7. Títeres y democracia
La regla de oro del teatro de títeres es la comunicación que se establece entre los personajes que salen a escena y el público que participa de manera auténtica, espontánea y feliz con sus comentarios, opiniones y su ilusión.
Esta participación del público en el teatro de títeres es importante, significativa y trascendente.
Hace de él un género literario libre, democrático y con capacidad de trasformación de la realidad.
La conversación con el niño es juego democrático en donde se conoce de inmediato la opinión del pueblo, en donde el adulto no reprime sino que consulta más bien al niño que somos. Y ahí esta la capacidad que él tiene, cual es subvertir el orden del mundo.
Y cualquiera sea el final, el acto de comunicación y consulta ya se produjo y alcanzó a ser un acto público. Siendo así es la expresión más libre del lenguaje de la palabra y del voto popular.
8. Labores utilitarias
Pero la actuación de los títeres no se enclaustra en la presentación de obras que persiguen unos fines artísticos basados en un argumento literario, con actores imbuidos de idealismo y con mensajes de valor perdurable.
Los títeres también se manchan y ensucian las manos. Y realizan además de aquellas funciones, que son las más consagratorias, labores más utilitarias, que abarcan desde dictar normas de higiene pasando por recomendar el uso de determinados servicios.
Y hasta colaboran en el registro de la puntualidad.
Hacerlo a través de los títeres le da mucha mayor eficacia, puesto que se impregnan mejor los contenidos que se imparten.
Y se fijan en la mente y en el alma de los niños de manera más permanente, porque a lo informativo y cognitivo se suma la dosis necesaria de humor, magia y afectividad.
9. Libretos y guiones
Algunas consideraciones a tener en cuenta en la elaboración de libretos y guiones son estas:
– En este tipo de teatro las obras son breves y se anuncian con un título sugestivo.
– Al inicio de la escritura del guión se hacen indicaciones básicas respecto a la actuación.
– Luego se presenta la nómina de personajes. Y enseguida la acción en la cual participan los personajes referidos.
– En el teatro de títeres la acción es lo fundamental y la palabra su complemento.
– El lenguaje debe ser claro, en base a palabras comunes y corrientes dentro de las cuales se puede engarzar un término o un vocablo nuevo y poético.
– Utilizar palabras curiosas, sonoras, con gracia, recurriendo a las onomatopeyas.
– Los argumentos deben de reunir dosis de humor, aventura y pasión.
10. Contenido y mensaje
En los aspectos de contenido y mensaje:
– La historia debe integrarse de gracia, suspenso, simpatía y buen corazón.
– Los libretos o guiones deben asumir en principio el sentido artístico que deben tener, consecuentemente los personajes en las historias debe buscar y representar valores estéticos.
– Recurrir a la creatividad en la solución de los problemas.
– Lo imprevisto e inverosímil debe apoyarse en alguna lógica y no ser únicamente recursos fantasiosos.
– En el manejo de títeres humanos y animales no deben de incurrirse en actitudes vulgares o reprobables.
– Es necesario que el libreto desarrolle los contenidos transversales del currículo de la educación, pero además en el nivel creativo deben contener hilaridad, magia y sobre todo entusiasmo y pasión.
11. La actuación
Factores relacionados a la actuación:
– Ha de ser ágil, con movimientos que coordinen bien la palabra con el gesto. Con amplitud de desplazamientos por la escena.
– El teatro de títeres, es principalmente voz y actuación. Es ponerle gestos, movimientos y acción a lo que se habla o dice.
– Los parlamentos no deben ser largos sino breves y directos.
– En la manipulación de los muñecos, un detalle importante es cubrir manos y brazos con una manga o bolsa de tela a fin de que al levantar los muñecos no se note la piel de los actores en los brazos, antebrazos o manos, detalle que cuando se omite se rompe la magia y distrae al espectador.
– Buscar en la pieza un significado poético tanto en la forma como en el contenido.
– Hay que ser divertidos y libres, pero además: serios y trascendentes. Rigurosos pero a la vez locos de amor.
12. El escenario
Los escenarios en el teatro de títeres son dúctiles, sin rigidez, tanto que se puede desarrollar desde una abertura perecida a una ventana.
También se puede implementar el escenario en cualquier superficie lisa simple, monda y lironda.
Como también puede ser en lo alto de una azotea, a techo abierto, espacio que da la ocasión para que los personajes o muñecos puedan desplazarse con mucha mayor destreza y agilidad.
Los personajes principales que entran a escena son pocos. Esta es una ley, tanto por el reducido espacio con que se cuenta hacia adentro, cuando es ventana, como por el público infantil hacia el cual generalmente se orientan las representaciones.
El color de fondo del retablo o teatrino ha de hacer juego con el ambiente que se presenta.
