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19 de enero. Nace Javier Heraud, poeta y héroe

Javier Heraud es una espada en el aire
Danilo Sánchez Lihón
planlector@hotmail.com
inlecperu@hotmail.com
daniloydanilo@hotmail.com
 

 

“¿Y, en qué casas
de la dorada Lima vivían
los obreros que la construyeron?

Bertolt Brecht

 
1. El fragor de las aguas

– ¡Corre!

Dice Javier. Y él salta. Avanza a grandes trancos por entre los arbustos en dirección del río, pisando espinos, ortigas y tacuaras en la tierra rojiza y húmeda. Desciende por una chacra de naranjos y coge varios frutos ya maduros en su carrera.

Detrás lo sigue su compañero, Alaín Elías Ambos portan una mochila pequeña en donde llevan diversas prendas y cosas, y entre ellas una ligera pistola.

Han sorprendido a la policía que ya los ha localizado y está cercando el lugar donde han pasado la noche escondidos. La orden es matarlos. Ya ingresan con sus armas apuntando a cualquier objetivo que se mueva.

Pero ahora se han escabullido. Sin embargo, alguien logra divisarlos.

– ¡Allá van, allá van! ¡Vean, en dirección del río! ¡Apúntenles, disparen!

Los dos compañeros legan a un farallón, y desde allí se lanzan lo más lejos que pueden para no ser alcanzados por los disparos que han empezado a sonar y que seguirán haciéndoles desde la orilla.

– Chassss. –El golpe al caer en el agua los hace hundirse y llenarse los oídos y todo el cuerpo con el fragor de las aguas y la fuerza de la correntada.


2. Si supieras con qué orgullo

Mamá, podría mentirte si te digo: hoy estoy contento. No, no es cierto. ¿Por qué? Pues, hoy es Día de la Madre y no estoy junto a ti; hoy es Día de la Madre y no sucede como en 19 años anteriores: corriendo a tu cama con algún regalo para darte, o un beso, o un corazón pegado en cartulina.

Por otro lado, mi tristeza aumenta al no tener noticias. ¡Hace justo un mes y medio que salí de casa y sin una carta tuya! Nada, absolutamente nada sé de Uds. ni cómo están ni qué hacen, ni qué pasa por allá.

A las siete y media, las muchachas que cocinan en casa, mientras tomábamos desayuno, repartieron una rosa roja a todos los muchachos que tienen madre.

¡Si supieras con qué orgullo recibí la mía y en ese momento leía un editorial de un periódico sobre el Día de la Madre, un hermoso editorial, y yo tuve que hacer inmensos esfuerzos para que no se dieran cuenta que lloraba, sí, interna y externamente lloraba!


3. Una canoa que baja

¡Qué refrescante el chapuzón del agua al caer! ¡Qué bien después de haber soportado el sudor pegado a la ropa durante varios días de caminatas por el monte, sin poder bañarse, durmiendo a campo traviesa sobre la tierra húmeda, con la picadura de los zancudos y mosquitos por todo el cuerpo, durmiendo en los matorrales, entre plantas silvestres. ¡Qué bien hundirse en la corriente fría!

Pero, es un instante de olvido y vuelve la realidad con toda su crudeza y horror. Están siendo perseguidos por la policía y aún permanecen sumergidos dentro del río, tratando de aparecer lo más lejos, escapando del acoso que les han tendido las fuerzas del orden y la población civil azuzada.

Emergen a la superficie y luego bracean fuerte y sin descanso, alejándose del lugar desde donde podrían balearlos.

Los gendarmes y otros pobladores ya se asomaron y empiezan a disparar descargas de rifles y fusiles.

– ¡Fuego! ¡Fuego! –Ordena el capitán a sus hombres.

Son jóvenes de gran fortaleza. Javier tiene 21 años y Alaín 24. Y se alejan rápidamente de la orilla. La correntada es fuerte y con la desesperación y el peso de la mochila y las botas llenas de agua es difícil mantenerse a flote y empiezan a hundirse.

En este momento divisan una canoa que baja.

