1.
Los sucesos que se narran en esta historia ocurren nueve años antes de
que el adoratorio de Machu Picchu fuera profanado, saqueado y llevados
sus tesoros en sucesivas piaras de acémilas, una de ellas de más de 150
mulas cargadas de reliquias, extraídas subrepticiamente por la ciudad de
Desaguadero, en la frontera con Bolivia.
Sucedió así, cuando ya no pudieron hacerse los embarcos con destino a
los Estados Unidos de Norteamérica por el puerto de Acarí, conducidos
por el aventurero Hiram Bingham, a partir del mes de julio del año 1911.
En la primera edición de su libro “Inca land, Explorations in the
Highlands of Peru”, señala que encontró la siguiente inscripción en el
Templo de las Tres Ventanas: “Agustín Lizárraga 14 de julio – 1902”,
referencia que desaparece y desconoce después en las ediciones
posteriores de su libro, cuando fue cobrando mayor importancia el
descubrimiento del portento y maravilla que es Machu Picchu.
2.
Su hijo Alfred Bingham escribe en su libro “Retrato de un explorador”,
que en la libreta de campo de su padre, referente a su expedición del
año 1911, de su puño y letra escribió:
“Agustín Lizárraga es el descubridor de Machu Picchu y él vive en el
puente de San Miguel, justo antes de pasar”.
Lamentablemente, Agustín Lizárraga murió en 1912 al cruzar por un
precario puente de madera, acompañado por un niño, cayendo al turbulento
río Urubamba. Su cuerpo nunca fue encontrado.
Enterado Hiram Bingham de este suceso, y de que ya no podía haber ningún
reclamo al respecto, mandó a borrar la inscripción del Templo de las
Tres Ventanas.
José Gabriel Cosío, historiador cuzqueño, Presidente de la Delegación
Peruana ante la Universidad de Yale, quien conoció a Agustín Lizárraga,
lo reivindica como el auténtico descubridor de Machu Picchu, nueve años
antes de Bingham.
1.
Es noche resplandeciente de estrellas y luceros, que contemplamos
extasiados desde el terraplén de la Plaza de los Templos, en el centro
de la ciudadela de Machu Picchu.
Hemos encendido una fogata a cuyo alrededor acabamos de realizar, junto
a los abuelos, el pago a la tierra.
Hemos pedido permiso para dejar registrada, en una de las piedras del
Templo de las Tres Ventanas, la fecha en que culmina esta visita a la
ciudad sagrada: 14 de julio del año 1902.
Ahora conversamos con los moradores del lugar, campesinos y pastores,
hombres y mujeres, viejos y niños.
Están presentes también cuatro abuelos guardianes de esta morada.
Nos hemos servido chupe de papas con choclo, queso y ají de huacatay. Y
dulce de chuño en platos de calabaza.
2.
La candela de la fogata reverbera y refleja los rostros ilusos,
candorosos y sufridos de la gente, detrás de los cuales se perfilan las
siluetas de los edificios de piedra, cubiertos de lianas y bejucos.
Allí están las tumbas intactas, las mansiones sepulcrales, el torreón de
adoración al sol, que sobresale de la roca.
Más allá, la claridad y lobreguez de las cumbres que se erigen cual
guardianes, y la sombra de las profundidades de vértigo de las cañadas y
de los abismos.
En el círculo, que alumbran las luces restallantes de la candela,
aparecen los rostros de Agustín Lizárraga, Enrique Palma y Gabino
Sánchez, integrantes de esta expedición.
Y hablan:
3.
– Cuéntennos algo que se sepa de Machu Picchu, aquello que ustedes
conocen acerca de este lugar. –Dice sereno pero al vez extasiado Agustín
Lizárraga Ruiz.
– Hasta ahora hemos guardado riguroso silencio. –Responde Inti Illapa,
el mayor de los abuelos–. Pero ustedes han venido con respeto, han
pagado a la tierra, han rendido culto a nuestros ancestros y son en todo
nuestros hermanos, por eso confiamos. Por eso le pido a Inti Huaura que
hable respondiendo a la pregunta.
En el orden de hacer uso de la palabra se sigue la jerarquía de abuelos
que guardan esta huaca.
– En 1542 se ordenó desde el Cuzco que Machu Picchu fuera sellada. Y así
se hizo. Se cerraron los caminos, se dejó que el bosque invadiera piedra
por piedra y la ocultara. Tapiamos los templos, lacramos las tumbas. Y
la ciudad sagrada permaneció oculta, desde hace más de tres siglos y
medio. Y así se mantiene hasta ahora. Es una ciudad secreta.
4.
– Gracias hermanos por la confianza que nos dispensan. Nosotros a la vez
prometemos mantener mutismo absoluto. Pero dígannos, cuál era el fin de
erigir aquí Machu Picchu? –Interviene Enrique Palma.
– Machu Picchu es una asamblea para conversación de hombres y dioses, de
seres divinos y humanos que en su época de vigencia y florecimiento era
atendida principalmente por sacerdotisas consagradas al culto al sol.
Guarda silencio. Y ahora habla Inti Túpac:
– Y el inca venía aquí a conocer los mensajes que querían revelar los
dioses. Es un lugar de revelación, de inspiración y unción en la
naturaleza divina del cosmos.
Y ahora interviene Inti Huaman:
– Pero también se buscaba aquí ayuda divina para la mejora de alimentos,
de plantas medicinales, de especies mejoradas de animales, y toda clase
de bienes para el desarrollo humano.
5.
– Y, con el mayor respeto, ¿cómo era la vida aquí, cuando Machu Picchu
estaba en todo su apogeo y esplendor? –Pregunta Gabino Sánchez.
