Solo quien tenga y
ofrezca amor bondadoso es quien puede alzarse como senda y camino. Porque
se puede ser inteligente, y Encinas lo fue, pero no alcanzaremos con ello
a ser horizonte. Podemos ser valerosos, y Encinas lo fue, y tampoco con
ello alcanzaremos a ser ruta y destino.
Es el amor bondadoso, que él sintió por el niño, por la juventud, por
la escuela, por el maestro, por el indio y por el Perú, el que lo hace
sobrevivir y el que hace que nos llegue su obra y su figura como un aire
puro y fértil para seguir bregando.
Convencidos y
esperanzados, por redimir los sufrimientos de nuestra sociedad; y para
forjar, a partir de la educación, la patria hermosa que nos merecemos, y
la dignidad y felicidad del hombre, que es nuestro anhelo y pleno derecho
ahora y siempre sobre la faz de la tierra.
2.
Variados y diversos aportes
Muchas son las
acciones, tareas y programas, como también son variados y diversos los
aportes conceptuales, doctrinarios e ideológicos a la educación, hechos
por el maestro José Antonio Encinas, y que cada día vemos que suscitan
el mayor interés de los maestros del Perú, haciéndose más claros,
actuales y vigentes.
He tenido la oportunidad de constatar cómo se tornaban tan reales y
eficaces diversos aspectos y temáticas señalados y precisados en los
postulados de aquel maestro, como también de evocar y recrear sus
magistrales enseñanzas.
De todos aquellos asuntos y contenidos los que con frecuencia e interés
se aluden en las reuniones magisteriales, referidas a la vida y
obra del maestro José Antonio Encinas, cuatro son los que resaltan con
mayor énfasis, cuales son:
a. El bien y el significado de ser maestros.
b. La integridad moral del maestro Encinas.
c. Su postulado e ideario de la Escuela Social, y
d. Una Educación con identidad.
Estos temas sobresalen entre otros que no dejan de ser importantes, tales
como el aprecio, la admiración y hasta fascinación que él sentía
por los niños, su recio y valiente activismo en contra de todas las
dictaduras que le tocó padecer: Leguía, Sánchez Cerro y Benavides, su
visión de la escuela como un lugar de encanto, magia y alegría, su tesis
a fin de desterrar los exámenes en la escuela y en el sistema educativo,
entre muchos otros.
Sin embargo, en este breve repaso sólo nos referiremos a aquellos cuatro
ejes de pensamiento, emoción y acción que hemos aludido como los más
representativos y frecuentes en la evocación del autor de Un ensayo
de Escuela Nueva en el Perú.
3. El
bien y el significado de ser maestro
José Antonio Encinas
nos enseña, en primer lugar, a ser maestros de alma, auténticos y
consagrados, a cumplir y valorar el privilegio de ser guías, orientadores
y amigos de los educandos, teniendo presente en todos los actos de la vida
la actitud noble, protectora y de una entrega total al cuidado de la niñez
y de la juventud.
Él es el modelo por excelencia de un maestro por antonomasia, en quien se
resumen todas las virtudes como también los actos de verdad y valor.
Quien, sobre todo, en cada momento de su vida jamás dejó de ser y actuar
como maestro.
Elegido Rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en 1931,
venciendo en justas electorales a nada menos que a don Víctor Andrés
Belaúnde, después Presidente de la Asamblea General de las Naciones
Unidas, ¿qué blasones lucía Encinas, quien ni siquiera era docente de
San Marcos? Exhibía el más honroso título en el contexto que hablamos:
el de maestro de Escuela Primaria, o normalista, como se le llamaba
entonces.
Y con ello es lo mismo a decir: entusiasmo, sapiencia y gusto rayano en la
pasión, que es el rasgo y a la vez el centro de la magia de ser maestros.
Y todo ello para entonar muy en alto el canto a la vida, siempre en la
perspectiva de búsqueda y hallazgo de verdades trascendentes.
Ser maestro es participación, avivamiento y alegría; ganas de vivir, de
celebrar la vida, de asumir la realidad con optimismo y valor. Es forjarse
una honda identidad; es usar las manos para pensar y construir; es
edificar y transformar la realidad; es hacer de la vida un canto, un
himno, una epopeya; una proeza en donde la relación maestro alumno más que
lección o enseñanza es diálogo, amistad y comunión profunda.