– ¡Auxilio! ¡Por favor, ayúdenos!


4. Siempre seré el niño a quien tú tuviste en brazos

Mamá: ¡Si supieras cómo los extraño a todos! A menudo, casi siempre, pienso en ti, en todos, en Miraflores, y en nuestros paseos y en la mesa fa¬miliar que era tan alegre.

No sabes cuánto agradezco ser hijo tuyo, ser miembro de una familia como la mía, tener un padre así y tales hermanos, y mi mamama tan sabia, y todos en general.

Recuerda tú, recuerden todos que mi cariño y mi amor crecerán siempre, que nada ni nadie nos podrá separar aunque estemos lejos, y que algún día nos reuniremos para cantar y llorar juntos, para abrazarnos y querernos más.

Y que yo siempre seré el niño a quien tú tuviste en brazos aunque haya crecido por este tiempo que avanza y destroza los años, pero no los recuerdos.

¡Si supieras cómo los extraño!, cómo recuerdo a menudo cada sitio de mi casa, a cada uno de ustedes y en cada episodio.


5. ¡Qué raro!

Alberto Vásquez y su ayudante han cargado en la orilla sacos de arroz y lo llevan a pilar en el molino que está situado río abajo. Es padre de 18 hijos y hoy día es su cumpleaños.

– ¡Auxilio! ¡Por favor, ayúdenos! –Escucha.

– ¡Déjalos! ¡Qué nos importa! –Le dice el ayudante–. Estamos apurados.

– ¡Pobrecitos! ¡Oye, cómo los vamos a dejar! Se van a ahogar. Se ve que son forasteros, y no van a poder resistir. Ahorita se cansan y se ahogan. Apeemos rapidito los sacos. ¡Ayúdame! Y vamos a recogerlos.

Dejaron en la orilla los sacos de arroz que habían cargado hacía un momento y ambos remaron lo más veloz que pudieron yendo a su rescate. Se habían alejado ya buen trecho de la rivera.

Estando ya cerca escucharon:

– ¡Retírense! ¡No los ayuden!

– Pero no parecen maleantes. ¡Qué raro! Incluso se ve que son jovencitos, casi adolescentes.

Los alcanzan y los ayudan a subir a la canoa. Y sin querer ofenderlos Alberto Vásquez les dice:

– La policía quieren hablarles. Los policías quieren hablar con ustedes.


6. Es mejor serenarse

Queridísima mamá:

Recién hoy lunes te escribo y es que des¬de el sábado estoy recordando tu voz en el teléfono, ¡Oh maravilla! Te contaré cómo fue todo. Me decidí a llamarte –ya que tenía dinero– el sábado a las 2 y media p.m. Hasta las 6 y cuarto estuve esperando, no sabes con qué intranquilidad, hasta que por fin pude escuchar tu voz.

No sabes, es decir, espero que te imagines, la emoción que me entró. Pero qué cortos me han parecido los tres minutos. Yo solamente quería llamarte para saludarte y supieras directamente lo bien que me encontraba. Yo quise llamarte por el día de la madre pero todavía no tenía plata.

Si vieras cuando corté los saltos que daba, tenía tu voz metida en los oídos, saltaba, sonreía, hasta que tuve que tranquilizarme. Desde el sábado estoy sintiendo tu voz en la cabeza.

En cada momento la recuerdo con especial cariño. Si supieras cuánto me alegró de saber que estás bien, que todos están bien. Si supieras las ganas que me entraron de seguir hablando contigo, horas, días años. Pero en fin, eso no es posible y es mejor serenarse.


7. Siguen disparando

– ¡No podemos acercarnos! ¡Sigan remando! ¡No se detengan! ¡Más rápido! –Exigen.

Desde la orilla el capitán ordena:

– ¡Apunten bien! ¡Fuego! ¡Más fuego!

Subidos ya a la canoa se abre la esperanza de que ya pueden escapar internándose en la selva de la otra orilla. Y eludir así a la policía.

Los disparos les zumban la cabeza y van a hundirse en el agua.

