No
caben dudas de que el maestro más egregio del Perú es José Antonio
Encinas: visionario, innovador, humilde, probo, con experiencia de aula,
de tiza y pizarra, identificado con su pueblo, brillante como
intelectual.
Fue Rector se San Marcos elegido por aclamación sin ser profesor de esa
casa de estudios, intrépido con los tiranos, un hombre honesto y puro.
Maestro de maestros, entre otras y muchas razones por las siguientes:
– Dedicó y ahondó en su pensamiento pedagógico y en su acción
educativa de manera trascendente, con reflexiones, preocupaciones y
decisiones sobre el Nivel Básico de la educación, y en ella de manera
prioritaria por la escuela primaria.
– Fue un hombre profundamente signado por el credo y la misión de ser
maestro; y un visionario para reconocer el rol de la escuela en relación
a su actuación para transformar y mejorar la realidad.
– Probó su ideario y su doctrina dirigiendo una institución
educativa desempeñándose además como docente en ella, en donde formó
a toda una brillante generación de hombres que descollaron en todos los
ámbitos de las profesiones y en la vida social.
– Sus lúcidas concepciones tienen una modernidad y actualidad plenas
en la política educativa no solo del Perú sino del mundo. Muchas de
ellas se presentaron décadas después como innovaciones, tales como el
constructivismo, y otras serán en el futuro cuando sean redescubiertas,
como por ejemplo sus postulados acerca de la evaluación y de la Escuela
Social.
Fue
y es además un maestro de pensamiento y práctica, de filosofía y
acción, de principios y ejemplos de vida:
– Tuvo como uno de sus ejes de pensamiento y ejecución resolver el
problema del indio tal y cómo él lo denomina, asunto que en el fondo
contiene la trama irresuelta de la identidad, valor primordial de lo
que es ser y estar en el mundo.
– Fue un orientador, un conductor y un líder social, enfrentando
siempre al poder con voz serena, firme y en su momento flamígera, con
una actitud limpia e indómita, asumiendo la defensa de los más
desfavorecidos y desheredados, dando valor a ese mundo desconocido y
vilipendiado que él sintetiza con un vocablo: la raza.
– Pese a que sufrió 20 años de exilio hasta en tres largos períodos,
sobresalió en universidades de extraordinario renombre, como las de
Cambridge, La Sorbona, Padua, Bolonia y Londres.
– No fue pues solo un brillante ensayista de gabinete o un hombre de
ideas superiores en el papel, fue y es a toda hora un maestro en la
realidad y en la vida, en la relación diaria, franca, libre y
apasionada con los niños y los jóvenes.
Sin
embargo, este hombre noble en todo, pacífico siempre, moral toda la
vida, fue perseguido, encarcelado, expulsado del país y su vida estuvo
siempre en constante amenaza.
¿Cómo puede ser así, cuando se necesita tanto de estos hombres
trabajando en nuestro suelo? Y es que los grandes espíritus en todo
lugar han estado siempre en confrontación con los sistemas imperantes.
Estuvo confinado y a punto de morir en la prisión más temible de
nuestro país, la del Frontón en la isla San Lorenzo.
Sufrió veinte años de destierro en países cuyo refugio él los
convirtió en escuelas del saber, estudiando en las universidades más
prestigiosas del mundo como Cambridge, Oxford, La Sorbona, Padua,
Bolonia.
Expulsado
de su patria por los mandones, corruptos y crápulas de siempre fundó
escuelas en los países por los cuales pasó, como el Pedagogium de
Barcelona.
Sufrió, pero su ejemplo y su mensaje de valor sin mácula es luminoso
para el Perú eterno, que es lo que verdaderamente importa.
4. Con ferviente denuedo
Este
maestro graduado en 1908, en la promoción inaugural de la primera
Escuela Normal de Varones de Lima, realizó la experiencia más
apasionante de una educación con principios genuinos y renovadores en
el Perú.
Dicha experiencia la llevó a cabo en la Escuela 881 de Puno, la más
pobre de un departamento ya extremadamente pobre como es aquel ubicado
en la región altiplánica de la meseta del Collao, delirantemente
hermoso por sus paisajes oníricos y por el alma mágica de su
gente.