Él en todos los actos de su vida tuvo el concepto más alto de lo que era
ser maestro de escuela, de allí que fue capaz de hacer una educación con
altivez como también con gracia, humor y el don de sonreír; de
hacerse amigos, de confiar en los demás y en nosotros mismos.
Para hacer todo ello se requiere ser un hombre que ame ser maestro y un
maestro que ame ser niño, joven o adulto con ideales; capaz de mirar
con los ojos que el niño mira y abrir su alma de la manera cómo él la
abre y vuela.
4. Un
ejemplo de integridad moral
José Antonio Encinas
fue un hombre honrado. De una limpieza moral sin tacha. Por ejemplo, con
una exactitud muy grande en el manejo del dinero, con desprendimiento para
ayudar y generoso para proteger.
Siendo austero en sus gastos, se enteraba de un problema que sufriera una
persona, o lo padeciera su pueblo, y ahí estaba presto él para socorrer.
Así, una vez se dañó
el motor que proveía de luz eléctrica a Puno y no se tenía fondos para
repararlo. Enterado del asunto inmediatamente giró de sus ahorros el
dinero necesario para que se adquiriese la pieza que se había dañado.
Hechos como éste constituían la rutina en su conducta.
Sin embargo, era muy escrupuloso con el dinero ajeno y principalmente con
lo que correspondían a ser fondos públicos, considerando que este era un
bien común, propiedad del Estado y del pueblo doliente y sufrido como es
la situación que caracteriza al Perú.
A fin de graficar cómo era respetuoso y estricto en este aspecto, basta
referir un hecho: Después de levantarse la clausura que pesaba sobre la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, fue a su casa el administrador
con un fajo de papeles a decirle:
– Doctor, aquí están sus cheques para ser cobrados.
– ¿Cómo? –respondió él– si yo no he trabajado durante todo este
tiempo.
El administrador le explicó que la partida estaba girada; y que ya todos
los profesores y empleados habían cobrado. Entonces el concluyó:
– Sí, pero yo no lo haré. Sólo puedo cobrar cuando he trabajado.
Y ordenó:
– Devuélvase ese
dinero al tesoro público.
Pero no sólo veía desde él, sino desde la perspectiva de la otra
persona. Así: Logró recuperar una legítima propiedad que había sido
usurpada a una persona, quien agradecida le propuso que por sus servicios
repartieran esa propiedad y tomara la mitad del predio:
– De ninguna manera –le expresó–. Págueme únicamente mis
servicios, para que usted mismo tenga paz, tranquilidad y no se sienta
mal, Pero de ninguna manera yo aceptaré hacerme dueño de lo que es su
heredad.
Cómo urge que en el Perú asumamos dichos valores, que además son
nuestra herencia genética si consideramos el ancestro de nuestra cultura
de gran exactitud y moral, dueña de un código de honor y
conducta incorruptibles.
5.
Postulado o ideario de la Escuela Social
y de una educación con identidad
José Antonio Encinas
no se preciaba sólo de que todos sus alumnos fueran profesionales de éxito,
sino que todos hubieran abrazado la causa social y la defensa del indio en
nuestro país.
Tales educadores son precisamente los poetas del dolor y de la grandeza
del Perú, educadores de sus posibilidades y de la promesa de construir
aquí una patria grande y justa.
Maestro es quien –nos lo dice él– articula escuela y comunidad,
escuela y sociedad, quien asume el carácter social de la educación, la
obra y la tarea colectiva. Es quien articula tiempos, espacios, ritmos, áreas
del conocimiento. Es quien integra, socializa y hace posible el canto común
de las distancias, trabajo mancomundado superando diferencias y hasta
exclusiones ominosas.
Es quien preconiza que la gracia de ser maestros radica en
reivindicar el mundo despreciado, socavado de las poblaciones en riesgo.
Que no sólo se
necesita ser un buen profesor que desarrolla bien su curso o asignatura,
que demuestra bien un teorema o explica diáfanamente la conjugación de
un verbo, sino el que inspira para todos juntos trazarnos un destino de
realización colectiva sobre la faz de la tierra.
