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Instituto
del Libro y la Lectura, INLEC del Perú y Capulí, Vallejo y su Tierra |
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5 de octubre |
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"En una comarca andina, donde flores hay muy bellas donde majestuoso brilla, sin rival el sol de mayo, una casa se levanta entre cerros y jazmines: es la escuela de mi pueblo, el alma del alma mía". La escuela de mi tierra |
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1. Consustanciados
con su misión |
Cual bandada de palomas que regresan al vergel ya volvemos a la escuela anhelantes del saber… ellas vuelan tras el grano que las ha de sustentar, y nosotros tras la idea que es el grano intelectual |
Creo que sería muy raro que hubiera algún peruano que no sepa esa canción, y que habiendo pasado por la escuela no la haya cantado. Y que si bien algunos no la recuerdan completa, por lo menos cada quien evocará algunos versos de ella porque está en lo más profundo de nuestro espíritu. 7. La alegría de vivir Luego venían las canciones a la primavera, y cantábamos: |
Alegría, alegría, de natura que canta alegría, alegría, de nuestro corazón. Yo te canto primavera, porque el ruiseñor te canta… |
Porque en la sierra norte del Perú el calendario de estaciones es distinto a la región de la costa. Porque mayo, como tú sabes, en la sierra es el mes más hermoso, dado que nos brinda a todos una riqueza de sensaciones y matices inigualables. Una naturaleza donde todo se cubre de flores, donde todo es música que surge de ese mismo estallido o floración de la vida. Yo recuerdo que al romper el alba ya era un concierto: los pájaros cantores con sus trinos, a cuál mejor, se ponían en el tejado de los techos a compartir la alegría de vivir. Y nosotros habitábamos así ¡dentro de un mundo que nos hacía felices! Quizás era así porque no teníamos dinero. Y como no lo teníamos, entonces no había de qué preocuparse. Es por eso que yo puedo dar testimonio de la felicidad que viví en mi niñez. 8. Feliz de haber allí nacido A mi me conocían por las travesuras que hacía en todas partes. El pueblo es como tú sabes, más o menos regular, y yo todos los días lo recorría de un extremo a otro. Y aquí aprovecho para decir algo muy singular: que no creo que alguien que estudió en aquel tiempo en el Centro Viejo tenga algún prejuicio de cualquier índole, de tipo racial, económico o cultural. ¡Y sabemos por qué! ¡Porque los niños vivíamos juntos!, enlazados, ya fuéramos niños pobres, ya muy pobres, regular de pobres, ricos o muy ricos. También los que vivían en la ciudad, como en el campo. Sea el gringuito, como el mestizo o el moreno, todos compartíamos ahí por igual. Y es ésa la forma cómo se construye la democracia, que se basa en la igualdad de todos, en el principio de la justicia. Es por eso que yo agradezco y vivo feliz de haber nacido y pasado toda mi niñez en Santiago de Chuco. 9. En los campos de honor Volviendo a las canciones, éstas iban de acuerdo a la época del año, coincidiendo con el programa del Calendario Cívico Escolar. Pasadas las canciones de primavera, ya era una tradición entonar una canción como era "El 7 de Junio", que con mucho fervor tu papá nos enseñó, pero que ya dentro de cada salón los profesores la seguían haciendo cantar a sus alumnos y el profesor Manuel Miñano nos incentivaba a cantarla a gritos: |
El día 7 de Junio, un día tan desdichado, a un parlamento confiado le intimidaron rendición. |
Ésa es como una estrofa, y a continuación entra el coro de versos: |
Ya resuenan los clarines los tambores y el cañón. Yo defiendo mi bandera en los campos de honor. |
10. Un homenaje a esos muchachos Luego venían las canciones al indio, al labriego y al campesino, que en buena cuenta éramos nosotros mismos, porque en cualquier momento nos íbamos a la chacra y ya éramos unos auténticos campesinos: |
