1. La
muerte siempre será inesperada
Hoy, 28 de julio del año
2007, regreso de mi tierra Santiago de Chuco y me encuentro con la
triste noticia de la muerte en Lima de Emilio Barrantes Revoredo, el
maestro insigne que hubiera cumplido pronto 104 años de vida y, para mi
honra, amigo mío, quien me legó sus poemas, en uno de los cuales
expresa:
Si he pasado la línea,
triunfante
o vencido, que me perdonen todos
los gestos, las palabras y los modos
y mi humor de caballero andante.
Que perdonen al
viejo caminante
que a veces, entre piedras y entre lodos
va por las vías y por los recodos
con su carga de sueños, adelante.
Perdón para mi
amor terco y entero
para mi afán de ver azul el cielo
y verde la llanura sin medida
para el don con
que vivo y con qué muero
y la esperanza que en secreto velo
y el oculto tesoro de mi vida.
2.
Lúcido en la misión de servicio
Se podría enfocar la
vida del maestro Emilio Barrantes en un sin fin de aspectos y todos
resultarían proverbiales. Pero quiero escoger el más humilde a fin de
que se vea cómo cada detalle de su vida resulta ejemplar y
significativo en relación a la educación.
Hay un pasaje que como
todo en su trayectoria vital tiene un especial significado y sella su
destino de maestro. Quizá este sea el más simple de sus momentos, si
lo comparamos a otras coyunturas fulgurantes y estelares de su vida,
como fue su incorporación a la plana docente de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, en 1946, su elección como decano de la Facultad de
Educación de dicha casa de estudios en dos oportunidades: 1956 a 1961 y
de 1964 a1967; o el impacto que causara su discurso en la Asamblea de
Educadores realizada en Guanajuato, en el año 1964, o su nominación
para presidir la Comisión de la Reforma de la Educación Peruana, en
1969.
Me refiero más bien a
otra circunstancia aparentemente muy personal, sencilla y hasta anodina,
y a los sucesos concomitantes que ocurrieran en ese trance cual fue su
nominación y su viaje irrevocable, para hacerse cargo de su primer
puesto de trabajo en el campo del magisterio en el Centro Escolar 484 de
Palca, el año 1933, recién egresado de la Escuela Normal.
Este pasaje, del cual se
nos ocurre extraer los significados que expongo, lo narra en su libro
“Vida en las aulas”, del cual extraigo estas citas:
“Cuando me
nombraron Director del Centro Escolar 484 de Palca, ignoraba hasta el
nombre de esa pequeña ciudad. Es más: no me interesé por averiguar
sus condiciones de vida. Se me informó que era un distrito de Tarma y
yo me eché a buscar en un mapa el camino que era preciso recorrer
para llegar a él.”
Al leerlo, así de
golpe, acaso ¿no sentimos que un maestro de a verdad hace tal cual él
hizo? Asume la realidad, no se interesa por indagar acerca de las
condiciones de vida, parte a una misión sin hacer consideraciones de
las comodidades que en dicho puesto ha de tener ni especula acerca de la
importancia del lugar.
¿No se transluce de
esta manera la alta misión de servicio de un maestro auténtico? Asume
su labor, tal como si fuese un misionero, atraído y subyugado más bien
por lo que ha de conocer, aprender y ayudar a superar.
3.
Imbuido de ideales
y de anhelos en su preparación
“Era la separación
de Lima y la consideraba definitiva”.
Un maestro es así; pone
todo en un platillo de la balanza y apuesta a ganador, que es lo que
hace Emilio Barrantes al asumir su flamante puesto.
No actúa calculando
cada situación que se avecina ni mucho menos la mide de acuerdo a su
conveniencia sino bajo el impulso de su corazón y su objetivo de
educar, de ser guía y orientador. Y se desgaja definitivamente de lo
anterior, rompe sus amarras, no deja ningún lazo, ni ancla a la cual
asirse. Se va, para siempre; con la convicción de asumir un mundo nuevo
de manera total.
“Cuando subí al
tren, tenía la seguridad de que abandonaba un mundo para entrar a
otro”.
Es el empeño del joven
maestro. Es la entrega absoluta de quien se ha formado para asumir su
destino de modo pleno. Se deja el mundo de atrás por el mundo de
adelante. Se troca el mundo antiguo por el mundo nuevo, que es todo
expectativa.