Pese a que ahora nos llena de enaltecido orgullo, esa escuela humilde en
bienes, recursos e servicios fue grandiosa en espíritu. Pese a ello fue
clausurada y su director destituido por el caciquismo local en el año
1911.
Sin embargo, a este maestro, como reparación sapiente, el pueblo le
brindó su respaldo eligiéndolo diputado por Puno el año 1919.
Desplegó entonces una intensa labor, dedicándose con ferviente denuedo
a proponer leyes y realizar obras en favor de la educación y de la
población indígena del país.
5. Orden de detención
Diputado
brillante, con inmenso prestigio en la población fue llamado un día
por el Presidente de turno, Augusto B, Leguía, a fin de invitarlo a
integrar un comité de trabajo con objetivos aparentes sociales aunque
su trasfondo escondido era implementar la reelección presidencial.
En esa ocasión y delante de él Encinas le manifestó su total y
terminante oposición al intento de permanecer en el poder que a todas
luces alentaba el mandatario. Allí fue cuando le dijo:
“Yo he sido elegido por mi pueblo para defender sus derechos cívicos,
no para propiciar reelecciones. De modo que no puedo asumir ningún
compromiso para su reelección, que sin duda traería graves
consecuencias para el Perú”.
Estas palabras le parecieron insolentes y ofensivas al Presidente que ni
bien terminó la entrevista llamó a su secretario y le dictó una orden
de detención inmediata y el encargo de indagar minuciosamente las
actividades de aquel personaje a fin de aducirle alguna culpabilidad.
Cuenta
su hermana Aurora, que al siguiente día de la entrevista con Leguía, a
las seis de mañana se presentaron en su casa cuatro hombres, dos
vestidos de civil y dos con uniforme de la policía, quienes a
empellones quisieron ingresar a la casa, rechazándolos enérgicamente
ella, su madre y la empleada, las mismas que indignadas unas y otras
exclamaban:
– ¡Qué les ocurre! ¡Por qué empujan!
– ¡Déjenos pasar, señora!
– ¡A quién buscan! ¡Esta es nuestra casa!
– ¡Tenemos orden de detención! ¡Retírense!
– ¡Somos mujeres, más respeto señores!
Este altercado lo escuchó José Antonio desde el segundo piso, quien
inmediatamente salió e imponiéndose con la voz preguntó:
– ¡Señores, por favor, qué se les ofrece!
– ¿Es usted el señor José Antonio Encinas?
– Sí, yo soy. ¡De qué se trata!
– Debe acompañarnos a la Prefectura de Lima, señor.
– ¿Y cuál es el motivo?
– Usted ha sido muy hiriente con el Presidente de la República,
–explicó quien tenía el rango de teniente.
–
No es contra el Presidente de la República sino contra su pretensión
de violar la Constitución del país, auto postulándose a una reelección,
–respondió.
–
Tenemos orden de llevarlo detenido.
– Pues bien. Espéreme un momento. Yo me alisto y salgo con ustedes.
No es necesario hacer escándalo ni actos de fuerza caballeros,
–concluyó.
–
Señor, ¡no podemos permitir que se escape!
– Fíjense –les dijo dándoles la cara– ya lo hubiera hecho: aquí
hay puertas, ventanas y techos por donde huir. Sería fácil librarme de
ustedes. Pero yo no soy un delincuente y tampoco nunca voy a parecerlo.
Yo soy un maestro de escuela. Díganme: ¿han visto acaso alguna vez a
un maestro que corra como un ladrón por la calle? ¡Nunca! Siéntense
tranquilos, amigos, y los acompañaré tan pronto me aliste. E iré
adonde ustedes quieran llevarme.
Fue tan firme y convincente al hablarles de ese modo que los doblegó
totalmente. Se sentaron tranquilos en la sala y al poco rato salió con
ellos.
Había cogido únicamente como equipaje varios pañuelos blancos que
puso en sus bolsillos.
8. Puede morir
La
madre y la hermana quisieron acompañarlo, pero él no les permitió.
