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2012, Año de la defensa del agua para la vida y construcción de Los Andes nuevos |
Julio, mes del Maestro; del Santuario Histórico de Machu Picchu; la Batalla de Huamachuco, de Leoncio Prado; y de Fiestas Patrias |
15 de julio |
1. Un lucero del alba – Padre. Me has contado tantas historias fabulosas, mitos y ficciones acerca de seres sobrenaturales, y cuentos de figuras que encarnan valores, paradigmas y virtudes, pero quiero hoy que me refieras de un personaje real pero que encarne el valor y el heroísmo más supremos, pero que haya existido, que haya sido de carne y hueso. ¿Hay alguien que sea así? – Claro. – Pero que represente de manera absoluta esas cualidades y virtudes. Y que la vida de ese ser por sus hechos sea una leyenda. – Comprendo. – Pero, ¿existirá un ser así, padre? ¿Existirá alguien que haya sido tan puro, y a la vez una llama ardiente? Alguien al cual yo admire por siempre, por toda la vida. Un ser que fuese como un lucero en el alba. ¿Existe? – Sí, existe, hijo mío. ¡Y qué bueno que me lo preguntes de ese modo! Y, para que veas que tú eres un ser privilegiado, ese ser nació en el lugar donde tú naciste. Ese personaje fabuloso, de leyenda, es paisano tuyo. De repente corre por tus venas su misma sangre. Tal vez eres su familia y tienes de él el mismo aliento. Porque él nació en este lugar. 2. Y así se hizo – ¿Así? Cuéntame entonces, padre. – Quiero empezar por el final. Aquel ser fue fusilado por defender a su patria, por tiradores que se apostaron al pie de su lecho de herido. No de lejos, sino al pie de su camilla. – Estaba herido y aun así lo fusilaron. – ¿Sí, papá? – Sí. Fue fusilado teniendo la pierna hecha astillas por efecto de una granada. No se inmutó al conocer la sentencia. Pidió lo que correspondía de acuerdo a su rango: ser fusilado en la plaza de Huamachuco, y dirigir él mismo la ejecución. – ¿Y se atendió su pedido? – Lo primero fue denegado. Se consintió en los segundo, que él mismo dirigiera y diera la orden de su inmolación. – ¿Es cierto? Entonces, ¿existe? – ¡Claro que es cierto! Esto se constata a través de los diversos informes de guerra. En vez de dos tiradores que ya estaban listos pidió que fueran cuatro, dos para disparar a la cabeza y dos para hacerlo al corazón. Asimismo, pidió tomar una taza de café en cuyo platillo el fuese marcando el proceso de ejecución. Al primer golpe apuntar, al segundo rastrillar los gatillos de las armas y al tercero disparar. Y así se hizo. Y se cumplió. ¿Te imaginas hijo la intensidad de ese hombre? – ¿Cuántos años tenía cuando fue fusilado? 3. Su hijo, que no lo olvida – Tenía 29 años. No había cumplido aún los treinta. Ese hombre era hijo del Presidente de la República del Perú, quien gobernó el país en dos períodos: de 1865 a 1868 y de 1876 a 1879. – ¿Entonces, era rico? – No, hijo. Pese a que su padre lo amaba entrañablemente y él también le deparaba devoción a su progenitor, nunca aceptó beneficios, halagos ni prebendas sino al contrario: sacrificios, renuncias y finalmente el holocausto. – ¿Y ese sentimiento a su padre fue siempre? – Desde muy niño sus pensamientos estaban dirigidos a su padre y los últimos minutos finales de su vida también los tuvo hacia él, cuando le escribe: "Huamachuco, julio 15 de 1883. Señor Mariano Ignacio Prado. Colombia. Queridísimo padre: Estoy herido y prisionero; hoy a las... (¿qué hora es? preguntó. Las 8.25 contestó el Mayor chileno Aníbal Fuenzalida) 8:30 debo ser fusilado por el delito de haber defendido a mi patria. Lo saluda su hijo que no lo olvida. Leoncio Prado”. 