es un cuento, sino una crónica ceñida totalmente a un evento y circunstancia histórica de Tacna ocupada, cual es que la Benemérita Sociedad de Artesanos y Auxilios Mutuos el Porvenir pidió permiso, en julio del año 1901, para honrar la bandera peruana, portándola para su bendición en la iglesia matriz de Tacna. Se prohibió este hecho, pero luego de diversas gestiones y acontecimientos: Apareció el estandarte en la puerta del templo, y las diez mil personas congregadas en el atrio y en las calles inmediatas se agitaron un momento y luego, sin previo acuerdo, como impulsados por una sola e irresistible voluntad, cayeron, a la vez, de rodillas extendiendo los brazos hacia la enseña bendita de la Patria. No se oyó una exclamación, ni una sola exclamación ni el grito más insignificante. Sellados todos los labios por un compromiso de honor, permanecieron mudos. Y en medio de aquel silencio extraño y enorme que infundía asombro y causaba admiración, la bandera, levantada muy arriba, avanzó lentamente por en medio de aquel océano de cabezas descubiertas. ¿Podremos, ante estos hechos no fabulados sino ciertos, ser ciudadanos como de cualquier otro pueblo? Con estos hechos en nuestras fibras y en la textura de moléculas que somos ¿no estaremos para siempre investidos, coronados, e infinitamente comprometidos? Este suceso quedó marcado de manera tan indeleble que, en su conmemoración, se ha instituido en Tacna el Día de la Procesión de la Bandera, que se celebra como un acto místico de profunda emoción y significado, el 28 de agosto de cada año. 5. ¿Hay pueblo en el mundo? Por el Tratado de Ancón de 1883, se enajenaba a perpetuidad e incondicionalmente el territorio peruano de Tarapacá y dos provincias quedaban en posesión por 10 años, periodo al final del cual se haría un plebiscito para determinar a qué autoridad de país pasaban a pertenecer. La política expansionista de Chile calculó que en ese lapso era más que suficiente para convencer o presionar a las personas de esos territorios acerca de las ventajas de ser chilenos. Pasaron 10 años y la población de ambas provincias era unánime en su determinación de fidelidad, adhesión y pertenencia al Perú. Pasaron 20, 30, 40 y lo mismo. Era increíble. Se sucedían las generaciones y el voto seguía favorable en cuanto a su adhesión al Perú. Cerca ya de 50 años y el anhelo de regresar al seno de la Patria era inconmovible. ¿Hay pueblo en el mundo que pueda ostentar un hecho igual? ¡Esas son tus insignias peruano de todos los tiempos! ¡Por estas medallas, no en lo externo, sino en lo hondo de tu pecho, sé cada día mejor! Medio siglo y ambas provincias seguían cautivas. La política de obstaculización a todo signo de peruanidad se hizo feroz: no se permitía el funcionamiento de escuelas públicas peruanas, se clausuraron todos los centros educativos particulares. No había empresa peruana con permiso de funcionamiento. No había libre expresión para nada que significara peruanidad. Y sin embargo los sondeos de opinión eran sorprendentemente favorables al Perú. Se desapareció, hostigó o expulsó a maestros, sacerdotes, periodistas; se pusieron dificultades para el funcionamiento de entidades financieras y de todo tipo, se prohibió el funcionamiento de imprentas, editoriales y publicaciones periódicas. 6. Pero el dolor me ahoga A la inversa, si la determinación de filiación era a favor de Chile las prebendas eran magnánimas. Caso opuesto la represión era temible. Los militares chilenos en Tacna sumaban ocho mil en una población que apenas lo duplicaba. Había dos soldados por cada persona. Se vigilaba cada paso de un ciudadano en ese suelo. Habían pasado tres generaciones y el sueño de retorno al dominio nacional continuaba insobornable. Uno de sus paladines era Federico Barreto que consagrado a dicha causa corrió mil riesgos. Yo pregunto: ¿Hay en el mundo algún ejemplo de pueblo y de personajes en la historia de la civilización humana que se compare con esta persistencia y heroísmo? Quizá lo haya, pero la historia no lo registra. Pero aquí si, está constatado este hecho, tiene nombre propio y una pluma con la cual se erige, que es Federico Barreto: |
Tacna es un pueblo heroico produce asombro y sirve de enseñanza El mundo entero canta en su alabanza al son de los clarines de la gloria. Por la Patria que vive en su memoria, luchó mil veces lleno de pujanza y cayó sobre el campo de la Alianza, retando, por injusta, a la victoria. Para cantar ¡oh! ¡Tacna! tu denuedo y tu cautividad y tu agonía preciso fuera despertar a Olmedo. Yo también tus hazañas cantaría: pero el dolor me ahoga y solo puedo decirte con el alma: “¡Madre Mía!” |
7. ¿Lodo? ¡Eso nunca! ¡Sangre antes