Es ya de madrugada el labriego despierta al entreabrir sus ojos la luz del día ve; Entonces presuroso saliendo de su lecho musita una plegaria llena de amor y fe… |
Pero aquí ha de valer que rindamos un homenaje a esos muchachos, nuestros compañeros que venían del campo después de caminar cuatro, cinco, seis o más kilómetros y, sin embargo, llegaban al pueblo y a la escuela antes que todos nosotros que vivíamos en la ciudad. O que vivíamos ahí no más, al lado de la escuela. Ellos, ¿acaso tenían reloj? ¿Alguien ha visto a alguno de ellos que tenía reloj? ¡No, no tenían! En cambio, yo por ejemplo, vivía a una cuadra de la escuela ¡y yo sí tenía reloj! Y, sin embargo, llegaba a veces tarde o con las justas a la formación en el patio. ¡Ellos, nunca! 11. Los niños más sanos y puros Cuando escuchaba ya el segundo campanazo recién me levantaba con todo de la cama, agarraba ahí no más el agua de las goteras, esa agua helada que recogemos en barriles o baldes, y me lavaba la cara, así como el gato. Me secaba con mi pañuelo y me iba con dos panes en mi bolsillo: ¿para qué? Para canjearlos en la escuela con el "Mono" Segundo Paredes, quien se acuerda todavía de estos hechos, a quien yo le daba los panes y él me entregaba capulí de sus chacras, o llacones. Yo llegaba con las justas y mis compañeros del campo, ¿ah?, con sus llanques y pantaloncitos arriba de la canilla, me ganaban. Yo me he preguntado también eso: ¿por qué usan el pantaloncito alto? Y es por la lluvia, ¡debido a que tienen que pisar el agua que hay en los caminos! Y, para que no se mojen, usan el pantaloncito arriba. Esos niños eran los niños más sanos y puros que yo tengo registrados en mi memoria. E iban con la esperanza de que nosotros también les enseñemos algo nuevo. Y como que así era: – Yo el otro día he estado en Trujillo. –Decía uno. Y ellos escuchaban con mucha atención. 12. Yo todavía me acuerdo Así llegaba el 24 de Junio que era una fiesta escolar muy grande, en la 271 o Centro Viejo. Y todo ello por iniciativa de tu papá, que resaltaba mucho nuestra identidad, la adhesión a nuestra cultura y, sobre todo, al mundo del campesinado: |
Mama Pacha, ¿do están tus hijos? los cobrizos hijos del sol, no los oigo por las praderas entonando dulces canciones. Padre Inti, ¿do están aquellos? que su brazo forjó la tierra no los oigo por las llanuras lanzar bravos gritos de guerra. |
Tanto es así que varias canciones las cantábamos en quechua, pese a que en Santiago no hablamos quechua, ni él tampoco sabía esa lengua. Pero las cantábamos en ese idioma, lo cual tiene más mérito todavía. Yo todavía me acuerdo que esa linda canción “India bella” la cantábamos en quechua: “Coñi Urahui” u otra “Katehua” que la decíamos en quechua y castellano, una de cuyas estrofas se cantaba así: |
Flores del valle que dais calor a la esperanza de un bello amor. Vuestro perfume consolador robe la ñusta tanto dolor. |
13. Indio que asomas a la puerta Ese día del Indio o de la identidad había actuaciones cívicas en donde se improvisaba un escenario, con algunos telones que se colgaban tendiendo una cuerda entre pilar y pilar. Y se salía a actuar representando también obras de teatro escolar. Allí tu papá formó a Helí Miñano que tenía dotes muy especiales. Era un artista ese niño. Y nosotros estábamos orgullosos de él. Y esto frente a los alumnos del señor Encamación Saavedra, que era la escuela con la cual rivalizábamos. Porque, en nuestros logros de carácter literario, nos burlábamos de los muchachos del señor Saavedra, porque tenían un tonito para recitar que era como una cantaleta. Me acuerdo de que salía el Roland Geldres, para el Día del Indio, con su tonada: |
Indio que asomas a la puertaaaa de esa tu rústica mansióooon, ¿para mi sed no tienes aguaaaa, dulce maíz para mi hambreeee, para mi sueño cobertoooorrr? |
Y ahí el que recitaba se paraba a pensar: |
Indio de frente sudorosaaaa... |
