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Machu Picchu en la poesía
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Martín Adán
La mano desasida Canto a Machu Picchu
¿Qué palabra simple y precisa
inventaré
Para hablarte, Mi Piedra? Que yo no me seré mi todo yo, La raíz profunda de mi ser y quimera ¡Tú crees estar arriba, honda en tu cielo, Y me estás tan enquistada en mi vida muerta!… ¡Ay, Machu Picchu, pobre rostro mío, Mi alma de piedra, Exacta y rompidísima, Innumerable e idéntica, Vuelo del alma mineral, Esencia de conciencia de relabrada fuerza!… ¡Ay, Machu Picchu, hueso mío de presencia Cuándo estarás de mí defuera!…
¡No temas, Machu Picchu,
Que nada te harán los turistas, Ningún daño te causará Neruda, Ningún daño te causará la gringa!
Créeme tú, Machu Picchu,
Haz que yo crea, horrorosa flora. Nada es real sino lo que supones Por debajo de lo que tocas. Nada es real sino tu ceño Y una roca} Y alguna mano humana que va haciendo La vista, la cosa, la forma… Y la divinidad de lo inmediato, Y el instante del sentido, y el abismo en sombra. ………………………………………………….. ……………………………………………………. La montaña es un delirio, Y la palabra es una sorpresa, Así es la altura del civilizado, Del enajenado que soy y que tropieza Con su ortografía y con su hielo Con el ichu y con su miseria. ¡Con mi estar allí, allí, Y con la hierba! Pablo Neruda Alturas de Macchu Picchu
Sube a nacer conmigo, hermano.
Dame la mano desde la profunda
zona de tu dolor diseminado. No volverás del fondo de las rocas. No volverás del tiempo subterráneo. No volverá tu voz endurecida. No volverán tus ojos taladrados. Mírame desde el fondo de la tierra, labrador, tejedor, pastor callado: domador de guanacos tutelares: albañil del andamio desafiado: aguador de las lágrimas andinas: joyero de los dedos machacados: agricultor temblando en la semilla: alfarero en tu greda derramado: traed a la copa de esta nueva vida vuestros viejos dolores enterrados. Mostradme vuestra sangre y vuestro surco, decidme: aquí fui castigado, porque la joya no brilló o la tierra no entregó a tiempo la piedra o el grano: señaladme la piedra en que caísteis y la madera en que os crucificaron, encendedme los viejos pedernales, las viejas lámparas, los látigos pegados a través de los siglos en las llagas y las hachas de brillo ensangrentado. Yo vengo a hablar por vuestra boca muerta. A través de la tierra juntad todos los silenciosos labios derramados y desde el fondo habladme toda esta larga noche como si yo estuviera con vosotros anclado, contadme todo, cadena a cadena, eslabón a eslabón, y paso a paso, afilad los cuchillos que guardasteis, ponedlos en mi pecho y en mi mano, como un río de rayos amarillos, como un río de tigres enterrados, y dejadme llorar, horas, días, años, edades ciegas, siglos estelares.
Dadme el silencio, el agua, la
esperanza.
Dadme la lucha, el hierro, los
volcanes.
Hablad por mis palabras y mi sangre.
Juan Gonzalo Rose
Padre Machu Picchu
Machu Picchu, dos veces
Danilo Sánchez Lihon
Machu Picchu, más allá de ti no hay nada
Machu Picchu,
más allá de ti no hay nada. En ti está la casa, el altar y la morada de los dioses. Más allá de ti ya no se sube a ninguna parte.
Todo está en ti. Tú contienes
lo vasto y lo hondo. ¡Aquí –en ti– es cuándo, dónde, qué, quién, cómo!
Nunca el hombre llegó tan alto,
vivió tan alto, murió tan alto, sino en ti.
Nunca
se respiró más profundo que en tu transparencia.
Y nunca
se padeció tan en el límite de otro mundo junto a las estrellas estupefactas sino en ti.
Eres
piedra de eternidad Machu Picchu.
Nunca las manos, el aliento labraron
un período una rosa y una flecha más penetrantes.
Jamás
el arpa y el violín aspiraron tanto. El pincullo, la danza, el baile y la pollera extasiaron hasta desaparecer.
No hay altar en el mundo
que tenga tu altura, tu intensidad, tu perfume arrebolado ni el pedestal de nubes a tus pies.
Jamás
la tierra, el mundo y la vida se hicieron más infinitas.
Porque
¿hay en el arte algo más etéreo y exacto que estas piedras hechas adoración y milagro?
Alguna
fantasía ha puesto líneas y trazos que superen la perfección de estas edificaciones? Los hombres y mujeres que aquí vivieron hicieron de lo excelso lo llano, corriente y cotidiano.
¿Hay
escultura, arquitectura o enigma más sutil que estas piedras puestas en equilibrio sobre lo que es eterno e indescifrable?
Aquí
las piedras sienten, piensan y tienen poder; son espíritus dormidos o despiertos, donde la brisa tienen una voz acumulada de milenios.
Aquí
he contemplado las estrellas del firmamento con el mismo candor con que lo hizo el primer hombre, cuyo pie se asentó sobre la faz de la tierra para labrar su destino; y donde hasta la esperanza es desafío y es memoria. |
Danilo
Sánchez Lihón
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