– ¡Más rápido!

Balsero y ayudante al sentir la lluvia de balas se arrojan al agua. Alberto Vásquez no sabe nadar. Cogido a la popa recibe un impacto en la cabeza. El ayudante se aleja nadando, dejándose llevar por la corriente. Menudean las balas, algunas que caen en la canoa y otras muy cerca.

En eso aparece en medio del río, rodeándolos a toda velocidad, una lancha cargada de policías fuertemente armados. Anoticiados han embarcado en el puerto y salido en su persecución con las caserinas repletas de balas.

– Deja de remar. ¡Y saca tu camiseta! ¡Átala al remo e ízala como una bandera blanca!

– Ya lo hice, pero siguen disparando.


8. Un día me alejé de casa

Había escrito:
  Y recordé mi triste patria,
mi pueblo amordazado,
sus tristes niños, sus calles
despobladas de alegría.
Recordé, pensé, entreví sus
plazas vacías, su hambre,
su miseria en cada puerta.
Todos recordamos lo mismo.
Triste Perú, dijimos, aún es tiempo
de recuperar la primavera…
Un día me alejé de casa
Dejé a mi madre en la puerta
con su adiós mordiéndome los ojos.
(Mi hermano, el pequeño,
no comprendía nada y creía
que volvería pronto)…
Yo sabía que ese viaje era
para mucho
y por eso abracé bastante
a mi padre…
El carro ya partía…
9. La bandera blanca

Ahora están en medio de dos fuegos. Rebuscan en sus mochilas, extraen sus armas y responden. Son cien contra dos.

– La orden que tienen es matarnos.

Unos en la orilla, otros en la lancha, otros agitando sus armas en el puerto. Es una cacería.

– ¿Qué hacemos?

– ¡Húndete en el piso! ¡Come naranjas!

Dejan de remar. Sostienen en lo alto la bandera blanca. Están inermes. No dejan de gritar:

– ¡Deténganse! ¡No disparen!

– ¡Fuego! –Se escucha aquí y allá.

– Tú apunta despacio. –Le dice el capitán al sargento en la lancha–. ¿Ves bien? Calcula el movimiento de la canoa. Proyecta un poco hacia donde se desliza el agua. ¡Dale!

– ¡Me han herido en el cuello! –Dice Alaín Elías–. ¡Me han herido! –Y se hunde más en el bote.


10. Al alba de todos los días

Javier Heraud, izando ahora una bandera blanca en la punta del remo, había escrito:
  Yo soy el río
eterno de la
dicha. Ya siento
las brisas cercanas,
ya siento el viento
en mis mejillas,
y mi viaje a través
de montes, ríos,
lagos y praderas
se torna inacabable.
Llegará la hora
en que tendré que
desembocar en los
océanos,
que mezclar mis
aguas limpias con sus
aguas turbias,
que tendré que
silenciar mi canto
luminoso,
que tendré que acallar
mis gritos furiosos al
alba de todos los días.
11. Todo ha cesado

Javier se levanta para gritar:

– ¡Deténganse! ¡Dejen de disparar!

En eso que Javier se ha levantado para gritar que cese el fuego, una bala dun-dun le ha ingresado por la espalda y salido por el estómago, abriéndole el vientre.

Están en medio del río. Es la una de la tarde y el sol brilla con toda su inclemencia.

– Me han dado. Me duele mucho. Me estoy muriendo. –Dice Javier.

– Resiste. Resiste. Tienes que resistir.

– Dile a mi familia que la quiero.

– Recuéstate. Húndete en el fondo.

Alaín Elías dejó de dar signos de vida minutos antes y todas las balas se concentraron en Javier.

La canoa parece vacía. Pero sigue bamboleándose con las balas. ¿Por qué tanto ensañamiento? ¿Por qué tanto odio?

Todo ha cesado, la lancha se bambolea con los disparos que siguen cayendo, concentrados en Javier a quien le atraviesan el cuerpo 29 balas.


