Ya
no caben dudas de que el más egregio de los maestros, el maestro de
maestros en el Perú es José Antonio Encinas, entre otras muchas
razones por las siguientes:
– Dedicó y ahondó en su pensamiento pedagógico y en su acción
educativa de manera trascendente, con reflexiones, preocupaciones y
decisiones sobre el Nivel Básico de la educación, y en ella de manera
prioritaria por la escuela primaria.
– Fue un hombre profundamente signado por el credo y la misión de ser
maestro; y un visionario para reconocer el rol de la escuela en relación
a su actuación para transformar y mejorar la realidad.
– Probó su ideario y su doctrina dirigiendo una institución
educativa desempeñándose además como docente en ella, en donde formó
a toda una brillante generación de hombres que descollaron en todos los
ámbitos de las profesiones y en la vida social.
– Sus lúcidas concepciones tienen una modernidad y actualidad plenas
en la política educativa no solo del Perú sino del mundo. Muchas de
ellas se presentaron décadas después como innovaciones, tales como el
constructivismo, y otras será en el futuro cuando serán redescubiertas,
como por ejemplo sus postulados acerca de la evaluación y de la Escuela
Social.
Fue
y es además un maestro de pensamiento y práctica, de filosofía y
realizaciones, de principios y ejemplos de vida:
– Tuvo como uno de sus ejes de pensamiento y acción resolver el
problema del indio tal y cómo él lo denomina, asunto que en el fondo
contiene la trama irresuelta de la identidad, valor primordial de lo que
es ser y estar en el mundo.
– Fue un orientador, un conductor y un líder social, enfrentando
siempre al poder con voz serena como flamígera, con una actitud limpia
e indómita, asumiendo la defensa de los más desfavorecidos y
desheredados, dando valor a ese mundo desconocido y vilipendiado que él
sintetiza con un vocablo: la raza.
– Pese a que sufrió 20 años de exilio hasta en tres largos períodos,
sobresalió en universidades de extraordinario renombre, como las de
Cambridge, La Sorbona, Padua, Bolonia, Londres.
– No fue pues solo un brillante ensayista de gabinete o un hombre de
ideas superiores en el papel, fue y es a toda hora un maestro en la
realidad y en la vida, en la relación diaria, franca, libre y
apasionada con los niños y los jóvenes.
Sin
embargo, este hombre noble en todo, pacífico siempre, moral toda la
vida, fue perseguido, encarcelado, expulsado del país y su vida estuvo
siempre en constante amenaza. ¿Cómo puede ser así, cuando se necesita
tanto de estos hombres trabajando en nuestro suelo? Y es que los grandes
espíritus en el Perú han estado siempre en confrontación con el
sistema imperante.
Estuvo confinado y a punto de morir en la prisión más temible de
nuestro país, la de la isla San Lorenzo. Y sufrió veinte años de
destierro en países cuyo refugio él los convirtió en escuelas del
saber, estudiando en las universidades más prestigiosas del mundo como
Cambridge, Oxford, La Sorbona, Padua, Bolonia.
Fundó escuelas en los países por los cuales pasaba, como el Pedagogium
de Barcelona, expulsado de su patria por los mandones, corruptos y crápulas
de siempre.
Sufrió, pero su ejemplo y su mensaje de valor sin mácula es luminoso
para el Perú eterno, que es lo que verdaderamente importa.
Este
maestro graduado en 1908, en la promoción inaugural de la primera
Escuela Normal de Varones de Lima, realizó la experiencia más
apasionante de una educación con principios genuinos y renovadores en
el Perú.
Dicha experiencia la llevó a cabo en la Escuela 881 de Puno, la más
pobre de un departamento ya extremadamente pobre como es aquel, ubicado
en la región altiplánica de la meseta del Collao, delirantemente
hermosa de paisajes y del alma de su gente.
Pese a que ahora nos llena de enaltecido orgullo, esa escuela humilde en
bienes, recursos e servicios fue grandiosa en espíritu. Pese a ello fue
clausurada y su director destituido por el caciquismo local en el año
1911.
Sin embargo, a este maestro, como reparación sapiente, el pueblo le
brindó su respaldo eligiéndolo diputado por Puno el año 1919.