Eso sí, fueron tras de él a la Prefectura, adonde lo llevaron primero
y luego al Panóptico.
A los ocho días lo trasladaron a la isla de San Lorenzo, a la temible cárcel
del Frontón.
Allí se le encerró en la celda más fría y húmeda, a consecuencia de
lo cual enfermó gravemente de los bronquios. Tiritaba enfebrecido.
La familia, a través de Germán Leguía y Martínez, pariente de los
Encinas y también primo hermano del Presidente de la República,
consiguió una entrevista con él, quien fue acompañado del médico
Constantino Carvallo, el que hablando profesionalmente y dando un diagnóstico
del recluso le dijo a Augusto B. Leguía:
"Presidente: ese hombre tiene pulmonía y puede morir de un
momento a otro. Y eso va a ser un serio problema para su
gobierno."
De este modo obtuvieron el canje de la cárcel por la deportación.
Llevando esa orden, la madre y la hermana se embarcaron en una lancha en
el muelle del Callao hacia la isla, viaje que Aurora Encinas recuerda
como una travesía interminable de dolor, espanto e indignación.
9. El pasado legendario
La
deportación se produjo hacia Panamá.
En esta inesperada situación de su vida las autoridades de la
Universidad de Guatemala lo llamaron para que fuera a ese país. Ahí
ocupó la cátedra de Psicología. También el cargo de consejero del
Ministerio de Educación de ese país.
Poco después, fue eficiente asesor del ministro de Educación de
Costa Rica.
Con tales méritos, la Fundación Carnegie para la Paz Internacional le
otorgó una beca para seguir estudios en la Universidad de Cambridge, en
Inglaterra.
Viajó a Europa prácticamente sin medios económicos. Sus hermanos
Aurora y Enrique le giraron un cheque con todo lo que ellos tenían
ahorrado, que por cierto no eran miles sino apenas cientos de soles, los
que al cambio de esa época hicieron la suma de 80 dólares.
En Inglaterra se ganó la vida dictando charlas y conferencias que tenían
como tema el pasado legendario de los incas, disertaba sobre las
culturas Tiahuanaco, Nazca, Chavín y Chimú.
10. Regresa al Perú
En
1927 optó el título de Master of Arts y Master of Science en la
Universidad de Cambridge, con la tesis titulada Las virtudes de la raza
Qolla, donde estudia la situación del poblador aymara en el Perú. Al
respecto, comenta José Portugal Catacora:
"... que puede considerarse como el primer estudio antropológico
del indígena peruano por el primer antropólogo nacional, José
Antonio Encinas."
En 1928 pasa a Francia, donde se matricula en la Universidad de La
Sorbona, optando el título de Doctor en Ciencias de la Educación.
En 1929 se traslada a España y allí funda, en Barcelona, una institución
de investigación y experimentación educativa bajo el título de El
Pedagogium. Posteriormente, estudia también en las universidades de
Padua y de Bolonia.
Es a esa etapa a la cual se la identifica como su primer destierro, que
duró ocho años, en que estuvo, como él dice:
..."consagrado exclusivamente a estudiar problemas
educativos, desde el kindergarten hasta la universidad."
Luego de la caída del gobierno de Leguía, a principios de 1931,
regresa al Perú, en donde se vivía una gran movilización social y una
extraordinaria agitación estudiantil, especialmente concentrada en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
11. Elegido Rector de San Marcos
Después
de los convulsionados sucesos de 1930 y 1931, en los que día a día los
universitarios, dirigidos por el estudiante de medicina, Tomás
Escajadillo, protestan y luchan contra el gobierno, advino la victoria
estudiantil al obtener la aprobación del Decreto Ley, el 6 de febrero
de 1931, que establece el cogobierno en la Universidad Nacional Mayor de
San Marcos.
José Antonio Encinas como hemos dicho ha retornado al país pocos días
antes luego de varios años de destierro en América y Europa.
Entonces, intuyendo que él traía nuevos planteamiento e ideas
renovadoras y admirados por su ejemplar conducta, los estudiantes lo
invitan a dar una conferencia en la universidad, que se concierten en
cuatro, a partir de las cuales deciden solicitarle postularlo como su
candidato al Rectorado de la universidad de San Marcos.