– Este es un lugar de culto. Y la adoración al sol se hacía con cantos y
danzas ceremoniales, esperando su aparición en el horizonte al amanecer.
Calla. Y vuelve a intervenir Inti Huaura:
– Pero hay una misión igualmente importante que quisiera señalar, y es
que Machu Picchu nos muestra lo que hay dentro de nosotros mismos como
realización: su ascensión, su grandeza y magnificencia nos dice que eso
somos nosotros, que eso somos capaces de realizar, que esa es nuestra
esencia, médula y raíz.
6.
La luna ha empezado a bogar por el horizonte y todos los abuelos han
callado.
– ¿Existe y se cuenta aquí alguna leyenda? –Vuelve a preguntar Agustín
Lizárraga– ¿Hay alguna historia que nos ilustre cómo era la vida en
aquel tiempo?
– Respondiendo a la pregunta, quisiera contar algo que mi padre,
guardián por muchos años de estos templos, nos contaba acerca de lo que
ocurrió en la vida de este lugar.
Inti Illapa se pone de pie, sale a un lado, adopta una actitud digna
alejándose un poco del fuego que restalla en la fogata, que parece
avivarse, y empieza su relato:
MACHU PICCHU
PARAÍSO DE ORQUÍDEAS
1.
Aquel día se celebraba la Fiesta del Sol y las sacerdotisas del templo
habían de hacer el mejor de sus rituales desde el amanecer.
Marqanki, que formaba el coro y la comparsa de baile, era la más bella.
Y su canto el más cristalino. Se sentía feliz y plena por haber sido
deparada con tantos dones desde cuando nació en Chincheros, un pueblo
lejano, de donde fue escogida por su virtud y su hermosura.
Por ser fecha del Inti Raymi, aquel día podían ingresar a la ciudadela
personas de los contornos, sobre todo para extraer fuego sagrado,
importante para consagración de sus ayllus y panacas.
Así es cómo ingresó y estuvo presente en las ceremonias Danipaj, un
joven devoto, pastor de llamas, vicuñas y guanacos.
Para él fue un deslumbramiento ver el ritual de la danza, con los
cánticos y las abluciones.
2.
Estuvo todo el tiempo embelesado. Y sus ojos no se apartaron de una de
ellas, observándola envuelta en su vestido ritual.
Al descubrirse y al verla su rostro tuvo un deslumbramiento. Ella
también, al levantar su mirada, encontró los ojos del pastor y sintió un
hondo temblor en su pecho.
Pero las leyes eran implacables. Ella era una sacerdotisa del sol. Y él
un simple pastor. ¡Era inconcebible que ni siquiera sus ojos se
encontraran!
Pero, a su vez, era imposible ser los mismos a partir de entonces. Por
la noche desde la cumbre más alta ella escuchó el lamento desgarrado de
una quena.
Es noche profunda y los sones de una canción de amor llegan directamente
a su oído y a su corazón.
3.
Siendo así, él arriesga su vida. Y ella igual, se pasea desvelada por el
terraplén.
Es noche de luna y el torreón se perfilaba amenazante.
– ¿Quién eres y por qué entonas melodías de ese modo? –Pregunta.
– Soy el pastor y su quena. –Contesta él. ¿O son los cerros?
– ¿Por qué vagas, deliras y no duermes?
– Porque el amor hacia ti que inflama mi alma.
– ¿No sabes acaso que es imposible? ¿No sabes que ni siquiera la muerte
es pago suficiente para conseguirlo?
– Lo sé. ¿Pero qué podría hacer sino desde ya sufrirlo y padecerlo?
4.
La siguiente noche ya fueron endechas de queja y quebranto:
Dulce palomita,
flor de capulí.
¿Dónde nací?
¿Dónde naciste?
Aquella música, aquel sentimiento ella sabía que jamás ya lo podría
abandonar.
– El amor terreno, el amor simple y cotidiano no está permitido en una
sacerdotisa. –Le sorprendió diciéndole la Mamacuna, acunándola
tiernamente.
– ¿Qué haré entonces madre mía tú que conoces las almas? –Le imploró.
– Ruégale con la mayor sinceridad a la Montaña Sagrada.
Y eso hizo, Marqanki diciéndole:
5.
– ¡Oh morada de los dioses! ¡Oh Montaña Sagrada! Quítame esta llama que
me incendia, o quítame la vida. O, sino, hazme mujer terrena y permite
que me una al pastor y a sus majadas.
La Montaña Sagrada se conmovió de su inocencia, de su ternura y de su
candor. Y le habló así:
– Es imposible aquello que me pides. Solo podré hacerte orquídea, una
flor de los bosques que el pastor recoja y adore en su camino.
– ¿Está bien? Acepto, Padre, hazme orquídea.
Y la Montaña Sagrada la convirtió en flor. Pero el pastor, al saberlo,
quiso vivir por siempre a su lado.
Son las orquídeas reales que pueblan en todos los bosques aledaños de
Machu Picchu, también llamado Paraíso de las Orquídeas.
6.
Son dos flores juntas que solo existen aquí y viven aquí.
Y, cuenta la leyenda, son la sacerdotisa del Templo del Sol y el pastor
de llamas, vicuñas y guanacos.
Se las conoce también como Wiñay Wayna, que quiere decir “Siempre
jóvenes”, porque se le dio esa dádiva de mantener su juventud.
Sus pétalos tienen formas de manos y de dedos que se enlazan y hasta
imploran unirse.
Y de corazones abiertos y expectantes que se aman eternamente.
Las leñas de la fogata ya se han consumido. Todos guardan silencio. La
luna empieza a salir por el horizonte. Los viajeros alistan sus cargas y
en plenilunio emprenden el camino de regreso al Cuzco.
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