1. Palabra y espacio mágicos
El niño tiene derecho desde su nacimiento a un nombre y a una
nacionalidad, reza el principio 3 de la Declaración de los Derechos
Universales del niño.
El principio que hemos citado lo podríamos definir y caracterizar como
el de la identidad, reconociendo que todos tienen derecho a un nombre y
a la palabra. Y a la pertenencia a un lugar y a un espacio, real y a la
vez ideal, es decir la identidad.
Como el niño tiene derecho a ser libre, más libre que nunca. ¿Dónde? En
el teatro y la literatura, en donde está la palabra y el espacio
mágicos.
En donde ha de volar con las alas fuertes, amplias y arriesgadas de su
ilusión. Donde ha de arrojarse hacia el infinito, sin temores ni
reservas, con creatividad. Donde no ha de amilanarse, ni tener temores
ni recelos.
Y estos no son derechos que tiene que aprender o asimilar, sino que él
nace con estas aptitudes intrínsecas al ser humano, cual es representar
el mundo y la realidad a través de la acción y de la palabra.
Y al ocuparnos del teatro primero lo hacemos como una de las
manifestaciones más auténticas de la condición humana y como uno de los
derechos intrínsecos del niño en este mundo.
2. Tiene como centro al hombre
El niño tiene el derecho a considerar la literatura y el teatro como un
país de maravilla y fábula, una gruta encantada y uno de los placeres
más exquisitos de la existencia.
Porque en ellos nada es punible salvo quedar para siempre atrapados
entre su plumaje dorado, y elevados para siempre en sus naves
hechizadas.
El niño tiene derecho a que todo se arregle y acomode de acuerdo a cómo
es, tiene y trae, porque es obra directa de Dios.
A transformar la vida y hacerla de acuerdo a cómo sus ojos cuando se
abren la representan.
Y es la literatura, y dentro de ella el teatro, el arte que recrea la
conducta de los hombres en niveles de alta significación, enlazadas
aquellas en una historia de la cual se desprenden mensajes inusitados y
trascendentes. Y tiene como efecto esta actitud la configuración de un
mundo ideal.
Representación y mundo que tiene como centro y como destinatario al
hombre, recreando el destino peculiar de éste en su excelsitud como
también en sus desgracias, caídas, miserias y fatalidades.
3. Es un espejo verbal
La clave implícita de este arte es la representación del destino del ser
humano que sufre sobre la faz de la tierra y lo hace en el espacio
mágico de un escenario.
Ahora bien, el teatro de niños tiene que ver con estos elementos ya
enunciados, pero mucho más con la fantasía, e igual, y aún más en
extremo todavía, con la identidad.
Incluso, una forma o manera de comprender mejor la identidad de una
persona o un grupo es a través del psicodrama y del socio drama.
Es volando prendidos a las alas de las metáforas y del hechizo de la
imaginación, que se ofrece a través del teatro infantil, cómo el ser
humano se mira en el espejo para saber quién es.
Porque toda representación es un espejo verbal.
Así, por ejemplo, para entender un problema de cómo es el sufrimiento de
los minusválidos se recurrió a aquella hermosa metáfora del niño que
tenía dos ojos entre los normales de aquel universo, en que todos solo
tenían un solo ojo.
4. Nuestro propio destino
Esta perífrasis deja como conclusión y resultado la meditación de ¿qué
es finalmente lo hermoso y lo normal? ¿Tener dos ojos o tener uno solo,
como en el cuento?
La dicotomía da lugar a que por derivación se acepten las diferencias de
unos en relación a otros, como hechos de revelación y hasta de
enriquecimiento. Y no como defectos y menos como horror. Y jamás como
taras o estigmas.
El teatro siendo un descubrimiento de lo propio y auténtico sana del
horror a lo diferente.
En el teatro infantil la clave no está centrada en el rol o el papel que
como niños se pueda representar en la función. Tampoco en el desempeño
de actores, que nos puede resultar bien, regular o mal.
Lo importante está en asumir un papel, cumplir un empeño y encarnar una
misión en nuestra vida. Lo importante es conocer y representar nuestra
propia imagen frente al mundo.