que lodo! Federico Barreto tenía 17 años cuando Chile declaró la guerra al Perú. Había publicado ya su primer poema en el periódico “Los andes” de Tacna, ciudad donde nació el 8 de febrero de 1862, hijo del coronel Federico María Barreto y de doña Ventura Bustíos. Fue a los 17 años también, en 1879, que asomó a su vida aquella realidad sombría y tremenda: ¡la guerra! La vida, que a esa altura de los años se ofrece primorosa, como un tallo lozano con la pujanza de crecer de manera plena, jubilosa y total, se vino a interrumpir y dar de bruces con una situación ineludible que se tiene que afrontar, porque es un compromiso legítimo de defensa: |
Desde que vi la luz mi pecho anida dos amores: ¡mi Patria y mi bandera! Por mi Patria, el Perú, ¡doy la vida! Por mi bandera el alma, ¡el alma entera! Yo quiero que mi Patria bien querida vuelva a ser en América lo que era, y que mi enseña, blanca y encendida, flote muy alto y ¡sea la primera! ¡Mi Patria! ¡Mi bandera! Desde niño fueron mi encanto, fueron mi cariño. Ni la sangre que deja horribles huellas ni el lodo, que es baldón, caigan sobre ellas. Hay que evitar la afrenta sobre todo. ¿Lodo? ¡Eso nunca! ¡Sangre antes que lodo! |
8. Su arrebato y su palabra, son
benditos Desatada la guerra sus padres lo obligan a trasladarse a Lima para completar sus estudios, pero sensible a la angustia y el padecimiento en que estaba sumido su pueblo retorna a su ciudad nativa; y no obstante la violencia de la ocupación extranjera, animó la expresión de los sentimientos patrióticos de las provincias cautivas. Con su hermano menor, José María, fundaron el periódico “La voz del sur”, bastión desde el cual lucharon denodadamente por la reincorporación de Tacna y Arica al Perú. Decidió consagrarse al ideal de mantener latente e irreducible la aspiración de volver a integrar su ciudad a la heredad nacional. Con su brazo en alto, con las letras y palabras que salían de su pluma, e inflamado su ardiente corazón, hizo de la poesía su arma de lucha para la resistencia del pueblo tacneño a todo encubrimiento y a toda seducción por cerca de cinco décadas. Poeta guerrero, trovador, belígero; que desafía, erige y proclama. Su palabra es un volcán que estalla, inflama y se expande con indignación. Levanta la frente de bardo irreductible, altivo; se expone y arenga. De mirada franca y tierna como la de un niño. De cólera santa y firme, de golpes de puño contundentes. Un alucinado, impertérrito, corajudo siempre. Hijo adorable, de corazón brioso, de temple ígneo. Su verbo es lanza, saeta, espada. Su arrebato y su palabra, son benditos. 9. Amar bien, con fervor y coraje A la Patria le da su vida y a los hombres que la defienden la palma y el laurel de su cariño y estremecimiento. Con veneración ciega y sublime, porque a la tierra se la adora, se la ama y se la exalta: |
El morro hacia el océano se adelanta como un león que acecha lo infinito, ruge el mar y parece que su grito le hace estallar la fiera en su garganta El morro asombra y a la vez espanta, finge si se le mira de hito en hito, un gigantesco puño de granito que amenazando al cielo se levanta. Sobre ese monte infinito y solitario, Bolognesi, el guerrero de renombre, murió como Jesús en el calvario. Y ambos son inmortales por su suerte El Cristo que era Dios murió como Hombre el hombre como un Dios marchó a la muerte. |
Ese es el sentido de pertenencia, de filiación y de arraigo, no importa
que sea a un guijarro, no importa a un corpúsculo de agua, no importa al
halo en un tejado. Lo que importa es amar, y amar bien, con fervor y
coraje. Y eso es lo que nos enseña Federico Barreto; a pertenecer a algo en este mundo. A entregar nuestros huesos por algo. A rendir nuestro aliento a una fe adorable. Es también su magisterio: confianza absoluta en lo que somos, pese a los reveses, desventuras y hasta desgracias. 10. ¡Que hable Barreto! 11. ¿Iba a callarse? |
Ayer con voz potente pero triste, quiero héroes nos dijiste que aventajen aquellos de Ayacucho; y, allí, en la cumbre de ese Morro fiero, luchó este pueblo entero ¡hasta quemar el último cartucho! Hoy, volviendo otra vez aquí los ojos, nos pides los despojos de estos patricios de inmortal memoria; y nosotros que bien te comprendemos aquí te los traemos cubiertos con los lauros de la gloria. |
13. Envuelto en tu estandarte |
Aquí está ¡Oh, Patria! la legión guerrera que al pie de tu bandera desafió el destino, pecho a pecho; aquí están ¡ay! los que con brazo fuerte, supieron defenderte esgrimiendo la espada del Derecho. Aquí está Inclán, Mendoza y Nacarino; aquí yace ¡oh, Destino! Arias, el mártir, de brillante historia, y aquí, por fin, el valeroso Ugarte, que, envuelto en tu estandarte, escaló aquí la cumbre de la gloria... |
Y prosiguió, ya sin ver esta tierra ni el oleaje que acompasaba sus
