1. Plena convicción
El genio de la lengua castellana más importante del siglo XX es César
Vallejo, quien desde que pudo trabajar lo hizo como maestro no solo de
aula sino de hogar, pues se trasladó hasta la provincia de Ambo, en
Pasco, a fin de prestar sus servicios en una casa de familia enseñando a
niños.
Realizó esta labor sincera y honestamente por vocación y, frecuentemente
sin cobro alguno, como al ofrecerse en Europa a instruir a células
obreras en la doctrina marxista, sin percibir dinero, dedicándole la
máxima atención y cuando más padecía por la falta de recursos
económicos.
Dedicó también parte de su poesía –y hasta podría sostenerse que toda– a
la función de educar, siendo su actitud, hasta los últimos días de su
vida, la de un guía y orientador de seres humanos, mostrándonos su obra
entera la devoción de un hombre que enseña y defiende, como en Paco
Yunque o en España, aparta de mí este cáliz, como en sus obras de teatro
y sus artículos periodísticos, la mayoría de ellos de carácter
formativo.
Sin embargo, en la época actual ser maestro de escuela se valora poco,
frecuentemente se lo menosprecia y se evita serlo por considerar que
esta actividad no tiene un reconocido rango social. Se considera que más
bien es un servicio anodino; y que como profesión es marginal y
disminuida. Reflexionemos, al menos, que el hombre más genial entre
nosotros abrazó esa carrera con plena convicción y prolijo desempeño.
2. El silencio reinante
Hay una anécdota sencilla, y aparentemente contradictoria, o de aparente
significado adverso, pese al extraordinario valor que encierra, tal y
como ocurre con Paco Yunque que se cree que es una obra desalentadora y
pesimista.
Esta no solo una historia encantadora sino que con ella se consagra, sin
querer hacerlo formalmente, a un profesor. Si no fuera así, por lo menos
es reveladora en cuanto a la vida y la aureola de poeta que llevó y
lleva en su frente César Vallejo.
Ocurrió en el año 1917, en un momento en que él está en el ojo de la
tormenta, se discute de sus triunfos literarios, se lo denigra y también
se lo defiende; fecha también en que él cursa el segundo año de
jurisprudencia, obteniendo notas muy altas en la Universidad de
Trujillo, haciéndose merecedor de los primeros puestos y de premios
consistente en libros, que obtiene por tener las calificaciones más
sobresalientes en diversos cursos de su especialidad.
Esta historia la cuenta Juan Espejo Asturrizaga, expresando que cuando
César Vallejo era preceptor de Primer Año de Educación Primaria, en el
Colegio San Juan, el director del plantel era don Juan de Dios Lora y
Cordero.
La rutina diaria de este señor era pasar por el exterior de los salones,
para comprobar la asistencia de su personal docente y ver cómo se estaba
desenvolviendo el desarrollo de las clases. Allí fue cuando le atrajo de
un aula el profundo silencio reinante. El salón era precisamente aquel
donde enseñaba César Vallejo.
3. El sueño del maestro
En contraste con los otros ambientes, en donde se escuchaba el rumor y
el bullicio natural por la presencia de los niños, en este no ocurría lo
mismo. Al contrario, reinaba un absoluto silencio. Era tanto que el
director se asomó a ver si había alumnos en ese recinto, puesto que no
lo parecía.
Al comprobar, en un vistazo ligero que hizo por la ventana, de que el
salón estaba con el íntegro de su alumnado, se quedó admirado
sobremanera. Entonces quiso saber cuál era la razón de ese enorme
mutismo.
Al asomarse a la puerta se sorprendió al ver que el profesor se había
quedado profundamente dormido, hundida la cabeza en el pupitre.
Lo curioso de este hecho es que los alumnos en vez de hacer el desorden
natural de su edad, y como era costumbre en los niños cuando no tienen
una vigilancia ceñida y alerta, esta vez guardaban extraordinaria
compostura.