14. Andábamos hechizados Y seguían así con la cantaleta, con ese tono por el cual nosotros los fastidiábamos cuando los encontrábamos en la calle o en cualquier tienda, repitiéndoles: "Indio que asomas a la puertaaaa..." En cambio Helí era un artista consumado. Y era chiquitito. Pero él desde niño nos influyó a todos. Todos recitábamos como Helí lo hacía, que era excelente, en realidad ¡buenazo! Yo pude descubrir, al verlo, que un recitador, o un actor, puede estirarse, crecerse hasta límites increíbles, como también encogerse o empequeñecerse a su antojo. ¡Y eso causa mucho impacto! Fíjate, ¿ah? ¡Cómo sacó todo eso tu padre, de tal modo que, te juro, andábamos hechizados de cómo recitaba Helí. Y, bueno, él ha llegado a ser lo que es: un señor del teatro nacional, trabajando con compañías de mucho prestigio en todo el país. 15. Como a ti te nace y como tú eres Yo me acuerdo de que para recitar poemas y exaltar valores Helí estiraba el brazo a más no poder. Increíble, jamás lo hubiéramos imaginado. Y se empinaba... ¡para hacer eso se necesita talento! Y eso causaba indudablemente una impresión profunda, que te comprometía el alma totalmente... Yo recuerdo que ese estilo irrumpió de una manera tal que a todos, chicos y grandes, iniciados y no iniciados, nos contagió tremendamente. Pero a mí cuando don Danilo me vio recitar me llamó y me dijo: "Tú tienes tu estilo. Tú debes recitar en tu estilo, como a ti te nace y como tú eres. No tienes por qué imitar a nadie". Y resaltó las cualidades que yo tenía. Y me sirvió mucho lo que me dijo, porque yo andaba como esclavizado con el estilo de Helí. Para eso, las actuaciones grandes eran los días sábados, que eran los días en que se hacía el cambio de tumo, mediante el cual un profesor dejaba y otro asumía la responsabilidad de la escuela durante una semana, que era como hacerse cargo de la marcha del plantel, complementando la labor del director. 16. Poesías como éstas que yo salía a recitar Para eso, yo me aprendía esas poesías chiquitas que me gustaban mucho, del cuaderno del Primer Año, que dicen así: |
La gata, la gata, llevó a los gatitos, los llevó a pasear. Los gatitos quieren correr y jugar. La gata les dice: cuidado, hijitos, que los zapatitos, se van a estropear. |
¡Ése era un poema del libro de Primer Año de Primaria! Ahora, cuando tuve el libro de Segundo Año, había varias poesías que me gustaban, como ésta que yo salía a recitar: |
Qué linda es mi cometa, ya vuela con primor, es pájaro que vuela con alas de color. Saliendo de mi escuela, cumpliendo mi deber, yo vuelo mi cometa, ¡qué dicha, qué placer! |
17. Desde la improvisada tribuna Y así sigue. Pero no sólo recitábamos poesías, sino las fábulas en verso que figuraban en el libro, como ésta que estaba incluida en el libro del Segundo Año: |
Junto a un negro buey cantaban un ruiseñor y un canario, y en lo gracioso y lo vario iguales los dos quedaban. –Decide la cuestión tú– dijo al buey el ruiseñor, y metiéndose a censor habló el buey y dijo: ¡Muuú! |
¡Ésa es una! Y la otra, que también salíamos a decir desde la improvisada tribuna, es la que creo que todos la saben, porque es bastante pegajosa: |
A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron que, por golosas, murieron presas de patas en él. A otras, dentro de un pastel, enterró su golosina. Así, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que los domina. |
18. Por las colinas la luz se pierde En Tercer Año ya venían otras composiciones, más complejas, como "Cuadro matinal" que así se titulaba ese poema en el libro. ¿Quién de nosotros no lo ha recitado en ese corredor junto al ciprés y delante de todos sus compañeros?, mirando los cercos de malvas y los jardines llenos de geranios rojos, amarillos, azules o blancos que crecían jubilosos al pie del corredor: |
¡Qué alegre y fresca la mañanita! me agarra el aire por la nariz; los perros ladran, un chico grita y una muchacha gorda y bonita, junto a una piedra muele maíz. Un mozo trae por un sendero sus herramientas y su morral; otro, que agita su gran sombrero, busca una vaca con su ternero para ordeñarla junto al corral... |
Y sigue el poema de Rubén Darío, que es larguito: |