versos, sino solo la cumbre de El Morro y el cielo. Los soldados
chilenos que habían rastrillado sus armas, listas para disparar, las
recogieron. Se los veía imbuidos de una emoción profunda. Y a muchos de ellos las lágrimas les explosionaron en los ojos e inundaron sus pupilas y se deslizaron por sus mejillas. 14. Pliegos al viento Tres libros orgánicos conforman la obra poética de Federico Barreto. El primero lleva por título “Algo mío”, que se publicó el año 1912. Dentro de ese poemario sobresalen el largo y dolido poema “Madre mía” y el inolvidable “Más allá de la muerte”, dedicado a la escritora Zoila Aurora Cáceres (Evangelina). También el cadencioso y con aroma a inocente naturaleza: “Indiana”, que hecho música ha sido entonado en los rincones más apartados del país. Su segundo libro lo tituló “Aromas de mujer” y fue publicado en 1927, dos años antes de la muerte de su autor. Continúa la línea romántica y la emoción vibrante de su libro anterior, destacando los poemas “Mis golondrinas”, “Pensando en ti” y “Limosna de Jesús”. Su tercer poemario fue publicado póstumamente, el año 1964, con el título de “Poesías”, por iniciativa de la Casa de la Cultura de Tacna y gracias a la dedicación de Carlos Alberto Gonzáles, quien acopió poemas dispersos en periódicos, revistas y hojas sueltas. Pero muchas de sus composiciones forman parte del acervo popular y no han sido recogidos en libros, circularon de boca en boca, o impresos en hojas y en pliegos al viento. O bien fueron incluidos en las páginas de revistas o periódicos y grabados en la memoria y el alma de la gente. 15. Yo no podría, es cierto, aunque quisiera Es justo recordar aquí también que Federico Barreto además de intenso poeta fue un combativo periodista, quien ejerció su magisterio patriótico en publicaciones como “Los Andes”, “El progresista” (1886), “La voz del sur” (1893) y la revista “Variedades” de Lima (1921- 1924). Fue autor igualmente de “Frente al Morro” (1925, diario de vida a bordo del “Ucayali”, surto en las aguas de Arica, durante el plebiscito). Pero hay un aspecto que debemos relievar y es que mucho de su poesía ha tenido el amplio privilegio de ser musicalizada, en composiciones que circulan en el ámbito nacional, como internacional. Aunque en este aspecto lo que más importa es que dichas versiones forman parte del cancionero popular, que entonamos como parte del aire que respiramos cotidianamente. Cada día, casi podríamos decir distraídamente, sin tomar en cuenta que estamos vocalizando palabras y versos compuestos por él, es muy probable que tú, amable lector, hayas cantado sus palabras y ritmos y lo estés modulando mentalmente en valses como “Ódiame”, “Aurora”, “Antes que tú” y muchos otros. Carlos Gardel, a quien alguien le obsequió el libro de poemas de Federico Barreto, musicalizó uno de sus poemas: “Queja a Dios”, que dice: |
Me has entregado, ingrata, al abandono, y yo, que tanto y tanto te he querido, ni tu negra traición echó en el olvido ni disculpo tu error... ¡ni te perdono! No intentes, pues, recuperar el trono que en mi pecho tuviste, y has perdido. En el fondo del alma me has herido y en el fondo del alma está mi encono. Yo no podría, es cierto, aunque quisiera, castigar como debo tu falsía; mas la mano de Dios es justiciera... ¡Castígala, Señor con energía! Que sufra mucho; ¡Pero que no muera! ¡Mira que yo la adoro todavía! |
16. Yo, humilde bardo
del hogar tacneño El poema anterior había sido publicado antes de la aparición del libro citado, en el año 1903, en la revista Actualidades, con el título de “Jaspe”, que luego al incluirse en el libro fue cambiado por el de: “Queja a Dios”. Fue gravado en 1919 por Carlos Gardel y José Razzano, cambiando el título para figurar como “Aurora”. Otra canción muy conocida en España y que tiene letra suya es el vals que dice: |
Ódiame por piedad, yo te lo pido... ¡Ódiame sin medida ni clemencia! Más vale el odio que la indiferencia. El rencor hiere menos que el olvido. |
Este es un poema de Federico Barreto que en su libro tiene por título “Último ruego”. Mario Vargas Llosa consigna en su libro “La señorita de Tacna” otro poema de Federico Barreto que al decir del Premio Nobel cantaba su tía: |
Tan hermosa eres Elvira, tan hermosa que dudo siempre que ante mí apareces, si eres un ángel o eres una diosa. Modesta, dulce, púdica y virtuosa la dicha has de alcanzar, pues la mereces. Dichoso, sí, dichoso una y mil veces aquel que al fin pueda llamarte esposa. Yo, humilde bardo del hogar tacneño, que entre pesares mi existencia acabo, para tal honra júzgome pequeño. No abrigues pues, temor porque te alabo: Ya que no puedo, Elvira, ser tu dueño, déjame, por lo menos, ser tu esclavo. |
17. Imbuido
de fuego sagrado |
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