Desplegó entonces una intensa labor, dedicándose con ferviente denuedo
a proponer leyes y realizar obras en favor de la educación y de la
población indígena del país.
Diputado
brillante, con inmenso prestigio en la población fue llamado un día
por el Presidente de turno, Augusto B, Leguía, a fin de invitarlo a
integrar un comité de trabajo con objetivos aparentes sociales aunque
su trasfondo escondido era implementar la reelección presidencial.
En esa ocasión y delante de él Encinas le manifestó su total y
terminante oposición al intento de permanecer en el poder que a todas
luces alentaba el mandatario, y fue cuando le dijo:
“Yo he sido elegido por mi pueblo para defender sus derechos cívicos,
no para propiciar reelecciones. De modo que no puedo asumir ningún
compromiso para su reelección, que sin duda traería graves
consecuencias para el Perú”.
Estas palabras le parecieron insolentes y ofensivas al Presidente que ni
bien terminó la entrevista llamó a su secretario y le dictó una orden
de detención terminante y el encargo de indagar minuciosamente las
actividades de aquel personaje a fin de aducirle alguna culpabilidad.
Cuenta
su hermana Aurora, que al siguiente día de la entrevista con Leguía, a
las seis de mañana se presentaron en su casa cuatro hombres, dos
vestidos de civil y dos con uniforme de la policía, quienes a
empellones quisieron ingresar; rechazándolos enérgicamente ella, su
madre y la empleada, las mismas que indignadas unas y otras exclamaban:
– ¡Qué les ocurre! ¡Por qué empujan!
– ¡A quién buscan! ¡Esta es nuestra casa!
– ¡Somos mujeres, más respeto señores!
Este altercado lo escuchó José Antonio desde el segundo piso, quien
inmediatamente salió e imponiéndose con la voz preguntó:
– ¡Señores, por favor, qué se les ofrece!
– ¿Es usted el señor José Antonio Encinas?
– Sí, soy yo. ¿De qué se trata?
– Debe acompañarnos a la Prefectura, señor.
– ¿Y cuál es el motivo?
– Usted ha sido muy hiriente con el Presidente de la República,
–explicó quien tenía el rango de teniente.
–
No es contra el Presidente de la República sino contra la pretensión
de ir a la reelección y, por tanto, violar la Constitución del país,
–respondió.
– Tenemos orden de llevarlo detenido.
– Pues bien. Espéreme un momento. Yo me alisto y salgo con ustedes.
No es necesario hacer escándalo ni actos de fuerza caballeros,
–concluyó.
– Señor, ¡no podemos permitir que usted escape!
– Fíjense –les dijo dándoles la cara– ya lo hubiera hecho: aquí
hay puertas, ventanas y techos por donde huir. Sería fácil librarme de
ustedes. Pero yo no soy un delincuente y tampoco nunca voy a parecerlo.
Yo soy un maestro de escuela. Díganme: ¿han visto acaso alguna vez a
un maestro que corra como un ladrón por la calle? ¡Nunca! Siéntense
tranquilos, amigos, y los acompañaré tan pronto me aliste e iré
adonde ustedes quieran llevarme.
Fue tan firme y convincente al hablarles de ese modo que los doblegó
totalmente. Se sentaron en la sala y al poco rato salió con ellos.
Había cogido únicamente, como equipaje, varios pañuelos blancos que
puso en sus bolsillos.
La
madre y la hermana quisieron acompañarlo, pero él no les permitió.
Eso sí, fueron tras de él a la Prefectura, adonde lo llevaron primero
y luego al Panóptico.
A los ocho días lo trasladaron a la isla de San Lorenzo, al Frontón.
Allí se le encerró en la celda más fría y húmeda, a consecuencia de
lo cual enfermó gravemente de los bronquios.
La familia, a través de Germán Leguía y Martínez, pariente de los
Encinas y también primo hermano del Presidente de la República,
consiguió una entrevista con él y fue acompañado del médico
Constantino Carvallo, quien hablándole profesionalmente y dándole un
diagnóstico del recluso le dijo a Augusto B. Leguía:
"Puede morir de un momento a otro con una pulmonía y va a ser
un serio problema para su gobierno."
De este modo obtuvieron el canje de la cárcel por la deportación.
