1.
Nunca hubo mejor relación
entre
la realidad y la metáfora de su nombre
La primera vez que la conocí no podía vivir sino dentro de su
nombre. Era imposible olvidar que era La Perla. ¿Por qué?
Porque su nombre coincide con todo lo que es. Porque su nombre está
en la luz que la ilumina, en la iridiscencia de la niebla que la
envuelve, en el reflejo del sol en las cosas donde se posa, o en el
dinamismo y en la quietud que la pueblan.
Como en el resplandor del aire que la envuelve, sea en las mañanas,
las tardes o las noches. Sobre todo en los amaneceres. Tanto así que
nunca he sentido mayor relación entre la realidad que la integra y la
metáfora que contiene su nombre: La Perla.
También por el aire, el cielo, la tierra y el mar que la hacen y la
contienen. Por el aura de los acantilados vista desde lejos del
litoral, donde todo canta, entona e indica su nombre. Es la Perla de
los mares del sur, cuyo nombre coincide con sus éxtasis, sus encantos
y arrobamientos.
Y es que aquello que define a La Perla son los acantilados cuyo tamaño
o altura va descendiendo desde unos treinta metros sobre el nivel del
mar, en La Perla Alta, hasta casi estar al ras de tierra en La Perla
Baja.
Este descenso visto en lontananza, o desde la orilla desde donde se
divisa cómo el borde terráqueo hace una curva que produce la ilusión
de unir el continente con la isla San Lorenzo, hace de este un paisaje
sublime, onírico y de hermosura sin par.
2.
Como si yo estuviera aquí
Eran
dos jóvenes del señorío de Maranga que poblaron estas tierras hace
miles de años quienes la dieron nombre:
Rielaba la luz en las aguas del mar al atardecer cuando ella, sabiendo
que era irremediable su partida y su adiós hacia aquella región de
donde no se puede volver, le dijo:
– Mira el mar.
– Prefiero mirarte a ti
– Aprende a mírame a mí en la estela de luz que hace el sol en el
mar.
– Parecen lágrimas. En verdad son lágrimas. Son mis lagrimas por
perderte.
– Y también las mías por tener que dejarte.
– Es un collar de lágrimas. Y de perlas.
– Si. Y yo te pido por nuestro amor que has de venir aquí cada
tarde y has de mirarlas como si yo estuviera contigo.
– Pero tú no estarás y yo no podré vivir sin ti.
– Me tendrás. Y mira lo que te traje para que me recuerdes.
– ¡Una perla!
– Y con ese nombre has de llamar por siempre a este lugar.
Y con el nombre de ese lugar surgió La Perla, una ciudad en la
costa del Océano Pacífico de Lima que se empina y luego levemente se
inclina, se arrodilla y se sume en el mar, porque baja desde los
acantilados de La Perla Alta hacia La Perla Baja donde las olas son más
altas que el quicio de las puertas y el mar encrespado de blanco
pareciera salirse y echarse a jugar con los niños por las bocacalles.
Forma una ensenada con el rosario de luces que parpadean al atardecer
desde el Morro Solar de Chorrillos, pasando por Barranco, Miraflores,
Magdalena y el viejo San Miguel.
En medio de ese rosario está La Perla. Para quienes la miran desde
lejos sumida en su propio éxtasis. Y que junta, extendiendo los
brazos, al distrito de la Punta que rebrilla en la lejanía haciendo
un abrazo entrañable y profundo que emerge de la tierra y se interna
en lo etéreo.
Tengo abiertas las ventanas por donde todos los aromas de las flores
que estallan en el jardín ingresan despiertas o dormidas. Los ruidos
más lejanos de los barcos que se van y de otros que arriban a la rada
del puerto del Callao.
Otro tanto hace el viento y los niños que juegan en el parque. Tal
vez tus ojos absortos hayan podido posarse alguna vez en el gesto de
ave o paloma alzándose a volar que tiene este litoral y estos
acantilados. Y la vasta extensión de casas recostadas suavemente unas
al lado de otras.
