Capulí, Vallejo y su tierra |
15 de abril |
1. Vallejo asume la condición del hombre Abril en Santiago de Chuco es mes, dulce, de tierra húmeda y de siembras; de fragancia de flores nuevas y tiernas; de recogerse al abrigo del fogón en las tardes y probar el yantar después de las faenas del campo. En este mes murió Vallejo en París, “un día del cual tengo ya el recuerdo”, había dicho él. Hay múltiples aspectos en los cuales César Vallejo es un paradigma. Pero quiero recoger solo uno, y es el siguiente: su adhesión, militancia y defensa con la condición humana. La grandeza mayor de un ser humano radica en hacerse hermano –y más aún– padre de la humanidad. Es la autenticidad para asumir el mundo y solidarizarse con los más débiles, marginados, golpeados, indígenas. Y César Vallejo murió por consustanciarse con ellos. La opción de la poesía por los pobres, los míseros, los explotados y mendigos jamás fue, como en César Vallejo, tan honda, cabal e íntegra. Sólo desde en el ámbito de la religión hay el referente sublime y conmovedor de Jesús. Pero en la literatura, ¿quién? Nadie, ni a nivel nacional, americano ni a nivel universal. ¿Quién con la consagración y autenticidad de César Vallejo? Nada. ¡Jamás! Escribió en “Un hombre pasa con un pan al hombro”:
2. Por él habla el hombre Reside la grandeza de un hombre en su capacidad para recoger experiencias del mundo y proyectarlas en un horizonte de valores y en hacer que muchos seres humanos rediman su vida en base a dicha experiencia. La vida y obra de César Vallejo es un coloquio con el ser más íntimo del individuo y el prójimo, pero también con el hombre hecho colectividad y hecho pueblo. Él se erige como la boca del ser humano integral, es la voz que interroga y que también reniega y condena, que repercute individuo y sociedad. Por él habla el hombre impertérrito en su soledad como habla la humanidad congregada, militante y multánime. Por él se expresa el individuo y por él se expresa la especie humana. Y su solidaridad es sin excluir ni al rico ni al malo, ni al egoísta ni al perverso, ni al criminal ni al pecador. Para Vallejo no hay excluidos. Todo lo humano es bueno, y la exalta. La muerte, el hambre, la pobreza no son humanos. Pero, hay en él la comunión con la humanidad dolida y representada en el hombre que sufre. 2. El dolor Vallejo exploró hasta el fondo las raíces del dolor, más al fondo de donde puede ser posible, o donde pueda verse y hasta, si se quiere, imaginarse o presentirse. Los Poemas humanos son fruto de las entrañas más hondas y viscerales del sufrimiento a que puede llegar el ser, y todo esto sin un Dios seguro que lo ampare. Es dolor humano universal, dolor de familia, de raza y de humanidad íntegra y total. Su gigantesca aventura humana, la de ganarle al dolor, la de entresacar algunos diamantes al sufrimiento y hasta arrancarle oro puro a la muerte, es majestuosa. Todo ello sólo alentado por el desvelo acerca del destino del hombre, de la humanidad y de su existencia. Erige sobre el abismo, unas claves redentoras de la condición humana. De allí que Los poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz sean nuevas Sagradas Escrituras, a la altura de los cuatro evangelistas y al nivel de los profetas bíblicos, dado que todo lo transforma en infinita redención humana y colectiva. Siendo dichos poemas y libros la cumbre más alta de la poesía de todos los tiempos, ¿cómo lo hizo? Los concibió y los puso en tinta sin tener trabajo del cual sustentarse, sin tener los medios para comer, sin tener, ni siquiera una piedra en que sentarse. 3. El Evangelio Vallejo El evangelio Vallejo expuesto más explícitamente en el “sermón de la batalla”, que es el poema “Masa”, declara en síntesis que ningún ser se salva si es que no nos salvamos todos, que hasta el criminal no es culpable de nada, que no debe haber ni un solo Judas. Preconiza que la muerte desaparecerá cuando todos los hombres de la tierra, al unísono, hagamos escuchar nuestro grito solidario y entonces despertará y ha de levantarse de su postración y ha de abrazarnos ella emocionada, sí emocionada, por haberla salvado con nuestra unión inquebrantable. Y pide incluso que todo sea humano y hasta el cielo, el ámbito sideral o la bóveda celeste –o el paraíso, si se quiere– para tener la máxima significación tendrían que volverse “todo un hombrecito”, tendrían que venir hacia nosotros y no ir nosotros hacia él; que el cielo tiene que ser bueno y solidarizarse con el hombre, y no que el hombre tiene que hacerse merecedor de él. Y que el hermano obrero y campesino, redentores y salvadores nuestros, perdonen nuestras deudas. Nadie más idéntico a Jesús en su devoción al hombre y nadie más atravesado de la flecha de lo sagrado y divino que Vallejo. Es hermano de Jesús pero en rebelión al padre, por los mismos santos intereses que inspiraron el martirio de Cristo, cual es salvarnos. Solo que Vallejo es hijo desobediente, rebelde y blasfemo. Pero es de la familia del padre, eso sí no sacralizando al hacedor sino reclamándole a él acerca de su creación, aunque identificado hasta la embriaguez con Jesús:
Debe estar sentado en algún lugar no a la diestra sino a la izquierda del Dios padre, no sumiso ni reverente sino díscolo. Si Jesús del Gólgota nació en Nazaret, el Cristo de “España, aparta de mí este cáliz” nació en Santiago de Chuco, departamento de La Libertad, en el Perú. 5. La esperanza De allí que con el laurel, la palma y el arma de la poesía, hecha verdad redentora, subamos a los andes los trabajadores del arte y la literatura para hacer la revolución poética y humana que pedía Vallejo. Subamos acompañando el contingente y el ejemplo de quienes dieron su vida por el Perú, de quienes liberaron a la América de sus cadenas, de quienes han hecho del mundo un espacio de realización humana hermosa y profunda. Y así como al principio evocamos al labriego, como también al fogón de la cocina y al yantar después de la faena; así también evocamos a Jesús y a César Vallejo unidos ambos por una vida llena de significados profundos, como es: Que ambos nacieron en hogares humildes, ambos son martirizados hasta el día de hoy. Ambos escogieron sacrificarse en la cruz de la pobreza y de la expiación. Ambos murieron jóvenes. Y ambos son grandiosos y extraordinarios redentores a partir de quienes ha de construirse un mundo nuevo de amor, fraternidad y esperanza universales. Por eso vamos a Santiago de Chuco en la Telúrica de Mayo, entre el 18 y 20 del año 2007. Y si la esperanza cae –digo, es un decir– hagamos realidad cuanto antes nuestro lema, que será fuego invencible: ¡Vallejianos del mundo! ¡Si la esperanza cae, salid a buscarla! |
Danilo
Sánchez Lihón
Instituto
del Libro y la Lectura del Perú
Editado por el editor de Letras Uruguay
Email: echinope@gmail.com
Twitter: https://twitter.com/echinope
facebook: https://www.facebook.com/carlos.echinopearce
Linkedin: https://www.linkedin.com/in/carlos-echinope-arce-1a628a35/
Métodos para apoyar la labor cultural de Letras-Uruguay
Ir a índice de ensayo |
Ir a índice de Sánchez Lihón, Danilo |
Ir a página inicio |
Ir a índice de autores |