4. Dolor atroz – Pero, padre, en los textos de historia que nos enseñan en la escuela se menciona a Leoncio Prado, pero no lo hacemos mucho caso. Y hasta nos parece una figura aburrida. – Pero quisiera que tú tengas paciencia y me escuches atentamente lo que voy a describirte, y que es absolutamente verdad. Tú al final me dirás si cubre o no tus expectativas, porque te adelantaré que este personaje fue corsario en el Caribe, a los 21 años, náufrago en el mar de la China, grumete en la India, transportista en Persia, intérprete en Rusia, pero en todos estos casos no lo hace por correr aventuras, sino siempre luchando por la libertad de los pueblos. Esa era la misión que asumió en la vida. – Ah, eso no lo sabía padre. Eso sí hace interesante tu historia. Ahora sí me quedo a escucharte. ¿En tantos lugares estuvo y arriesgando la vida? – Sus dos hermanos de padre y madre, Justo y Grocio, también murieron en la Guerra del Pacífico. ¿Qué ocurriría si tus dos hermanos menores mueren por una causa que tú mismo defiendes? ¿Qué dolor más atroz, no? ¿Qué coraje no te daría, no? – Ah, eso no lo soportaría, padre. 5. El hombre que más admiró – El primero de sus hermanos fue quien lo acompañó en muchas jornadas de lucha y murió peleando en la batalla de San Francisco en la Guerra con Chile. Y el segundo hermano murió reclutando soldados en la guerra de resistencia en las serranías de Huánuco atacado de una explosiva pulmonía. Pero déjame contarte por qué este personaje atiende a esa petición tuya de un ser mítico, meteórico, flecha, lanza y ballesta. Te digo que nunca se vio a un ser más flamígero, más encendido de amor a su patria. Escucha, hijo mío: Nació en 1853. Su padre, que era de Huánuco, hizo venir de allí a toda su familia natural a Lima, cuando Leoncio tenía aún seis años de edad. Le escribió así a la mamá de Leoncio, quien también era del mismo lugar: Quisiera que estén a mi lado para que mis hijos no sean desamorados. Qué bonita palabra esta, ¿no te parece? ¡Desamorados! Que quiere decir que crezcan con cariño. Y así fue. Para Leoncio su padre fue siempre un paradigma, un caballero imbatible, el hombre que más admiró durante toda su vida. 6. Heroico y eminente – Cuando su padre aún era jefe de la Brigada “Lanceros de la Unión”, Leoncio se hizo soldado raso, vistiendo el uniforme del Ejército del Perú. Tenía 8 años de edad y su padre le ordenó al sargento, cuyas órdenes tenía necesariamente que acatarlas, que lo instruyese con todo rigor en los asuntos que tenía que saber. – Papá, ¿en verdad tenía ocho años? – Sí, ocho años. No olvides que su padre era el comandante. A los 9 años ya desfilaba con uniforme militar, espigado y serio, con marcialidad y pundonor. Su comportamiento era tan auténtico que obtuvo la complacencia de ser nominado “soldado distinguido”. Se convirtió en un gran jinete, por lo que fue ascendido a Cabo, a la edad de 12 años. En febrero de 1866, combate contra los españoles que intentaron recuperar sus colonias en América, en el combate de Abtao. Tenía 13 años cuando fue ascendido a Guardiamarina por acción heroica, y obtuvo su primera medalla de oro. Ese mismo año participa en el combate del 2 de mayo contra la escuadra española. Lo hace en el buque insignia, que era la fragata Tumbes, que redujo con sus cañones al barco español La Numancia. Por su acción destacada obtuvo el grado de Alférez y de “Benemérito de la Patria en Grado Heroico y Eminente”. 7. Forjando la libertad de Cuba Entonces es comisionado para estudiar en Richmond, en Estados Unidos. Allí se entera de los esfuerzos de patriotas cubanos por libertar a su país, porque Cuba era todavía colonia de España. Lo primero que le importa al joven Leoncio Prado es informarse primero y decidir participar luego de los esfuerzos que hacen los cubanos de adquirir su libertad y ser igual al resto de repúblicas americanas. Escribe a su padre pidiéndole permiso para cumplir ese anhelo, para él impostergable, de marchar a Cuba y unirse a los esfuerzos independentistas de ese país. Pide permiso, porque había salido con una beca. Y su padre, conociendo la impetuosidad y el carácter apasionado de su hijo, le contesta: “No hay pueblo en el mundo que no honre y recompense a los fundadores de su independencia, y yo deseo que tú seas de los que forjen la libertad de Cuba. Con tal deseo, hice que se te dieran dos años de licencia para servir a Cuba”. Su padre aprueba los deseos abnegados de su hijo. Y le ofrece, además, armas. Leoncio convence a sus dos hermanos menores a marchar con él en apoyo a la independencia de Cuba, y así lo hicieron. 