1.
Ese día salía libre también un libro de poemas
El
día 26 de febrero de 1921 César Vallejo salía libre de la cárcel
de Trujillo. Pero no solo salía libre él sino un libro de poemas que
había sido –sin saberlo ni quererlo sus captores– también
encarcelado, junto a su autor.
Ese libro es Trilce, escrito en su mayor parte antes de ser apresado y
puesto en cautiverio César Vallejo, pues entró a la cárcel junto a
él, para salir otro completamente transfigurado.
Fue este personaje Trilce quien, aquel sábado 26 de febrero del año
21 salía con libertad suma, porque entró siendo en parte deudor de
una estética en vigencia, de una manera de ser y entender la poesía.
Entró él, sí, arrastrando todavía algunas cadenas y grilletes
–como los tenían todos los demás libros de poesía de su época–
pero después de los 112 días de cárcel salió ¡puro, insospechado
y libérrimo!
Y ello por la fragua al rojo vivo a la que lo sometió su autor al
mirar las cosas de tal modo como puede hacerlo quien vive, en ese
trance, el momento más grave de su vida.
–El momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del
Perú.
2.
El hombre es también
organismo que padece
Ya no reiré cuando mi madre rece
en infancia y en domingo, a las cuatro
de la madrugada, por los caminantes,
encarcelados,
enfermos
y pobres.
Con relación al cambio radical de la poesía en Trilce, el primer poema
de ese libro es tan abrupto que la poesía deja todo lugar imaginable
donde ella se había posado hasta entonces –como eran los salones, los
templos, los campos de batalla, los jardines, o los sueños– para
aparecer, igual de rotunda, en un retrete, más aún, el excusado de una
prisión.
Es allí donde los reclusos son acosados con sonidos estridentes a
apurarse en los pocos minutos que les conceden para desahogar sus
intestinos «en la línea mortal del equilibrio», como concluye en el
verso final.
Pero el caso es que traslada este acto hacia una dimensión metafísica
del hombre quien, además de mente y alma –que siente y que piensa–
es también organismo que padece, suda, tose y se enferma, «con sus
propios líquidos». ¿Por qué no habíamos de trasponer esto a un
plano existencial y a la vez absoluto?
3.
El recuerdo
en la prisión
Pero
también es Trilce un libro donde César Vallejo afina sus recuerdos,
cribando sus cariños más puros, como lo dice en una carta a Oscar Imaña,
el 12 de febrero de 1921:
En mi celda leo de cuando en cuando; muy de breve en breve cavilo
y me muerdo los codos de rabia... Es cosa fea ésta, Oscar... y si
viene a mi alma algún aliento dulce, es la luz del recuerdo... ¡Oh,
el recuerdo en la prisión!
Como es recuerdo de su casa y de su infancia el siguiente:
Las personas mayores
¿a qué hora volverán?
Da las seis el ciego Santiago,
y ya está muy oscuro.
Madre dijo que no demoraría.
Aguedita, Nativa, Miguel,
cuidado con ir por ahí, por donde
acaban de pasar gangueando sus memorias
dobladoras penas,
hacia el silencioso corral, y por donde
las gallinas que se están acostando todavía,
se han espantado tanto.
Mejor estemos aquí no más.
Madre dijo que no demoraría.
Ya no tengamos pena. Vamos viendo
los barcos ¡el mío es más bonito de todos!
con los cuales jugamos todo el santo día,
sin pelearnos, como debe ser:
han quedado en el pozo de agua, listos,
fletados de dulces para mañana.
Aguardemos así, obedientes y sin más
remedio, la vuelta, el desagravio
de los mayores siempre delanteros
dejándonos en casa a los pequeños,
como si también nosotros
no pudiésemos partir.
Aguedita, Nativa, Miguel?
Llamo, busco al tanteo en la oscuridad.
No me vayan a haber dejado solo,
y el único recluso sea yo.
Dos fueron, entonces, los seres encarcelados el 6 de noviembre de 1920 a
las siete de la noche en el panóptico de Trujillo y dos fueron los
seres liberados el 26 de febrero del año 1921; ellos son: César
Vallejo y otro es Trilce.
5.
Dios sabe hasta qué
bordes espeluznantes
Este
último el libro que él tenía escrito en su mayor proporción antes de
caer preso, con algunos poemas bajo la forma de sonetos y que ahora sale
transfigurado.
Todo lo que fue aquel libro lo desestructura y rompe en pedazos, sometiéndolos
a una forja nueva y despiadada, confrontando su voz, su respiración, la
circulación de su sangre con lo que es mirar el mundo desde otro orden.