Por las colinas la luz se pierde bajo del cielo claro y sin fin; ahí el ganado las hojas muerde, y hay en los tallos del pasto verde escarabajos de oro y carmín… |
19. ¡Cuida que no se te vayan
a caer las orejas! Para las Fiestas Patrias, don Danilo se dedicaba, de cuerpo y alma, a hacer escudos, galones, estandartes. Él mismo sacando los números de los almanaques y poniendo el 271 en la franja blanca dentro de los dos campos de color rojo, como era la insignia de nuestra escuela. Y se dedicaba también a la preparación de la Banda de Guerra, que ¡ni se diga la destreza con que lo hacía! A mí me enseñó a emboquillar la corneta: – Mira –me dijo– pones los labios así. A ver, húndelos así, no muy adentro... Ahí. Ahora sopla. Cuando soples jala el aire desde aquí. Y me ponía su mano señalándome el pecho. – Ahora sopla. Pero no hinches así las mejillas ¡como globos! Porque se te pueden desprender las orejas. Ahí. Ahí. Ahora, fuerte... ¡Sopla fuerte! ¡Sopla! Y recién salía el sonido nítido y cristalino de la corneta. – ¿Ya ves? ¡Como te salió! Hazlo otra vez... Ya... ya aprendiste. El resto es ejercicio..., ¿ves cómo te sale ahora el sonido...? límpido. Pero ¡cuida que no se te vayan a caer las orejas por el esfuerzo! 20. ¡Rompan los taroles! ¡Y sabía enseñar, pues! Era un señor con unas habilidades estupendas para todo, ¿ah? En la escuela, con él curtíamos los pellejos para cambiar de cuero a los tambores, trabajo bien pesado que empieza sabiendo escoger el pellejo para que suene bien el instrumento y no se rompa. ¡Porque ¡no cualquier pellejo sirve! O bien se rompe rápido o bien no suena como debe sonar un redoblante. O bien se desgarra. Como también hay que saber golpear con la baqueta, si no termina el cuero agujereado, como un tarro de leche abierto con un cuchillo, o lo que sea. Hay que ser curioso y ¡él era muy curioso! Pintábamos los aros, cosíamos los templadores, torneábamos las baquetas, untábamos las badanas con sebo... Todo por iniciativa, entusiasmo y dedicación de tu papá. ¡Era incansable! ¡Ponía esmero y cuidado en cada detalle! Pero ya en el desfile se emocionaba tanto que corría a uno y otro lado de la banda arengando: – ¡Rompan los taroles! ¡Rompan los taroles! –Ese era su grito de guerra. 21. Aparentemente severos, pero en el fondo muy tiernos Lo veo y se me figura íntegro, por la fisonomía y la manera de ser, ¡te juro!, un César Vallejo auténtico. Cuando imagino a César Vallejo lo imagino como a tu papá: la misma mirada, la misma conformación ósea, los pómulos salientes, la tez trigueña, muy bien peinado con sus ondas a los costados. Pero, sobre todo, tenían la misma alma, la misma entraña, pegados a sus sufrimientos, ternuras y miedos, aparentemente severos, pero en el fondo muy tiernos. (En este punto de la entrevista interviene Carlos Diestra, hermano mayor de Jacinto y quien durante toda la conversación ha estado atento, pero callado. Y participa diciendo: "Realmente, el alma de todo era don Danilo. Él nos enseñaba todo. Era el entusiasta. Porque, ¿quién nos enseñaba a modelar en esculturas de barro? Don Danilo. ¿Quién nos enseñaba a hacer las cometas, las antorchas, los escudos? Él. ¿Quién preparaba el desayuno en la escuela con sus alumnos? Don Danilo. ¿El equipo de fútbol? Don Danilo. Las grandes excursiones ¿quién las preparaba? ¡Él!"). 22. Los carrizos para hacer las cometas Ya para Agosto –continúa Jacinto Diestra– era el concurso de cometas en Chaychugo... que empezábamos yendo a traer el carrizo desde El Naranjo. Porque de lo contrario seguíamos con la malhadada costumbre de jalar, a escondidas, los carrizos de los techos de nuestras casas. Ahora que lo pienso eso era nefasto, y está bien que nuestras mamitas, especialmente las abuelas, nos castigaran por ello. Porque así causábamos que las tejas se muevan e hicieran esos goterones en las paredes producidos porque las tejas se movían, pues. ¡Por los nudos que tienen los carrizos y porque están amarrados con soguillas! Y nosotros a escondidas