1. El don
de la palabra
Causa asombro constatar cómo un pueblo tan sufrido y expoliado como el
nuestro, es a la vez una comunidad grandiosa en poesía, que vive
sintiendo y temblando en razón de este don, esta gracia y a la vez
virtud.
No es nuestra inclinación tener o acumular riqueza material, tampoco
solazarnos en el bienestar, ni mucho menos nos atrae el relumbre del
oro, la plata o las piedras preciosas sino los asuntos esenciales del
ser.
Y no hay mayor prodigio que la poesía, heredad y patrimonio
extraordinario que desde tiempos remotos se cultiva en el mundo andino
hasta ser parte de su entraña, habiéndola incorporado a las faenas del
trabajo y a la vida cotidiana.
Y es ese sustrato el que ha sido capaz de producir al hombre más
importante del milenio entre nosotros, supongamos que entre 200 millones
de peruanos que vivimos en ese lapso, siendo el más egregio de todos un
poeta.
No es un empresario, no es un santo ni un guerrero aquel que haya
destacado en grado sumo sino un poeta. ¿No es sorprendente e inusitado
que el más brillante haya sido alguien del mundo de la belleza y del don
de la palabra para contener verdades fundamentales, como es la poesía?
2. Valores
universales
Porque el hombre del milenio incuestionable en todas las encuestas,
sondeos de opinión, entrevistas a hombres notables y de todas las
condiciones, es César Vallejo en el Perú.
Resulta hermoso y exultante que el personaje más querido, admirado y con
quien más se identifica nuestro pueblo sea un poeta.
Esto en cualquier parte del mundo no dejaría de ser maravilloso.
Y es que a la belleza y emoción propia de la poesía, en la cual César
Vallejo fue un artista consumado, agregó de manera auténtica la verdad
de ser un hombre cabal, fraterno y solidario.
Pero en este campo César Vallejo no está solo en el Perú, tiene
acompañantes egregios, brillantes y de majestuosa estatura.
Vallejo y estos hombres son tomados en cuenta entre los valores
universales del hombre en su conjunto, en la civilización y la cultura
contemporáneos.
José María Eguren y Martín Adán son personalidades que pueden ser
consideradas con toda justicia valores de carácter universal.
3. Encendiendo
lámparas
Todo ello nos plantea reflexionar en torno a la poesía para aproximarnos
en algo a su médula y a su entraña. Y en lo primero que hay que recaer
es en la pregunta:
¿Porque, para qué y con qué fin se escribe o confiesa poesía?
¿Persiguiendo qué propósitos nos inclinamos ante esta fuente alucinada?
¿Para alcanzar cuáles fines u objetivos?
En primer lugar, se escribe o susurra para superar, ampliar y elevar la
vida.
Para hacer la existencia más dilatada, henchida y pródiga. Y más vasta,
intensa y duradera.
Pero así como tiene esta filiación con la vida, a la vez conjura y
complota contra la muerte, ingresando a esa caverna a rescatar de sus
sombras a los seres queridos.
A aquellos que amamos y no queremos abandonarlos en esas sombras
lacerantes, haciéndolos vivos para siempre, siendo que antes solo
permanecían en ese ámbito de niebla, ceniza y olvido.
Pero no solo eso sino que la poesía ha iluminado la muerte, encendiendo
lámparas en sus recintos y galerías tenebrosas, vinculándola más a la
vida o ingresando a iluminar más a esta en ella.
4. En el borde
de las playas
Se escribe o musita poesía para hacer que viva de manera permanente todo
aquello que acrisolamos, principalmente las emociones y pensamientos en
relación a sucesos, personas, situaciones con hondura, encanto y
arrobamiento.
Para revivir los momentos significativos que se ha vivido y que no
queremos que se borren y desaparezcan definitivamente, salvando lo más
preciado y digno que la existencia nos va deparando.
Para recoger las perlas que el océano de la vida va tallando y dejando
en el borde de las playas, que es justamente por donde la poesía
deambula y pasea.
Allí se encuentran aquellas piedras preciosas que la poesía junta y
guarda para hacerlas lucir luego en el cuello de una amada o en la
ajorca de sus manos.
5. Para dejar
constancia
Se escribe o balbuce poesía a fin de fortalecer el espíritu, la voluntad
y el carácter.
Para tensar mejor el arco y la flecha con que luchamos y combatimos.
Para tensar la cuerda con que escalamos una montaña en las pruebas
arduas que las circunstancias no dejarán de interponer en nuestro
camino.
Para legar lo mejor que tenemos, librando de la omisión aquello de bueno
que hemos visto, hemos sido, somos y tenemos.
