19 de enero. Nace Javier Heraud, poeta y héroe |
Javier Heraud es una espada en el aire |
“¿Y,
en qué casas |
1. El fragor de las aguas – ¡Corre! Dice Javier. Y él salta. Avanza a grandes trancos por entre los arbustos en dirección del río, pisando espinos, ortigas y tacuaras en la tierra rojiza y húmeda. Desciende por una chacra de naranjos y coge varios frutos ya maduros en su carrera. Detrás lo sigue su compañero, Alaín Elías Ambos portan una mochila pequeña en donde llevan diversas prendas y cosas, y entre ellas una ligera pistola. Han sorprendido a la policía que ya los ha localizado y está cercando el lugar donde han pasado la noche escondidos. La orden es matarlos. Ya ingresan con sus armas apuntando a cualquier objetivo que se mueva. Pero ahora se han escabullido. Sin embargo, alguien logra divisarlos. – ¡Allá van, allá van! ¡Vean, en dirección del río! ¡Apúntenles, disparen! Los dos compañeros legan a un farallón, y desde allí se lanzan lo más lejos que pueden para no ser alcanzados por los disparos que han empezado a sonar y que seguirán haciéndoles desde la orilla. – Chassss. –El golpe al caer en el agua los hace hundirse y llenarse los oídos y todo el cuerpo con el fragor de las aguas y la fuerza de la correntada. 2. Si supieras con qué orgullo Mamá, podría mentirte si te digo: hoy estoy contento. No, no es cierto. ¿Por qué? Pues, hoy es Día de la Madre y no estoy junto a ti; hoy es Día de la Madre y no sucede como en 19 años anteriores: corriendo a tu cama con algún regalo para darte, o un beso, o un corazón pegado en cartulina. Por otro lado, mi tristeza aumenta al no tener noticias. ¡Hace justo un mes y medio que salí de casa y sin una carta tuya! Nada, absolutamente nada sé de Uds. ni cómo están ni qué hacen, ni qué pasa por allá. A las siete y media, las muchachas que cocinan en casa, mientras tomábamos desayuno, repartieron una rosa roja a todos los muchachos que tienen madre. ¡Si supieras con qué orgullo recibí la mía y en ese momento leía un editorial de un periódico sobre el Día de la Madre, un hermoso editorial, y yo tuve que hacer inmensos esfuerzos para que no se dieran cuenta que lloraba, sí, interna y externamente lloraba! 3. Una canoa que baja ¡Qué refrescante el chapuzón del agua al caer! ¡Qué bien después de haber soportado el sudor pegado a la ropa durante varios días de caminatas por el monte, sin poder bañarse, durmiendo a campo traviesa sobre la tierra húmeda, con la picadura de los zancudos y mosquitos por todo el cuerpo, durmiendo en los matorrales, entre plantas silvestres. ¡Qué bien hundirse en la corriente fría! Pero, es un instante de olvido y vuelve la realidad con toda su crudeza y horror. Están siendo perseguidos por la policía y aún permanecen sumergidos dentro del río, tratando de aparecer lo más lejos, escapando del acoso que les han tendido las fuerzas del orden y la población civil azuzada. Emergen a la superficie y luego bracean fuerte y sin descanso, alejándose del lugar desde donde podrían balearlos. Los gendarmes y otros pobladores ya se asomaron y empiezan a disparar descargas de rifles y fusiles. – ¡Fuego! ¡Fuego! –Ordena el capitán a sus hombres. Son jóvenes de gran fortaleza. Javier tiene 21 años y Alaín 24. Y se alejan rápidamente de la orilla. La correntada es fuerte y con la desesperación y el peso de la mochila y las botas llenas de agua es difícil mantenerse a flote y empiezan a hundirse. En este momento divisan una canoa que baja. – ¡Auxilio! ¡Por favor, ayúdenos! 4. Siempre seré el niño a quien tú tuviste en brazos Mamá: ¡Si supieras cómo los extraño a todos! A menudo, casi siempre, pienso en ti, en todos, en Miraflores, y en nuestros paseos y en la mesa fa¬miliar que era tan alegre. No sabes cuánto agradezco ser hijo tuyo, ser miembro de una familia como la mía, tener un padre así y tales hermanos, y mi mamama tan sabia, y todos en general. Recuerda tú, recuerden todos que mi cariño y mi amor crecerán siempre, que nada ni nadie nos podrá separar aunque estemos lejos, y que algún día nos reuniremos para cantar y llorar juntos, para abrazarnos y querernos más. Y que yo siempre seré el niño a quien tú tuviste en brazos aunque haya crecido por este tiempo que avanza y destroza los años, pero no los recuerdos. ¡Si supieras cómo los extraño!, cómo recuerdo a menudo cada sitio de mi casa, a cada uno de ustedes y en cada episodio. 