8. Flotando en las aguas Lo primero que comprueba allí es que, por ser Cuba una isla, sin barcos ni unidades de transporte naval que naveguen por el mar del Caribe, no hay nada que se pueda hacer. Y entonces concibe un operativo audaz, cual es capturar un barco artillado de la armada española. Lo hace junto con diez milicianos cubanos quienes lo secundan. Reducen a los marineros, muere el capitán del barco y algunos otros allí presentes. Izan la bandera de Cuba y se baten durante tres meses en el océano, perseguidos por la poderosa escuadra española. Este barco llamado Moctezuma sus captores lo bautizan con el nombre de “Céspedes”, evocando al héroe cubano de la libertad, iniciador de la revolución independentista en aquel país. En su momento los diarios de América y los de Estados Unidos estuvieron pendientes, día a día, del destino de este barco. ¿Quién capitanea todo esto? Leoncio Prado, aquel joven ígneo, llama viva, relámpago. Cuando fueron acorralados dio la orden de incendiar el barco, el mismo que quedó inutilizado. Arrojándose al mar, permanecieron escondidos en los escombros, flotando en las aguas, esperando la noche para nadar a la playa en un mar infestado de tiburones. 9. Sobrevivir fue tarea ardua Por eso, en Cuba consideran a Leoncio Prado como un prócer de su independencia. Su retrato figura en la galería de los Próceres de la República, pero además es considerado como el fundador de la Marina de Guerra de ese país, puesto que en el barco bautizado como “Céspedes”, izó la bandera de Cuba, muchos años antes de que aquel hermano país adquiriese su independencia. – Ahora voy entendiendo por qué es el personaje que yo te pidiera que me refieras y tú elegiste a Leoncio Prado. – Pero, espera que te siga contando: Pudieron llegar nadando hasta la costa, en la selva de Nicaragua. No tenían ningún recurso, ni dinero, ni armas ni herramientas con las cuales abrirse paso. La selva era intrincada y temible por las enfermedades como el paludismo, la fiebre amarilla, el dengue. Sobrevivir en la selva de Nicaragua fue tarea ardua y de colosos. De otro lado, su vida tenía precio y se habían pegado carteles incitando a la gente a denunciarlos. Así, seguían caminos inhóspitos, sus heridas se infectaron y el paludismo los atacó, a tal punto que los que no podían seguir el camino fueron quedándose uno a uno en las chozas de los nativos. 10. Luchando contra las adversidades – Pero, padre, ¿los hijos de los presidentes no son más bien mimados, engreídos y hasta petulantes? – Este era diferente. Era hijo del Presidente de la República aparentemente la más poderosa de América del Sur, de un país líder que acababa de vencer a España en el combate del 2 de mayo. Pero mira cómo es su vida: seis días no comió sino plátanos, su ropa era andrajosa pero sus ideales eran los más altos y luminosos. Por eso es el ser de fábula que tú has pedido que te cuente. ¿Cuántos años tenía en esa oportunidad? Apenas 21 años. España lo tenía como un enemigo principal. Sus rasgos y su nombre figuraban en edictos pegados en las paredes y en los postes de los pueblos, como perseguido por la ley. Su cabeza tenía precio de miles de pesos a fin de capturarlo. Al pasar al territorio de Honduras su situación fue distinta. Hizo pública su presencia y el 20 de marzo el Presidente de Honduras, Dr. Marco Aurelio Soto y su Ministro de Relaciones Exteriores salieron a recibirlo en Comayagua, ofreciéndole una recepción digna de un héroe. Solo tres de los once compañeros que fueron al principio de la aventura en la captura del barco estaban presentes: eran Leoncio Prado, quien comandaba la expedición, y los patriotas cubanos Morey y Deetjem. Tres meses habían permanecido en la jungla luchando contra todas las adversidades. 