1.
Las aulas son depositarias de los sueños más acrisolados
Cada
día, miles de niños y niñas, centenares de miles y hasta millones de
ellos, se movilizan en los valles que interrumpen los desiertos.
Serpentean cerros azotados por lluvias o alumbrados por el sol de las
serranías. Navegan en canoas sobre los espejos de agua de los grandes ríos
de la amazonía.
Hacen el esfuerzo y sacrificio diario de levantarse rayando la aurora,
tomando un desayuno magro y escaso, para enrumbarse camino a la escuela,
alentados por claras o vagas ilusiones pero apostando a favor de un
porvenir mejor para sí mismos, para sus seres queridos y para la
sociedad a cuyo desarrollo esperan contribuir.
Cabe anhelar que los maestros, el equipo de gestión de las
instituciones educativas y la plana docente que labora en las aulas de
clases tengan siempre muy presentes aquellas expectativas, ansias de
superación e impulso hacia una transformación plena individual y
colectiva.
Cabe tener en cuenta que la vida en las aulas son depositarias de los
sueños más acrisolados, vibrantes y conmovedores de las familias y de
quienes constituyen el recurso más preciado de una comunidad de
personas, como son los niños y jóvenes.
2.
Una militancia a favor de la cultura
La
escuela abre sus puertas cada mañana, tarde y noche acogiendo en sus
aulas a aquellos destinos aún por definir.
Una corona de laurel latente aunque invisible exorna siempre la puerta
de ingreso de cada centro educativo, por humilde que él sea.
Una oriflama de esperanza aletea y se bate enhiesta en el patio de honor
de toda escuela donde se sintetizan las más caras aspiraciones de una
sociedad.
Siendo leales a esa aspiración solo cabe hacer de cada aula de clases
lugares de excelencia en el cumplimiento y satisfacción de dichos
ideales, sino también lograrlos como espacios de reflexión y proyección
para conseguir la transformación social.
Corresponde a la comunidad magisterial de un plantel escolar, como también
al personal de apoyo y a la comunidad educativa en general, cumplir a
cabalidad en propiciar que se plasme el anhelo que los seres humanos más
sensibles, por tiernos y en avanzada, depositan en su labor, así como a
la sociedad que pone en ellos sus más altas esperanzas.
Por tales motivos cabe esperar una militancia del maestro a favor de una
cultura de honda inspiración humana, con identidad y autoestima
liberadoras.
3.
Educar para resolver problemas
Educar
es un saber complejo, pero quizá lo más arduo y elevado para un
profesional de la educación sea establecer una síntesis de vida y dar
una orientación certera y clara en lo que es una visión humana,
social y cívica a su acción docente en el aula de clases.
Etimológicamente educar proviene de los vocablos latinos “ex ducere”
que significan develar, poner al descubierto, despertar; hecho que no
solamente se aplica al mundo interior sino a la realidad externa en lo
que implica partir de dentro hacia fuera, de aquí para allá, de lo
particular e intrínseco a lo general y en expansión.
En tal perspectiva, todo aprendizaje es óptimo dentro de una situación
de realidad, siendo el gran problema de la educación, anotado tantas
veces pero hasta ahora no resuelto, el de educar a partir y en función
de esa realidad.
Basados en ella y para dar respuesta concreta y objetiva a esa realidad,
la educación es que debe asumirla con todas sus deficiencias pero también
con toda su riqueza, diversidad y poderío.
4.
Que las personas, las casas y las ciudades, luzcan limpias, sanas y
hermosas
Lo
primero que tenemos que lograr entonces es que la educación funcione
para la sociedad en donde ella se desenvuelve, de tal modo que el
educando sienta que su destino es prepararse para mejorar el mundo que
lo rodea, la vida, el ambiente circundante, resolviendo problemas
concretos.
Lo que es ineludible conseguir es que la educación enfrente lo
cotidiano, la vida ardua y peligrosa que nos desafía cada día. Y no se
erija como un estamento artificial, para escamotear los asuntos de la
realidad o para entretener a niños y jóvenes con falsos problemas y en
disquisiciones que no tienen ninguna aplicación para mejorar la vida.
Tenemos que educar, por ejemplo, para solucionar la crisis que vivimos,
para desterrar el caos y la anomia, para corregir y superar el hambre
que agobia a nuestro pueblo, para crear puestos de trabajo, para hacer
que las personas, como las casas y las ciudades, luzcan mejor, limpias,
sanas y hermosas.
