6.
¿Y qué se hace hoy día?
La
fiesta de hoy día consiste en que se velan las cruces de los caminos en
las casas adonde se hace fiesta.
Para ello, primero las traen y en un arroyo o quebrada de agua
cristalina lavan la cruz y también quienes van en la comitiva, se echan
agua a la cara, se mojan la cabeza y se acicalan.
Adornan y visten las cruces.
De campanillas, esas flores con capullo de un rojo bermejo y que cuelgan
como pompones o borlas de estandartes.
De sunchos silvestres de color amarillo intenso.
Con margaritas que crecen en las cercas de las chacras de un radiante
azul celeste.
Y luego, al compás del cajero, se lleva la cruz a dejarla en la colina
del camino desde la cual domina nuestros campos.
7.
Al centro va "el cajero"
Aquí
está don Santiago Huamán alrededor del cual la gente baila.
Al compás de su bombo, hecha la envoltura de cáscara de eucalipto con
dos pellejos curtidos de chivo o de perro a ambos lados.
Los cueros están amarrados y templados con pitas de cabuya sacada de
las pencas. Allí golpea marcando el compás con la taitana.
Es un palo hecho de capulí o molle con una talega de cuero en la punta
ablandada con lana puesta hacia adentro.
Con la taitana aporrea en el cuero y en el aro de la caja o tambor con
el mero palo, y con lo cual da el ritmo que hace zapatear a su alrededor
a la gente que delira:
– ¡Que viva el primero de mayo, fiesta de las flores!
– ¡Que viva el lucero del alba!
–
¡Que viva Santiago de Chuco, nuestra tierra!
Y arrancan los huaynitos, las marineras, las cashuas; y los aires de la
tierra, que don Santiago Huamán desprende, eleva y vuelve a sepultar
solo con la flauta.
Ella une su boca con el bombo cerca de donde tiene los orificios que
tapa y destapa con los dedos renegridos y mientras sopla.
La flauta esta está hecha de palo de saúco ahuecado en el centro, al
cual se le ha labrado una embocadura.
También un huequillo detrás, que abre y desabre con el pulgar. Y tres
ventanas adelante que pulsa con los otros dedos.
Con ellos se obtienen todas las tonadas que hacen contornearse, añorar
y exaltarse hasta las lágrimas a la gente, sea en las plazas como en
las lomas o en las parvas.
O, como ahora, al pie de las cruces adonde vamos. O en los caminos por
donde ahora pasamos.
– ¡Salud, por las cruces!
9.
Y, ¿qué se come hoy día?
Hoy se comen choclos humeantes con sus inmensos granos de ambar
transparente enfilados en huestes parejas, lechosas y blandas.
Hoy se comen papas recién sacadas del surco al borde de la chacra
que aún presenta la tierra removida y al costado la planta. De ella se
han extraído los tubérculos prendidos a las raíces, después de lo
cual yace desfalleciente como una mujer que hubiera parido.
Se comen frutos que aún están en sazón: habas verdes, arbejas que
llamamos chungares, caiguas olorosas a agua que corre y a vientos
desatados.
Hoy se comen frutos en agraz, que recién se cosecharán en junio, de
esas plantas que aún están en espiga. Y que se miran desde aquí: como
los maíces que se mecen tiernamente con la brisa.
Y se comen frutas como las guayabas, las chirimoyas, las granadillas y
el capulí.
Y se brinda con chicha fermentada hace doce o veinte días.
10. Tu inocente y palpitante corazón
De
pronto mis ojos se llenan de los ojos de la niña aldeana, linda como
una fuente de agua.
En las faldas de la colina, hasta donde hemos llegado, el aroma del anís
se extiende arropando toda la comarca.
–
¡Anís que curas del olvido! –dices.
Llevando en tus hombros tu leve rebozo de niña te inclinas y coges un
tallo con sus hojas en palillo, sus dos o tres flores blancas.
Lo frotas levemente entre tus manos morenas y haces un hueco con las
palmas para que yo huela en silencio.
Allí están encerrados los tejados, los valles profundos, los ríos
serpenteantes, los riscos de miedo, las níveas montañas, como también
tu inocente y palpitante corazón.
11.
Untado en las palmas de tus manos
–
Piensa un deseo, –me dices.
Pienso: que nunca deje de mirarme en tus ojos como lo hago ahora.
– Ahora cierra otra vez los ojos. Sopla tu aliento en mis manos, sin
dejar de decirte a ti mismo que se cumpla.
Musitándolo con toda mi alma y sin dejar de mirarte, digo:
– Que nunca yo me olvide, ni de esta hora ni de este olor.
– ¡Abre tus ojos! ¡Ya! ¡Tu deseo se cumplirá para siempre!
Así el olor del anís que abunda en las lomas de Santiago de Chuco,
untado en las palmas de tus manos, se quedó en mi memoria mayo para
siempre, eternidad tras eternidad, con el lucero del alba.