11. El barco naufraga – Realmente, padre, ¡es un personaje de leyenda que yo creía que no existían en la realidad! – Sí, porque mira, el joven Leoncio Prado vio que la mejor manera de crear las condiciones más favorables para la guerra de independencia de Cuba, era abriendo un frente de lucha en otra colonia de España. Emprendió entonces la campaña libertadora de Filipinas en el continente asiático. Corría el año 1877 y para ello fleta un barco. Lo acompaña su hermano Justo, quien para entonces había adquirido el grado de capitán en el ejército antillano. También van con él patriotas cubanos, iniciando la travesía hacia el otro lado del mundo. El barco envuelto en una borrasca naufraga. Providencialmente un buque asiático los rescata. Y tres meses después arriban a Hong Kong, capital asiática bajo el dominio de Inglaterra. Allí es cuando Leoncio Prado, sobreviviente de esta aventura, corre mil peripecias: se empleó como ayudante de comercio en Malaca se enrola de marinero en la India, pasa como curioso y sorprendido viajero en Afganistán, es ayudante de transportes en Persia y Arabia, caminante peregrino en Siria y Turquía, intérprete de lenguas en Rusia, obrero de construcción en Austria e Italia. Para entonces ya tenía 24 años de edad. 12. Prefería el sacrificio Desde Roma le escribe una carta a su padre, que dice así: “He tropezado con toda clase de dificultades, puesto que no contaba con dinero y no podía usar mi nombre para no dar lugar a la persecución de España que ha continuado tomando toda clase de medidas para cogerme, pero a pesar de todas las penalidades que he sufrido no me quejo, pues muy grande es la experiencia que he adquirido en la vida y muy útiles y valiosos tienen que serme los conocimientos que he acumulado en mi vuelta al mundo. Mi viaje lo he realizado ganándome la vida, pero solo me ha alcanzado para cubrir mis más estrictas necesidades”. Otra fórmula de pasar esos años hubiera sido presentarse al cónsul del Perú en Cantón, al inicio de su desventura; y en su condición de hijo del Presidente de la República del Perú, le hubiera dado atención inmediata y recibido todas las facilidades, halagos y prebendas. Claro que hubiera sido trasladado a Lima rodeado de las máximas medidas de seguridad personal. No quería esa vida, siempre la desdeñó, prefería las pruebas difíciles, riesgosas y hasta el sacrificio más extremo. 13. Luchaba por la libertad Luego de estas andanzas viaja nuevamente a Estados Unidos donde su amigo Morey, compañero de aventuras en el barco “Céspedes”, lo recibe en ese país y escribe al Ministro de Honduras: “Desde que regresó a este se ocupa de un asunto preferido: Cuba”. Era pues un paladín de la libertad, desvelado porque los pueblos ejercieran pleno derecho a ese bien supremo. Encendido de ese fervor luchó por la liberación de Cuba sojuzgada, como por la de Filipinas envuelta y atada a las cadenas y grilletes del oprobio. Después, el destino quiso que se batiera por su propio país, el Perú, hacia el cual consagró su inquietud, voluntad férrea y fe inquebrantables cuando fuera invadido en una guerra de agresión y conquista implementada por Inglaterra, la potencia omnímoda en aquel tiempo. Aquel que luchaba por la libertad de los pueblos vio cómo su patria era amenazada por la codicia mercenaria, de un país invasor. E inmediatamente vino a poner su espada al servicio de la libertad y el honor del suelo que lo vio nacer. Aquí participó en todas las batallas de la Guerra del Pacífico: Pisagua, San Francisco, Tacna, Tarapacá, Huamachuco, salvo en aquellas que ocurrieron cuando él estuvo prisionero durante más de un año en Chile. Su coraje y su valor fueron inmensos, dando pruebas de heroísmo sin par, puesto que fueron adversidades tras adversidades las que como militar tuvo que afrontar. 