Instituto del Libro y la Lectura del Perú, INLEC 

24 de junio 
Fiesta del Inti Raymi 
El Amaru, mito del Sol y del Agua 
Danilo Sánchez Lihón
http://danilosanchezlihon.blogspot.com/ 

1. La sequía

 

Hace mucho tiempo, sobre la tierra se abatió una gran sequía.


Como si todo estuviera condenado a desaparecer, ya no quedaban rastros de molles ni quinuales, ni siquiera del ichu que crece en  los pajonales.


Perecieron plantas y yerbas de colinas y bajíos, y hasta los líquenes y musgos que se entretejen en las piedras se extinguieron bajo el sol implacable.


Los campos se cuartearon de sed.


En el lecho de antiguos ríos y estanques se abrieron grietas y desde allí se extendían las llanuras polvorientas.


Las piedras se caldeaban sin árboles que les den sombra.


Sobre la tierra parda, de guijarros menudos y cortantes, silbaba el viento.

 

2. El picaflor

 

Aún la flor del qantu, el arbusto sagrado que resiste y florece en la aridez y el estío, sintió cómo se marchitaban sus pétalos, luego sus hojas y después cómo se iban consumiendo sus raíces.


De ella sólo permanecía una rama con un capullo intacto, que poco a poco brotó entre los tallos retorcidos.


Al abrirse en flor, giró a lo lejos en dirección de la montaña venerable y, resistiéndose a morir, fue transformando sus pétalos en alas, su corola en pecho, las espinas de su tallo en plumas cordales.


Y del estambre amarillo-azul-rojo, sobresalió la fina cabeza de un picaflor que, agitándose en el aire, se desprendió dificultosamente de la planta que irremediablemente quedó calcinada.
 

 

3. En la cima

 

Un breve instante revoloteó en la brisa caliente.


Y convirtiendo su debilidad en fuerza tomó rumbo hacia lo alto en dirección de la cordillera.


Llegó hasta el borde de la laguna de Wacracocha incrustada en la roca más dura.


La bordea sin atreverse a beber pese a su sed, ni siquiera a sobrevolar sus aguas que se extienden quietas en un cuenco plateado.


Después de contemplar la penumbra insondable vuela hacia la cumbre del Waitapallana.


Tiene la cumbre nevada más alta entre una cadena de moles encrespadas. De hondos precipicios jamás alcanzados por el halcón ni el cóndor ni el águila.


Casi exhausto, el picaflor se posa en su cima helada por el viento.
 

 

4. La flor del qantu

 

Con el aliento final que aún le queda y el corazón sangrante, le suplica a la montaña:


– Padre Waitapallana. A ti te adoramos y a ti te pedimos, porque en tu entraña hemos sido engendrados.

– Escucho hija mía.


– ¡Padre amado! ¡Por la tierra siente ternura! Apiádate y sálvanos de la sequía.


Dicho esto se desplomó y un manojo de plumas quedó esparcido en la roca intocada, manchándose de rojo.


El Waitapallana siente una profunda congoja que se une a la aflicción de ver a la tierra estéril y devastada.


Reconoce en el picaflor el perfume de su amada flor del qantu.
 

 

5. Ruedan dos lágrimas

 

Tanto  es su dolor y tan hondos sus latidos que dos lágrimas de durísima roca resbalan por sus mejillas.


Y caen desde lo alto por los hondos precipicios.


Golpean en las aguas del Wacracocha, que se abren haciendo retumbar el universo.


Las lágrimas del Waitapallana llegan con estruendo hasta el fondo del lago y despiertan al poderoso Amaru.


Lentamente se despereza. La tierra se mueve con violencia.


Y alza su cabeza que descansa en el lecho de la laguna encantada. Y luego se desenrosca en las profundidades, a lo largo de la cordillera.


Caen los cerros envueltos en polvo. Ruedan las peñas con un ruido bronco. El Amaru desliza suavemente su cuerpo, mientras en la tierra se producen derrumbes y cataclismos.
 

 

6. Se despierta el divino Amaru

 

Al principio sólo un leve temblor se percibe en la superficie del lago envuelto en un cuenco de jaspe y granito.


Luego hay un bamboleo en las orillas translúcidas. Y pronto un oleaje crecido estremece las montañas, alzándose después una turbulencia de espumas y aguas agitadas.


Por el centro del lago aparece el divino Amaru, serpiente alada con cabeza de llama y cola de pez sin tiempo, de ojos cristalinos y de un fulgor transparente.


Su hocico rojizo y párpados perfectos, con dos breves alas que se mueven a lo largo de su cuerpo.


Hunde y levanta la cabeza de lana blanca y bermeja que cubre su cuello, su frente y sus orejas.


Y pasea su mirada inocente en un extraño encuentro entre el día de afuera y la noche de adentro.


Con sinuosos movimientos se desprende del agua y se eleva en el aire ondulando estruendoso su cuerpo de fábula.
 

 

7. Lanzas, armaduras y estrépitos

 

El sol, al verlo, se turba. Reverberan confusos sus rayos en el espacio sideral.


El amarillo de su faz inclemente se vuelve violeta-granate-negro. Su cabeza de fuego y sus ojos flameantes estallan de ira.


Y a combatirlo lanza diez mil rubicundos guerreros de mentones con barbas de plata, ataviados de yelmos, escudos, porras y macanas, cabalgando en relámpagos y desatando centellas.


El Amaru al verlos venir se dirige a su encuentro elevándose imponente y moviendo la cola de serpiente.


Y arremete desorganizando los haces de fuego.


Un remolino de espanto, un ciclón de furia los envuelve, cubriendo la bóveda del cielo.


Estalla una andanada de rayos, un estallido de escudos y lanzas que se quiebran.


Se observan fulgores y se escuchan estrépitos.
 

 

8. Luchan el sol y el agua

 

El Amaru ondula su cuerpo ágil en el viento. ¡La lucha es feroz e incierta!


Del hocico agitado del Amaru se desprende la niebla que se enreda en las cumbres de los cerros y se deshilacha entre las peñas.


Del movimiento de sus alas se precipitan las lluvias que van cayendo gota a gota y luego en torrentes.


De su cola de pez se desgaja el granizo en bolas redondas y transparentes que golpetean y resbalan por las laderas o se quedan extasiados hasta fundirse con las piedras.


Fuegos dorados y brillos de plata desprende su cuerpo ardoroso. Y del reflejo que deja nace el lento arco iris.


Así vuelve a correr el agua cuando la vida parece extinguida. Cae la lluvia y alumbran los ojos de los manantiales.


Reverdece la hierba y son llenadas las quebradas, los arroyos y puquiales. Se suavizan las praderas y se llenan los cauces de los ríos.
 

 

9. Allí nacen

 

Así nos narran nuestros antepasados.


Diciéndonos que es el Amaru el que sintetiza el poder del sol y la virtud del agua, dando como resultado la fertilidad y con ella la creación.


Y nos advierten que en las escamas relumbrantes del Amaru están inscritos todos los signos, los asuntos y paisajes.


Allí están presentidos todos los destinos, el diminuto rocío y las cataratas impetuosas.


Allí están todas las letras, todos los números y todas las claves:


Las canastas llenas o vacías, como los ataúdes lentos.


En ellas están trazados todos los caminos, como erigidas y borradas todas las ciudades.


En ella habitan todos los palpitos y todos los desatinos.


De allí nacen realidades y sueños, entre todos ellos nosotros que también somos sol y somos agua.

Danilo Sánchez Lihón

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