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2013 año: Evangelio Vallejo de la solidaridad y universalidad del mundo andino
 

Enero, mes de la defensa de Lima del nacimiento de Arguedas, Heraud
y los paradigmas de Machupicchu

 
 

Enereida de César Vallejo
Épica del mes de enero
Danilo Sánchez Lihón
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com

 
 

1. Su moral y su grandeza

César Vallejo escribió Enereida el poema de exégesis, ponderación, y enaltecimiento del concepto "enero", como sentido y trascendencia ligada a la vida, al amor y a la eternidad.

Natural en él, por su anhelo y aspiración siempre de una vida nueva y renovada en función de los más caros ideales humanos.

De allí que la agenda y el calendario Vallejo tiene que empezar con este poema que significa épica de enero. Y al ser de enero lo es de todo el año.

Diciéndonos de este modo que la vida tiene que ser épica, es eso lo que nos preconiza Enereida, una épica de la vida, siendo tal el mundo que él construye y nos encarga construir.

Y ese universo es la utopía andina, latente y plena de esperanza.

Pero, ¿a quién se le ocurre darle un ser y una misión a Enero? ¿Es asible? ¿Es lógico?

¡No! Es utópico, y en ello radica su moral y su grandeza.

2. Amor radiante

Porque es un mes, el nombre o la evocación de un mes. Sin embargo capaz de suscitar una emoción y acoger un sentido esencial de la vida y el destino, como en este caso ocurre y sucede.

Ahora bien, solo un genio puede ser capaz de percibir y legarnos una visión como esta, de una dimensión tan prístina, cual es ¡depositar en la evocación de un tiempo inasible una utopía!

Él sí, lo logra y alcanza porque  para ello trabaja arduamente.

Para denominar dicha emoción con respecto a enero César Vallejo le adhirió el sufijo o morfema derivativo, y a la vez desinencia: eida, con lo que el vocablo significa: épica de enero.

Y compuso un poema importante en la perspectiva de lo que preconizamos como el evangelio Vallejo:

La perspectiva del amor radiante con el cual atravesar y llegar al centro de la eternidad.

3. Año Nuevo

De este modo hizo del mes de enero una celebración, una heroicidad o más precisamente una “heroica”. Y una promesa vital.

¿En base a qué contenidos? ¿Resaltando qué valores y proyectándose en razón de qué esencias? Las del amor como contenido y las de la eternidad como continente.

Y queremos resaltar este hecho para compensar en parte, y tratar de corregir de este modo, aquella visión que se ha hecho tópica de un Vallejo afligido, melancólico y hasta pesimista, que no corresponden a la realidad como este poema lo prueba, en donde extrae el sentido más inapreciable de lo que acaba y termina.

Aquí encontramos a un Vallejo confiado, afirmativo y erigido en un portaestandarte que convierte lo ordinario en hazaña y proeza en base al enigma de la vida:

ENEREIDA

Mi padre, apenas,

en la mañana pajarina, pone

sus setentiocho años, sus setentiocho

ramos de invierno a solear.

El cementerio de Santiago, untado

en alegre año nuevo, está a la vista.

Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él,

y tornaron de algún entierro humilde. 

4. Tiempo quieto

¿Qué ha trazado Vallejo en estos versos iniciales del poema? La vida cotidiana en un ir y venir, de la vida sencilla a la muerte,  representada en el camino al cementerio que se divisa desde el corredor de la casa en donde él se sitúa, centrado en la figura del padre como esencia y eje, sumido en una actitud de calma y silencio:

Hoy hace mucho tiempo que mi padre no sale!

Una broma de niños se desbanda.

Otras veces le hablaba a mi madre

de impresiones urbanas, de política;

y hoy, apoyado en su bastón ilustre

que sonara mejor en los años de la Gobernación,

mi padre está desconocido, frágil,

mi padre es una víspera.

Lleva, trae, abstraído, reliquias, cosas,

recuerdos, sugerencias.

La mañana apacible le acompaña

con sus alas blancas de hermana de la caridad. 

Es Año Nuevo y el padre se está yendo. Y el tiempo se sumerge en un tiempo quieto, detenido, ya en la eternidad:

5. Inocencia rotunda

 Día eterno es éste, día ingenuo, infante,

coral, oracional;

se corona el tiempo de palomas,

y el futuro se puebla

de caravanas de inmortales rosas.

Padre, aún sigue todo despertando;

es enero que canta, es tu amor

que resonando va en la Eternidad.

Aún reirás de tus pequeñuelos,

y habrá bulla triunfal en los Vacíos.

Aún será año nuevo. Habrá empanadas;

y yo tendré hambre, cuando toque a misa

en el beato campanario

el buen ciego mélico con quien

departieron mis sílabas escolares y frescas,

mi inocencia rotunda. 

Es el padre que se despide, que se va, que ya es una víspera y anuncio de que se muere no porque padezca algo sino porque está viejo, como el año que acaba de fenecer.