Esta nueva perspectiva es un punto donde el tiempo se vuelve ábside; el
instante se hace período o era histórica o algo aún más tremendo aún:
se vuelve destierro y eternidad.
Y tanto el hombre César Vallejo como su «clon», el libro, transpondrán
la prueba de fuego de cruzar los infiernos de lo que es una palabra
medida y sopesada en razón de la vida en sosiego, por aquella otra
suspendida en el borde del abismo, donde lo dice él –lo cito de
memoria– de este modo:
¡Dios sabe hasta qué bordes espeluznantes me he asomado, colmado
de miedo, temeroso de que todo se vaya a morir a fondo para mi pobre
ánima viva!
En
Trilce César Vallejo ya no versifica ni compone; le importa la sensación,
la emoción y el vuelo del genio que marcan el ritmo, que imponen el
tono y el gesto en la expresión.
En él deja caer o surgir la palabra en la química pura de la poesía,
sin andamiajes ni soportes, donde está el abismo nato.
En él las palabras explotan o afloran con libertad absoluta, con un
impulso vital inatajable, con una ansiedad y un temblor que asombra y
estremece, con un poder que ciega y que espanta:
En Trilce el lenguaje es fundacional, las palabras emergen como placas
tectónicas de un subsuelo en estado de movimiento sísmico, de tragedia
cósmica, de ignición.
En él se entresacan no sólo palabras nuevas, inusitadas y asombrosas
–como si ellas hubiesen estado esperando siglos o milenios para ser
liberadas– para surgir rotundas y naturales desde un infinito
inaugural.
7.
Un nuevo
ritmo estructural
En
Trilce se vuelven a designar los hechos y las cosas y las situaciones
por vez primera, como si se descubriese otra vez la realidad, o como si
la vida –advertida a pedazos– se mostrase entera, como si este mundo
fuera a la vez otro mundo.
Graniza tánto, como para que yo recuerde
y acreciente las perlas
que he recogido del hocico mismo
de cada tempestad.
No se vaya a secar esta lluvia.
A menos que me fuese dado
caer ahora para ella, o que me enterrasen
mojado en el agua
que surtiera de todos los fuegos.
En él la lógica estalla, se tritura. Y qué bueno que el primer
explosivo se ponga en la racionalidad y en el orden establecido, donde
se hacen astillas y detonan también las convenciones y las formas.
Aquí las palabras adquieren un nuevo poder cataclísmico pero, a la
vez, dulce y piadoso, con un nuevo ritmo estructural, con marejadas de
antítesis, de rupturas esquemáticas, de vendaval existencial; de ser,
sufrir y morir.
8.
Por eso yo también
he sido así
Sino,
he aquí el poema XIV de Trilce:
Cual mi explicación.
esto me lacera de tempranía.
Esa manera de caminar por los trapecios.
Esos corajosos brutos como postizos.
Esa goma que pega el azogue al adentro.
Esas posaderas sentadas hacia arriba.
Ese no puede ser, sido.
Absurdo.
Demencia.
Pero he venido de Trujillo a Lima.
Pero gano un sueldo de cinco soles.
Pero, también, donde hay lugar a la dulzura y a la confidencia:
Mentira. Si lo hacía de engaños,
y nada más. Ya está. De otro modo,
también tú vas a ver
cuánto va a dolerme el haber sido así.
Mentira. Calla.
Ya está bien.
Como otras veces tú me haces esto mismo,
por eso yo también he sido así.
9. Supra conciencia
cósmica de la poesía
Aquí
todo resulta inusitado y dispuesto a tomar otra configuración.
El mundo se ha deshecho para que a cada palabra surja un nuevo y exacto
lugar, pues ha ocurrido una hecatombe.
El mundo se ha deshecho para que él escoja los elementos convertidos en
estado puro, y con soberanía, en palabras de sumo poder y omnipotencia.
Para que todo se lo vaya situando de un modo totalmente nuevo, reciente
y original. En Trilce hay una conciencia absoluta de lo inmenso e
incorruptible que es el acto creador, que es situarse al lado de Dios.
Y es que César Vallejo tenía frente a la poesía una supraconciencia cósmica,
como un arte que exige la más ceñida, fiel y ardua dedicación, donde
cada palabra es un mundo dominado, un reino conquistado, un territorio
vencido y puesto bajo nuestros los pies.
Y así como Machu Picchu fue un refugio de piedra de los Incas de
Vilcabamba que defendieron la última luz primigenia del Incario, igual
Trilce encarcelado es el libro que funda de nuevo cada vocablo en su
significación primordial.