Al inicio Encinas no aceptó, puesto que no era profesor de esa casa de
estudios. ¿Cómo siquiera pensarlo? ¿Cómo iba entonces a ganar las
elecciones? Pero como él mismo escribe:
"Fue la insistencia del estudiantado, sobre todo el abandono
en que se encontraba por falta de la mano amiga que lo amparara y
guiara en momentos tan difíciles, lo que me inclinó a aceptar esta
postulación..."
12.
Consagrado a la universidad
La
lid electoral fue con el doctor Víctor Andrés Belaúnde, profesor de
San Marcos, con una magnífica foja de servicios y merecido prestigio en
la universidad.
La elección se realizó el 15 de agosto de 1932, siendo el resultado de
la votación: 14 votos a favor de Víctor Andrés Belaúnde, 98 votos a
favor de José Antonio Encinas.
Escuchemos lo que él dice al respecto:
"Así, elegido para este elevado cargo, por el sólo mérito
de mi devoción a la juventud, asumí la insigne responsabilidad de
llevar a cabo no sólo los propósitos de la Reforma, puntualizados en
el Decreto Ley que le otorgara vigencia, sino los necesarios para dar
a la universidad el contenido social hasta entonces desconocido en San
Marcos. Pudo haber error o no en mi elección; el futuro lo dirá...
El hecho es que consagré, sin reservas, toda mi voluntad para cumplir
las ideas expuestas en mis conferencias, que resumían los anhelos,
todavía no lejanos, de mi vida de estudiante, maestro y político.
Por este motivo abandoné, en lo absoluto, toda otra ocupación que no
fuera consagrarme a la Universidad.
Siendo
Rector de San Marcos, Encinas tuvo como colaboradores más cercanos a
Luis Alberto Sánchez, como Director del Instituto de Extensión
Cultural; a Raúl Porras Barrenechea, como Director del Colegio
Universitario; a José Jiménez Borja, como Profesor Asesor en aspectos
académicos; a Jorge Basadre, como Director de Bibliotecas.
Es, pues, un inmenso orgullo para el magisterio peruano el que un
integrante suyo, un humilde pero lúcido y audaz maestro de escuela haya
llegado –por sus propios méritos y gracias a la decisión democrática
de la juventud iconoclasta y libertaria–, a tan alto sitial.
Y aún más: El que haya tenido como meritorios asistentes de su señera
gestión rectoral, a semejantes luminarias de la más renombrada
intelectualidad del Perú.
Y más todavía: el que ese año de rectorado haya sido no solo
entusiasta y pletórico en triunfos académicos sino beligerante en la
escena política y social frente a la dictadura de ese entonces.
14. Rectorado de un año y cuatro meses
Transcurría
el año 1932 el Presidente Sánchez Cerro, con quien se había conocido
en París, lo invita a Palacio de Gobierno a fin de prohibirle que se
traten asuntos políticos en la Universidad de San Marcos.
Esta pretensión, completamente contraria al pensamiento y al proceder
de Encinas, fue inaceptada por él, quien le contesta que es derecho
inalienable de los jóvenes y de las personas conscientes ocuparse del
destino de su país.
Sánchez Cerro, después de esta entrevista, procedió a clausurar San
Marcos.
José Antonio Encinas es entonces invitado a Panamá a dictar
conferencias en el Ciclo de Verano de la universidad de ese país.
A su retorno en el puerto del Callao se le prohíbe el ingreso a la
patria. ¿Qué había ocurrido? Sánchez Cerro lo había deportado en
ausencia. Ya no pudo ingresar al suelo patrio. No pudo apearse del barco
y solo le cupo proseguir su viaje sin saber adonde ir.
Luego de trabajar un tiempo en Centroamérica visita, en ese periodo,
fundamentalmente universidades de los Estados Unidos.
Su rectorado en la universidad de San Marcos había durado un año y
cuatro meses.
15.
Reforma Universitaria
En
el breve período que duró el rectorado de Encinas en San Marcos se
desarrolló una labor titánica de reordenamiento y cambio, proyectándola
a las décadas venideras.