14. Que mis oficiales se honren Luchador infatigable de cien o más batallas, fue comisionado para instalar una base de torpedos en la pequeña isla de El Alacrán frente a Arica. Pidió organizar el cuerpo “Guerrilleros de Vanguardia”, que cubrió la retirada de las tropas diezmadas en la batalla de San Francisco, causando grandes estragos en el ejército enemigo. Retraído ese cuerpo hacia la sierra, el ejército chileno designó una fuerza especial y contundente para aniquilarlo. Fue cercado en un terreno desértico de Tarata donde la batalla fue ineludible. Las fuerzas de Leoncio Prado eran apenas 32 hombres. Alcanzados por la fusilería chilena habían muerto ya 29. Tres estaban gravemente heridos y uno solo seguía batiéndose denodadamente, hasta que se le acabaron las balas. Se disponía a luchar a culatazos, cuando un soldado chileno iba a atravesarlo con su bayoneta calada, el coronel Orozimbo Barboza, quien dirigía el ataque tronó con una orden a su subalterno: “¡Deténgase!”. Asombrado ante tanta bravura, al capturarlo le dijo: “Quiero que mis oficiales se honren con la compañía de usted”. 15. Hizo la ruta a pie Hecho prisionero fue trasladado a una cárcel en el pueblo de San Bernardo, en Chile. Después de más de un año fue puesto en libertad, cuando Lima ya estaba bajo ocupación chilena, creyendo los invasores que ahí se había acabado la guerra. Antes de ponerlo en libertad le hicieron prometer, jurar y firmar un documento de que nunca volvería a empuñar las armas en contra del ejército de Chile. Llegado a Lima en febrero de 1882, lo primero que hizo fue desaparecer tomando la ruta hacia Huánuco, para formar el ejército de la resistencia, al igual que Cáceres. Hizo la ruta a pie, buscando atajos, a fin de no ser interceptado. – ¿Todo esto que me cuentas es verdad, papá? Parece leyenda. – Sí, hijo. Todo lo que te refiero es objetivo y está registrado por la historia. – Pero, ¿no crees, padre, que está mal prometer algo y no cumplirlo? ¿No es malo faltar a la palabra empeñada? – Él mismo aclaró este punto diciendo: "Cuando la patria se halla subyugada, no hay palabra que valga sobre el deber de libertarla". Y es que hijo, cuando te defiendes, cuando agreden a tus seres queridos, avasallan tu tierra, no hay principios más altos que defender estos derechos. 16. En aras de la unidad En Huánuco hace campaña de reclutamiento de integrantes para militar en la resistencia. Arenga a la juventud diciendo: “Huanuqueños, hermanos de mi alma, hijos de mi pueblo: sabed que las balas del enemigo no matan. Y que morir por la patria es vivir en la inmortalidad de la gloria”. Allí organiza un ejército de guerrillas tomando como base sus compañeros del Colegio Central de Minería. Con esa columna recorrió Huánuco, Cerro de Pasco, Canta, Chancay, Palpa, Sayán y Huacho. Las privaciones, los esfuerzos sobrehumanos, la fe inquebrantable es una huella indeleble en esos caminos y peñones ariscos, en donde se puede todavía, en el éxtasis de las piedras sobrecogidas, recobrar aún su pálpito y su hálito. En Vista Alegre tuvo enfrentamientos con las tropas dirigidas por los jefes chilenos Castillo y Marchand, quienes arrasaron los pueblos por los cuales pasó la columna patriota y les prestaron ayuda. Leoncio Prado en esta campaña estableció su cuartel general en un lugar abrupto e inasequible, denominado Jucul. 