Por no hacerlo la educación resulta en muchos casos desprestigiada, inútil
y ajena.
5.
La posibilidad de hacer obras maravillosas
Por
no hacerlo los padres en muchas zonas y regiones no le dan todo el valor
que ella merece.
En muchos ámbitos se considera que ella más bien es un escape, un
subterfugio y un extrañamiento de la realidad.
Se constatan esos defectos cuando por ella el joven o el profesional
recién graduado emigra del campo lo abandona por la ciudad. Y si avanza
más lejos dejará el país por conseguirse una ocupación en el
extranjero.
La escuela, sin embargo, es potencialmente es el más amplio y poderoso
canal no sólo para procesar información y absorber conocimientos,
sino, y fundamentalmente, para adoptar conductas y asumir actitudes,
siendo las más perentorias afianzar la identidad de las personas y su
pertenencia a una localidad que los requiere y necesita, así como es un
imperativo moral transformar la realidad mejorándola sustantivamente
para bien de la humanidad.
El maestro tiene la posibilidad de hacer obras maravillosas, desde que
cada mañana, tarde y noche está al frente de un número considerable
de niños, jóvenes y adultos pendientes de sus palabras. No debe
desperdiciar esa oportunidad a fin de que el mundo mejore.
6.
El ambiente en que se vive
Uno
de los grandes asuntos pendientes e ineludibles es cómo introducir en
el sistema educativo al verdadero país en el cual vivimos. No únicamente
el de los símbolos nacionales sino el real, a veces cruento y dramático.
Pero a la vez pujante y prometedor, que lo haremos así en la medida que
trabajemos en forjar una conciencia reiterada a favor de hacernos cargo
de nuestros reales y verdaderos problemas por reconocer y luego
solucionar.
¿De qué manera el magisterio o el sector educación se está haciendo
cargo para asumir esta problemática a fin de debatirla y buscarla
solución a través de las acciones de enseñanza aprendizaje?
¿De qué manera asuntos como la ausencia de agua, la falta de energía
eléctrica, la escasez de alimentos, la carencia de recursos
financieros, el hambre, la miseria y la falta de empleo son juiciosa,
reflexiva y creativamente enfocados?
Como también la formación en valores, cimentando conductas a favor de
la solidaridad que nos permitan afrontar con éxito los tremendos desafíos
que nos plantea el presente y el futuro.
Porque el aprendizaje cabal y valedero solo surge y es el resultado de
la propia actividad del sujeto en interacción con su medio. Lo expresa
Piaget de este modo:
“El conocimiento no es absorbido pasivamente del ambiente, no es
procreado en la mente del niño, ni brota cuando él madura, sino que
es construido por la persona humana a través de la interacción de
sus estructuras mentales con el ambiente en que vive”.
7.
Los hombres se educan en comunión
Igual,
para Lev Vigotski, el aprendizaje no solo es un fenómeno individual
sino social. Por ello, para él el aprendizaje se apoya en los
conocimientos ya existentes en el contexto social, tanto es así que
mejor aprende un grupo de alumnos en interacción con su contexto vital.
Entre nosotros, ya José Carlos Mariátegui había dilucidado que:
“El problema de la enseñanza no puede ser bien
comprendido al no ser considerado como un problema económico y un
problema social”.
En suma, la educación está imbricada íntimamente con la realidad,
formando parte de ese nudo complejo de problemas que trenzan los
aspectos sociales y económicos.
Siendo así el rol de la educación rebasa el ámbito del aula, de la
escuela y del horario escolar. Siendo así ser profesor no se reduce a
dictar clases sino más bien se proyecta a hacerse cargo de la
comunidad. Y se impone a la vez ser un líder social.
Como bien lo decía Paulo Freire:
“Ahora ya nadie educa a nadie. Así como tampoco nadie se educa
así mismo. Los hombres se educan en comunión y el mundo es el
mediador”.
8.
Cómo es la situación y cómo queremos que sea
De
allí que, por lo anteriormente expuesto, es lícito preguntarse:
¿Cómo asume la escuela y el maestro en sus clases formales, el
desarrollo de contenidos como son: ¿comunidad, solidaridad, democracia?
Porque toda idea no sólo necesita ser buena para imponerse y triunfar
sino que tiene que tener anclaje político, es decir debe tener actores,
oportunidad, socialización.
