Pago a la tierra
En mayo en Santiago de Chuco se florece. Pero esta vez subiremos a las
Tierras Amarillas camino a Urupamba y allí haremos un pago a la tierra,
danzando con cajero en baile de pallo, y recogeremos flores bajando por
la ruta del hospital.
Las flores que crecen en aquel cerro que nunca tuvo nombre, pero que
desde ahora lo identificaremos como Cerro de las Águilas, porque siempre
allí se posan y planean con sus vuelos rasantes las águilas, son flores
silvestres breves y candorosas, de colores morado, gualda, bermejo y de
un azul y blanco infinitos.
Ahora que vas con nosotros en la Telúrica de Mayo, entre el 18 y 20 de
este mes, recógelas y guárdalas como amuletos.
Hasta ese lugar subiremos a las 6 de la mañana, y danzaremos pagando con
chicha de jora los dones sagrados que nos brinda la tierra.
1. Mañana se florece
Después de las lluvias de marzo y abril emerge el sol de mayo en la
serranía, brillante, resplandeciente y la naturaleza se enjoya de mil
espejos e iridiscencias.
En cualquier lugar han brotado mil flores y se han colmado las fuentes
de berros, acelgas y azucenas.
Debajo de los troncos de los árboles se encuentran infinidad de
sorpresas:
Grillos, gusarapas, saltamontes. Y las cantáridas azules que producen
éxtasis y delirios.
La lluvia ha cesado y podemos palparla contenida en la corteza aún
mojada e hinchada de los árboles.
¡Es primavera en los andes!, la estación del agua hecha flor y del amor
hecho fruto, en donde todo estalla, fulgura y alcanza esplendor.
Y mañana se florece.
2. Se amanece
Se "florece" amaneciendo en los campos verdecidos, donde la gente mayor
baila al son del bombo y la flauta, se agitan polleras.
Y bajo las polleras se baten sombreros.
En las cumbres de los cerros y en toda loma o altozano donde se erige
una cruz.
Los niños nos dedicamos a explorar la tierra y sus maravillas.
– Tú, ¿dónde vas a florecer mañana?
– En Crusgay, en la casa antigua de mis abuelos.
– Y tú, ¿Manuel?
– En Cotay, donde mis papás van a ser mayordomos.
– Y, ¿tú?
– Mira, allí; en esas casitas de arriba del cerro más alto. Desde ahí
todos los días doña Hermelinda nos trae leche. Nos ha invitado a
florecer.
3. El lucero del alba
Por eso, esta noche el sueño se ha espantado. No podemos dormir, porque
amaneceremos en el campo. Más tarde comeremos choclos, habas verdes y
chungares en los poyos, afuera de la cocina, mirando los sembríos, los
cerros lejanos y el cielo azulado.
– ¿Ya pusiste en la alforja sal, fideos, azúcar, fósforos...?
– Sí, mamá.
– Entonces a dormir, para salir temprano y ver si tienen suerte de
contemplar el chusgo.
Es noche oscura y hace un frío que hunde sus alfileres y cuchillos en la
piel inocente.
– Y ¿qué es el chusgo mamá? ¿Es un cometa, o qué es?
– El chusgo es el lucero del alba que solo este día del año y muy de
madrugada luce su atuendo de príncipe encantado.
4. ¿Qué es el chusgo?
Es un halo de luz radiante y hermosa que aparece en el cielo despejado y
límpido. Y casi siempre muy cerca de la personas a quien cabe en suerte
de que se muestre.
No a todos recae la fortuna de verlo y contemplarlo. Muy pocos son los
agraciados a quienes se les aparece.
Es una bondad infinita la que se les ofrece, por la misión que deben
cumplir en la vida, por un objetivo grandioso que tienen que alcanzar en
su existencia y que les encomienda la madre tierra.
Por eso ante un destino superior se dice:
– A él se le apareció el chusgo.
Verlo asegura para siempre una vida realizada sea en la intimidad de la
casa como fuera de ella.
De allí que los hombres velan, se echan la armada y encogidos esperan
verlo.
5. El rocío en los capullos
Por eso hoy al escuchar el primer trino y el primer gorjeo hemos saltado
fuera de la cama.
Los campos se delinean cubiertos de flores lilas, amarillas y fucsias.
Regurgita un arroyo. Cruje una penca y desde el maguey extiende por toda
la hondonada su silbo el tordo.
El amanecer nos coge en el camino, entre balidos de ovejas, cantar de
gallos, zumbido de abejorros y distantes rebuznos y relinchos de
acémilas.
– Pasen niños, pasen. Todavía está oscuro. Por aquí dejen sus cosas.
En la ropa traemos prendidos los cadillos de las cercas, en la boca el
dulzor de las cañas de mayo y en las manos heladas el rocío en los
capullos de esas flores amarillas cogidas en el camino, como ofrenda a
la casa que nos recibe.
6. ¿Y qué se hace hoy día?
La fiesta de hoy día consiste en que se velan las cruces de los caminos
en las casas adonde se hace fiesta.