17. Tratándose de defender En abril de 1883 el coronel Recavarren, encargado por Cáceres de la organización del Ejército del Norte, se entrevista con él en Sayán, y le pide que su tropa se ponga bajo su mando, a fin de aunar fuerzas. En aras de la unidad y cohesión accede a tal petición. Marcha entonces con una escolta a unirse a Cáceres quien lo designa Jefe de Estado Mayor del Ejército del Centro, junto a los famosos breñeros. El 10 de julio, desatada la batalla en el cerro Sazón de Huamachuco, en su caballo Moro lucha como un titán de fábula. Una granada le hizo astillas la pierna. Sus ayudantes de campo lo socorren y lo esconden en la quebrada de Cuchuro, a 15 kilómetros de Huamachuco. Y allí queda, alojado en la choza del indígena José Carrión. Ahí fue capturado por el mayor chileno Aníbal Fuenzalida. Se lo condena a muerte por haber faltado a su promesa de no volver a empuñar las armas contra Chile, ante lo cual responde: “Tratándose de defender a la Patria, podía y debía empeñarse la palabra, y faltar a ella”. 18. Mi deber de soldado Según lo refirió después el oficial Fuenzalida, Leoncio Prado dijo que realmente había dado su palabra, cuando fue prisionero en junio del año 1880 en Tarata. Sin embargo, reiteró: "...me he batido después muchas veces; defendiendo al Perú y soporto sencillamente las consecuencias. Ustedes en mi lugar, con el enemigo en la casa, harían otro tanto.” Y, enfatizó: “Si sano y me ponen en libertad y hay que pelear nuevamente, lo haré porque ése es mi deber de soldado y de peruano". Al dársele a conocer la sentencia de ser fusilado pidió hablar con el jefe del ejército chileno, Alejandro Gorostiaga, quien esperaba a dos cuadras el fusilamiento, montado ya en su caballo para incursionar y sembrar el terror en Cajabamba: “Díganle cualquier cosa, que ya me he ido”. –Respondió. Al escuchar las detonaciones recién emprendió lentamente su marcha. 19. Todos llorábamos Con respecto a este pasaje el historiador chileno Nicanor Molinare, en su libro “Batalla de Huamachuco”, dice: La muerte de este hombre extraordinario, tiene tonalidades tan grandiosas, fue tan admirablemente estoico para morir, que como un homenaje a la memoria de tan valiente jefe peruano, publicamos este emocionante episodio de su vida, que sin duda es la página más hermosa de la historia del Perú en la última campaña, tomándola de nuestra Historia de la Batalla de Huamachuco, que verá la luz pública entre breves días. “Si hubiera imaginado, compañero, que le iban a fusilar, tenga la seguridad que no lo tomo prisionero”, decía el año próximo pasado mi querido amigo, el Mayor retirado, Don Aníbal Fuenzalida, refiriéndose al coronel Leoncio Prado. “Figúrese Usted, que Pradito estaba herido gravemente, tenía un balazo horrible en la pierna izquierda: mire, la tenía hecha astillas, compañero, si lo sabré yo, si lo recogí de una quebrada el día 13 de julio, dos días después, el 15 temprano, poco después de las 8 de la mañana, era domingo, lo fusilaron, y en su propia camilla”. Y el capitán chileno Rafael Benavente declaró: “Todos llorábamos”, menos él. 20. De coraje y de esperanza – Esa es, a grandes rasgos la historia de este varón insigne, hijo mío. Un hombre inflamado de un amor sublime a la libertad, quien peleó en mil batallas, no solo en este suelo bendito, ni solo con las armas, sino en lugares tan lejanos como China, la India, Persia, Rusia. Ese es un hombre fuego, llama viva nunca antes vista ni encendida en el confín del espacio y del tiempo. Pasión pura, materia ígnea, un bólido, un cometa, una estrella esplendente. Un astro relumbrante que no sabemos que lo tuvimos, pero lo tenemos más bien muy dentro del alma. Y diría que todos somos un poco Leoncio Prado. Y así es tu tierra, hijo mío. Así es el Perú, una espada fulgurando en el aire, una luz inmarcesible. Es clarín en el alba. Es victoria para siempre. Es hazaña ímproba, impulso hacia adelante, es fervor, latido, aliento. Es terrón latiente, grumo amoroso y mirada que salva. Esta patria cuesta mucho, hijo mío. El heroísmo de quienes la han defendido es inmenso, incalculable, sobrehumano. Hay aquí mucho aliento roto en aras de aquel ideal, cual es el emblema que somos. Hay mucho pulso y latido, y heridas consagradas apostando por un porvenir glorioso. – Gracias, padre, mil gracias. Y, si estoy llorando, es de coraje y de esperanza. |
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