Y permanecían en riguroso silencio. Todos se habían puesto a leer o
estudiar a fin de evitar hacer ruido y de ese modo despertar al maestro.
Era un silencio pleno y respetuoso ante el sueño de César Vallejo.
4. El carácter de un maestro
Pero el otro hecho desconcertante de esta historia es que cuando los
alumnos, al notar la presencia del director intentaron ponerse de pie,
haciendo a la vez el sonido de chocar los tacos de los zapatos en señal
de saludo, como correspondía a la norma de conducta ante la presencia
del director, éste rápidamente poniéndose el dedo índice en cruz sobre
los labios, hizo el gesto de que no hicieran bulla.
Y con la otra mano les dio la señal de que permanecieran sentados;
expresándoles, de ese modo, que no interrumpieran el sueño del maestro.
Hay actos y situaciones que expresan y marcan el perfil nítido y preciso
de un personaje. El suceso que acabamos de referir nos muestra y revela
dos hechos simples pero de enorme significación.
El primero es algo muy difícil de conseguir de parte de un docente, cual
es el respeto sincero, rayano en el afecto hondo de los alumnos.
Porque ellos más que conocer virtudes conocen los defectos de un
maestro, por la impaciencia que produce poner orden un aula compuesta de
tantos niños, como hay en una sección de escuela pública.
Ya que sobre el carácter de un maestro a un niño que es su alumno no se
le puede mentir, dado que él es una de las personas a quien más conoce,
tanto como a los miembros de su hogar.
5. Inmenso magisterio
El otro hecho significativo de esta anécdota es que dicho respeto no se
expresa formalmente sino que surge, en este caso, de manera espontánea
desde la realidad y tal como se derivan los asuntos de la vida.
Y mucho más tratándose del sueño de una persona, función muy humana pero
débil y hasta defectuosa que ocurra en una situación como la descrita;
cual es estar en un centro de trabajo, mucho más en un aula de clase, en
donde es inconcebible dormir o dejarse vencer por el sueño. En la
anécdota ocurrida el comportamiento de los niños expresa adhesión,
cariño y solidaridad plena con su maestro.
A lo anterior se agrega otro gesto no menos significativo, devoto y de
profunda simpatía cual es el del director: que ante la inminencia de
interrumpir el sueño del maestro –inoportuno a todas luces a esa hora,
incluso fuera de toda permisión, mucho más para él, que es la autoridad
correspondiente– y sin embargo pide a los niños que continúen como
estaban.
¿No es que quizá también enseñaba Vallejo con su propio sueño o estando
dormido? Al menos así ocurre ahora, que él está dormido o ausente en su
presencia física, pero cumpliendo su rol de maestro y lo cumple de ese
modo en una proyección trascendente.
Incluso estando dormido, o en el sueño de la muerte, es inmenso su
magisterio poético, lingüístico, político, e incluso de carácter moral y
de compromiso con las causas más justas de la humanidad.
6. A fin de subsistir
En César Vallejo su obra y su militancia es la de un pedagogo que se
hace cargo de su comunidad y sobrelleva el drama del hombre como
especie, para hablarnos con autoridad en cada acto de su existencia.
Su libro España, aparta de mí este cáliz, que fuera editado por los
soldados de la República Española en la trinchera de guerra del Ejército
del Este, en Cataluña, prueba que educaba hasta en ese trance difícil y
límite en que el hombre se reta y desafía con la muerte.
El poeta Juan Gonzalo Rose, celebrando la extraordinaria calidad de la
poesía peruana, que ha dado exponentes de valor mundial como es el caso
del autor de Los heraldos negros, Trilce o los Poemas humanos,
sustentaba lo siguiente:
Que los poetas en el Perú, a fin de subsistir, recurrían a trabajar con
esmero y prolijidad –aparte de la dedicación consagrada a la poesía– en
una de dos actividades típicas, cual es la de maestros, unos, y la de
periodistas, otros.