Y es que César Vallejo es el hijo de un padre y una madre muy avanzados de edad. Su madre lo concibió cuando tenía 42 años y su padre 52.

6. La flor del amor

Enereida es visión legendaria del tiempo humano que entresaca lo glorioso del abismo de la circunstancia cotidiana, en donde el corte de lo incógnito y arcano es algo tan sencillo y conmovedor como: Habrá empanadas y yo tendré hambre.

Es esta vida tan a flor frente a lo abismal del tiempo sobre el cual se formula una utopía:

 Y cuando la mañana llena de gracia,

desde sus senos de tiempo,

que son dos renuncias, dos avances de amor

que se tienden y ruegan infinito, eterna vida,

cante, y eche a volar Verbos plurales,

jirones de tu ser,

a la borda de sus alas blancas

de hermana de la caridad, ¡oh, padre mío! 

¿Qué más real dentro de lo ideal? ¿Qué más asombro de esta pugna entre lo que es la circunstancia de lo cotidiano frente a lo absoluto acosado por una flor: la del amor?

Este poema se escribe el 1 enero del año 1919, estando ya muerta la madre del poeta que falleciera el 8 de agosto de 1918.

De allí que tiene como eje al padre, don Francisco de Paula, de 78 años de edad e insumiendo en su fondo el recuerdo atormentado de la madre muerta.

7. El tiempo de la promesa

Se aferra entonces al padre presente en ensalzamiento de la vida y en triunfo sobre la muerte:

El cementerio de Santiago, untado

en alegre año nuevo, está a la vista.

El cementerio da pie a la evocación del Año Nuevo y está a la vista. Se encuentra mirando el sitio donde está enterrada la madre, pero es Año Nuevo y lo que mira desde la casa más es el camino.

Comprobamos cómo el cementerio que es un lugar representativo de la muerte, esta vez está untado de alegre Año Nuevo; es decir de vida nueva, superando lo que acaba y fenece, con lo que nace y en el tiempo amanece.

Y está a la vista, significando con ello que no se está idealizando, que se parte de la realidad, de lo concreto y objetivo. Y de la vida, tal cual es.

En enero se inaugura un año y da lugar al tiempo renovado y a la promesa.

¿Quién no ha jurado, en un mes como este y con sus manos alzadas, grandes victorias por alcanzar?

8. La puerta que otra vez se abre

Es enero anunciador de amor. Es enero nítido, de epifanía. Que crea vida intacta, neta e intachable.

Es enero que se avisa con campanas, donde el ciego campanero reafirma con sus dobles, repiques y tañidos que hay días de promisión, pulcros e impolutos.

Es enero rodeado de niños; coral, oracional, de fiesta del alma.

Es enero cubierto de primavera, cuando estallan mostazas, malvas y retamas; y de sunchos, geranios y pachas rosas en las cercas y laderas.

Es enero en la persona del padre que se alista para un viaje decisivo, crucial y perínclito, a sus 78 años.

Cual es enfrentar el misterio, tender el puente hacia lo recóndito y secreto. Por eso es que está raro. Por eso es que está desconocido y frágil.

Es enero en la creación de vida. Y se inspira en el padre porque es él la puerta que otra vez se abre hacia esa dimensión cercana a la eternidad que es la muerte.

9. Dialéctica de la vida

Ahora bien:

Es un poema que se ubica en el centro del tiempo.

En la coyuntura y en el vórtice de los opuestos y contrarios.

Entre el pasado y futuro.

En el año que fenece y el año que se inicia:

En el gozne de generaciones, viejo y niño.

En el gozne de mundos: lo terreno e imperecedero.

En el gozne de lo instantáneo y duradero.

En el gozne de lo circunstancial e inextinguible.

Entre lo que se va y lo que se queda.

Entre lo definido y lo indefinido

Entre lo efímero e ilimitado.

Entre lo caduco e inmarcesible.

Entre el invierno y el sol. 

10. Y ello, ¿qué es?

No es la madre que ha muerto y a la cual él dedicó poemas conmovedores, como:

"Hoy que hasta

tus puros huesos estarán harina

que no habrá en qué amasar

¡tierna dulcera de amor!.

Es el padre de quien algo nos inquieta. Que se prepara para una travesía. A cruzar o saltar el torrente. Es el padre que se va:

Es tu amor que resonando va a la Eternidad.

Enero y el padre inauguran así una vida nueva, crean vida significativa. Engendran un nuevo período y una nueva progenie hacia el infinito. Enero y el padre son el inicio de algo trascendente.

Y ello, ¿qué es? Es el amor como esperanza. Es el amor que resonando va a la Eternidad:

Y el futuro se puebla

de caravanas de inmortales rosas.

 

11. El amor es lo que abre la puerta

¡Oh, epifanía! Esta vez sin resquicio de duda, pletórica y jubilosa.

