1. Un mundo
pleno de valor
La América mestiza es una región pródiga y gloriosa por sus raíces indígenas e hispánicas. Y cada uno de nosotros tenemos en nuestros pueblos de origen, tesoros ocultos por descubrir.
Tenemos en nuestros ancestros ejemplos de valor, de arrojo, de heroísmo. En nuestros padres y abuelos, bisabuelos y tatarabuelos, historias legendarias que no podemos olvidar ni dejar de presentar. ¡No los traicionemos, a ellos ni a nosotros mismos!
Tengamos el coraje de ofrecerles a nuestros hijos un mundo no solo benéfico sino pleno de valor, atesorable e insigne; ¡revaloricemos lo que somos hacia adentro y hacia el fondo de nosotros! Y de ello hagamos endecha de amor.
Seamos dignos ciudadanos del mundo, no renunciando a nuestra identidad ni a nuestra cultura sino haciéndola valedera y preciosa, para enriquecer el crisol de aportes universales en lo que debe ser la fiesta pletórica y plural de la civilización contemporánea.
Hagamos que dicha fiesta no esté hecha ni basada en el predominio de un modelo hegemónico, sino gracias a la integración de aportes provenientes de diversas latitudes. El Perú presente allí como depositario de una de las grandes culturas universales.
2. Sobre los barrancos
¡Qué pueblo tan grande, fuerte y supremo el nuestro! Que ha hecho del dolor no una queja o lamento, sino un himno; que ha hecho del sufrimiento una nota de fe; de la inseguridad una consistente y estupenda esperanza.
Que es un pueblo que criba, decanta y destila cada nota de su ser de manera profunda; que se erige sobre desgracias y calamidades con resistencia contumaz. Y desde esos abismos proclama un juramento de afirmación desgarrada a favor de la vida.
Que hunde sus raíces en la roca, el cascajo, en los abrojos más fieros, en lo más duro de su condición para desde allí extraer un canto de valor y belleza.
Un pueblo de harapos pero prístino, de chozas pero diáfano; de casas soterradas bajo las moles de piedra o sobre los barrancos; pero insigne, de fulgores divinos y sagrados.
Donde el indio del ande se alegra y es solidario, generoso y humano, superando abusos y miserias que se le han inferido con odio, rabia e infamia; primero del conquistador codicioso, luego del gamonal o patrón ensoberbecido, y después de la autoridad crapulosa envestida de cuello y corbata; de capote
policiaco o gorra militar.
3. Puro y jubiloso
Se envalentona y salta sobre sus despojos y desgracias; baila sobre su propio cadáver ensangrentado.
Por eso, ¡no renunciemos a lo que somos sino revaloricemos lo nuestro! ¡Amémonos y sintamos orgullo de lo que somos y hacemos! Y avancemos más en tareas y aspectos de organización.
Sino reflexionemos: ¿Por qué se hacían invencibles los ejércitos incas? Porque detrás de los runas de piedra que caían se levantaban otros más agigantados y fortalecidos. Entre nosotros debe ocurrir algo parecido.
Cuando alguien de los nuestros se va, otros que estaban detrás, casi imperceptibles, se han de poner de pie y avanzar con mayor firmeza a ocupar esos puestos.
Y revaloricemos lo que tenemos, cuales son las piedras como símbolo de nuestra fortaleza.
Por eso mismo, proclamemos que el Perú legítimo está en los andes, en la voz de los pueblos profundos, en el mundo andino. Y que su corazón es puro y jubiloso, como esos arroyos cristalinos que bajan desde las más altas montañas.
4. El bien común
Es nuestro este asombroso país, inmenso por lo vasto, alto y profundo.
Por eso mismo, tomemos posesión de él: de sus montañas, valles y ríos; de sus nieves eternas. ¡Son nuestras! Nos pertenecen.
Consustanciémonos con ellos. Las caderas de sus mujeres, sus senos túrgidos, sus labios ariscos o resecos, son nuestros.