Su análisis concluía identificando que quienes abrazaban una de esas
carreras tenían casi incapacidad completa para ejercer la otra.
7. Ser portentoso
A los poetas profesores les era difícil ser periodistas y a los poetas
periodistas les resultaban poco menos que imposible ser profesores.
En esto hablaba Juan Gonzalo más de sí mismo, puesto que él fue
extraordinario poeta y periodista pero a quien le temblaban las piernas
ante el solo hecho de imaginar la posibilidad de estar algún momento de
pie y al frente de un grupo de alumnos para dictar una clase.
El pupitre de profesor le fue extraño, desconocido y hasta temible.
No se acordó, Juan Gonzalo, al hacer esta categorización, que César
Vallejo, a quien admiraba y quería sobremanera, realizó brillantemente
ambas actividades.
Ahora bien, la faceta de periodista del poeta de Santiago de Chuco ya ha
sido relevada por distintas plumas y se han publicado varias obras al
respecto.
Su desempeño en proceso educativo, primero como estudiante y después
como maestro, queremos registrarlo a continuación con algunos rasgos que
lo definen, identifican y sitúan como un ser portentoso y
extraordinario.
8. Vallejo alumno de Educación Primaria
Diremos en primer término que César Vallejo tuvo en muy alto valor la
educación, como una actividad humana fundamental para el bienestar de la
humanidad, a quien él tuvo muy en cuenta al asumirla como inspiración
para su posterior martirio e inmolación.
Un detalle que corrobora su enorme filiación afectiva con la escuela es
cómo recordó siempre, como si constituyera en él una huella indeleble,
los dichos y las acciones de sus maestros, evocación que duró hasta el
final de sus días. Siempre recordaba a sus maestros e incluso dedicó su
tesis a uno de ellos.
Fue excelente alumno desde cuando él cursaba la Educación Primaria.
Recordemos que fue su maestro, don Abraham Arias Peláez quien llamó a su
hermano Víctor Clemente para recomendarle encarecidamente que la familia
haga todo el esfuerzo posible para enviarlo a estudiar la Educación
Secundaria en Huamachuco, como el lugar más próximo, ya que advertía en
aquel niño manifestaciones de un talento fuera de lo común, y esto en
quien era todavía un alumno de la educación primaria.
Hace alusión el maestro a su razonamiento cabal y profundo, a su memoria
prodigiosa, a sus habilidades para las ciencias como para las letras, a
las asociaciones asombrosas que hacía y de las explicaciones que daba a
sus compañeros acerca de esto y aquello.
9. Contexto y detalles
Ahora bien, ¿cómo era la educación en aquella época y en un lugar tan
distante y apartado geográficamente como estaba Santiago de Chuco, hacia
donde no había camino carretero, el mismo que recién pudo abrirse el año
1929?
La siguiente es la contextualización, rica en detalles referidos a la
Educación Primaria y a la trayectoria escolar de César Vallejo en
Santiago de Chuco, que hace el investigador consagrado a la exégesis
vallejiana, músico, artista plástico, maestro en todos los aspectos de
la vida y nacido en Santiago de Chuco, don Francisco Miñano Benites,
quien anota lo siguiente:
Con relación al óptimo aprovechamiento del tiempo, por esos años la
distribución del horario en las escuelas se hizo con la idea de tener
ocupados a los niños todo el día, desde las seis y media de la mañana
hasta las cinco de la tarde, con el intervalo de una hora para almorzar
(de 11 a 12 m.)
Particularmente en Santiago de Chuco la concepción y ejecución de los
principios educativos los sostenía don Masías D. Sánchez (Escuela
Municipal de Niños de 1er Grado), consistente en la práctica de
ejercicios militares y la enseñanza de la Doctrina Cristiana.
