Acabamos
de culminar en Trujillo el XXVI Encuentro Nacional de Literatura
Infantil y Juvenil en el cual se ha elegido una nueva junta directiva
que regirá los destinos de la Asociación Peruana de Literatura
Infantil y Juvenil por dos años. Se ha aprobado también la realización
del próximo encuentro en la ciudad de Lima, en octubre del año 2008.
Las siguientes líneas son de saludo, homenaje y adhesión a todos los
miembros de la APLIJ, especialmente a la actual directiva, anhelando
su acierto en las acciones que se emprendan en bien de la niñez, el
arte y la cultura:
“Si
proyectas para un año siembra grano,
si proyecta para diez años planta árboles,
si proyectas para cien años cultiva hombres”
Proverbio popular
1. Vigencia de la literatura infantil
Para
reflexionar en serio acerca de la literatura infantil propongo partir de
una pregunta básica y es esta: ¿es válida en el mundo moderno para
encarar los graves problemas del presente y darles solución?,
interrogante moral porque debiéramos militar en donde estemos
absolutamente convencidos que radica la enmienda total de los conflictos
capitales de nuestra realidad.
Porque si ella no es la solución entonces salgamos de este salón y
vayamos hacia aquel lugar y posición, si es posible el monte y cogiendo
las armas, en donde estemos seguros que reside el punto de apoyo de la
palanca que ha de ser capaz de cambiar el mundo. ¡Hagámonos presentes
allí! Y militemos y permanezcamos vigilantes en esa colina y punto de
vigía.
Porque, tal y cómo están las cosas no podemos perder ni un minuto,
porque de ese lapso pende la victoria. Pero en nuestras realidades, tan
atravesadas de crisis, deformaciones, desquiciamientos, corrupción y
hasta infamia, en un mundo tan desalmado y hasta espeluznante, ¿la
literatura infantil sirve? ¿tiene vigencia? ¿Funciona? ¿Nos es útil
para superar situaciones adversas, complejas y hasta bestiales?
¿Acaso ella, la literatura infantil, que tiene el sello de lo íntimo,
de lo entrañable, de lo candoroso y hasta ingenuo, puede ayudarnos a
vivir? ¿Resuelve cuestiones raigales del mundo real y objetivo? ¿O
estará bien considerarla un mero deliquio, confinado a la órbita del
ensueño, de la fantasía y la ilusión?
Grandes males, hechos perversos asolan la vida actual: campea en la
tierra el abuso, la iniquidad y la vileza. Y, como secuela, en los otros
¡la helada indiferencia! ¿Puede enfrentarse la literatura infantil a
estos engendros, monstruos y esperpentos?
¡Sí! ¡Puede! En esto creemos fervientemente, al punto que pensamos
–sin perder objetividad y sin incurrir en idealismo– que es solo
ella la que puede cambiar el mundo.
Primero, porque nos enseña a asumirlo y a comprometernos con él, luego
a encarar las anomalías y deformaciones, a liberar potencialidades y
finalmente a resolver los problemas con honestidad, ingenio y valor. Y
termina graciosamente ¡exorcizándolos para siempre!
No se trata pues con la literatura infantil de perpetrar una evasión,
tampoco solazarnos con el adorno ni extraviarnos en el deleite, vía por
la cual queramos escaparnos a soñar mundos irreales, y consecuentemente
vacíos y artificiales, sino dar solución a los problemas acuciantes de
nuestro entorno.
2.
Se descubre que en el fondo esos seres éramos nosotros mismos
Lo primero que nos enseña la literatura fantástica tradicional –en
los relatos ancestrales como son los mitos, leyendas, cuentos folclóricos,
fábulas, cuentos de hadas y relatos populares– es que los males, los
espantos y los estados horripilantes se salvan, se revocan y redimen con
aquellos tres componentes ya enunciados: honestidad, ingenio y valor.
Pero nos enseñan algo más fundamental estas joyas de la sabiduría
humana, que detrás del dragón, del ser contrahecho y monstruoso,
habita un ser querido, quizá nuestro hermano, nuestro hijo, o nuestros
padres desaparecidos y que solo con un acto profundo de devoción, de
sacrificio y hasta de consagración hará posible liberarlos y con ellos
salvarnos.