Un maestro de niños
tampoco puede dejar de ser un hombre de lucha, un guerrero, un militante,
porque la esperanza –que es lo que siembra y debe cosechar un maestro–
también se la conquista en las plazas y en las calles.
6.
Cuenta Churata
Muchos pasajes, ideas
y hasta juegos que el maestro Encinas desarrolló graficarían nítidamente
la perspectiva de lo que podría identificarse como su concepción de la
“Escuela social”.
De los muchos hay uno que quisiera referir, por ser quizá el más espontáneo,
incluso hasta aparentemente desaprensivo y humilde, pero en el fondo de
una gran significación.
Es una cuadro o instante que cuenta un alumno suyo de la Escuela 881 de
Puno, que dirigiera durante cuatro años y que constituye una experiencia
innovadora de extraordinario valor, pero además hermosa en su forma
y contenido.
Relata Alejandro Peralta, reconocido también con su apelativo literario
de “Churata”, que regresaban casi ya al amanecer por la meseta altiplánica,
maestro y alumnos.
Como era su costumbre salían no de paseo ni excursión sino a clases que
el maestro Encinas desarrollaba al aire libre, en las cumbres de los
cerros o a la orilla de los ríos o habiendo avanzado a lo más profundo
de los valles.
Los alumnos más fuertes habían avanzado en la noche lóbrega del
altiplano cuando echaron de menos al maestro a quien divisaron, al
chispazo de un relámpago, que venía muy atrás, lejos, pero a quien
divisaron inmenso y agigantado.
Cuenta Churata en esta
evocación que hizo varias décadas después, y sin detenerse mucho en
relación a su significado, que al estar más próximo y a la luz de otros
relámpagos notaron que él se había echado a los hombros al niño más
desvalido, que lo traía a horcajadas en la nuca al débil, descalzo y
desarrapado que quizá el frío de la meseta y lo agotador del camino le
habían impedido caminar.
El maestro Encinas que no medía más de un metro sesenta aparecía por
eso como un gigante. Pero algo más comprobaron: que con su vozarrón y
viniendo desde lejos entonaba huaynos y taquiraris en quechua y aimara.
7.
¿Qué magia o significado tiene?
Cuenta que fue tal la fuerza, la verdad y la belleza de ese hecho, que de
manera espontánea los mayores y fuertes buscaron a los más débiles y
los echaron igualmente sus hombros, tal cual el maestro Encinas, uniendo
sus voces al canto y a los himnos en las lenguas que entonaba el maestro.
Y así avanzaron, sintiéndose todos grandes, tanto los que cargaban a
otros niños, a quienes les renacía una fuerza nueva, como los que iban
en los hombros de los otros porque sentían bajo suyo la energía de la
solidaridad como algo invencible.
¿Qué magia o significado tiene este pasaje suelto entre los muchos otros
que se desprenden del ser y el sentir de la personalidad de este maestro
legendario? Es significativo echarnos a los más débiles en nuestros
hombros. Si la educación no sirve para eso, ¿para qué entonces educar?
¿Para la competencia? ¿Para ganar y desplazar al otro del camino? ¿Para
tirar de codazos a los demás?
He allí la diferencia de lo que puede ser una educación competitiva a
una escuela de inspiración social.
En este gesto natural, espontáneo e inconsciente está el sentido, la
definición y el concepto profundo y genuino de lo que es educar
socialmente. No solo allí está la visión o la misión de lo que es
educación, cual es hacernos responsables del mundo en lo más débil,
dolido y desprotegido que hay en él, cargarlo en nuestros hombros lo que
está pendiente de solucionar.
Pero no con pesar ni con queja, tampoco con marketin o cara al público,
sino con profunda y auténtica alegría, sin que eso constituya un lastre
sino, como lo dice Churata, se agigantaban todos.
Hay otro rasgo en este pasaje, cual es que el maestro venía atrás,
cerrando filas, el último porque vigilaba a quién más lo necesitaba y
se retrasaba.
Otra faceta es la fortaleza, la imitación y el deseo de hacer lo mismo,
de alinearse con la misma actitud, de no dejar que uno solo lo haga. Este
convencimiento llano, voluntario; esta disposición en donde se resume una
experiencia, una trayectoria y una vida.