12. En cuerpo y en espíritu

Su hermana Cecilia lo recuerda así:

Sus ojos eran profundos, de color granadilla, surcados por ojeras también profundas, sonrisa franca, era muy alto, de anchas espaldas, pies enormes y, según lo recuerda Mario Vargas Llosa, parecía que andaba como resbalando.

Es Manuel Cabrera quien me proporciona los últimos datos sobre el físico de mi hermano:

"Era un tipo grandazo. No encontrábamos chamarras (así llaman a las casacas) en Bolivia para él, tampoco zapatos porque calzaba 46. Era un problema porque los paisanos bolivianos son chiquitos; entonces, tenían que mandarle hacer a medida chamarras y botas."

Siempre tuvo muy buen apetito, podía comer seis panes en el desayuno y seis a la hora del lonche. Su sitio en la mesa lo describe él mismo en una carta:

“...sentado yo a la diestra de mi padre, conversando y acompañándolos como todos los años y todos los días”.

Javier desarrolló muchísimo en cuerpo y en espíritu. Era de una salud de roble, sólo le recuerdo las enfermedades de niños: sus paperas enormes, el sarampión y la varicela.


13. ¿Quiénes son?

La voz, el agua, el viento y los sueños del alma flotan a la deriva. La canoa aún baila en el río con el impacto de las balas. Morir en plena claridad del día en medio del río, qué extraño destino. Con el sol iluminándoles el rostro.

Lo que más hay en esta hora es luz y es agua. ¿Qué significará todo esto? Y tierra empapada. Y fuego del sol. Y las balas que caen.

En los sueños finales de Javier al morir estuvieron en imágenes desgarradas, su madre, su hermano Gustavo, apenas un niño, su padre, sus hermanas. Adelita, el amor de su vida. La calle de su casa. Dégale, su amigo. Una multitud, primero silenciosa y luego plena alborozada, en el día que vendrá, llenando las plazas.

– ¿Están muertos?

Nadie se atrevió a remar desde dentro de la canoa, sino solo a jalarla con los dos cuerpos en medio del río anchuroso, y el ojo de limo de agua en torno. Hay una multitud que contempla desde la orilla. Todos portan un arma, que aún la tienen entre sus manos. El que menos tiene una escopeta. Algunos siguen disparando por distracción, a cualquier sitio. ¿Qué hecho protervo ha ocurrido hoy día?

– ¿Quiénes son? –Preguntan algunos.

– Guerrilleros. –Es la respuesta.


14. Palabra de guerrillero

En su poema Palabra de guerrillero, proclama Javier Heraud:
  Porque mi patria es hermosa
corno una espada en el aire,
y más grande ahora y aun
más hermosa todavía,
yo hablo y la defiendo
con mi vida.
No me importa lo que digan
los traidores,
hemos cerrado el pasado
con gruesas lágrimas de acero.
El cielo es nuestro,
nuestro el pan de cada día,
hemos sembrado y cosechado
el trigo y la tierra,
y el trigo y la tierra
son nuestros,
y para siempre nos pertenecen
el mar
las montañas y los pájaros.

15. Cruzó el puente

Su convicción de hacerse guerrillero fue clara y contundente. Quienes habían decidido serlo, realizan un entrenamiento agotador en la Sierra Maestra, aprendiendo manejo de armas, estrategia militar, marchas sacrificadas cargando pertrechos de guerra y una mochila de campaña. Para ello había que tener mucho coraje y un convencimiento pleno; no cualquiera se arriesgó.

A Pedro Morote se le distendió el tendón de Aquiles e hinchó el pie de tal manera que ya no podía caminar, ni siquiera asentar el pie en el suelo. En la subida del pico Turquino, el más alto de Cuba, hay un río que atravesarlo significa tomar el juramento y la decisión final de hacerse guerrillero de alma. Muchos se detienen allí para decidir. De cada agrupamiento varios se quedan. Pedro Morote se sentó adolorido en la rivera. Se acercó Javier, sin desmontar su mochila ni desprenderse de su armamento, y le dijo, porque lo quería:

– Pedro, tienes que seguir.