4.
impalpable entre la brisa del mar
los
ventarrones de la cordillera
Los
primeros pobladores de La Perla, hace más de cinco mil años, eran
collas, pertenecientes a la cultura aimara ubicados allá arriba en el
techo del mundo, a más de cuatro mil metros sobre el nivel del mar,
en la meseta del Collao, al borde del lago Titicaca. ¿Qué afinidad
puede haber entre el zócalo del planeta y aquella elevación? Mucha.
En el fondo perseguían a la misma diosa, la Mama Cocha.
Para quienes emigraron y se afincaron en lo que hoy es la Provincia
Constitucional del Callao, el mar vasto, insondable e infinito era la
“Madre agua” del lago sagrado, esencia de culto y adoración y razón
suficiente para que aquí se quedaran.
Pero desde aquí hicieron partir varios siglos después uno de los
ramales de los caminos del Inca del cual se han encontrado vestigios,
lo que prueba que nunca olvidaron su origen y que hay impalpable entre
la brisa suave y ululante del mar los ventarrones de la cordillera.
5.
Culto al mar y a la luna
Por eso, además de rendirle devoción en los santuarios piramidales
que se encontraban en la parte alta de los farallones se han hallado
vestigios del culto que dedicaban a otra deidad: la luna.
Eran pescadores diligentes que utilizaban balsas de totora o
caballitos de mar que hacían de las cañas que crecían en los
humedales cercanos, ahora desaparecidos.
En
la parte alta de los escalones abruptos al lado de las capillas
estaban las viviendas de quienes además de la pesca se dedicaban a
fabricar ollas, que intercambiaban con las poblaciones aledañas de la
vera del río Chillón.
El sabio alemán Max Uhle determinó en 1906 que novecientos años a.
de C. todavía corría paralelo a la orilla del mar, y bordeando el
barranco, un río que denominó Callao.
En
aquel lugar se encontraron enormes depósitos de conchas acumulas en
sus orillas que guardaban vestigios de los collas de las alturas, más
arriba de los cuales solo hay estrellas.
6. Verdaderos palacios
En
1915 la Provincia Constitucional todavía contaba con solo dos
distritos: Callao y Bellavista. La Perla pertenecía a esta última
jurisdicción.
Dos años después, en 1917, el ingeniero Héctor Boza se propone
hacer aquí, en los terrenos sembrados de frutales de la hacienda
Miramar y de los fundos de Chacra Alta frente a la ribera marina, una
moderna urbanización.
Se realizan los primeros trabajos de suelo creándose vías
carrozables y en 1920 los terrenos cercanos a los farallones se
lotizaron como zona residencial. Se trazó una amplia avenida
perpendicular al mar que se arborizó de cuatro filas de palmeras
empinándose airosa y llegando al borde del océano. Su nombre nació
indesligable de su fisonomía: Av. Las Palmeras, ahora denominada como
Av. Santa Rosa.
Entonces empezaron a construirse las primeras casas, primero de
personajes de de alta alcurnia, siendo el lugar donde se afincó la
alta clase social de Lima; de profesionales encumbrados; muchas fincas
fueron adquiridas por líderes destacados de la política nacional.
Pronto
en la avenida que bordea el mar, denominada en aquel entonces Av.
Progreso y hoy Costanera, y en la perpendicular de Miramar, se alzaron
construcciones que eran verdaderos palacios pertenecientes a ilustres
personajes de la sociedad de ese entonces.
Después vendría el pueblo fidedigno, esforzado y generoso, aquel que
da autenticidad y belleza verdadera y visión de futuro a las cosas
que toca y que hace.
7. Despacho presidencial
En
nota de la revista “Mundial” del año 1924 se lee lo siguiente:
“...El milagro de una ciudad que se levanta como un encanto a
orilla del mar, en la parte baja del distrito de Bellavista. Son
apenas unos cuantos metros, unos cuantos kilómetros siguiendo la
Av. El Progreso las que hay que recorrer, y ya estamos en la zona
del nuevo balneario, en donde en tres escasos meses se ha realizado
la transformación de un terreno irregular en modernísima y
pintoresca ciudad...”