8.
Educación con identidad
Preconizó que nuestra
cultura es el bien más preciado que nos honra, nos da lustre y enaltece;
que incluso compensa y le da un ribete de gloria a nuestro ser en el
mundo.
Que se sobrepone a la
pobreza que nos acosa, ornándonos con un laurel de victoria cual es ser
muy modestos en recursos materiales y financieros pero excelsos en
nuestras glorias culturales.
Y así como lo predicó él mismo, él mismo es un símbolo de dicha
promesa. Porque así como hay artistas y científicos representativos de
nuestra esencia, hay también educadores, como él, que cultivaron
una educación con identidad y una escuela totalmente inserta en su medio
y en el compromiso social.
Él es el portavoz de un nuevo derrotero de la educación para el Perú,
que propone que recogiendo el pensamiento de la cosmovisión del mundo
andino es el modo de ser o hacernos universales.
De su vida y de su pluma es de donde podemos extraer las verdades o las
certezas que necesita el ciudadano de nuestro país para ser el hombre
nuevo que todos vivimos bregando para que aparezca, se eche a caminar y,
al reconocerlo nosotros, lo abracemos, como dice Vallejo, emocionados,
porque todos hemos clamado: Levántate, hermano.
9.
Inspirados en el ideario Encinas
Es importante, en este
contexto, reconocer, asumir y enarbolar –a manera de ideario– e
inspirados en el maestro José Antonio Encinas, juntos y al lado de todos
los maestros del Perú, los siguientes principios que derivan de su
magisterio:
1. Creer que el fulgor de la verdad y su búsqueda apasionada no la perderá
el hombre ni en el confín de los tiempos, que siempre la anhelará, y que
ésa debe ser nuestra bandera y nuestra enseña.
2. Creer que el anhelo del bien y el peregrinar hacia las fuentes en donde
el bien mora, debe ser lo que marque nuestra ruta, y que esa fuente está
en el corazón del hombre. Y si la hemos perdido, hacia ella debemos
orientar las velas de nuestras naves.
3. Creer que el temblor por la belleza que subyuga nuestro corazón no
debe avergonzarnos, sino al contrario, descubrirnos el alma ante ella y
declarar que amamos la poesía y el resplandor de la luna arrebolada en el
horizonte.
4. Creer que la aspiración al silencio del recogimiento tampoco debe
atribularnos, sino al contrario, conmovernos porque ello nos reclama a
comprender otras cosas aparentemente incognoscibles.
5. Creer que la posesión del amor, o por lo menos tener los brazos y la
mirada tendidos a aspirarlo y encontrarlo en nuestras vidas, debe formar
parte de nuestras prerrogativas más hondas.
6. Creer que el júbilo, la exaltación, la felicidad que nos produce ver
nacer, brotar, surgir y desarrollar la vida, debe formar parte de las
experiencias más acrisoladas para el niño, el joven y el adulto.
7. Creer que la aspiración a la brega por defender los valores e
instalarlos en donde no existen –valores como la identidad, la
generosidad, la solidaridad– son de nuestra absoluta y total incumbencia
y que tenemos que dar la vida en aras de su predominio y vigencia.
8. Creer que la vida heroica a la cual todos los hombres tenemos la
aspiración de arribar, debemos asumirla plenamente, reemplazando con ella
y cuanto antes, la otra vana y trivial, a fin de que esta yazga muerta a
nuestros pies junto a los caballetes que soportan máquinas y artefactos a
quienes hemos dado tantas prerrogativas para condicionar y hasta gobernar
nuestras existencias.
9. Creer que la razón
moral debe ser nuestro norte, nuestro derrotero, la fuerza que nos guía y
alienta. Luchar por la justicia y equidad, porque no haya miseria, para
que superemos la pobreza y sea vigente en nuestro mundo la libertad.
10. Creer que tenemos una patria hermosa como una espada en el aire. Que
encontremos la hebra del heroísmo que tiene la labor o la misión de
defenderlo, imbuyéndonos de la promesa total del Perú. Y que consagremos
nuestra vida a defender nuestros ideales.
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