2012, Año de la defensa del agua para la vida y construcción de Los Andes nuevos
2 de diciembre Diciembre, mes de las
montañas, de los Derechos de los animales; |
Tan pronto ocurrió el trance de la conquista española y el avasallamiento de los antiguos conglomerados de pueblos y al expolio de los territorios fértiles del Tahuantinsuyo, se empezó casi de inmediato a soñar en la reivindicación de aquel mundo primigenio, raíz andina fuerte e intensa de nuestra identidad. Y se volvió a insistir en la capacidad que tenemos de recrear la utopía que habíamos sido, y somos siempre. No utopía como mundo irrealizable, sino como universo que aquí había existido, que había funcionado, había florecido y desarrollado en paz y concretado obras de magnificente esplendor. Hablar de utopía entonces entre nosotros no es divagación ni delirio, ni tampoco es sueño onírico. No es flotar en el vacío sino restituir lo que hemos sido y somos en el fondo de nuestro ser colectivo. Al decir utopía no nos referimos pues al peregrino ejercicio de perder la mente en una dimensión ociosa o en una actitud cómoda y escapista. Nos referimos más bien a la inquietud porque la herencia genética que como pueblos tenemos, nuevamente se concrete. 2. El estigma del dolor y la esperanza Por eso, utopía entre nosotros la entendemos no como aquello irrealizable. Tampoco como un devaneo gratuito e inconsistente, por gaseoso e inaplicable. Más bien es un aferrarse a lo moral que somos y a los ideales, a la intensidad y virtud puesta en los sueños, a la fuerza de creer en algo y en todo. Así, Garcilaso de la Vega el primer utópico en el verbo, la palabra y la visión, fue el primer fruto mestizo de estas tierras. Así otro, Manco Inca, tan pronto se dio cuenta del engaño sufrido, él en el terreno de la praxis, de la acción y hasta en el campo de batalla, lo hacía bajo el emblema de la utopía que somos intrínsecamente. Utopía es la búsqueda ardorosa del hombre nuevo, de la patria soñada. Para José María Arguedas es el mundo indígena que él reconoce inmarcesible. Más aún marcado por el estigma del dolor y la esperanza actuando con identidad de país de honda cultura. 3. De un lado un redentor y del otro un mercader Se elige ser poeta o escritor, para aspirar a un mundo mejor que en el momento que se lo formula parece imposible. Esta aparente vulnerabilidad es la mejor coherencia entre el oficio de poeta, artista o escritor para abrazar una utopía moral, de un mundo mejor aunque parezca imposible. Esto sin embargo ha sido objeto de burla y de sorna en el caso de José María Arguedas, haciendo escarnio de parte suya, por ejemplo del elegir la provincia y no vivir en alguna ciudad europea. Sorna en cuanto a su desprecio del dinero, compasión de no hacer caso ni entender la literatura como proeza técnica. Lo aberrante es que estas críticas y reparos provengan de personas que entienden la literatura como buenos negocios y sumerjan a este arte el vil comercio. Descalifican todo esto desde el individualismo más acervo ante un hombre que se solidariza con los demás, juzgándolo desde el capital, el mercado, el hartazgo del dinero y del ego. Convocarlos es tener de un lado un redentor y del otro a un mercader. Es la de un hombre honesto frente a alguien cuya ley es la del mercado, que piensa que todo se compra y se vende. 4. Del ejemplo que es La literatura es un reino espléndido, pero a la vez una atalaya moral, en donde lo que más cabe es la utopía. Y es utopía moral el quedarse en el Perú y no vivir en Europa. El tener respeto reverente a la mujer. A todo esto se lo ha llamado utopía arcaica y se lo ataca con la trampa de decir que es lo que mejor recogen, lo más destacado que leen y no encuentran a ningún otro peruano digno de su atención, pero que se ocupan de él para hacerle escarnio. Ese personaje piensa que el mundo andino tiene que desaparecer, que él es un arcaísmo. Por lo menos no ocurrirá textualmente, porque para eso existe la literatura. Sin embargo, no nos vamos a ocupar aquí de lo necio y lo malo, sino de lo bueno que es José María Arguedas. Del ejemplo que es en relación a lo que es moral, por el hecho de haber nacido en un pueblo como es el Perú, grande y hermoso. 5. Basados en nuestra identidad Llamamos utopía moral a ese anhelo de buscar ubicación histórica para las personas en quienes vio que se descargaba la peor de las miserias y desprecios. Y que sin embargo han sido capaces de acumular tanto afecto a todo, tanta ternura con sus semejantes, generosidad, belleza del alma, entereza, vivacidad, y todos los valores. Utopía moral, porque no se puede dejar de soñar desde el arte en ese mundo y en otros mundos. Podrán ser erradas estas aspiraciones, que la realidad, el devenir del Perú lo desmientan no indican que dejara de ser válida. Utopía moral en quien defendió a su pueblo, a su cultura. ¿Por qué? Porque Arguedas es un salvador, es un redentor. A eso llamamos utopía moral en José María Arguedas. A su afán y ahínco por buscar a toda costa una luz, un pálpito, un temblor para hacer que el Perú sea una sociedad mejor. A que alcancemos a ser una sociedad feliz aquí y ahora basados en nuestra identidad y en una integración armoniosa de nuestras culturas. 