Diversos presidentes de la Republica acostumbran alojarse y veranear
en estas costas. Y con ellos se instalaba aquí todo el boato, la
vocinglería y el alboroto. Entre quienes fueron asiduos concurrentes
se cuenta al más ufano, ostentoso y emperifollado de los presidentes
que hayamos tenido, el general Oscar R. Benavides.
Esto dio lugar a que el ing. Boza inmediatamente construya una casa
aparente para toda la parafernalia estatal que la dona al presidente
Augusto B. Leguía, como Casa de Verano de los mandatarios de la nación
aristocrática.
Dicha mansión fue despacho presidencial o casa de gobierno hasta en
tiempos del envanecido Manuel Prado Ugarteche, quien fue el último en
habitarla.
8. Algunos hechos relevantes
En
los campos cercanos a la “Mar Brava”, en los alrededores del hoy
Parque Guardia Chalaca se construyó el primer aeródromo del Perú.
Allí funcionaba también la Escuela de Aviación, donde el 1 de mayo
de 1921 se graduó el legendario Elmer Faucett, adalid de la aviación
nacional.
Sin embargo, la naturaleza de los vientos produjo allí varios
accidentes.
En uno perecieron el comandante Baudiez y el teniente Chabrier, en el
biplano “Coudrón” de la Marina de Guerra del Perú.
Otra lamentable tragedia se produjo en presencia del Ministro de
Guerra y de altos jefes del ejército cuando en una demostración aérea
y en el vuelo final el teniente Protzel pierde el control de su nave
en el momento de aterrizar y se estrella perdiendo la vida.
Dejando estos sucesos cabe registrar que otro hecho relevante es que
en la Av. Progreso que bordeaba el mar y la Av. La Paz se realizaba el
Circuito Automovilístico más connotado de la época, cual era el
Rally Presidente de la República.
9.
San Martín de Porres
y la Virgen de Guadalupe
Reconstruyendo
la nomenclatura del lugar, existía a principios del siglo XX una
laguna en lo que hoy es la Av. Víctor Raúl Haya de la Torre, antes 7
de enero, y más precisamente en la intersección con la Av.
Venezuela, alimentada por el canal de riego de la Av. Maranga.
En ese lugar se tenía la afición de practicar el deporte de la pesca
de especies de río y de camarones, apreciados por su exquisito sabor.
Alrededor de ella había establos y típicas casitas hechas de
quincha, construcción típica de la costa del Perú.
En el trayecto de Lima al Callao y viceversa se divisaba este paradisíaco
lugar y era un regalo para los ojos ver lo idílico sitio.
La laguna fue desecada, se hicieron acequias y en ese lugar se levanta
hoy la moderna Municipalidad de La Perla.
Son patronos de este distrito San Martín de Porres, el santo limeño
de la escoba, y la Virgen de Guadalupe, libertadora de España.
10.
El héroe único
e insuperable es el pueblo
En
la zona de La Perla, frente al mar, hicieron trincheras y acamparon
los legendarios batallones de voluntarios del Callao “Guardia
Chalaca” y “Guardia Marina” que lucharon en la defensa de Lima
el 15 del mes de enero del año 1881 en la heroica Guerra del Pacífico.
El historiador Raúl Porras Barrenechea define así el mensaje del
pueblo chalaco en la historia del Perú:
“En él no surgen casi figuras caudillescas. Y es que la lección
del Callao es la del esfuerzo colectivo y solidario de los grandes
momentos de la nacionalidad, en los que el héroe único e
insuperable es el pueblo, que en las horas de paz crea y transporta
riqueza en la forja secular e incesante del trabajo, y en la del
peligro monta su cañón invencible para rechazar la agresión
extranjera o levanta, como una ola implacable, la montera
libertadora o la barricada popular”.