Ahora bien, estos
mundos, el de antes, el de ahora y el de después, son muy distintos,
casi contradictorios y hasta opuestos y en pugna.
Deja el mundo de la gran
ciudad, de la capital del Perú, de la urbe, e ingresa al mundo andino
lacerado de pobreza y marginación; sin servicios básicos, sin luz,
agua ni desagüe, pero colmado de anhelos; sin comodidades pero henchido
de promisión; sin diversiones pero imbuido de ideales, de afectividad y
esperanza.
4.
Como el guerrero a quien
solo importa con quien va a luchar
Veamos lo que ocurre: un
hecho que grafica aún más el sentido implícito en este acto de dejar
lo antiguo y asumir lo nuevo:
“Compré una
maleta lo suficientemente grande para que pudiera contener todo lo que
deseaba que fuese conmigo... La maleta se perdió en el viaje y con
ella mis libros, mis útiles personales y hasta mi diario: todo lo que
necesitaba urgentemente y que, en algunos casos sentía como parte de
mi mismo. Sin embargo, la pérdida no me afectó en absoluto. Compré
en Tarma lo que me parecía indispensable y me dediqué a leer y a
cantar con el mejor ánimo del mundo”.
¿No es revelador y
pleno de significados este hecho en quien como Emilio Barrantes todo
tiene el carácter de paradigma? ¡Pierde su maleta!
Encuentro hasta simbólicos
estos aspectos que suceden: el tren, la maleta perdida, el dato de que
ello no le afecte en absoluto, el dedicarse a leer y ¡a cantar! Es
decir: hace una travesía. Deja atrás el pasado. Se siente libre.
Abraza sus ideales. Y se reafirma en dos actividades del mayor
significado: leer y cantar.
Cuida de no sentirse
abrumado para posesionarse del mundo nuevo, para no empezar derrotado.
Por eso no se permite ningún pesar en la maleta perdida.
Porque, pensamos: ¿Qué
es la educación? Un lanzarse y arrojarse totalmente a lo nuevo. Un
tender el paso hacia adelante como el más importante. El que haya
confianza, como la del guerrero a quien solo le importa con quién va a
luchar, aquello que tiene que vencer y superar: en este caso la
ignorancia, la apatía, el desaliento y el reto de asumir jubilosos el
futuro.
5. Cantar con el mejor ánimo posible
Aquella maleta valía
mucho, como vale mucho el mundo que se deja. Porque, cuando le he
solicitado a Don Emilio fotografías de su época estudiantil me ha
respondido: “Todo estaba en esa maleta que perdí en mi viaje a
Palca”. Tampoco conservaba la imagen de su madre, a quien adoraba,
porque su retrato estaba en esa maleta.
Lo sorprendente es la
actitud de expresar que esa pérdida no le afectó nada. Porque la
maleta representa el mundo antiguo frente al reto del mundo nuevo que
hay que asumir y ante el cual caben todas las iniciativas a fin de
lograr las transformaciones y cambios que se requieren y son necesarios.
¿No percibimos entonces
que hay aquí un secreto, una llave maestra, un tesoro y un signo
providencial de lo que es ser maestro?
Porque, era su primer
ingreso al aula, al patio de recreo, al sistema educativo. Más
importante, infinitamente más importante que esa pérdida de la maleta
era la misión que tenia que cumplir. Y esa prueba no podía encontrarlo
debilitado, tronchado ni frágil.
No es que no tuviera
valor la maleta que acababa de perder. Allí estaban sus libros, sus
escritos, ¡su diario intimo! Y mucho más siendo él tan exacto y
riguroso con sus asuntos y cosas.
Pero le creo cuando dice
que no le afectó en absoluto, por la circunstancia que vive en ese
momento: del maestro que va a enfrentarse con su misión y desafío sin
permitirse ninguna resquebrajadura, mella ni vacío.
Es por eso, como él
mismo lo confiesa, que
“se dedicó a leer y a cantar con el mejor ánimo del mundo”.
Y esto quiero resaltarlo como un mensaje que toca asumir y efectuar en
todo maestro que se precie de tal.
6.