Para hacer un compromiso de alianza con aquello que fue, que es y que
debe seguir siendo.
Para dejar constancia, voces y testimonios perdurables, salvando lo
prístino y valioso de la voracidad del abandono.
Para que todo no se vuelva pavesa que se apaga y candela que se
extingue.
6. Se eleva
y nos une
Se escribe o modula poesía para estremecernos y estremecer, para
conmovernos y conmover.
Para exorcizar la vida fugaz, difusa y efímera, con la emoción de lo
bello, lo cabal y trascendente.
Para conservar la hazaña de los pueblos y sus luchas.
Para que permanezca y perviva lo importante y significativo del espacio
y del tiempo histórico.
Para conservar el patrimonio y la memoria de los acontecimientos y de
todo aquello que estando replicado en la poesía se conservará para
siempre.
Para engrandecer al hombre, haciéndolo superior, tornándolo espíritu.
Para sentirnos junto a los otros, para formar comunidad y círculo en
torno a la hoguera.
Para guardar silencio alrededor de las llamas votivas del fuego propicio
que se eleva y nos une como seres que pertenecen a una generación, a un
colectivo humano, y a una tribu.
7. Es
sincerarse
La poesía nos afianza en la comprensión de que la poesía es una toma de
conciencia de la realidad.
Nos imbuye de algunos compromisos ineludibles. Y esto es también un
rasgo de hacer poesía auténtica.
Porque no es la poesía deliquio ni adorno ni adjetivación hueca.
No es la poesía subjetividad y lirismo de escape y evasión de lo que es
urgente y necesario resolver.
No es la poesía lo poético.
Es guía en el camino, bitácora de viaje, rosa náutica en la aventura
primordial de realizar nuestro destino en este mundo.
Son muescas en la piedra o en la roca que subraya la hazaña del hombre
sobre la faz de la tierra.
Es desafío, es sincerarse, no ocultar nada. Es dejar todo arreglado y
nada pendiente.
8. Gozos
y tristezas
La poesía es para salvar lo que se tiene que salvar.
Para recuperar lo valioso con lo cual construir un orden nuevo,
rindiendo homenaje a lo mejor que somos.
Donde la palabra es lámpara votiva que alumbra el camino.
Denota y connota brújula, eje, balance. Indica no dejar cabos sueltos,
poniendo en limpio lo que tiene que decirse.
Deja clara y expuesta toda la verdad que se quiera hacer constar.
Es perfilar y ultimar algo sagrado.
Pero, hay otra dimensión trascendente: cual es la comunidad
significativa que se forma y se organiza en base a los lectores de una
obra y de un autor.
De aquellos que forman un colectivo idealmente unido porque comparten
vivencias, gozos y tristezas. Y que es el tejido que transfigura a otro
plano la vida corriente.
9. Es un arte
moral
Las composiciones así resultan poemas hechos por todos, porque es
representativa del hombre.
A este respecto decía el apóstol cubano José Martí:
“La poesía es durable cuando es obra de todos. Tan autores de ella son
los que la comprenden como los que la hacen”.
Porque en ella nos sentimos todos representados. Además, por su actitud
llana, sencilla de decir las cosas como si cada uno de nosotros las
dijera, que es la sensación que cada lector sentirá ante sus versos o
estrofas.
Así y de ese modo la poesía se torna en una ética de la vida.
De allí que sintamos, además del efluvio de la belleza que emerge de los
versos, el sentido ético de su canto.
Y esa es otra prueba más de su autenticidad. Porque, como lo advertía
Frederick Schiller, el arte verdadero es un arte moral.
10. Sin que sepamos
qué es
Se escribe poesía, finalmente, –¡y hay que ser sinceros en decirlo!– sin
saber para qué, ni por qué, ni cómo, ni qué sentido tiene escribir o
articularla en los labios.
Se la urde por el puro gusto e impulso de hacerlo: por impulso y
desvarío, frente al más completo misterio.
Sin explicación aparente, sin que haya razón de por medio, ni motivo en
relación a oír qué su aliento agitado y su pulso que vibra.
Y ese mensaje, esa condición y ese delirio es quizá la razón más
valedera y auténtica en la poesía, que es cuando se escribe o murmura
por pura gracia, antojo y capricho de escribir, suspirar o balbucear
frases.
Y esto ocurre cuando se escribe o musita siguiendo los latidos del
corazón, como una manera de buscarnos y juntarnos en la noche.
Y de gritar sin que sepamos qué es lo que nos angustia, exalta o
arrebata.
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