Toda idea y contenido pedagógico debe tener signo y sentido histórico,
optando por principios que favorezcan a la humanidad. Como también
proponerse educar para conserven la naturaleza que hay que respetar y
venerar.
Ahora bien, cuando hablamos de política estamos refiriéndonos en el
fondo a algo que puede traducirse en una fórmula muy simple, cual es:
en reconocer cómo es una situación y en cómo queremos o
deseamos que ella sea.
Por eso Paulo Freire en relación al nivel de nuestros países nos
hablaba de la pedagogía de la indignación.
Y de cómo hay que saber protestar, sublevarse e insurgir. De cómo ser
hombres de vasto y gran compromiso en el plano de aspirar al bien, a la
justicia y a la dignidad humanas.
9.
El factor básico y clave
En
el fondo lo que se anhela a través de la educación es construir una
sociedad mejor.
Porque la educación es un fenómeno social que recoge sus
condicionantes de la realidad pero que también tiene la capacidad de
cambiarla y de proyectarse a futuro.
Porque no sólo hay que educar para el hoy sino y fundamentalmente para
un mañana mejor.
Nuestro país, a este respecto, tiene una larga y rica tradición
educativa.
El nuestro es un país con fondo, densidad y lustre en la preocupación
por formar al hombre para afrontar el desafío de superar obstáculos y
adversidades aparentemente insalvables, que en nuestro caso se presentan
casi naturales porque el Perú desde su nomenclatura física ya ofrece
retos grandiosos y colosales.
Pensemos en sus montañas, en sus desiertos y tablazos. O en la
intrincada floresta de la amazonía.
De allí que la educación aquí ha de ser considerada como el factor básico
y clave para contraponerla a esa realidad tan difícil, complicada y a
la vez exultante.
10.
Imbuyendo un mensaje trascendente
Esa
actitud de valorar la educación la tuvieron y se ve manifiesta en las
culturas preincas que destacan sobre todo por el cultivo de la mente y
el espíritu.
Somos uno de los pocos pueblos en el mundo que en la leyendas de la
fundación de la cultura incaica, en la explicación mágica de nuestro
ser en la historia, el factor clave que más resalta es la educación,
al recaer el sentido de la misión que tienen que cumplir los
protagonistas de esos textos en el acto de educar.
Es muy claro cuando al emerger de las aguas de esmeralda del lago
Titicaca los hijos del sol Manco Cápac y Mama Ocllo la tarea que les
encomienda su padre Inti es organizar a las gentes dispersas, formar e
instruir a los hombres en labores constructivas para la vida.
Ellos deben integrar a los que andasen dispersos, imbuyendo un mensaje
trascendente, enseñándoles competencias básicas, como: vivir en la
luz y no en la oscuridad, sembrar los campos, criar el ganado, hilar,
confeccionar vestidos, curar los males del cuerpo, adoptar los preceptos
morales, como el: ama sua, no seas ladrón, ama quella, no seas ocioso,
ama llulla, no seas mentiroso.
Igual acontece en la leyenda de “Los cuatro hermanos Ayar”, hasta
que en el Tahuantinsuyo, y más precisamente en la época de Túpac
Yupanqui, la educación adquiere nomenclatura oficial en la estructura básica
del Estado.
11.
Las pulsaciones de nuestros sueños
Debemos
reconocernos, por eso, como un país de grandes realizaciones históricas,
fruto de un bien orientado proyecto y proceso educativo.
No solo somos un país de fábula por el portento de sus tesoros, sino
vasto y superior por su ancestro educativo y moral.
Porque, en realidad, somos herederos de extraordinarios constructores,
de organizadores insuperables, de estrategas infalibles y científicos
insignes, como fueron los Incas, quienes aún ahora asombran al mundo
por sus hechos y obras.
Esa heredad no está en las piedras inmóviles o estupefactas de
Sacsahuamán, Vilcashuamán u Ollantaytambo. No permanece
asombrada en las edificaciones de Machu Picchu o contemplando inertes en
los adobes Mochicas o interiorizadas en las tablas de Sarhua.
Esa herencia corre presurosa en nuestras venas, se agita y entusiasma en
el pulso que nos vivifica, se empina y agudiza en nuestro ritmo
cardíaco.
Esta herencia está en las imágenes y en las pulsaciones de nuestros
sueños.
Saquémoslas a flote, ideando el mañana, reconociéndonos como un
pueblo destinado a cumplir en el mundo un destino glorioso.
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