Esta vez sin quejas ni amarguras. En donde a quien se hace triunfar es a la esperanza, que se encuentra sembrada en toda la poesía de César Vallejo.

Esperanza, partiendo dialécticamente de los opuestos, sin desconocer que la verdad se desliza entre dos o más orillas.

Esperanza que nos ilustra que es con el escudo del amor que se ingresa a lo Eterno, que es la unión de los contrarios.

Con el escudo o la lanza del amor es que se traspasa barreras. Que es el amor es lo que abre la puerta inaccesible.

Compuesto de dos renuncias y de dos avances.

Porque, ¿qué es el amor de parejas sino dos renuncias y exactamente dos avances o propuestas por lo menos?

12. Une la vida y la muerte

Enereida es por eso la aspiración a proyectar el sentido del amor a la eternidad. Y extrayéndola de ella.

¿Y cómo es ese amor?

Es el amor bondadoso el que triunfa, es el amor esperanzado.

Amor inocente ligado a la ternura y al terruño.

Porque todo lo que se evoca se lo hace con un sentimiento y una emoción profunda ligada a la tierra que está a nuestros pies y a la vista:

Cuántas veces sus pasos cortaron hacia él

y tornaron de algún entierro humilde.

Es Santiago de Chuco desde su raíz, cogollo y flor quien le inspira este poema. Que ha sido escrito incluso mirando directa y fijamente el camino al cementerio.

Un pueblo donde todo cobra significado, donde todo son líneas que se trazan en una mano extendida. Donde el destino traza sus anagramas, sus códigos secretos y escribe extasiado sus mejores mensajes.

13. Desposorio con la muerte

Ese amor de Enereida traspasa barreras y llega a la eternidad, que une la vida y la muerte. Es amor esencialmente inocente; es puro e ingenuo. Es amor rodeado de niños:

Una broma de niños se desbanda.

Es amor que se representa en la siguiente imagen de una pureza estremecedora:

...a la borda de sus alas blancas

de hermana de la caridad, ¡oh, padre mío!

Es amor sencillo, que es aquel que está más allá del fuego que fulmina. O del agua henchida en turbión o avalancha que inunda y avasalla. O del viento hecho ciclón o vendaval que arrasa y dilapida.

El amor con caridad que es la sabiduría suprema.

Donde el padre se prepara para viajar y unirse en ese desposorio con la muerte llevando el amor caritativo.

14. Otro don

Y crea hacia otro ámbito y dimensión un mundo  diferente con la comprensión de esa alianza.

Amor que es lo único que puede prevalecer después de toda esta contingencia y catástrofe.

Como igual, es aquel que permanece después de todas las maravillas, milagros y portentos, por ver y por hacer.

Es el amor convertido en hermana de la caridad, en vaso de agua y en pedazo de pan.

Amor que hace al ser dulce, piadoso, devoto. Amor de hermandad, de solidaridad que solo un genuino representante del mundo andino lo puede preconizar con autoridad, porque solo en aquel ámbito se plasmó y es vigente, cultura que lo acrisoló y lo hizo práctica social.

Otro don inherente a lo expuesto y que Enereida lo contiene es la ligazón a la infancia y a la ternura:

15. Digna vergüenza

De ternura pegada a la cuna, a la leña, al humo de la cocina. Y a la piedra tutelar de la puerta o escalera que nos cobija y consuela en la añoranza de la casa nativa.

Es ternura que no sé cómo se da en el mundo andino, que Vallejo trasunta.

Ternura que late en la hilacha de la frazada pobre, en el rebozo y el poncho de madre y padre que aún en el recuerdo nos abrigan y protegen.

Así:

Aún reirás de tus pequeñuelos.

Aún será año nuevo. Habrá empanadas

y yo tendré hambre.

Y eso sucede, ¡aunque ellos hayan muerto hace años y hace mucho tiempo!

Ternura que es una especie de renuncia, de tristeza y de digna vergüenza.

16. Volver a florecer

Don que es un tesoro. Un bien lamentablemente amenazado por un modelo de sociedad cruenta que se impone a sangre y fuego.

Por eso, hagamos que viva y no muera nunca.

En el poema el padre está desconocido. Está ya en otra dimensión. Es parte ya, o pertenece, a otro mundo. Se lo siente leve y evanescente:

Mi padre está desconocido, frágil

mi padre es una víspera

Víspera que es lo que antecede a algo. El padre está en ese puente, o en esa cornisa, o en ese quicio desde donde se mira o se cruza hacia otra orilla, en ese anonadamiento que es la muerte.

Y eso es un misterio. Donde al final se toca un mundo atravesado por los dardos de lo incognoscible e incógnito.

Pero es enero, es el Año Nuevo frente a la vida vieja. Es el nacer de la vida. Es la vida que se renueva. Y donde todo vuelve a florecer.

 

 

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