sacábamos de ahí los carrizos para hacer las cometas. ¿A qué maestro se le ocurrió hacer una excursión anual para traer carrizos frescos que además hacían las cometas más resistentes al viento? ¡A tu papá! 23. Jalar los carrizos que sostienen las tejas Para eso, a mediados de Julio, se organizaba el paseo a El Naranjo, precisamente para traer carrizo a fin de hacer faroles y cometas. Mira ¿ah? ¡Visión que tenía!, porque ¿qué padre no se descuida y terminas trayéndote abajo el techo y las paredes de tu propia casa por jalar los carrizos que sostienen las tejas? ¡Y todo por hacer cometas! ¡Yo lo he hecho! ¡Yo he jalado y he causado perjuicio y daño a mi casa! Y todo niño ha jalado esos carrizos ¡y eso es grave! porque a consecuencia de ello hay goteras y ¡abajo paredes! Pero para eso estaba don Danilo que organizaba toda una excursión sólo para traer carrizos, sabiendo la gran afición de los niños por esos juegos. ¿Otras escuelas lo hacían? ¡No! ¡No lo he visto ni tampoco lo he sabido! 24. ¿Qué dice en ese signo? Pero, ¡más grandes eran las excursiones a las ruinas de Huasochugo!, que él organizaba. Era un viaje largo y agotador porque, mira, había que hacerlo en una sola jomada y con niños pequeñitos, por plena jalca, ¡para llegar a dormir en Uningambal! Y, al otro día, recién hacer la caminata a Huasochugo. ¡A tu papá le gustaba mucho ese sitio!, y es que para los santiaguinos es como ir a Machu Picchu. Es el lugar más alto, y el vértice de esa zona andina, porque desde esa ciudad incaica ya se divisa el mar. ¡Cómo nuestros antepasados construían sus ciudades en los puntos más elevados!, ¿ah? Un verdadero investigador tu papacito. Mira... te voy a contar, es como si lo estuviera viendo. Allí hay una piedra en un muro, y en ella hay una figura geométrica, propia de nuestros antecesores Incas o preincas. Él se quedó mirándola y la acarició. Y yo que iba ahí nomás, en su detrás, le pregunté al notar su actitud: – Maestro, ¿qué dice en ese signo? 25. La frase de un verdadero líder Y él, que lo seguía mirando, me contestó con esta frase que, para mí, se ha quedado para siempre como un símbolo de lo que es ser un auténtico y verdadero maestro, como lo fue tu padre. ¿Cuál fue esa frase? Te lo diré. Pero primero déjame decirte que lo dijo con tanta naturalidad, como si lo supiera de antemano, como si estuviera esperando mi pregunta y hubiera estado pensando en eso. Tanto que me parece ahora que él había encontrado el verdadero mensaje de ese signo. Y ha sido, ¡te lo juro Danilo!, el verdadero derrotero de mi vida de maestro. Porque mira: ¡era como leer en una fuente! Porque esa excursión a Huasochugo él la organizaba todos los años, él iba hasta allí a refrescarse, a beber en una poza de agua cristalina, a recoger inspiración y ¡llevando a toda su escuela!, como ya te he dicho hasta a los niños más chiquititos, verdaderas criaturitas, como a muchos otros lugares, que te contaré en otra oportunidad... Esa frase que me dijo y, que, según él, decía allí en esa piedra, con ese signo, era ésta: – "Niños, ¡seguidme!". Imagínate, qué cosa tan fresca y profunda, a la vez clara y tremenda, como lema de un maestro y que él veía en una piedra de nuestra cultura milenaria. La frase de un verdadero líder, como debe ser todo maestro. Nota explicativa: Entrevista realizada al profesor Jacinto Diestra el 15 de septiembre del año 2001, en reunión llevada a cabo con ocasión de cumplir 68 años de vida, el 11 de septiembre. Estuvieron presentes Manuel Vejarano, Carlos Diestra, Juvenal Sánchez, Margarita Diestra, René de Somocurcio, entre otras personas. Jacinto Diestra nació en Santiago de Chuco el año 1933. Estudió en el Seminario de San Carlos y San Marcelo en Trujillo. Fue profesor de Filosofía en el Colegio Claretiano de San Miguel, en Lima, y de Educación Cívica y Ética en el Centro Educativo José Olaya, en el distrito de La Perla, en el Callao. Murió el 13 de octubre del año 2001). |
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