La luz no será de alta sino de baja potencia, en base a reflectores tenues a fin de darle el halito de magia que por ser muñecos los que actúan deben de permanecer siempre bajo un halo de misterio y poesía.
13. La acción dramática
Consiste la acción dramática en el desarrollo de la historia que se presenta y en la conjunción de elementos teatrales en un punto culminante y significativo que reúne y concentra el mensaje que la obra quiere exponer.
La acción dramática se concentra en un punto culminante a donde se llega con los elementos previos y desde el cual se desciende y deriva hacia el final de la historia.
La intensidad de la acción dramática ocupa el centro del tiempo y desenvolvimiento del argumento.
Cuando se alcanza una cúspide en la tensión dramática, se ha de salir en la dirección que se ha previsto con un recurso alegre y tierno.
El teatro de títeres tiene la peculiaridad de dialogar con el público siendo necesario en la actuación abrir necesariamente este espacio, en donde cabe prever la participación espontánea de los niños grandes y chicos presentes en el auditorio.
14. La voz en los títeres
La voz de los personajes en el teatro de títeres es lo que más define a esta manifestación artística, al punto de que el nombre de títeres deviene de la onomatopeya que indica que estos muñecos se presentan con una voz aguda, resonante, tintineante y chillona, que refleja el mundo pequeño desvencijado y casi siempre marginal de los personajes, compensando también la miniatura corporal de cada muñeco y llamando con acento sonoro la atención del público.
Debe reflejar la personalidad o el carácter que se quiere insuflar a cada uno de los protagonistas que salen a escena. Así por ejemplo el lobo, que casi siempre es un agresor, tendrá una voz que refleje aquella catadura abusiva, violenta e inescrupulosa de este sinvergüenza, que imparte miedo y temor.
Al contrario la voz de los chanchitos será calmada, suave y reflexiva, distinguiéndose desde el cerdito mayor, quien es más responsable, variando con la de sus hermanitos menores quienes están en una etapa lúdica, pero también aprehensiva. A través de la voz se representará toda la ayuda que en determinado momento puedan demandar y la otra con la cual se proteger cuando el lobo está por devorarlos.
15. Dos mundos paralelos
Se dice que la voz de los personajes en el teatro de títeres debe tener goma, con lo que se quiere significar que ha de ser atrayente, plena de afectividad, de matices sugestivos.
Y esto tratándose de personajes temibles puesto que se trata de que los niños presten atención, y se concentren en esa cajita mágica en la cual se desenvuelven las historias, muchas de las cuales recrean mundos lejanos, exóticos y con frecuencia inasequibles.
La voz debe tener variedad, gamas de registros, para poder realizar efectos especiales dando la debida entonación, de acuerdo al desenvolvimiento del argumento, pudiendo pasar de la pena al gozo, de la alegría al llanto, del desconcierto al éxtasis.
La voz en el teatro de títeres siempre debe crear un mundo paralelo al de la realidad circundante, ser la muestra a partir de la cual se puede construir otros mundos y que sirvan para formular osadas propuestas formativas y pedagógicas que es imperativo cultivar y desarrollar para enriquecer o redimir esta realidad.
16. La interacción con el público
Añadir siempre la participación de los espectadores, a quienes se les pregunta y consulta sobre las situaciones que se están presentando.
Esto se logra haciendo que los personajes interroguen a uno y otro lado de la sala acerca de situaciones que se vienen desarrollando en la actuación. Eso sí, de ninguna manera hacer estas preguntas sobre asuntos que distraigan y que nos desconecten del desarrollo del argumento.
Y es bueno que esta secuencia adquiera tensión.
Por ejemplo: un personaje amenazado por otro les pregunta a los niños cuáles son las intensiones de su contrincante.
¿Y qué me recomiendan hacer? ¿Y, por dónde voy? Y, ¿qué hago finalmente para librarme de este peligro?
Incluso esas preguntas pueden apuntar al mundo de los valores con lo cual se gana que el teatro de títeres cultive en los niños su propia reflexión acerca de los asuntos más esenciales de la vida.
17. Títeres para el cambio
El teatro de títeres a través de la imaginación avizora ámbitos en los cuales quisiéramos vivir, porque discute libremente con el niño y mediante su participación entusiasta qué es lo mejor.
En resumen se despliega ampliamente el universo de la imaginación y otorga entonces la confianza para presentar esta o la otra opción.
En segundo lugar nos brinda soltura y confianza para ensayarlo y realizarlo simbólicamente en ese escenario.
En tercer lugar nos propone elementos muy concretos del universo que queremos construir.
Siendo así, mediante él podemos trasformar la realidad inmediata rescatando los elementos valiosos del presente, para construir aquella sociedad ideal en donde predominen los valores que queremos inculcar en los niños, jóvenes y adultos.