Llevando esa orden, la madre y la hermana se embarcaron en una lancha en
el muelle del Callao hacia la isla, viaje que Aurora Encinas recuerda
como una travesía interminable de dolor y espanto.
9.
Tema: el pasado legendario
La
deportación se produjo hacia Panamá.
En esta inesperada situación de su vida las autoridades de la
Universidad de Guatemala lo llamaron y donde ocupó la cátedra de
Psicología en dicha casa de estudios. También el cargo de consejero
del Ministerio de Educación de ese país.
Poco
después, fue eficiente asesor del ministro de Educación de Costa Rica.
Con tales méritos, la Fundación Carnegie para la Paz Internacional le
otorgó una beca para seguir estudios en la Universidad de Cambridge, en
Inglaterra.
Viaja a Europa prácticamente sin medios económicos. Sus hermanos
Aurora y Enrique le giraron un cheque con todo lo que ellos tenían
ahorrado, que por cierto no eran miles sino apenas cientos de soles, los
que al cambio hacían la suma de 80 dólares.
En Inglaterra se ganó la vida dictando charlas y conferencias que tenían
como tema el pasado legendario de los incas, disertaba sobre las
culturas Tiahuanaco, Nazca, Chavín y Chimú.
En
1927 opta el título de Master of Arts y Master of Science en la
Universidad de Cambridge, con la tesis titulada Las virtudes de la raza
Qolla, donde estudia la situación del poblador aymara en el Perú. Al
respecto, José Portugal Catacora dice sobre dicha obra:
"... que puede considerarse como el primer estudio antropológico
del indígena peruano por el primer antropólogo nacional, José Antonio
Encinas."
En 1928 pasa a Francia, donde ingresa a la Universidad de La Sorbona,
optando el título de Doctor en Ciencias de la Educación.
En 1929 se traslada a España y allí funda, en Barcelona, una institución
de investigación y experimentación educativa bajo el título de El
Pedagogium. Posteriormente, estudia también en las universidades de
Padua y de Bolonia.
Fue en esta etapa que tuvo lugar su primer destierro, que duró ocho años,
en que estuvo, como él dice:
..."consagrado exclusivamente a estudiar problemas educativos,
desde el kindergarten hasta la universidad."
Luego de la caída del gobierno de Leguía, a principios de 1931,
regresa al Perú, en donde se vivía una gran movilización social y una
extraordinaria agitación estudiantil, especialmente concentrada en la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
11.
Elegido rector de San Marcos
Después
de los convulsionados sucesos de 1930 y 1931, en los que día a día los
universitarios, dirigidos por el estudiante de Medicina, Tomás
Escajadillo, protestaban y luchaban contra el gobierno, advino la
victoria estudiantil al obtener la aprobación de un Decreto Ley, el 6
de febrero de 1931, que estableció el cogobierno en la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos.
José Antonio Encinas como hemos dicho ha retornado al país pocos días
antes luego de varios años de destierro en América y Europa.
Entonces, conocedores de sus ideas renovadoras y admirados por su
ejemplar conducta, los estudiantes lo invitan a dar varias conferencias
en la universidad, a partir de las cuales deciden solicitarle postularlo
como su candidato al Rectorado de la universidad.
Al inicio Encinas no aceptó, puesto que no era profesor de San Marcos.
¿Cómo iba a ganar entonces las elecciones? Pero como él mismo
escribe:
"Fue la insistencia del estudiantado, sobre todo el abandono en
que se encontraba por falta de la mano amiga que lo amparara y guiara en
momentos tan difíciles, lo que me inclinó a aceptar esta postulación..."
12.
Consagrado a la universidad
La
lid electoral fue con el doctor Víctor Andrés Belaúnde, profesor de
San Marcos, con magnífica foja de servicios y merecido prestigio en la
universidad.
La elección se realizó el 15 de agosto de 1932, siendo el resultado de
la votación: 14 votos a favor de Víctor Andrés Belaúnde, 98 votos a
favor de José Antonio Encinas.