6. Ha habido y hay saña Llamamos utopía moral a que los pobres dejemos de serlo, a buscar el bien, a anhelar la justicia y buscar con arrojo y estremecimiento toda esperanza. A concebir y dirigirnos allí, a un mundo de dignidad, de valores, y de vivir de acuerdo al bien. Todo esto le ha acarreado incomprensiones y los perores denuestos, como aquellos proveniente de los científicos sociales que desmenuzaron y desaprobaron su novela Todas las sangres. Como si el arte necesitase y debiera someterse a la aprobación de la endeble razón y de una función subsidiaria de la realidad. Pero también soportó aleves ataques del lado de la literatura. Ha habido y hay saña de parte de escritores que finalmente no pudieron escribir ellos nada significativo o que por lo menos se equiparable al portento que es Todas las sangres. Y de otros que más bien escriben farsas y a partir de las cuales han obtenido los premios más relevantes del mundo occidental. 7. Lo que sobrevivirá es la verdad y la belleza Llamamos utopía moral en José María Arguedas a este compromiso y a este deber de no solamente haber sentido y bebido de la fuente inagotable de amor del mundo andino sino querer compartirlo, instaurándolo para todos los hombres. El haber sufrido el odio más acervo de madrastra y hermanastro, alguaciles y mayordomos, y convertir aquello en mundo redimido. Para eso se aplica ceñidamente a develar las claves en que están fundados, organizados y se sostienen los hechos sociales, indagando en el arte, en las ciencias y en la política. Alguien llama a esta actitud de Arguedas como utopía arcaica. No es que yo la llame sino que su verdadero nombre es utopía moral. Porque humanamente moral es el mundo al cual se aspira llegar. Y Arguedas es moral siempre en la forma de trabajar la literatura. Lo que sobrevivirá en el mundo es la verdad y la belleza auténtica del alma. Ser como él lo fue es tener impronta moral, que a quienes no la pueden tener siempre les motiva su inquina. 8. Visionario del mundo nuevo Se impuso saber, conocer, explicarse esta realidad. Y por eso sacrificó la conveniencia de ser escritor de éxito editorial y a quien le importase más los aspectos formales o técnicos de cómo hacer una novela. Considerando lo valioso que para él era el arte, sacrifica este en gran medida por las ciencias sociales. Sacrificó sus quereres, sus cariños e incluso lo que más conocía: el mundo mágico y en lo cual hubiera alcanzado una mayor fulguración como creador literario, que eso sí hubiera sido quizá motejarlo como utopía arcaica. Quienes lo descalifican expresan que admiran y es incomparable el Arguedas mágico. Y separan a este del Arguedas visionario del mundo nuevo, al Arguedas que se interesa por el destino de los demás. A este lo critican o al menos dicen que no les interesa. Pero no son distintos dichos personajes, es uno solo. Recelan del Arguedas socialista, del artista con emoción social. Y es por esa razón que lo quieren reducir a utópico arcaico, justamente por sus novelas en las cuales más se interesa por la modernidad. 9. Socialista y libertario ¿Qué más profesión de fe de modernidad que escribir Todas las sangres? ¿Qué más visión de futuro que postular un Perú diverso, plural, integrado? ¿Quién es el que levanta el estandarte de Todas las Sangres? ¿Acaso, no es él? ¿Qué mayor muestra de querer encontrar sentido a la modernidad que el haberse interesado por un fenómeno único en el mundo como es Chimbote, dedicándole una novela y largas temporadas a vivir en ese puerto? Otra hubiera sido su opción si se hubiese afincado en su mundo y de él haberlo convertido en un coto; y reducirse a él como ahora intentan reducirlo otros, no él. Otra sería la consideración si es que no se hubiera interesado con tanta entrega y pasión por el destino del Perú, por su presente y porvenir. Lo que no les gusta a aquella gente que lo critica son dos hechos: la ideología que él adopta, socialista y libertaria, popular y de cambio social, por un lado, y por otro no les gusta su opción por el mundo andino. 10. Anteponer el ideal estético al humano es mezquino Se critica y se hace escarnio acerca de su impericia novelística. Pero una novela no es mejor o peor por un problema técnico, de narrativa o preceptiva literaria. Al final no interesa la novela o el poema como objeto verbal, porque ello es un espejismo, una soberbia y una fascinación por el oropel. Anteponer el ideal estético al humano es mezquino. Quisieran que se hubiera quedado en el escritor mágico. De él expresan que en ese campo, confinado en esa órbita es incomparable y genial, como por ejemplo en su obra La Agonía de Rasu Ñiti. Y que no debió pasar al escritor ideológico de Todas las sangres ni realizar su turbadora exploración de El zorro de arriba y el zorro de abajo. Se trata de negarle y no permitir que aparezca el escritor que depone ante su interés personal, particular e individual, el interés colectivo, general y social, lo que obedece a un afán persecutorio y a una consigna política y a un interés por hacer de este sistema un coto inexpugnable. 