Por eso mismo, forjemos aquí un país lucero del alba, donde se haga efectiva la felicidad humana, reforzando nuestras tradiciones, nuestras expresiones nativas, el desarrollo de nuestras comunidades, el trabajo artesanal, las actividades culturales.
Construyamos un país fraterno y comunicativo. La hora es propicia, no como los fríos, tétricos y deshumanizados entes que circulan por las calles de los países, mal llamados, desarrollados; atosigados como están por la sociedad de consumo, que ni conversan, ni se enternecen, ni siquiera se impacientan ni maldicen.
Por eso mismo, hablemos a nuestros niños de la obra descomunal de nuestros antepasados, forjada en la alegría del trabajo colectivo, animada por cantos y bailes de regocijo en la perspectiva de estar logrando erigir al bien común como el fin superior.
5. El amor a la tierra
Hablémosle de cuánto ha sufrido nuestro pueblo, pero también de cuánto hemos defendido nuestra identidad, la lengua y su espíritu en todas las circunstancias. Y de cómo éste es un pueblo esforzado y cálido en el afecto y en la solidaridad.
Hablémosle a nuestros niños de cómo hemos sido solidarios en las guerras infaustas, heroicos en la lucha y la renuncia, generosos en salvar vidas humanas después que los teníamos rendidas.
Hablémosles a nuestros niños de nuestras esperanzas; de los padres humildes que acunan amorosos a los hijos ajenos y les dan cobija y les dan abrigo, esperando forjar en ellos hombres sensibles y vigorosos.
Por eso mismo, seamos militantes de un arte que se funde en el amor a la tierra que nos vio nacer y en una consagración a trabajar por la niñez del Perú y del mundo.
Anhelemos y trabajemos por una realidad en donde los sentimientos humanos sean transparentes.
6. Somos herederos
Y alineémonos con quienes buscan nuestra identidad osada y jubilosamente, amando al niño imperecedero que somos.
Abracémonos a nuestro pueblo que lo reconocemos sencillo y en lucha ardorosa. Y no, como a veces y frecuentemente lo pintan, urdidores de desgracias, desalientos, dudas y mentiras.
Sintámonos orgullosos de lo que es el Perú íntimamente, reconociendo que el hambre y la pobreza que sufre nuestro pueblo son realidades indignas y debemos, con nuestro trabajo y esfuerzo, ayudar a superarlas prontamente.
Propongámonos hacer una literatura con la cual regresen los hermanos que se han ido lejos, proclamando y alentando desde aquí una nueva, fresca y pura corriente literaria: de lo entrañable, en oposición a aquella literatura “light” y de la globalización.
Ahondemos más en la búsqueda de lo que somos, en nuestros orígenes, en nuestros antepasados, en el ancestro lleno de esplendor del cual somos herederos.
7. Quienes ungen sus sienes
Arraiguemos más en lo propio, afincando en lo que nos es genuino y particular, porque si hiciéramos lo contrario y rompiéramos con nuestras raíces seremos una pobre brizna despreciada hasta por el cieno.
Por eso mismo, obliguémonos a afirmar la vida, a rescatar el valor de lo cotidiano, porque es hermoso y porque el hombre deposita lo mejor de sí en esos actos simples, modestos y callados; pero, al mismo tiempo, magníficos, bellos y extraordinarios.
Por eso mismo, defendamos que el hombre nunca deje de ser único, individual e intransferible: frente a un mundo que intenta hacernos homogeneizados, convirtiéndonos en una masa de consumo sin lo auténtico, lo complejo y lo íntimo.
Por eso mismo, aspiremos ¡intelectuales del Perú del presente! a ser parte entre quienes ungen sus sienes en los arroyos nativos, en las rocas de nuestras quebradas y abismos, en el amanecer de nuestras montañas tutelares, y en el Perú, como símbolo de poesía y de trascendencia en el universo.
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