Ánimo, esa es la clave
“Animo”, es eso lo
que hace, sostiene y alienta el ser maestro. Ponerle ganas, entusiasmo y
alma a nuestra tarea magisterial. Ánimo es lo que hasta ahora, a sus
104 años alentó y seguirá alentando don Emilio Barrantes, ánimo que
no debemos perder ni dejárnoslo arrebatar como él no lo perdió ni en
aquella ni en ninguna otra circunstancia. Ánimo es lo principal que él
nos lega o deja, incluso en esta hora en que él ha partido. Ánimo es
lo que resuman cada una de sus páginas de los libros que ha escrito. Es
lo que lo mantendrá vivo por siempre entre nosotros. Ánimo es lo que
él irradia desde el fondo de su presencia iluminadora. Ánimo es lo que
yo sentía ante su presencia de más de una centuria. ¿No es
extraordinario?
Y ha contado cómo a la
mañana siguiente, después de haber llegado al poblado de Palca,
encajonado entre cerros y azotado por un viento frío y desalmado, fue
al local de la Escuela 848 y encontró que era un edificio a medio
construir, con huecos en vez de ventanas y por donde corría el viento
de modo inclemente y despiadado.
El corazón se le estrujó
al descubrir que en lo que podía ser un patio los niños de rostros
cobrizos, pobres pero de mirada pura e ilusionada prorrumpieron en
dedicarle la siguiente canción a su nuevo maestro:
“Yo soy el indio
que gime y llora,
desgraciado hijo del sol...
Tú solo puedes, ¡oh! sabio maestro,
con tu ciencia darme la luz.
¡Salva mi raza de la esclavitud,
rescata mi antiguo esplendor!”
7.
Redimir en algo la difícil
situación de los niños
“La voz aguda y
pura de los niños, la letra de esa canción, el calor del momento, la
espontaneidad y la fuerza de ese acto improvisado, me llenaron de un
sentimiento profundo que borró por completo la pobreza y la fealdad
de la inconclusa casa de estudios, para dejar solo aquel vibrante
trozo de vida humana que se fundía amorosamente con la mía.”
¿Qué mensaje más
hondo, desafiante y fortalecedor que éste para un joven maestro imbuido
de ideales y anhelos de redimir en algo la difícil situación de los niños,
jóvenes y adultos de nuestro país?
¿Qué prodigio es la
educación para sentir en un instante cómo puede cambiar el alma desde
el desasosiego de mirar huecos en donde deberían haber ventanas e ir
sintiendo cómo todo se convierte en fortaleza, ánimo y pasión de
querer hacer las cosas de modo distinto y mejor? ¡Y eso en esencia es
ser maestro! Tener ánimo para afrontar incluso las adversidades.
Y es que Barrantes nació
para la educación, estuvo signado por ella. Era su esencia, su centro y
su vocación. O mucho más que esto: su gran amor Él lo explicaba del
siguiente modo:
“No es que yo elegí la educación sino que ella me eligió a mí”.
Y reiteraba:
“Era una
fuerza superior a mí mismo la que me hacía vibrar por entero cuando
se trataba de la educación.”
Lo dice cuando relata cómo
tenía que escucharse, a sí mismo, sus alegados y prédicas llenas de
fervor por la educación; sus reflexiones acerca del niño, la escuela y
la educación que luego diría en auditorios repletos de personas.
Dicha emoción solo se
produce cuando la persona siente que hay un designio, una marca de fuego
o una misión a cumplir en determinado campo, área o perspectiva
humana.
Cuando la persona es un
receptáculo de un mensaje superior y profundo que viene desde muy lejos
y respecto al cual ya no se trata de elegir o no tal o cual tema,
trabajo o profesión sino que se siente que ella es la que nos ha
elegido.
Ahora él ha partido,
pero nos deja la estela de su ejemplo.
Como en “Platero y
yo” Juan Ramón Jiménez encuentra una flor del camino y le dice a su
inocente acompañante:
“Esta flor vivirá
pocos días, Platero, aunque su recuerdo podrá ser eterno”.
Así, don Emilio
Barrantes será imperecedero. Él lo quiso y se forjó para ello, por
eso escribió:
Dejadme el avatar
sobre la frente,
olas informes, inaudibles ruidos,
una ronda de seres adormidos,
el fluir silencioso de una fuente.
Quiero quedarme
aquí, junto al riente
árbol de aves y trinos preferidos,
entre las hojas verdes y los nidos
de una tarde inventada sin presente.
Dejadme sin
palabras cualquier día
en una ensoñación y una quimera
a la vuelta de una hora, de un segundo,
con una pala al
tiempo que quería
una imposible eterna primavera
y una paz y un amor en este mundo.
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