11. Su canto esperanzado Nos fortalece reconocer que en José María Arguedas todo es construcción y se aspira a forjar un mundo mejor. Con fuerza moral. En quien pese a su inmolación no hay fatalismo, ni tristeza en la cual se detenga. Sentimos que la desolación se cierne sobre él pero que no la deja que se pose. Le da sombra o se cuece hacia su ser, pero él no lo atiende. Que José María Arguedas se impuso rastrear la esperanza posible para un Perú de hoy en novelas como el Sexto, Todas las Sangres y El zorro de arriba y el zorro de abajo. Que los lobos occidentales por esa razón con él se han ensañado. Que en este autor, cuya genialidad es imposible de negar, es inmensamente significativa su inmensidad moral. De allí que es su obligación destruirlo, atajarlo, eliminarlo, y qué mejor manera de hacerlo que vilipendiando le mejor de sus logros: sus obras. En aquellas obras, que han dado pábulo y respuesta a su inquietud por construir una sociedad mejor. Y a ello se han lanzado como jauría de lobos, atacando su canto esperanzado en la raza indígena. A la gesta de los migrantes en las ciudades de la costa la han tratado de despedazar. En esta búsqueda de explicación, en este seguir el destino de la gente. 12. Imprescindibles en todo tiempo Quizá tenga, como ilustración de una metáfora que nos grafique esta dimensión moral el hecho de que tanto le importaba saber cuál sería el porvenir de aquella gente del mundo andino que él amaba y que viene a la costa que tuvo que ocuparse del mar y de una actividad tan distinta, disímil, extraña, cual es la pesca para un andino. Y entonces tiene que dejar aquel lenguaje que había sido su conquista, cual es el español que portentosamente resuena con las inflexiones quechuas, para infernalmente revelar otro lenguaje, cual es de la gente que se corrompe frente al mar. Entonces tiene que dejar ese lenguaje que había conquistado por otro nuevo en un mundo tan extraño como Chimbote. A esta búsqueda es que denominamos utopía moral. Todo esto hace de él un escritor signado por la utopía moral como enseña y baluarte. Y un escritor que pudo ponerlo en recipientes a partir de los cuales las nuevas generaciones pueden proseguir en la construcción de esas utopías morales. Por eso, él junto a Vallejo y Mariátegui son imprescindibles en todo tiempo y lugar. En el caso de otros hoy muy vigentes, pasarán a ser una referencia triste y curiosa incluso en el panorama de la literatura. 13. Con todos los rasgos de la pasión Al final y frente a todo esto no importa cuán cierto o equivocado haya estado en relación a lo que es práctico, funcional y administrativo en este mundo. Lo que nos parece sí gigantesco es su posición, su prédica, su actitud de un inmenso baluarte moral. No sabemos al final el quechua como lengua desaparezca y el mundo andino también no alcance a irradiar todo su poder pero su actitud de defenderlo y preconizarlo es moral. No sabemos al final el devenir y el rodar del mundo qué curso siga. Lo importante es que viene a una ciudad en aquel tiempo cruel como era Chimbote. Y lo hace con todos los rasgos de la pasión, la identificación y el compromiso. Ahora Chimbote es una ciudad hermosa y mucho más si sentimos en su cimiento el temblor de José María. Y desde esta perspectiva moral qué pantomima se reconoce aquella aseveración y calificación de utopía arcaica. Y de aquella otra que tilda a las novelas en las cuales José María Arguedas se preocupa del país como de fracaso y desastre descomunal. 14. Late en su frente la divinidad Niños del mundo, estos son los referentes. Ellos asumieron el país. Esta es la literatura, el sentimiento y el pensamiento verdaderos. Porque se pusieron del lado de los desfavorecidos. Defendamos al que sufre y a partir de allí erijamos el mundo. Otros piensan que deben dejar su alma y hacerse como son los ricos Hacer ricos, aculturarse. No se trata tampoco del placer de ser pobres. La vida de José María es la inmolación por un mundo. Él mismo se ofrece como víctima propiciatoria a esa unidad del país, a ayudar a salir de esta cultura “cercada”. Anhelaba una sociedad integrada, moderna, diversa, sobre la base de su pasado prehispánico. Si no puedo encender ni una chispa, me mato. Eso es moral. Otros han visto esto como artificial, como justificación, como si hubiera acomodado todo para dar esta significación. Desconocen su vida. Nada en Arguedas es negativo, jamás. Todo está alentado por el espíritu, por los dioses, por los apus tutelares. Late en su frente la divinidad.
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