Lo importante es dar plena realización a la función que nos ha tocado
cumplir, al rol que hemos elegido o al personaje que hemos aceptado
encarnar en nuestra existencia.
En conclusión, es dar plasmación a ser actores de nuestro propio
destino.
5. Al niño eterno
Al hacer teatro con niños olvidémonos por un momento de lo formal, del
libreto y de la actuación. Y bajemos más al zócalo, al cimiento y al
inicio de esta actividad. Y no confundir que el motivo es actuar o el de
ser actor.
La primera responsabilidad que aparecerá para quienes son maestros de
niños –si maestros es lo que somos, o de simplemente adultos que quieren
asumir el reto de educarlos a través del teatro– es conseguir que los
niños actúen en coherencia con su identidad.
Tal identidad tienen que buscarla cada día, cada hora y en cada palmo de
tierra que abarcan sus pasos. Esa es la primera y principal obra de
teatro que debemos poner en escena, logrando que cada uno conquiste su
autonomía y su plena libertad.
Porque, no distorsionemos las cosas aceptando que el público hacia el
cual se dirige el teatro infantil son los adultos. El teatro para niños
se dirige para los propios niños que actúan, de modo principal. Los
padres estarán allí para que aprendan a no olvidar esto.
Y es al niño eterno, al niño que hay en todos los seres humanos, el niño
que habita en todos nosotros, a aquel a quien se dirige –de manera
central– el teatro infantil.
6. Brillo y vigor
El teatro en la infancia es un género literario ligado de manera natural
y espontánea al alma y al ser infantil, debido a que el niño lo realiza
como una expresión innata, incluso sin proponerse hacerlo. Así como
ocurre con la poesía y el cuento, artes para lo cual ellos tienen
especial predisposición.
Para el niño la vida es teatro y el teatro es vida. Y juega encarnando
personajes, porque la existencia para él es aventura y merece ser
representada. Y todo ello se da constantemente vinculado al juego.
Sin embargo, hay diversas formas de teatro relacionado a la infancia.
El primero es un teatro para niños que los adultos dedican o destinan a
dicha edad, basados en cánones, convenciones y propuestas de las cuales
son conscientes los adultos.
Requiere, que como condición previa se atienda los intereses e
inquietudes profundas que tienen los niños ante la realidad, la vida y
el universo; hondura de tratamiento, así como pensamiento cabal y
valeroso sobre los temas y asuntos que enfoque.
También, realización estética de mucho brillo y vigor, dejando de lado
las banalidades y supercherías, las idealizaciones y adornos gratuitos,
porque el niño quiere y aprecia la belleza que es honda y raigal.
7. Textos abiertos
Este teatro no sólo debe entretener, divertir, complacer. Ha de hacerlo,
pero como un requisito y exigencia inicial o de partida para arribar a
su fin esencial, que es mucho mayor: 1. Formar una conciencia individual
y social. 2. Hacer comprender una serie de aspectos fundamentales de la
vida, y 3. Proponer una ética y una moral social.
Hay, de otro lado, lo que podríamos llamar teatro infantil, que hacen
los niños dirigidos y orientados por los adultos, quienes les plantean
una temática, un argumento o una historia; les asignan roles, se hacen
responsables de la dirección, y organizan el acto de la presentación
para un público infantil y adulto.
Bien conducido este teatro convierte el tiempo cronológico en tiempo
afectivo y éste en tiempo mágico, que altera todos los relojes y hace
estallar todos los cronómetros; poniendo al revés los prejuicios y
colocando de cabeza, y boca abajo, las sinrazones.
En este teatro lo que se busca no debe ser tanto producir una obra
acabada, perfecta o exacta; pues la literatura como el teatro son textos
abiertos, obras inconclusas, que solo alcanzan a ser plenas cuando los
recrea el lector o el público que participa activamente en su
consumación.
8. Íntima razón de ser
Es importante. en este tipo de teatro que el niño actor y el público
niño, añadan o quiten éste o el otro elemento, le den éste o el otro
sentido, cambiándole de mensaje o de ser.
Por eso, en esta clase de teatro, más que el producto debe interesar el
proceso, el camino, la participación y las experiencias que alcanzará a
tener el niño.