Descubrimos en la mágica textura de los cuentos que aquellas temibles y
escalofriantes quimeras, arpías y parcas son en verdad seres amados que
hemos perdido, yacen confundidos en el camino o en algún recodo y
esperan ser redimidos. Es más, que en el fondo somos nosotros mismos.
Resultando como conclusión de todo ello que los cuentos de la tradición
popular que los niños han elegido como suyos, que:
1. Nos hablan de un mundo deformado, de abusos, injusticias y
atrocidades.
2. Nos ayudan a encontrar salidas, a tomar alternativas de solución
frente a lo confuso, la violencia y lo turbulento.
3. Nos alcanzan siempre principios valederos de comportamiento para
encarar los problemas y resolverlos.
4. Nos sintetizan experiencias de vida y nos hace sabios frente a los
retos del mundo y la existencia.
La literatura infantil nos plantea el beso a lo monstruoso que ha de
conjurar un encantamiento, como puede ser cualquier realidad difícil;
nos anima a abrazar, imbuidos de verdad, belleza y temple, a aquello
aparentemente malo, feo y temible, nos coteja desde el ángel a
enfrentar lo falso y horripilante. A poner las manos en el fuego por la
salvación de lo malo y contrahecho.
3.
El beso al endriago, que es el mundo y la realidad
Es
más o menos así un cuento folclórico del Cuzco, que fuera recogido
por José María Arguedas y que pongo aquí silvestremente:
Era
un matrimonio rico, dueño de extensas tierras, bosques, ríos y
ganado. Pero no era completa su suerte: la mujer no podía tener
hijos, en cambio entre la gente pobre los hijos abundaban. Para tener
un heredero hacían misas, rogativas, donativos; consultaban adivinos,
oráculos, recurrían a maleficios.
El pueblo los acompañaba haciendo caminatas, sacrificios,
abluciones. Cuando ya tenían las esperanzas perdidas un día la mujer
anunció que estaba embarazada. Menudearon las fiestas. Un día dio a
luz un hijo. Cuando cayó al suelo era un lagarto.
Quisieron matarlo pero la madre se opuso y lo crió con amor
consagrado. Esta criatura creció tanto que ocupaba una sala y cuando
se enfurecía latigueaba tan fuerte con su cola los muros que era
capaz de derrumbar la casa.
Un día dijo: ¡Quiero mujer! ¡Cómo!, le reprocharon sus padres,
¡si eres un lagarlo! ¡Quiero mujer!, repitió y la casa se estremecía
con sus coletazos. ¡Cálmate! le rogaron, veremos si te conseguimos
mujer. Fueron entonces a ver a una familia pobre que tenía una hija.
Ofrecieron tierras, ganado, agua para el regadío.
La boda se hizo en la iglesia adonde el lagarto fue conducido
sobre un andamiaje ricamente adornado. Después de la ceremonia el
cura acompañó a la pareja de regreso a casa, acompañados de la
banda de músicos, comparsas y una enorme comitiva de invitados.
Mientras se divertían dejaron encerrados al lagarto con su joven
esposa.
Cuando al otro día fueron a ver el lagarto dormía y solo había
restos de huesos de la humilde muchacha. El lagarto la había
devorado. Cuando despertó pidió otra vez: ¡Quiero mujer! Y así se
sucedieron las muchachas que fueron sacrificadas para ser devoradas
por el lagarto
Hasta cierto día que los padres se acercaron con su propuesta a
una familia de muchos hermanitos. ¡Sacrifícate por nosotros!, le
dijeron los padres a su hijita mayor. Esta lloró y fue a ver a una
anciana que le dijo: ¡Hijita!, no tengas miedo, ¡cásate con el
lagarto! y vas a hacer tres cosas que yo te diga. Y se convino
entonces en la boda.