Para ello, primero las traen y en un arroyo o quebrada de agua
cristalina lavan la cruz y también quienes van en la comitiva, se echan
agua a la cara, se mojan la cabeza y se acicalan.
Adornan y visten las cruces.
De campanillas, esas flores con capullo de un rojo bermejo y que cuelgan
como pompones o borlas de estandartes.
De sunchos silvestres de color amarillo intenso.
Con margaritas que crecen en las cercas de las chacras de un radiante
azul celeste.
Y luego, al compás del cajero, se lleva la cruz a dejarla en la colina
del camino desde la cual domina nuestros campos.
7. Al centro va "el cajero"
Aquí está don Santiago Huamán alrededor del cual la gente baila.
Al compás de su bombo, hecha la envoltura de cáscara de eucalipto con
dos pellejos curtidos de chivo o de perro a ambos lados.
Los cueros están amarrados y templados con pitas de cabuya sacada de las
pencas. Allí golpea marcando el compás con la taitana.
Es un palo hecho de capulí o molle con una talega de cuero en la punta
ablandada con lana puesta hacia adentro.
Con la taitana aporrea en el cuero y en el aro de la caja o tambor con
el mero palo, y con lo cual da el ritmo que hace zapatear a su alrededor
a la gente que delira:
– ¡Que viva el primero de mayo, fiesta de las flores!
– ¡Que viva!
– ¡Que viva el lucero del alba!
– ¡Que viva!
8. Salud por las cruces
– ¡Que viva Santiago de Chuco, nuestra tierra!
– ¡Que viva!
Y arrancan los huaynitos, las marineras, las cashuas; y los aires de la
tierra, que don Santiago Huamán desprende, eleva y vuelve a sepultar
solo con la flauta.
Ella une su boca con el bombo cerca de donde tiene los orificios que
tapa y destapa con los dedos renegridos y mientras sopla.
La flauta esta está hecha de palo de saúco ahuecado en el centro, al
cual se le ha labrado una embocadura.
También un huequillo detrás, que abre y desabre con el pulgar. Y tres
ventanas adelante que pulsa con los otros dedos.
Con ellos se obtienen todas las tonadas que hacen contornearse, añorar y
exaltarse hasta las lágrimas a la gente, sea en las plazas como en las
lomas o en las parvas.
O, como ahora, al pie de las cruces adonde vamos. O en los caminos por
donde ahora pasamos.
– ¡Salud, por las cruces!
– ¡Salud!
9. Y, ¿qué se come hoy día?
Y, ¿qué se come hoy día?
Hoy se comen choclos humeantes con sus inmensos granos de ambar
transparente enfilados en huestes parejas, lechosas y blandas.
Hoy se comen papas recién sacadas del surco al borde de la chacra que
aún presenta la tierra removida y al costado la planta. De ella se han
extraído los tubérculos prendidos a las raíces, después de lo cual yace
desfalleciente como una mujer que hubiera parido.
Se comen frutos que aún están en sazón: habas verdes, arbejas que
llamamos chungares, caiguas olorosas a agua que corre y a vientos
desatados.
Hoy se comen frutos en agraz, que recién se cosecharán en junio, de esas
plantas que aún están en espiga. Y que se miran desde aquí: como los
maíces que se mecen tiernamente con la brisa.
Y se comen frutas como las guayabas, las chirimoyas, las granadillas y
el capulí.
Y se brinda con chicha fermentada hace doce o veinte días.
10. Tu inocente y palpitante corazón
De pronto mis ojos se llenan de los ojos de la niña aldeana, linda como
una fuente de agua.
En las faldas de la colina, hasta donde hemos llegado, el aroma del anís
se extiende arropando toda la comarca.
– ¡Anís que curas del olvido! –dices.
Llevando en tus hombros tu leve rebozo de niña te inclinas y coges un
tallo con sus hojas en palillo, sus dos o tres flores blancas.
Lo frotas levemente entre tus manos morenas y haces un hueco con las
palmas para que yo huela en silencio.
Allí están encerrados los tejados, los valles profundos, los ríos
serpenteantes, los riscos de miedo, las níveas montañas, como también tu
inocente y palpitante corazón.
11. Untado en las palmas de tus manos
– Piensa un deseo, –me dices.
Pienso: que nunca deje de mirarme en tus ojos como lo hago ahora.
– ¿Ya pediste?
– Sí.
– Ahora cierra otra vez los ojos. Sopla tu aliento en mis manos, sin
dejar de decirte a ti mismo que se cumpla.
Musitándolo con toda mi alma y sin dejar de mirarte, digo:
– Que nunca yo me olvide, ni de esta hora ni de este olor.
– ¡Abre tus ojos! ¡Ya! ¡Tu deseo se cumplirá para siempre!
Así el olor del anís que abunda en las lomas de Santiago de Chuco,
untado en las palmas de tus manos, se quedó en mi memoria mayo para
siempre, eternidad tras eternidad, con el lucero del alba.
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