10.
Sombra y rumor,
fragua y combate
En
él se vuelve a someter a un orden de verdad y autenticidad cada rasgo y
cada giro del lenguaje.
En él se inaugura una nueva manera de asumir la poesía, donde las
palabras están suspendidas en una eternidad como fondo o como marco, y
se siente que ellas emergen de la esencia más honda y total del ser,
del alma humana y del mundo.
En Trilce él baja a los infiernos del idioma, deja la composición,
abandona los caminos trillados y otros aunque poco transitados, pero de
todos modos caminos perceptibles, intuibles, presentibles, para
sumergirse en los abismos del idioma.
En él todo es sombra y rumor, fragua y combate, donde la tierra y las
rocas arden, donde no se aventura nadie porque son regiones
inexpugnables.
Es órbita prohibida para toda y cualquier ánima viva, donde reza a la
entrada de ese recinto de pavor y de miedo:
Caminante o viajero, aquí deja toda esperanza.
11.
El telón de fondo
del silencio
Con
Trilce, él mismo lo dice y lo confiesa, sólo poniendo como testigo a
Dios, pudo asomarse y bajar al vacío del lenguaje y de la vida, porque
no hay lenguaje en la verdadera poesía que no cargue vida.
De allí sale felizmente aún latiendo, pero completamente transformado,
con una dosis y carga de silencio muy grande.
Antes
de Trilce Vallejo era jovial, dicharachero, pletórico con el idioma.
Después de su descenso al infierno carga sobre sus hombros, o domina
sobre su alma, una dosis muy honda de silencio.
Tanto es así que desde Trilce, cuya publicación data del año 1923,
hasta Poemas humanos, fechados la mayoría de ellos en 1937, estuvo en
total silencio poético.
Hay 14 años de silencio en que él rumia, medita, cavila.
Está hechizado y herido, con las alas tan estupefactas que escribe,
pero solo en el telón de fondo del silencio.
12.
Trilce se escribió
en la cárcel de Trujillo
Escribe,
sí, incansable y sin desmayo, pero sin lapicero, ni lápiz ni pluma.
Tampoco con máquina de escribir sino que escribe en el habla interior
de lo que no se dice ni pronuncia.
Con Trilce él prueba, urde el idioma, y a partir de allí, de ese
desnudar, copular y arrojarse a la entraña del idioma, él aparece con
otra faz.
Es un extraño. Ha cambiado sin moverse ni salir de la cárcel.
Así como El Quijote se escribió en una celda de Sevilla, el libro
fundamental que cimenta un nuevo lenguaje en la poesía se escribió en
una cárcel de Trujillo en el Perú.
A partir de entonces César Vallejo es un poeta que escribe sobre el telón
de fondo de su propia soledad y silencio interior.
13.
La grande e inmensa
poesía del hombre
Deja
a sus amigos de Trujillo con quienes todo era fraternidad, tertulias,
fiestas y busca un continente que para él debió serle lo más amargo,
cruel e implacable. Todo a medida del infierno que acababa de conocer
con Trilce, reescrito en la cárcel de Trujillo.
Él pagó con un bien el mal que se le hizo.
Dio a la poesía latinoamericana el orgullo de inaugurar la poesía de
vanguardia y el verso libre.
Un libro que ocho años después se publicó en Madrid, con prólogo de
José Bergamín y colofón de Gerardo Diego, causando el asombro.
Un libro que antes del surrealismo no solo lo anuncia sino que lo plasma
y a la vez lo supera.
Todo aquello que en Europa recién era escándalo aquí en Trilce es
experiencia vivida y ya convertida en descanso y sosiego.
14.
La grande e inmensa
poesía del hombre
Roberto
Paoli, prestigioso catedrático de la Universidad de Florencia –en
Italia, que es patria de Virgilio, Horacio, Dante, Petrarca, Leopardi–
advertía que en Vallejo hay más densidad genial que en muchos otros de
aquellos poetas universales que él cita.
Es hermoso saber y comprobar no sólo esto que el nombre de nuestro
poeta figura entre las cinco o seis voces más universales del siglo XX
sino otro hecho cual es que él fue un hombre íntegro, bueno y cabal.
Por eso, Paoli divide a los poetas en dos grupos, diciendo que «en uno
están todos los poetas y en el otro sólo César Vallejo».
Y es que nadie como el poeta de Santiago de Chuco se situó tan en la
esencia, como también en la cima, de lo que es la grande e inmensa poesía
del hombre.
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