5. ¡Qué raro! Alberto Vásquez y su ayudante han cargado en la orilla sacos de arroz y lo llevan a pilar en el molino que está situado río abajo. Es padre de 18 hijos y hoy día es su cumpleaños. – ¡Auxilio! ¡Por favor, ayúdenos! –Escucha. – ¡Déjalos! ¡Qué nos importa! –Le dice el ayudante–. Estamos apurados. – ¡Pobrecitos! ¡Oye, cómo los vamos a dejar! Se van a ahogar. Se ve que son forasteros, y no van a poder resistir. Ahorita se cansan y se ahogan. Apeemos rapidito los sacos. ¡Ayúdame! Y vamos a recogerlos. Dejaron en la orilla los sacos de arroz que habían cargado hacía un momento y ambos remaron lo más veloz que pudieron yendo a su rescate. Se habían alejado ya buen trecho de la rivera. Estando ya cerca escucharon: – ¡Retírense! ¡No los ayuden! – Pero no parecen maleantes. ¡Qué raro! Incluso se ve que son jovencitos, casi adolescentes. Los alcanzan y los ayudan a subir a la canoa. Y sin querer ofenderlos Alberto Vásquez les dice: – La policía quieren hablarles. Los policías quieren hablar con ustedes. 6. Es mejor serenarse Queridísima mamá: Recién hoy lunes te escribo y es que des¬de el sábado estoy recordando tu voz en el teléfono, ¡Oh maravilla! Te contaré cómo fue todo. Me decidí a llamarte –ya que tenía dinero– el sábado a las 2 y media p.m. Hasta las 6 y cuarto estuve esperando, no sabes con qué intranquilidad, hasta que por fin pude escuchar tu voz. No sabes, es decir, espero que te imagines, la emoción que me entró. Pero qué cortos me han parecido los tres minutos. Yo solamente quería llamarte para saludarte y supieras directamente lo bien que me encontraba. Yo quise llamarte por el día de la madre pero todavía no tenía plata. Si vieras cuando corté los saltos que daba, tenía tu voz metida en los oídos, saltaba, sonreía, hasta que tuve que tranquilizarme. Desde el sábado estoy sintiendo tu voz en la cabeza. En cada momento la recuerdo con especial cariño. Si supieras cuánto me alegró de saber que estás bien, que todos están bien. Si supieras las ganas que me entraron de seguir hablando contigo, horas, días años. Pero en fin, eso no es posible y es mejor serenarse. 7. Siguen disparando – ¡No podemos acercarnos! ¡Sigan remando! ¡No se detengan! ¡Más rápido! –Exigen. Desde la orilla el capitán ordena: – ¡Apunten bien! ¡Fuego! ¡Más fuego! Subidos ya a la canoa se abre la esperanza de que ya pueden escapar internándose en la selva de la otra orilla. Y eludir así a la policía. Los disparos les zumban la cabeza y van a hundirse en el agua. – ¡Más rápido! Balsero y ayudante al sentir la lluvia de balas se arrojan al agua. Alberto Vásquez no sabe nadar. Cogido a la popa recibe un impacto en la cabeza. El ayudante se aleja nadando, dejándose llevar por la corriente. Menudean las balas, algunas que caen en la canoa y otras muy cerca. En eso aparece en medio del río, rodeándolos a toda velocidad, una lancha cargada de policías fuertemente armados. Anoticiados han embarcado en el puerto y salido en su persecución con las caserinas repletas de balas. – Deja de remar. ¡Y saca tu camiseta! ¡Átala al remo e ízala como una bandera blanca! – Ya lo hice, pero siguen disparando. 8. Un día me alejé de casa Había escrito: |
Y recordé mi triste patria, mi pueblo amordazado, sus tristes niños, sus calles despobladas de alegría. Recordé, pensé, entreví sus plazas vacías, su hambre, su miseria en cada puerta. Todos recordamos lo mismo. Triste Perú, dijimos, aún es tiempo de recuperar la primavera… Un día me alejé de casa Dejé a mi madre en la puerta con su adiós mordiéndome los ojos. (Mi hermano, el pequeño, no comprendía nada y creía que volvería pronto)… Yo sabía que ese viaje era para mucho y por eso abracé bastante a mi padre… El carro ya partía… |
9. La bandera blanca Ahora están en medio de dos fuegos. Rebuscan en sus mochilas, extraen sus armas y responden. Son cien contra dos. – La orden que tienen es matarnos. Unos en la orilla, otros en la lancha, otros agitando sus armas en el puerto. Es una cacería. – ¿Qué hacemos? – ¡Húndete en el piso! ¡Come naranjas! Dejan de remar. Sostienen en lo alto la bandera blanca. Están inermes. No dejan de gritar: – ¡Deténganse! ¡No disparen! – ¡Fuego! –Se escucha aquí y allá. – Tú apunta despacio. –Le dice el capitán al sargento en la lancha–. ¿Ves bien? Calcula el movimiento de la canoa. Proyecta un poco hacia donde se desliza el agua. ¡Dale! – ¡Me han herido en el cuello! –Dice Alaín Elías–. ¡Me han herido! –Y se hunde más en el bote. 10. Al alba de todos los días Javier Heraud, izando ahora una bandera blanca en la punta del remo, había escrito: |