En este breve período reinó un espíritu y práctica de participación
amplia de todos los estamentos del claustro que, de este modo, acometían
el esfuerzo más vigoroso de repensar y de ver actuar la universidad en
coherencia con el contexto social del país.
En el periodo que va de 1931 a 1932, que duró su ejercicio de rector,
dio vida a un vigoroso proceso de Reforma Universitaria, que cambió de
raíz aspectos esenciales de esta casa de estudios.
Dicha reforma, de tan profunda raigambre democrática, constituyó el
cambio más significativo en todo el secular devenir de la historia de
la Decana de América. El gobierno no fue capaz de soportar este
presencia protagónica de la universidad en el acontecer nacional. Y
terminó por dictaminar su clausura definitiva.
Mientras tanto se mantuvo clausurada la universidad, conjuntamente con
sus hermanos Enrique, Guillermina y Aurora, José Antonio funda en 1933,
en Lima el Colegio Dalton, para ensayar el sistema de trabajo escolar
mediante grupos, en laboratorios y bajo la metodología de taller.
16. Se gestiona una entrevista
En
el período posterior de clausura de la universidad, que duró cuatro años,
fue asesinado el presidente Sánchez Cerro y asumió el poder el General
Oscar R. Benavides en su calidad de Jefe del Ejército.
Los profesores sugirieron entonces al rector Encinas la conveniencia de
gestionar, mediante una entrevista, la reapertura de la universidad.
La entrevista se llevó a cabo. Fue tensa y áspera por la actitud
enemistosa del presidente de facto. En ella Benavides evidenció su
despotismo y arbitrariedad cuando ni siquiera invitó a tomar asiento a
la delegación de autoridades y profesores de la prestigiosa casa de
estudios.
Aún más, se quejó de lo que él llamaba la indisciplina y rebeldía
estudiantil, que según dijo merecían su reprobación.
Adujo lo que para su talante antidemocrático era la supuesta
inconsistencia del cogobierno. Y manifestó su decisión de mantener
clausurada la Universidad.
El maestro Encinas refutó firmemente esos argumentos a pesar de saber
de antemano que era empresa inútil intentar siquiera cambiar un milímetro
los prejuicios tan hoscos y siniestros que aquel militar tenía en
contra de la universidad.
17. Se descorre el velo
Es
muy importante que reproduzca aquí el segundo encuentro que tuvo con el
presidente Oscar R. Benavides, relatado por el mismo José Antonio
Encinas, circunstancia que debemos conocerla con amplitud porque gráfica
el ambiente y la época que se vivía.
Al mismo tiempo deja ver de modo inequívoco la recia personalidad del
maestro y descorre el velo de cuál es la entraña de algunos
gobernantes que para desgracia de nuestros países no son pocos ni raros
sino frecuentes:
"En este ambiente de protesta –nos relata– Benavides me
invitó, celebrándose una entrevista que merece ser narrada, dado que
de su contenido se desprende la intolerancia y la animadversión que
su gobierno guardaba a la Reforma Universitaria.
"Benavides estuvo cortés en esta oportunidad; me invitó a
tomar asiento, y luego me dijo haberme llamado porque los
universitarios continuaban en franca y violenta hostilidad hacia su
gobierno...
18.
No olvide que soy maestro
“– Usted sabe que soy militar y me agrada la disciplina.
Usted, que está a coté (al lado, en francés) de los estudiantes, es
el llamado a ponerlos en orden, porque de lo contrario mi autoridad
pesará sobre ellos con mano férrea.
“– No sé a título de qué exige usted que lo ayude a
mantener aquel orden. Para usted no soy rector de la universidad,
porque si lo fuera, la universidad estaría abierta bajo mi dirección,
y entonces respondería de la disciplina académica en el claustro;
pero no de la otra, esto es, cuando el estudiante ejerce su legítimo
derecho de ciudadano al protestar por la clausura de la universidad y
por las ilegalidades que comete el gobierno.