Escuchemos lo que él dice al respecto:
"Así, elegido para este elevado cargo, por el sólo mérito de
mi devoción a la juventud, asumí la insigne responsabilidad de llevar
a cabo no sólo los propósitos de la Reforma, puntualizados en el
Decreto Ley que le otorgara vigencia, sino los necesarios para dar a la
universidad el contenido social hasta entonces desconocido en San
Marcos. Pudo haber error o no en mi elección; el futuro lo dirá... El
hecho es que consagré, sin reservas, toda mi voluntad para cumplir las
ideas expuestas en mis conferencias, que resumían los anhelos, todavía
no lejanos, de mi vida de estudiante, maestro y político. Por este
motivo abandoné, en lo absoluto, toda otra ocupación que no fuera
consagrarme a la Universidad.
Siendo Rector de San Marcos, Encinas tuvo como colaboradores más
cercanos a Luis Alberto Sánchez, como Director del Instituto de Extensión
Cultural; a Raúl Porras Barrenechea, como Director del Colegio
Universitario; a José Jiménez Borja, como Profesor Asesor en aspectos
académicos; a Jorge Basadre, como Director de Bibliotecas.
Es, pues, un inmenso orgullo para el magisterio peruano el que un
integrante suyo, un humilde pero lúcido y audaz maestro de escuela haya
llegado –por sus propios méritos y gracias a la decisión democrática
de la juventud iconoclasta y libertaria–, a tan alto sitial.
Y aún más: El que haya tenido como meritorios asistentes de su señera
gestión rectoral, a semejantes luminarias de la más renombrada
intelectualidad del Perú.
14.
Rectorado de un año y cuatro meses
Transcurría
el año 1932 cuando el Presidente Sánchez Cerro, con quien se había
conocido en París, lo invita a Palacio de Gobierno, y en la conversación
le pide que prohíba que se traten asuntos políticos en la Universidad
de San Marcos; pretensión completamente contraria al pensamiento y al
proceder de Encinas, quien le contesta que es derecho inalienable de los
jóvenes y de las personas conscientes ocuparse del destino de su país.
Sánchez Cerro, después de esta entrevista, procedió a clausurar San
Marcos.
José Antonio Encinas es entonces invitado a Panamá a dictar
conferencias en el Ciclo de Verano de la universidad de ese país.
A su retorno en el puerto del Callao se le prohíbe el ingreso a la
patria. Sánchez Cerro lo había deportado en ausencia.
Luego de trabajar un tiempo en Centroamérica visita, en ese periodo,
fundamentalmente universidades de los Estados Unidos.
Su rectorado en la universidad de San Marcos había durado un año y
cuatro meses.
15.
Gestionan una entrevista
En
el breve período que duró el rectorado de Encinas en San Marcos se
desarrolló una labor titánica de reordenamiento y cambio, proyectándola
a las décadas venideras en un espíritu y práctica de participación
amplia de todos los estamentos del claustro, que de este modo acometían
el esfuerzo más vigoroso de repensar y de ver actuar la universidad en
coherencia con el contexto social del país.
En el periodo que va de 1931 a 1932, que duró su ejercicio de rector,
dio vida a un vigoroso proceso de Reforma Universitaria, que cambió de
raíz aspectos esenciales de esta casa de estudios, reforma de tan
profunda raigambre democrática que constituyó el cambio más
significativo en todo el secular devenir de la historia en el claustro
sanmarquino.
En el período de clausura de la Universidad, que duró cuatro años,
fue asesinado Sánchez Cerro y asumió el poder el General Oscar R.
Benavides en su calidad de Jefe del Ejército.
Los profesores sugirieron entonces al rector Encinas la conveniencia de
gestionar, mediante una entrevista, la reapertura de la universidad.
16.
Se funda el Colegio Dalton
La
entrevista se llevó a cabo y fue áspera. En ella Benavides evidenció
su despotismo y arbitrariedad cuando ni siquiera invitó a tomar asiento
a la delegación de autoridades y profesores de San Marcos.
Aún más, se quejó de lo que él llamaba la indisciplina y rebeldía
estudiantil, que según dijo merecían su reprobación.
Adujo lo que para su entraña antidemocrática era la supuesta
inconsistencia del cogobierno y manifestó su absurda decisión de
mantener clausurada la Universidad.
El maestro Encinas refutó firmemente esos argumentos a pesar de saber
de antemano que era empresa inútil intentar siquiera cambiar un milímetro
los prejuicios tan hoscos y siniestros que aquel militar tenía en
contra de la universidad.