Y hay también una tercera modalidad, que es el teatro de niños, que es
cuando ellos por su propia cuenta e iniciativa se organizan para urdir
una historia y representarla.
Lo hacen como parte de sus juegos, como una dimensión recreativa
inherente a su proceso de maduración y desarrollo, en donde tiene que
ver mucho la fantasía, pero de igual modo la identidad.
Porque la primera función del teatro de niños es el hallazgo de aquello
que somos, que siempre será un apasionado descubrimiento y consagración.
Es el camino para hacer evidente cuál es nuestro rol en el universo, es
ver con claridad de imágenes la coherencia de lo que representamos en
nuestra actuación vital.
Es el encuentro de nosotros mismos, la encarnación veraz y sincera del
personaje que somos, lo que verdaderamente importa. En suma: el
afloramiento de nuestra íntima razón de ser en el mundo.
9. Teatro es maravillarnos
Dicho de otra manera y tal vez recapitulando lo anterior:
En el teatro para niños, que es el primero que referimos, los niños son
el público; en donde es preferible que todas las actividades las hagan
los adultos, pues de lo contrario se forzaría demasiado a los pequeños,
presionándolos para que se ajusten a normas y cánones rígidos y fuera de
su contexto natural.
En el teatro infantil, que está muy emparentado con el teatro escolar,
los niños son los actores y a su vez los animadores. En él el público
está compuesto de personas de distinta edad.
En el teatro de niños, son estos quienes actúan y generalmente no hay
público, todos participan de algún modo. E incluso los que observan
cumplen un rol y una función cardinal en la representación.
Cabe anotar, como corolario de todo esto, que el teatro es importante
sobre todo para descubrir nuestra identidad, profundizar e extasiarnos
con ella. San Agustín expresa un pensamiento que corresponde anotarlo
aquí:
«Los hombres viajan al extranjero a maravillarse ante la majestuosidad
de las montañas, las gigantescas olas del mar, los interminables cauces
de los ríos, la inmensidad del océano y los movimientos circulares de
las estrellas, y no se maravillan de su propio ser».
El teatro es una de las formas, tal vez la más límpida y directa de
complacernos con nuestro propio ser.
10. Principios del teatro infantil
Cuando el niño convierte a un palo de escoba en un caballo o en un
corcel, y a sí mismo en un jinete que devora caminos, cruza ríos,
tramonta montañas y hasta asciende a las nubes, en realidad ¿qué está
haciendo? Teatro.
De manera espontánea, viva y natural, hace el teatro más puro, auténtico
y raigal que uno pueda imaginar, pero a la vez está dando expansión a su
ser.
Igualmente, cuando el niño coge un sombrero, una capa, un par de zapatos
de su padre o de su abuelo y empieza a hacer una función de
representación, está suplantando la realidad por otra que yace oculta.
Allí asume la conducta de todo aquello que sus sueños, sus anhelos
ocultos, sus miedos y sus cariños le inducen o sugieren ser. Y aflora
aquello que debemos hacer evidente, porque es algo que debemos superar.
O porque es la verdad que esperábamos ver.
De allí que el teatro infantil se basa en dos principios educativos del
máximo valor:
La práctica creadora, que deja libre la capacidad de cada uno en
particular y de todos los miembros o participantes en general, de
intervenir con ideas, sugerencias, planteamientos y actuaciones propias.
Y el trabajo grupal, en donde el niño aprende a asumir roles y a
acoplarse armoniosamente en un conjunto vasto de personas y situaciones.
11. Libre iniciativa
Otro elemento se agrega a lo anterior: la capacidad organizadora, dado
que hay que ordenar muchos factores, pero principalmente las coordenadas
de espacio y tiempo, tanto en la preparación de un determinado texto a
ser representado, como en la escenificación misma de dicha obra.
El teatro infantil debe permitir el desenvolvimiento de los aspectos
biológicos, psíquicos y sociales de los niños; servir para aliviar
tensiones, generar climas de entusiasmo, de compromiso y
responsabilidad, tanto en el grupo que actúa como entre quienes
desempeñan otras actividades inherentes a la representación pero
distintas a la actuación.
En lo posible, debe dejar la libre iniciativa de los pequeños, la
posibilidad de que ellos creen soluciones propias y audaces a cada
situación que se presente.
