Instituto del Libro y la Lectura del Perú, y Capulí, Vallejo y su Tierra

Presentación de un nuevo libro Capulí:

“Evangelio Vallejo”
De Danilo Sánchez Lihón

¿Es Vallejo un redentor?
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com  

1. Vallejo asume la condición del hombre

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Deviene en padre, madre, culpable, salvador, responsable, identificado por, en, sí, a favor, infinita y en totalidad con la condición humana.


Es la autenticidad para asumir el mundo y solidarizarse con los más débiles, marginados, golpeados, indígenas, pordioseros, lo que legitima a un ser humano o divino como un redentor.

 
Mucho más si es un ser humano que se erige y reconoce a Dios hasta en el vendedor de loterías.


La opción de la poesía por los pobres, los míseros, los expulsados y mendigos jamás fue, como en César Vallejo, tan honda, cabal e íntegra. Sólo en el ámbito de la religión hay el referente sublime y conmovedor de Jesús.


Pero en la literatura, ¿quién? No hay. No se registra. Nadie. Ni en el ámbito nacional, americano ni a nivel mundial. ¿Quién con la consagración y autenticidad de César Vallejo?

 
Nadie. Ninguno. Nada. ¡Jamás! Ninguno. Sino, digan ¿quién? ¿Cuál? ¿Dónde?


Y aún más: morir por las poblaciones agredidas, hechas escombros sobre escombros, bombardeadas, fusiladas en la España crucificada en el holocausto de la Guerra Civil española.


¿Quién entonces? Y murió por consustanciarse aún más con todos ellos.

 

2. Por él habla el hombre

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor:


Por la capacidad para recoger experiencias del mundo y proyectarlas en un horizonte de valores hace que muchos seres humanos transformen su vida.


Tal ocurre con la trayectoria vital y la obra de César Vallejo que es un coloquio con el ser más íntimo del individuo, pero también con el hombre hecho prójimo, pueblo y sociedad.


 Él se encumbra como el habla del ser humano integral, es la voz que interroga y que a la vez reniega, blasfema y condena. Que se manifiesta individuo y trasciende en colectividad.


Por él se enuncia el hombre impertérrito en su soledad, como habla la humanidad congregada, militante y multánime. Por él el hombre abatido sonríe y por él acuna también su más pletórica esperanza.


Por él se expresa el individuo y por él se expresa la especie humana.

 

3. Su gigantesca aventura humana

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Al explorar el fondo las raíces del alma encuentra inspiración para el bien y con qué afrontar las adversidades y elevarse hasta las estrellas. Más al fondo de donde puede ser posible, o donde pueda verse y hasta si se quiere imaginarse o presentirse cualquier indicio de unidad.


Los Poemas humanos son fruto de las entrañas más hondas y viscerales del sufrimiento a que puede llegar el ser en alegato del hombre; y todo esto sin una entidad segura, vigilante y protectora.


Sin alguien que lo ampare, sin una boya que lo sostenga, sin una brizna que lo salve, sin un asidero al cual cogerse, hecho que resulta despiadado y atroz. Y a la vez un acaecimiento hermoso.


Nosotros como individuo somos todos. Todos son uno a su vez en el hombre colectivo. Esta mística de lo humano deja de ser teología de lo divino.


Ya no es que se pone como el referente más alto, superior y supremo a Dios. Ya no es Dios lo grande, sublime y excelso, sino el hombre. Hay rebelión que no deja de ser sublime si por ello se arriesga la vida.


Su gigantesca aventura humana, de ganarle al dolor, de entresacar algunos diamantes al sufrimiento y hasta arrancarle oro puro a la muerte, es majestuosa.

 

4. Comunión con la humanidad dolida

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Construye sobre el abismo, unas claves redentoras de la condición humana.


Vallejo se pone de pie sobre el vacío, en “la línea mortal del equilibrio” y todo lo transforma en infinita redención humana, escanciando el dolor de familia, de raza y de especie. De humanidad íntegra y total.


Y su solidaridad es sin excluir ni al rico ni al malo, ni al egoísta ni al perverso, ni al criminal ni al pecador, ni a la víctima ni al victimario.


Para Vallejo no hay excluidos. Todo lo humano merece nuestra emoción solidaria. Y lo exalta. ¿Es acaso amoral? ¿No tiene entonces ni ley ni principios? Al contrario: Opta por matar al mal. Se ensaña en abolir la muerte mediante la acción solidaria. Predica y demuestra que es posible.


Porque la muerte, el hambre, la pobreza no son humanos.


Hay en él la comunión con la humanidad dolida y representada en el hombre común y corriente, pero en pasión vital.

 

5. Pedacitos de pan fresco

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Se preocupa por tu dolor, lo hace suyo, lo encarna, lo padece igual o más que tú mismo.


Cuando tu dolor lo introduce en su alma, por nada ilegítimo ni espurio sino porque te quiere incondicionalmente.


Aunque pareciera que no lo conoces ha muerto efectivamente por ti y para darnos a todos los hombres una muestra de hermandad universal.


Y lo hizo por nada que sea conveniencia personal, sino por puro cariño, por “cariño doloroso”, por dulzura de ser, talvez porque naciera muy feliz en Santiago de Chuco y por conciencia suprema del bien.


César Vallejo se preocupa por el dolor de toda la humanidad no como Dios sino como hombre, por el padecimiento hasta del rico a quien cabe ayudarlo a ser más rico si así lo anhela; por la justicia, por la libertad, por quienes son agredidos y padecen el abuso y la explotación.