“Usted es militar y puede imponer disciplina en un cuartel, valiéndose
de la fuerza; pero no olvide que soy maestro y que, por eso, me está
vedada la violencia. No tengo más arma que la espiritual y ella ha
sido suficiente para conseguir el orden en el claustro mediante la
colaboración, la tolerancia y la comprensión mutuas de maestros y de
estudiantes.
Y
en seguida, prosigue en su relato Encinas:
“Ya le manifesté en otra oportunidad que nada había de cierto
acerca de la indisciplina; es la legítima protesta ciudadana que
exige el máximo respeto a su libertad. Y en eso, como rector y como
ciudadano, no estoy a coté de los estudiantes, sino avant (adelante,
en francés).
"Benavides, después de algunos instantes de silencio,
contestó:
“– Pero usted estará de acuerdo en que la juventud está
corrompida y que no hay otro remedio que disciplinarla.
“– No sé lo que usted entienda por corrupción, –respondí–.
Si acaso juzga usted como corrupción la embriaguez, el juego ilícito,
ser parroquiano de prostíbulos o llevar una vida de completo
abandono, debo decirle, con profunda convicción, que nada de eso
ocurre con la inmensa mayoría de los estudiantes de San Marcos. No
los he visto antes ni ahora en estado de beodez, jamás he tenido
noticia de que concurrieran a las casas de juego ni se empobrecieran física
y moralmente en los lenocinios...
Y,
a continuación, elevó su alegato ante el militar:
“Esto se ha sabido porque la Oficina de Estudiantes creada por
la Reforma Universitaria estuvo muy cerca de la vida privada de los
alumnos y porque personalmente hube de vigilar esa conducta con más
interés que su aplicación a los estudios. Y si usted cree que yo soy
quien corrompe a la juventud, debo decirle que tres generaciones de mi
familia –debí haber dicho cuatro, porque más tarde Benavides
encarceló y desterró a mi hijo cuando apenas había cumplido los
dieciocho años– han pagado tributo a la dignidad ciudadana luchando
por las libertades cívicas del Perú. Además, en los diez años de
mi destierro, en Europa, no perdí mi tiempo en visitar los cabarets
de París o las salas de juego de Montecarlo; fui a estudiar como
alumno ordinario, sometido a todas sus exigencias, en las
universidades de Londres, Cambridge, París, Padua y Bolonia; y en esa
larga estadía no busqué provecho personal preparándome en alguna
profesión lucrativa; estudié, por mi cuenta, sin subvenciones ni
prebendas, los problemas educativos desde el kindergarten hasta la
universidad, para ponerme luego al servicio de mi país. Si todo esto
es así, no veo razón alguna para que usted crea que los estudiantes
están en plena e insalvable corrupción.
"A esta respuesta, dicha con intensa emoción, porque en ella
iba el cariño y la devoción a la juventud, ahora ultrajada, no tuvo
Benavides qué contestar. Eso sí, había en su semblante la expresión
del disgusto y de la cólera frenados.
"A poco se rehizo y volvió al ataque cuando dijo:
“– Pero los estudiantes son comunistas y eso es corrupción.
“– No señor, –contesté–. El comunismo no es una corrupción,
es una doctrina político-económica, en la cual usted o yo podemos o
no convenir, pero de ninguna manera puede ser juzgada como un
instrumento capaz de destruir la ética del hombre. No podría
condenar a un universitario por estudiar las doctrinas de Marx y de
Engels, ni por ingresar al partido político de su elección, si es
por razones de principio. En cambio, sí me dolería verlo dedicado al
vicio o en el camino de la deshonestidad ciudadana, pronto a todo género
de concupiscencias, dispuesto a sumarse a dictaduras y tiranías, en
agravio de lo noble y de lo verdadero que la vida de un joven debe
tener como garantía suprema de que será elemento útil al país y no
agente de su ruina material y espiritual”.