Yo soy el río eterno de la dicha. Ya siento las brisas cercanas, ya siento el viento en mis mejillas, y mi viaje a través de montes, ríos, lagos y praderas se torna inacabable. Llegará la hora en que tendré que desembocar en los océanos, que mezclar mis aguas limpias con sus aguas turbias, que tendré que silenciar mi canto luminoso, que tendré que acallar mis gritos furiosos al alba de todos los días. |
11. Todo ha cesado Javier se levanta para gritar: – ¡Deténganse! ¡Dejen de disparar! En eso que Javier se ha levantado para gritar que cese el fuego, una bala dun-dun le ha ingresado por la espalda y salido por el estómago, abriéndole el vientre. Están en medio del río. Es la una de la tarde y el sol brilla con toda su inclemencia. – Me han dado. Me duele mucho. Me estoy muriendo. –Dice Javier. – Resiste. Resiste. Tienes que resistir. – Dile a mi familia que la quiero. – Recuéstate. Húndete en el fondo. Alaín Elías dejó de dar signos de vida minutos antes y todas las balas se concentraron en Javier. La canoa parece vacía. Pero sigue bamboleándose con las balas. ¿Por qué tanto ensañamiento? ¿Por qué tanto odio? Todo ha cesado, la lancha se bambolea con los disparos que siguen cayendo, concentrados en Javier a quien le atraviesan el cuerpo 29 balas. 12. En cuerpo y en espíritu Su hermana Cecilia lo recuerda así: Sus ojos eran profundos, de color granadilla, surcados por ojeras también profundas, sonrisa franca, era muy alto, de anchas espaldas, pies enormes y, según lo recuerda Mario Vargas Llosa, parecía que andaba como resbalando. Es Manuel Cabrera quien me proporciona los últimos datos sobre el físico de mi hermano: "Era un tipo grandazo. No encontrábamos chamarras (así llaman a las casacas) en Bolivia para él, tampoco zapatos porque calzaba 46. Era un problema porque los paisanos bolivianos son chiquitos; entonces, tenían que mandarle hacer a medida chamarras y botas." Siempre tuvo muy buen apetito, podía comer seis panes en el desayuno y seis a la hora del lonche. Su sitio en la mesa lo describe él mismo en una carta: “...sentado yo a la diestra de mi padre, conversando y acompañándolos como todos los años y todos los días”. Javier desarrolló muchísimo en cuerpo y en espíritu. Era de una salud de roble, sólo le recuerdo las enfermedades de niños: sus paperas enormes, el sarampión y la varicela. 13. ¿Quiénes son? La voz, el agua, el viento y los sueños del alma flotan a la deriva. La canoa aún baila en el río con el impacto de las balas. Morir en plena claridad del día en medio del río, qué extraño destino. Con el sol iluminándoles el rostro. Lo que más hay en esta hora es luz y es agua. ¿Qué significará todo esto? Y tierra empapada. Y fuego del sol. Y las balas que caen. En los sueños finales de Javier al morir estuvieron en imágenes desgarradas, su madre, su hermano Gustavo, apenas un niño, su padre, sus hermanas. Adelita, el amor de su vida. La calle de su casa. Dégale, su amigo. Una multitud, primero silenciosa y luego plena alborozada, en el día que vendrá, llenando las plazas. – ¿Están muertos? Nadie se atrevió a remar desde dentro de la canoa, sino solo a jalarla con los dos cuerpos en medio del río anchuroso, y el ojo de limo de agua en torno. Hay una multitud que contempla desde la orilla. Todos portan un arma, que aún la tienen entre sus manos. El que menos tiene una escopeta. Algunos siguen disparando por distracción, a cualquier sitio. ¿Qué hecho protervo ha ocurrido hoy día? – ¿Quiénes son? –Preguntan algunos. – Guerrilleros. –Es la respuesta. 14. Palabra de guerrillero En su poema Palabra de guerrillero, proclama Javier Heraud: |
Porque mi patria es hermosa corno una espada en el aire, y más grande ahora y aun más hermosa todavía, yo hablo y la defiendo con mi vida. No me importa lo que digan los traidores, hemos cerrado el pasado con gruesas lágrimas de acero. El cielo es nuestro, nuestro el pan de cada día, hemos sembrado y cosechado el trigo y la tierra, y el trigo y la tierra son nuestros, y para siempre nos pertenecen el mar las montañas y los pájaros. |
15. Cruzó el puente |
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