Porque se desvive por todos aquellos a quienes falta algo, a quienes ha de repartir “y hacerle pedacitos de pan fresco / aquí, en el horno de mi corazón...!”.


No es un ser con insignias de realeza ni divinas. Surge del común pero su proeza es sublime, gigantesca y descomunal.

 

6. Quédate hermano

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Abraza al hombre concreto y también al hombre ideal, como invención y entelequia. Como sueño del ser y don supremo.


Y lo hace con una rigurosa conciencia histórica. Y lo proyecta como un mensaje de fe y esperanza hacia todos los confines, utilizando además, como Jesús, el lenguaje insigne de la poesía.


Su palabra es una radiografía esencial del hombre sin ambages ni tapujos, presentado orgánicamente, con sus vísceras, su tos, sus vagidos; sus nos y sus todavías. Es decir como un recién nacido y pequeñín.


Sin embargo, como nunca traza la perspectiva de una humanidad  dirigida a la utopía.


Es el hombre en el heroísmo colectivo de resucitar con un ruego común, solidario y unánime a otro hombre.


Es lo humano en el mensaje absoluto de la fraternidad, rogando ante la muerte: “¡Quédate hermano!”.

 

7. ¡Matad a la muerte!

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Carga con el peso del mundo, como si se echara a los hombros el destino de toda la grey humana, como si asumiera por un deber sacrosanto la representación plena del hombre, más aún en su estado de cruel sufrimiento y dolor.


No estaba obligado a desvivirse por el drama de España. Incluso no estaba ahí sino lejos ¿Qué otros hombres lo siguieron con la angustia y la tribulación con que él lo siguió?


A tal punto de morir como un miliciano de la república, voluntario de un deber moral, como una cifra más de esa contienda, como un soldado que apunta a matar no al prójimo sino al mal, al dolor y a la muerte.


Porque en su vida y en su obra todo está visto desde la óptica del amor en contraste del mundo impávido, indolente y feroz.


Vallejo el dulce, consustanciado con el hombre débil, el hombre con defectos, que tose, que nació muy débil y que adolece.

 

8. Hoy sufro solamente

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Padeces, sientes y sabes que hay alguien que padeció más por ponerse a tu lado y solidarizarse contigo.


Cuando sabes que alguien pudo ser feliz y dichoso pero renunció a ello y se sacrificó por estar a tu lado sin que se le ofrezca nada.


Cuando depuso todo interés personal por el interés colectivo. Y eso es la medida de la santidad. porque es santo quien hace suyos los padecimientos ajenos y la suerte de todos lo liga a tu suerte, si es posible hasta sucumbir. Y él lo hizo así.


Él sufrió por el destino del hombre. Pero su sufrimiento no es por incapacidad, sino por solidaridad.


El sufrir de Vallejo no es porque se ensañara con él la vida y él no pudiera combatir. Es que él se arroja a hacerse cargo de los males del mundo, se consustancia con la muerte de todos para revivirla:“¡Solo la muerte morirá!”.


El sufrir de Vallejo no es individual. Él sufre en representación del hombre. Y cuando sufre individualmente lo dice:

“Hoy sufro como César Vallejo,
hoy sufro solamente.”

9. Hacerse mendigo

 

Reside la grandeza de un hombre y se hace un redentor cuando:


Asombra y sobrecoge solidarizarse con un mal que no le pertenece ni le toca. Que se desata muy lejos y distante, allende las montañas. Y sin embargo lo asume con integridad pudorosa.


Sobrecoge y asombra su adhesión al hombre en holocausto. Y por ello pierde la vida. Como ocurrió en el trance de la Guerra Civil española.


¿Qué hizo que este hombre asumiera con ardor total esa contienda? No era su patria, estaba lejos y, aparentemente, no le incumbía. Dejándonos además un testamento moral y supremo, como es: “España, aparta de mí este cáliz”.


La respuesta es llana: era su honestidad, su honradez intelectual, su naturaleza de hombre íntegro, cabal y completo.


Era la conciencia heroica de su destino personal. Y su compromiso con la historia humana.


Es la misma consideración que se todos se formulan al conocer su brillante trayectoria de estudiante y de escritor, interrogándose:


¿Qué hizo que este hombre dotado de talento excepcional se hiciera un mendigo?

 

10. La condición humana

 

Reside la grandeza de un hombre y lo hace un redentor cuando:


Nos ayuda a vivir, nos enseña a morir, nos da y nos prueba razones para luchar por los demás.. Cuando nos acompaña como un paradigma en la vida y nos ayuda en el trance de la muerte.


Cuando es un maestro y un ejemplo cabal. Cuando deslumbra como un paradigma, por su talante moral y su humildad. 


Vallejo es infinito, por él afloran elementos que nadie jamás pudo haberlos extraído porque cavaba muy hondo y muy dentro de sí. Muy hacia abajo, arriba, allá y muy lejos. A lo profundo, poniendo en cada paso su vida en riesgo.


Escribió en “Un hombre pasa con un pan al hombro”:

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo? 
Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después, del infinito? 
Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Hay múltiples aspectos en los cuales César Vallejo es un paradigma. Pero basta su adhesión tan simple, natural y sincera, sin convencionalismos ni aspavientos respecto a su militancia y defensa de la condición humana y al destino del hombre sobre la faz de la tierra.

Danilo Sánchez Lihón

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