Ha de ser un momento de juego, de alegría, de total expansión, en donde
la confianza, la sonrisa y el placer de compartir estalle y se exalte;
en donde el niño tímido, inhibido, triste o melancólico, sea incitado a
salir de esos estados de ánimo. Y todo obtenido por el ambiente
contagiante de espontaneidad que se logre conseguir.
12. Exacta belleza
Ha de ser como cuando salimos de paseo con los niños al aire libre. O
cuando practicamos un deporte en los campos abiertos y nos disponemos a
la sana recreación a través del vuelo del espíritu por los ámbitos de la
imaginación.
El teatro como tal y visto así será franco, sincero, desenvuelto, y
parte del proceso del niño de instalarse o relacionarse con los demás en
un clima de confianza y de crecer en comunión con los otros.
Es consabido que hay una etapa de la evolución del niño que es imitar,
en la cual él aprende reproduciendo lo que padre, madre, y toda persona
que alcance a conocer, hacen. Ellos imitan los aspectos más
característicos y definidos que cumplen en realizar sus mayores.
Y es eso, lo que llevado a un espacio de representación de teatro en
vivo, lo que significa una reflexión valiosa y un vivir a otro nivel,
con categorías intelectuales superiores, teatro que surge desde el
centro del ser y vuelve hacia él, idéntico o transformado.
Cabe advertir que en el teatro infantil hay la tentación del
acartonamiento, de los clichés y de la rigidez. Por eso, siempre debe
estar presente en él, como fundamento de trabajo, que el principio
rector es la libertad creativa. Claro que bajo la práctica de un trabajo
disciplinado y de pleno compromiso. Es sólo con esa condición que se
manifiesta en todo su esplendor la vida auténtica de los seres humanos,
con autonomía pero también con exigencia de lograr exacta belleza y
esplendor.
13. Punción en el alma
Pero, finalizando ya estas reflexiones, hay otro factor digno de
apreciar y de tener en cuenta, cual es la incondicionalidad del
espectador, actitud esencial para la existencia de este arte acrisolado.
Es esa complicidad, esa sana creencia de que todo lo que se representa
merece atención, lo que favorece llegar a la esencia de este arte.
Es esa convicción de respeto a las reglas de estos juegos artificiales y
simulaciones, la que hace posible la existencia de un arte como el
teatro. Y esta maravillosa actitud y condición nos la enseñan cada día
los niños.
De allí que el teatro no sólo redime al espectador, porque la catarsis,
el cambio, la transformación ocurre igual o más en el actor. Así como
también en el creador literario, en el guionista, en el adaptador y en
muchos otros participantes que se involucran en la obra, que
originariamente fue escrita ingenuamente y, en la mayoría de casos, solo
con una lejana esperanza de que fuera escenificada.
De allí que el teatro infantil sea una forma de lectura colectiva del
texto, pero a través de unos intermediarios, transmisores y recreadores,
cuales son los actores y todos quienes intervienen en una u otra tarea
en esta actividad múltiple y compleja.
14. De máximo valor
¿Es el teatro infantil una distracción, un adorno, una actividad de
extensión? ¿Es en la escuela una actividad de carácter mas bien
recreativa, para alivio entre una y otra tarea pedagógica? Una
concepción así es errónea.
El teatro infantil es una actividad esencial y trascendente. Y lo es si
es que verdaderamente se lo acepta como teatro, es decir como un arte
cabal, íntegro y completo.
En tal sentido, es como la música y las artes plásticas, un bien y un
valor primordial en la educación; y de gran significado en este campo,
puesto que desarrolla la percepción, la emotividad y las diversas
inteligencias que alcanzan a integrarse en experiencias que son síntesis
de vida y de visión del mundo.
Es básico y primordial para la formación integral del hombre. Y si
aceptamos que ese es el fin supremo de la escuela entonces
consideraremos, consecuentemente al teatro infantil como central y de
máximo valor en la educación de la persona humana.
Ellos son los que tamizan, traspasan, enfatizan u ocultan, relevan o
apagan un determinado mensaje. Y con ello una punción en el alma de
quienes lo viven y comparten.
15. de corazón una flor
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