Aquel día la anciana le instruyó a la niña: Él te va a decir
¡Entra a la cama! Le dirás: ¡Tú primero! Te dirá: ¡Apaga la luz!
Tú apagas la luz. Él te va a decir entonces: ¡Desnúdate! Tú le
dirás: ¡Tú primero! Allí vas a escuchar un ruido tremendo, como el
de una cascada, pero no tengas miedo, por nada del mundo enciendas la
luz.
Todo hizo la niña como la anciana le instruyó, menos pudo
soportar la curiosidad de encender la luz. Y cuando lo hizo vio a un
ser hermoso, esplendente, un ser iluminado, quien desapareció dejando
sobre el lecho una ruma de escamas.
La niña, como legítima esposa, heredó todas las haciendas y
bienes de la pareja de ancianos, que la llegaron a querer mucho,
porque era buena y hacendosa. Ella repartió después toda aquella
riqueza entre los pobres.
4.
Compartir los dones primeros que nos lega la vida y el destino
Ahora
bien, si partiéramos de la orilla opuesta, es decir no desde los males
que nos acosan sino desde el ámbito de la felicidad y se nos
preguntara, y ojalá que alguna vez ello no solamente fuera una pregunta
y una respuesta sino que se volviera palpitante realidad:
¿Cómo quisiéramos que fuera el mundo y la vida? Y se nos dijera:
dinos con toda tu capacidad de ilusión, de idealismo y de anhelo, ¿cómo
quisieras que el mundo fuera?
Nosotros, arrobados, diríamos seguramente:
– Quisiera que el mundo fuera hermoso...
– ¿Qué más? –insistirían.
– Que sea una aventura suprema –sería la respuesta.
– ¿Qué más? –se seguiría preguntando.
– Que esté lleno de sentido; que sea rico en significados y
trascendente.
– ¿Y, qué más?
– Que valores como la solidaridad, la identidad, el bien común sean
elementos de intercambio cotidiano.
– ¿Algo que agregar?
– Que se imponga la verdad y que se entone siempre el canto prodigioso
y a la vez piadoso, de la vida.
– ¿Queda algo?
– Que haya creación, que haya júbilo y entusiasmo por vivir...
Y podría seguir la enumeración.
Pues bien, todo eso es u ofrece o compone el universo propio y genuino
de la literatura infantil. Es esa capacidad de vivir con encanto, con
riesgo, con trascendencia y bien común.
Pero falta quizá algo qué decir: ¿Qué es lo que anhelaríamos, ya
como ensoñación máxima?
Eliminar la muerte, respondería alguien. Pues bien, también eso se
logra a través de la literatura infantil, pues ella es la capacidad de
compartir los dones primeros que nos lega la vida y el destino y que
hacen la esencia de existir y con ello tocamos la eternidad.
5.
Prolongar la vida, crear mundos nuevos y exorcizar la muerte
La
literatura infantil, la lectura, la creatividad son los cauces, las
grandes avenidas, las grandes sendas por donde tiene que enrumbarse la
educación y la formación del hombre.
Ella no es un derivado o un subproducto de la literatura adulta o de la
literatura convencional.
Es, al contrario, la matriz, el tronco desde el cual las otras
literaturas parten y son ramas, porque primero fue la literatura
infantil, representada en mitos, leyendas, relatos orales, rimas,
adivinanzas.
Y creo que los grandes autores de literatura lo han sido o lo son porque
tuvieron en su infancia un gran sustrato de literatura oral o infantil
en su formación como creadores.
Hagamos por eso una literatura infantil pródiga como es nuestro
continente, una literatura de la libertad y del amor. Y hagámosla y
difundámosla por el ángel que hay en todos los hombres.
Hacer una literatura infantil de los valores eternos, del asombro del niño
ante el universo como una actitud perenne en nuestras vidas; del arte
como una poderosa fuerza unificadora; del afecto y la solidaridad como
potencias decisivas en la batalla por alcanzar la dignidad definitiva
del hombre sobre la faz de la tierra.
Y, como en Scherezada, valiéndonos de las palabras prolongar la vida,
exorcizar la muerte y crear mundos nuevos.
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