Mientras tanto, en 1933, y conjuntamente con sus hermanos Enrique,
Guillermina y Aurora, fundaron en Lima el Colegio Dalton, para ensayar
el sistema de trabajo escolar mediante grupos, en laboratorios y bajo la
metodología de taller.
Es
muy importante que reproduzca aquí el segundo encuentro que tuvo con el
presidente Oscar R. Benavides, relatado por el mismo José Antonio
Encinas, circunstancia que debemos conocerla con amplitud porque gráfica
el ambiente y la época que se vivía.
Al mismo tiempo deja ver de modo inequívoco la recia personalidad del
maestro y descorre el velo de cuál es la entraña de algunos
gobernantes que para desgracia de nuestros países no son pocos:
"En este ambiente de protesta –nos relata– Benavides me
invitó, celebrándose una entrevista que merece ser narrada, dado que
de su contenido se desprende la intolerancia y la animadversión que su
gobierno guardaba a la Reforma Universitaria.
"Benavides estuvo cortés en esta oportunidad; me invitó a
tomar asiento, y luego me dijo haberme llamado porque los universitarios
continuaban en franca y violenta hostilidad hacia su gobierno...
18.
No olvide que soy maestro
“– Usted sabe que soy militar y me agrada la disciplina. Usted,
que está a coté (al lado, en francés) de los estudiantes, es el
llamado a ponerlos en orden, porque de lo contrario mi autoridad pe¬sará
sobre ellos con mano férrea.
“– No sé a título de qué exige usted que lo ayude a mantener
aquel orden. Para usted no soy rector de la universidad, porque si lo
fuera, la universidad estaría abierta bajo mi dirección, y entonces
respondería de la disciplina académica en el claustro; pero no de la
otra, esto es, cuando el estudiante ejerce su legítimo derecho de
ciudadano al protestar por la clausura de la universidad y por las
ilegalidades que comete el gobierno.
“Usted es militar y puede imponer disciplina en un cuartel, valiéndose
de la fuerza; pero no olvide que soy maestro y que, por eso, me está
vedada la violencia. No tengo más arma que la espiritual y ella ha sido
suficiente para conseguir el orden en el claustro mediante la colaboración,
la tolerancia y la comprensión mutuas de maestros y de estudiantes.
“Ya le manifesté en otra oportunidad que nada había de cierto
acerca de la indisciplina; es la legítima protesta ciudadana que exige
el máximo respeto a su libertad. Y en eso, como rector y como
ciudadano, no estoy a coté de los estudiantes, sino avant (adelante, en
francés).
"Benavides, después de algunos instantes de silencio, contestó:
“– Pero usted estará de acuerdo en que la juventud está
corrompida y que no hay otro remedio que disciplinarla.
“– No sé lo que usted entienda por corrupción, –respondí–.
Si acaso juzga usted como corrupción la embriaguez, el juego ilícito,
ser parroquiano de prostíbulos o llevar una vida de completo abandono,
debo decirle, con profunda convicción, que nada de eso ocurre con la
inmensa mayoría de los estudiantes de San Marcos. No los he visto antes
ni ahora en estado de beodez, jamás he tenido noticia de que
concurrieran a las casas de juego ni se empobrecieran física y
moralmente en los lenocinios...
“Esto se ha sabido porque la Oficina de Estudiantes creada por la
Reforma Universitaria estuvo muy cerca de la vida privada de los alumnos
y porque personalmente hube de vigilar esa conducta con más interés
que su aplicación a los estudios. Y si usted cree que yo soy quien
corrompe a la juventud, debo decirle que tres generaciones de mi familia
–debí haber dicho cuatro, porque más tarde Benavides encarceló y
desterró a mi hijo cuando apenas había cumplido los dieciocho años–
han pagado tributo a la dignidad ciudadana luchando por las libertades cívicas
del Perú. Además, en los diez años de mi destierro, en Europa, no
perdí mi tiempo en visitar los cabarets de París o las salas de juego
de Montecarlo; fui a estudiar como alumno ordinario, sometido a todas
sus exigencias, en las universidades de Londres, Cambridge, París,
Padua y Bolonia; y en esa larga estadía no busqué provecho personal
preparándome en alguna profesión lucrativa; estudié, por mi cuenta,
sin subvenciones ni prebendas, los problemas educativos desde el
kindergarten hasta la universidad, para ponerme luego al servicio de mi
país. Si todo esto es así, no veo razón alguna para que usted crea
que los estudiantes están en plena e insalvable corrupción.