18. Válidos para una nueva educación
La educación tradicional aplica un modelo en relación a los niños que es el formal, siendo distinta la naturaleza del niño, cual es: libre, expresiva y pronta a la creatividad.
Mediante los títeres en la escuela y el aula se da pábulo a esas potencialidades dejando a un lado las convenciones, las teorías y los prejuicios, abriendo espacio a la afectividad, a la confianza, a sentirnos unidos y protegidos mutuamente, predispuestos a jugar, a conmoverse y a reír.
Alcanzamos en este espacio mágico a ser expresivos dando valor a aquello que somos, a lo que está adentro de nuestro ser y no afuera de él. A lo que nosotros podemos aspirar a llegar a ser y no aquello que absorbemos de fuera y queremos que se instale dentro de la mente del niño.
Y, sobre todo, recrear en el lenguaje, la vida en sus dimensiones de esperanza.
19. Un destino promisorio
El mundo de la imaginación requiere en primer lugar de creencia, sin lo cual los títeres no podrían existir, dado que exigen el don que les atribuyamos vida a unos seres que son de trapo, plástico y papel.
El segundo lugar, la imaginación requiere ser libre como el niño lo es y de alguna manera nos reclama que los adultos lo seamos.
Esto empalma totalmente con el mundo de la creatividad que debe ser fundamentalmente construida en base a los elementos que nos ofrece la realidad de manera abierta, entusiasmo y fervor que podamos insuflar a nuestra práctica pedagógica.
Una actitud creadora es la alternativa, a fin de que las personas y la sociedad puedan encontrar, para su vida, actividades propias en las cuales desarrollar empresas originales que permitan a esas personas dar cabal desenvoltura a un destino promisorio.
20. Valores inencontrables
El teatro de títeres engrandece todo. Es un arte mediante el cual desde lo mísero pasamos a vivir mundos espléndidos, cuya moral nos permite a los seres humanos alumbrar muestras, vidas muchas veces grises u opacas, con todo aquello que los sueños y la ilusión nos prodigan.
Resulta muchas veces que los muñecos no son aquellos que están en el escenario, que tienen la extraordinaria virtud de rescatar lo mejor que tenemos y que de otra manera no alcanzaría a hacerse ostensible, resultando entonces que ellos somos nosotros, con lo mejor de nosotros mismos; a veces representando lo adverso para ayudarnos así a mejorar.
Entre muchos otros aspectos positivos, hay uno que es una corona de diamantes y que lo hace vigente y tangible el teatro de títeres para el hoy y para siempre, y que es su esencia, hecha de inocencia y de candor.
En el teatro de títeres somos inocentes y candorosos, valores que son inencontrables cada vez más, en los modelos de sociedad que se han impuesto, y que pareciera que consolidan más y de manera irreversible, y que gracias a Dios hay artes que lo erosionan como es los títeres.
21. Todas las estrellas
Estos atributos del teatro de títeres convierte muchas veces a los espectadores en ser lo verdaderos actores, pero esta vez no como muñecos de trapo o cartón sino de carne y hueso sublimes, puesto que en ellos desaparece el mal, lo trivial para asumir lo esencial y trascendente.
En el se superan los prejuicios y se exorcizan las limitaciones para reflejarse en la ventana del retablo, aquello que la proeza de la imaginación resalta, cuales son: valores, como el poder cambiar, el poder mirar de manera diferente, el poder actuar de otro modo.
El poder decidir con arrojo y muchas veces ya no sentirnos incapaces de ser intrépidos en la realidad presente.
El teatro de títeres no solo ha de dar aquello que guste y encante al niño sino la manera como vamos a irradiar hacia todos los seres humanos aquellos contenidos primigenios que alcancen a hacer de la realización humana una manera de juntar y atraer a todas las estrellas.
22. Creer
y adorar
Pienso y me ocupo del teatro de títeres e inmediatamente un puñado de dulzura infinita invade mi corazón.
Y me digo:
Bendito el niño, bendito el adulto con alma de niño, bendito al que le brillan los ojos con una luz de alegría verdadera, sincera y devota ante la inocencia y el candor, que es lo que se da en el teatro de títeres.
Para apreciarlo lo que se requiere es saber sumergirse en el mundo de la ensoñación, en la capacidad que puede tener una persona o un grupo humano de tener ilusión.
Y un hombre es grande en la medida de su fantasía, de sus sueños, esperanzas y utopías. Veo los rostros ilusos, dulces, sonrientes de las personas delante del teatro de títeres y creo aún más en Dios.
Y allí me convenzo que Él nos hizo a su imagen y semejanza. Y nos hizo urdió como seres que albergan quimeras y dotados de dones supremos como es creer y adorar.
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