Y
luego estas apostillas del maestro:
"Así terminó esa entrevista en que dialogaron un general y
un rector de universidad. Benavides, como es natural, quedó
mortificado. Según supe después, esa entrevista fue uno de los
motivos para que decretara mi no retorno al Perú cuando enseñaba en
la Escuela de Verano de la Universidad de Panamá, en 1936, lo cual
dio comienzo a mi segundo destierro. Era necesario ese destierro, no
tanto para impedir que resultara elegido senador, como lo fui en
ausencia, por el departamento de Puno, cuanto para precaverse de la
influencia que pudiera ejercer sobre el estudiantado en el momento de
declarar nulas las elecciones generales de 1936 –en las cuales fue
derrotado Benavides– y dar el más vergonzoso golpe de Estado que
registra la historia del Perú."
A
partir de esta acción, Encinas emprende un peregrinaje por diversos países
de América Latina, siempre orientado en función de la educación.
Permanece en Bolivia y dicta conferencias en las universidades de Sucre
y de Cochabamba, universidad que le otorga el título de Doctor Honoris
Causa.
En
1936 José Antonio Encinas es elegido en ausencia senador por el
departamento de Puno.
Intenta entonces ingresar al Perú por la frontera con Bolivia y es
detenido. No le permiten el ingreso y es más bien expulsado hacia el país
limítrofe.
Se da inicio a lo que es el tercer destierro.
Mientras tanto, en el país se anulan las elecciones. Él entonces se
dirige a los Estados Unidos y luego a Cuba. Recorre países como Panamá,
México, Chile.
En 1950 nuevamente Puno lo elige senador. Regresa. Su pueblo lo espera
desde temprano, agolpado para recibirlo. Le alza un arco de flores. Se
niega a pasar debajo de él. Pasando por un costado se arrodilla. Besa
su suelo. Y llora.
En noviembre de 1953 en una intervención en el Senado de la República
declara ser:
“... un maestro de escuela, devoto de la enseñanza Primaria y
que, no obstante los años largos que pesan sobre sus espaldas, continúa
todavía enseñando a los niños de instrucción Primaria”.
En
1954 ante una grave dolencia intenta nuevamente viajar a Estados Unidos
para atenderse. Se le niega la visa de ingreso a ese país.
José
Antonio Encinas quedará para siempre en nuestra mente y en nuestros
corazones como un paradigma.
Porque defendió principios; a la juventud, a la escuela y a la niñez.
Protegió y luchó por la reivindicación del indio y todo aquello que
hay de dolido y mejor en la vida y en el universo.
No eligió la complacencia ni el roce con los poderosos; tampoco
la seducción del besamanos, de los tules, de los tafetanes de las
clases altas de la sociedad. Tampoco de las sedas hipócritas del
oficialismo; ni pronunciar él ni aceptar tampoco que le endilguen y
mezan los susurros de las adulaciones.
Porque hay quienes a rastras se contornean detrás del poder. Y
recorren las calles confinados detrás de custodios y guardias de
asalto. Y con eso se creen realizados e importantes.
Y se equivocan tanto en la vida que creen que por eso se los va a
recordar más allá del diario de la mañana que habla de sus andanzas y
recorridos.
De estos felizmente no se ocupará la historia. A estos gracias a
Dios la historia los desprecia; gozan del ahora pero el espíritu del
bien los expulsa de sus supremas y excelsas moradas.
Nos ocupamos aquí de los nobles, de los ínclitos, de los incólumes.
25. Bandera tremolante
Así
como César Vallejo, José María Arguedas y José Carlos Mariátegui
son para la literatura, el pensamiento y la acción social, lo es José
Antonio Encinas para la educación y la pedagogía del presente y
futuro.
Ciertamente, hay otros grandes personajes de nuestra cultura y hombres
consagrados, pero tal y como ocurre con los apus tutelares antes
mencionados.
Son aquellos que al igual que José Antonio Encinas levantan, defienden,
sostienen con su coraje y su sacrificio aquel universo olvidado,
socavado, vilipendiado, constituido por el niño, el maestro, la
escuela, el indio, la justicia, y con todo ello el Perú irredento.
¡Y allí radica la inmensidad de su virtud, de su inteligencia y
de su valor!
Por eso es grande, por eso es vitalmente importante que lo conozcamos y
amemos.
Por eso es imprescindible que lo tengamos presente en nuestras
vidas.
Y que su nombre, su vida y su obra sea una bandera tremolante en
nuestras luchas.
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