"A esta respuesta, dicha con intensa emoción, porque en ella
iba el cariño y la devoción a la juventud, ahora ultrajada, no tuvo
Benavides qué contestar. Eso sí, había en su semblante la expresión
del disgusto y de la cólera frenados.
"A poco se rehizo y volvió al ataque cuando dijo:
“– Pero los estudiantes son comunistas y eso es corrupción.
“– No señor, –contesté–. El comunismo no es una corrupción,
es una doctrina político-económica, en la cual usted o yo podemos o no
convenir, pero de ninguna manera puede ser juzgada como un instrumento
capaz de destruir la ética del hombre. No podría condenar a un
universitario por estudiar las doctrinas de Marx y de Engels, ni por
ingresar al partido político de su elección, si es por razones de
principio. En cambio, sí me dolería verlo dedicado al vicio o en el
camino de la deshonestidad ciudadana, pronto a todo género de
concupiscencias, dispuesto a sumarse a dictaduras y tiranías, en
agravio de lo noble y de lo verdadero que la vida de un joven debe tener
como garantía suprema de que será elemento útil al país y no agente
de su ruina material y espiritual”.
Y
luego estas apostillas del maestro:
"Así terminó esa entrevista en que dialogaron un general y un
rector de universidad. Benavides, como es natural, quedó mortificado.
Según supe después, esa entrevista fue uno de los motivos para que
decretara mi no retorno al Perú cuando enseñaba en la Escuela de
Verano de la Universidad de Panamá, en 1936, lo cual dio comienzo a mi
segundo destierro. Era necesario ese destierro, no tanto para impedir
que resultara elegido senador, como lo fui en ausencia, por el
departamento de Puno, cuanto para precaverse de la influencia que
pudiera ejercer sobre el estudiantado en el momento de declarar nulas
las elecciones generales de 1936 –en las cuales fue derrotado
Benavides– y dar el más vergonzoso golpe de Estado que registra la
historia del Perú."
A partir de esta acción, Encinas emprende un peregrinaje por diversos
países de América Latina, siempre orientado en función de la educación.
Permanece en Bolivia y dicta conferencias en las universidades de Sucre
y de Cochabamba, universidad que le otorga el título de Doctor Honoris
Causa.
En
1936 José Antonio Encinas es elegido en ausencia senador por el
departamento de Puno.
Intenta entonces ingresar al Perú por la frontera con Bolivia y es
detenido. No le permiten el ingreso y es más bien expulsado hacia el país
limítrofe.
Se da inicio en lo que es el tercer destierro.
Mientras tanto en el país se anulan las elecciones. Él entonces se
dirige a los Estados Unidos y luego a Cuba. Recorre países como Panamá,
México, Chile.
En 1950 nuevamente su pueblo lo elige senador por el departamento de
Puno.
En 1954 intenta viajar a Estados Unidos para atenderse de una dolencia y
se le niega la visa de ingreso a ese país.
En noviembre de 1953 en una intervención en el Senado de la República
declara ser:
“... un maestro de escuela, devoto de la enseñanza Primaria y
que, no obstante los años largos que pesan sobre sus espaldas, continúa
todavía enseñando a los niños de instrucción Primaria”.
Así
como César Vallejo, José María Arguedas y José Carlos Mariátegui
son para la literatura, el pensamiento y la acción social, es José
Antonio Encinas para la educación del presente y futuro.
Ciertamente, hay otros grandes personajes de nuestra cultura y
hombres consagrados, pero tal y como ocurre con los apus tutelares antes
mencionados, José Antonio Encinas levanta, defiende, sostiene con su
coraje y su sacrificio aquel universo olvidado, socavado,
vilipendiado, constituido por el niño, el maestro, la escuela, el indio
y con ellos el Perú irredento.
¡Y allí
radica la inmensidad de su virtud, su inteligencia y valor!
Por eso es grande, por eso es vitalmente importante que lo conozcamos y
amemos.
Por
eso es imprescindible que lo tengamos presente en nuestras vidas.
Y
que su nombre, su vida y su obra sea una bandera
tremolante en nuestras luchas.