Este le enseñó su tobillo rojo, hinchado y a punto de reventar. Y le respondió:

– Javier, si tú sintieras el dolor que yo siento te quedarías aquí.

Javier descargó su equipaje, se quitó la bota y le mostró la planta del pie que la tenía destrozada, en carne viva y bañada en sangre. Una herida horrorosa. Se volvió a poner la media, se volvió a poner la bota, y sin decir nada cruzó el puente. Pedro se levantó, pisó el suelo con firmeza y siguió detrás de él.


16. La esperanza de la patria

Carta de Javier Heraud que encargó a la esposa de un compañero con el siguiente acuerdo: si no pasaba nada la guardaba. Si moría se comprometía a entregarla personalmente a su madre:

Querida madre: No sé cuándo podrás leer esta carta. Si la lees quiere decir que algo ha sucedido… y que ya no podré saludarte y abrazarte como siempre. ¡Si supieras cuánto te amo! ¡Si supieras que ahora que me dispongo a salir de Cuba para entrar en mi patria y abrir un frente guerrillero pienso más que nunca en ti, en mi padre, en mis hermanos tan queridos!

Voy a la guerra por la alegría, por mi patria, por el amor que te tengo, por todo en fin. No me guardes rencor si algo me pasa. Yo hubiese querido vivir para agradecerte lo que has hecho por mi, pero no podría vivir sin servir a mi pueblo y a mi patria. Eso tú bien lo sabes, y tú me criaste honrado y justo, amante de la verdad, de la justicia...

Porque sé que mi patria cambiará, sé que tú también te hallarás dichosa y feliz, en compañía de mi padre amado y de mis hermanos. Y que mi vacío se llenará pronto con la alegría y la esperanza de la patria.


Te besa. Tu hijo Javier.


17. Pregunta un niño

– Si fuera tan amable, ¡un cigarro, por favor!

– ¿Cómo? Este aún está vivo. Remátenlo de inmediato.

– No, mi capitán. Déjelo nomás; de todos modos va a morir.

– Entonces lo remato yo. –Y saca su pistola.

– Déjelo. –Lo dice por compasión el teniente. Y arguyó–. Nos puede ser útil por la información que podemos sacarle.

Esto fue lo que salvó a Alaín Elías. Es ya la una y veinte de la tarde del 15 de mayo de 1963 y la cacería ha durado hora y media.

El sol resplandece pero en el alma hay frío, oscuridad y silencio.

Llegado a la fiscalía el cuerpo de Javier es tirado al suelo, ahora lo arrastran y arrojan sobre una losa.

Los principales del lugar sonríen orondos y satisfechos poniendo a descansar sus rifles en sus hombros.

– Y ¿por qué lo han matado así, papá? –Pregunta un niño, quien a sus ocho años ha presenciado toda la expiación.

– Porque son guerrilleros comunistas.


18. La alzaba en sus brazos

Cuenta Cecilia Heraud, su hermana:

Generalmente después de almorzar pasaba horas en su cuarto leyendo o escribiendo. Hacia las cinco o seis de la tarde, solía bajar las escaleras rápido y haciendo mucha bulla. Gritaba:

"–Vieja, mi lonche"...

Entonces, la alzaba en sus brazos fuertes y la paseaba por la casa. Ella gritaba, lo amenazaba, se hacía la molesta, pero en verdad, se sentía encantada. Era el único que podía cargarla y sé que hasta ahora extraña esos juegos.

La llevaba cargada a la cocina, cuando estaba de buen humor, y nos sentábamos en la mesa del repostero y conversábamos mientras mamá nos servía el café con leche, el budín con miel que ella nos preparaba, los panes con mantequilla o los bizcochos que compraba al panadero que pasaba a las cuatro con su carretilla blanca llena de pan caliente.

Después le daba un beso a mamá y salía para regresar a veces a comer, otras veces muy tarde.