11. De hermosura sin par
¡Oh Perla Baja y Alta,
una gran ciudad.
El ancho mar al frente
está para ofrecerte
su belleza y majestad.
Reza
así una estrofa del himno de La Perla, compuesto por Anita Edery con
motivo de la creación del nuevo distrito del Callao, creado el 22 de
octubre del año 1964 durante el primer gobierno constitucional del
Arq. Fernando Belaúnde Terry, mediante Ley 15185. el año 1975.
En La Perla vivió y murió el compositor chalaco Eduardo Márquez
Talledo, autor de “Ventanita”, “Desconsuelo”, "Cómo podré
olvidarte", "Alma de mi alma", “Pobre amor”,
“Rosas de mi jardín”. Escribió y cantó “Evocación porteña”.
Su composición “Nube gris” fue cantada por Pedro Infante; fue
tema de una película mejicana y años después lo interpretó en el
piano Paul Mauriac.
A su muerte, en 1975 el alcalde de La Perla Eduardo del Portal emitió
una resolución declarándolo “Hijo Predilecto de La Perla” que
dice: “A la memoria del compositor fecundo y cantor de su terruño y
de su nación”.
12. Luce en todo su esplendor
A
la vera del mar de La Perla viven 70,000 personas.
A la vera del mar de La Perla se alza el tradicional Colegio Leoncio
Prado donde estudian actualmente seis mil alumnos.
A la vera del mar de La Perla se alza la Casa Boza, hermosa joya
arquitectónica que actualmente es un restaurante de lujo, ubicado en
la novena cuadra del jirón Arica.
A la vera del mar de La Perla se alza como museo de sitio la
Residencia de Verano del Presidente de la República que actualmente
luce su arquitectura en todo su esplendor.
Cara al mar y apenas a cien metros de la ribera se levanta El Castillo
de los Cuentos del Instituto del Libro y la Lectura del Perú, donde
yo vivo y que recibe diariamente la visita de niños que vienen en
excursión desde diversos puntos de Lima.
13. Esencia de poesía
La
Perla es joya. Luce engarzada en un medallón. Es hacia donde pende un
collar. Es lo que resalta en una en una diadema, en un arte, en una
ajorca.
Perla es piedra preciosa. Y así es La Perla ciudad, distrito del Callao.
Es más central que la corona de un rey que existe para que la perla lo justifique, lo reluzca y ostente.
La Perla luce en el dedo de una novia cuando se va a casar.
En el pecho del guerrero cuando quiere investirse de valor.
Porque es joya, nació para brillar. Es lírica y es épica en todo.
En suma, perla es esencia de poesía.
14. Su aire es puro y su cielo es diáfano
Este es el lugar de los más estallantes y hermosos crepúsculos.
Con el mar bruñido desde los acantilados a sus pies.
Donde siempre hay un bote de un pescador solitario en la inmensidad del mar y del nadir.
Donde los delfines emergen fantásticos en la luz que refracta y bogan apacibles sobre la piel tersa de las aguas.
La luna se posa suavemente sobre el color celeste y el naranja de su cielo de alabastro en dirección del mar.
Es lugar ideal por ser apacible, por su brisa fresca y por sus atardeceres de asombro.
Es zona ecológica por lo saludable de su clima. Su aire es puro y su cielo es diáfano.
15. Balcón y refugio
Ciudad hermosa. Porque es abierta y es secreta.
Porque es como si todos la hubieran encontrado en su vida por primera vez.
Porque es balcón y es refugio.
Porque en ella hay encanto, misterio y arrojo.
Hay una brisa fresca, pura, con ligero sabor a sal.
De noche el rumor de los cantos rodados que vienen y van es un suave murmullo del vaivén de las olas.
Por aquí sobrevuelan enfiladas las gaviotas, estorninos y alcatraces en el abierto y majestuoso cielo azul.