19. Diálogo de zorros

– Zorro de arriba: Era el poeta más sobresaliente de su generación, de palabra simple, transparente, visionaria. Había escrito: “Yo no me / río de / la muerte. / Sucede / simple- / mente, / que no / tengo miedo / de morir entre / pájaros / y árboles.”

– Zorro de abajo: ¡En realidad no sabían a quién mataban ese mediodía!

– Zorro de arriba: ¡Sí, sabían a quien mataban! Porque participaron todos los principales del pueblo, los ricos, los que tienen el poder, todos los que ven peligrar sus intereses. Ellos azuzaron al pueblo.

– Zorro de abajo: Es una muerte inútil, de un ser valioso.

– Zorro de arriba: Oye Zorro de abajo, ladino y vil, que primero alabas para luego deformar las cosas. Reivindiquemos lo que parece fallido. La muerte de Javier es una semilla de luz. Encuentro más sentido en todo lo que aparentemente está perdido que en aquello en donde hay un aparente éxito.

– Zorro de abajo: ¡Pobre su familia! ¿Es necesaria tanta violencia?

– Zorro de arriba: Hay seres que ya nos pertenecen a todos y no solo a su familia. Hay seres que duelen, permanentemente. Son seres símbolo. Pero es la luz de nuestra esperanza, que la calandria, el cielo y las estrellas lo guardan en lo más hondo de sus corazones. Y la violencia no es nuestra sino de los opresores:


20. Con balas de cacería de fieras

Carta del padre del poeta, dirigida al director del diario La Prensa, señor Pedro Beltrán:

El sacrificio de mi hijo Javier ha sumido a mi familia en el más profundo desconsuelo, tanto por la forma como ha desaparecido como por la pérdida de una promesa para la cultura y el pensamiento de mi patria.

Pero mi pena, con ser insondable, se ha agrandado más aún al saber que mi hijo, que había ido allá urgido por un ideal, arrostrando los más graves peligros con el más absoluto desinterés, había sido víctima de una cacería inhumana. Cuando, inerme en una canoa de tronco de árbol, desnudo y sin armas en medio del río Madre de Dios, a la deriva, sin remos, mi hijo pudo ser detenido sin necesidad de disparos, más aún por cuanto, su compañero, había enarbolado un trapo blanco. No obstante eso, la policía y los civiles a quienes se azuzó les disparaban sobre seguro, desde lo alto del río, durante hora y media, inclusive con balas de cacería de fieras.

Una bala explosiva había abierto un boquete enorme a la altura del estómago de mi infortunado hijo y muchas balas más se habían abatido sobre el cadáver de mi hijo, que con sus 21 años y sus ilusiones, había tratado de hacer una incitación para que cesen los males que, según él, debían desterrarse de nuestra patria.


Epílogo, Proclama a los Niños:

Por eso niños, es bueno que esta historia lo conozcan tal como fue, en cada detalle, en donde se puede ver el ideal de un ser prístino y generoso. Y los males que aún subsisten, están vigentes y en nada han cambiado.

Javier murió entre dos espejos de agua, hundido en un leño calado, convertido primero en canoa y ahora en árbol que se eleva inhiesto, para que lo tengamos muy en cuenta en nuestras vidas.

Él amó mucho su casa, su familia y a sus hermanos, como todos nosotros. Y todo lo dejó, por legarnos una patria digna. No era pobre pero tampoco era rico. Su padre era maestro y en su casa todos tenían que trabajar para poder sostenerse.

Pero con igual amor adoraba a su pueblo y no quería que en él hubiera miseria. Todo lo dejó por redimirlo, aún cautivo de males aberrantes e infames. Nosotros tenemos que decirle:

Javier, no te defraudaremos, nuestro país aún hecho llaga y harapo lo transformaremos con arrojo, con cariño y valentía como tú nos lo enseñaste.

Tu vida nos inspira a ser verdaderos, personas con compromiso, y aquel país que soñaste advendrá por mano nuestra, porque es la luz que brota de tus heridas, del brillo de su ausencia, aquel país hermoso como una espada en el aire.

Te lo prometemos y juramos, Javier, hermano del alma.


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