10. Años de estudio
Y continúa:
Las clases y cursos que se llevaban fueron: Conocimiento de Letras,
Deletreo, Silabario, Lectura Correcta, Lectura de Mosaico, Catecismo
Dogmático, Catecismo Patriótico, Ortología, Moral, Clase de Gramática,
Aritmética y Caligrafía.
En este sistema educativo estuvo inmerso el poeta César Vallejo. Según
datos proporcionados años atrás por los familiares del aedo, llegó a la
edad de siete años a la Escuela Municipal de Niños de Primer Grado,
dirigida por don Masías D. Sánchez, en el año de 1899.
Este año llevó el curso de "Conocimiento de Letras", que ya lo había
hecho en su casa, sirviéndole de mayor afianzamiento.
En 1900 cursó Primer Año; en 1901, Segundo; en 1902, Tercero.
Director de la Escuela en esta fase era don Luis Bastante, natural del
Callao y Auxiliares don Masías D. Sánchez y don Néstor Pablo Vallejo
Mendoza, hermano del poeta.
En 1903 cursó el Cuarto Año en lo que era Escuela Oficial Nº 1 de
Segundo Grado de Niños, bajo la dirección del Profesor Diplomado don
Abraham Antonio Arias Peláez, y en 1904 Vallejo cursó el Quinto Año.
A partir de 1905, comenzó a estudiar secundaria en el Colegio Nacional
"San Nicolás" de Huamachuco.
11. Vallejo alumno de Educación Secundaria
Ya como alumno en el nivel de la Educación Secundaria fue sencillamente
brillante. Lo reflejan sus notas, que figuran en los certificados
emitidos por el Colegio San Nicolás de Huamachuco, donde como alumno de
asistencia regular alcanza, al final de año, la nota promedio de 19
puntos. El primer año, cursado en 1905, lleva 11 cursos. De ellos en 9
obtiene la nota final de 20. En el segundo año, cursado en el año 1906,
lleva 10 cursos, de los cuales en 7 obtiene la nota final de 20.
Ahora bien, la nota máxima de 20 escalas casi siempre es de naturaleza
idealista, utópica y, por lo tanto, inalcanzable. Hay que ser un alumno
para quien ya no alcanzan los elogios, para conseguir que de 21 cursos
en 16 de ellos obtenga la nota de 20. En los años siguientes, en el
período de 1907 a 1908, ya como alumno libre, es decir que no asiste a
clases por alguna limitación, en el caso de César Vallejo se ha señalado
que fue la de carácter económico, sus notas se mantienen en el nivel de
excelencia.
Esto que acabamos de decir pese a no contar con el auxilio de profesores
ni cercanía con alumnos regulares que le hubieran informar acerca de los
temas que se estaban desarrollando en las diferentes materias, lo que
prueba que también era un autodidacta nato y ejemplar.
En ese período sus notas promediadas arrojan la calificación de 18,
asistiendo solo a dar exámenes a Huamachuco, residiendo en su tierra
natal, trabajando en todo lo que se ofreciese, ayudando en las labores
que se requerían en casa, como también apoyando a su padre en los
menesteres propios de su oficio, principalmente redactando escritos que
su progenitor tenía que presentar en su desempeño de persona ligada a la
abogacía, al derecho y a las leyes.
12. Vallejo, alumno de Educación Superior
Como alumno de Educación Superior en la Facultad de Letras de la
Universidad Nacional de Trujillo sus calificaciones eran deslumbrantes.
En el libro del Consejo Universitario de esa casa de estudios figura que
en el Primer Año de Letras arrasó con los premios en todos los cursos, a
excepción de Historia de la Filosofía Antigua, que fue conferido a
Víctor Alejandro Hernández. Pero al año siguiente sí copó la totalidad
de premios, es decir nadie lo superó en ningún curso.
Pero no solo eso sino que algunas de sus intervenciones eran
literalmente aplaudidas en el aula por sus compañeros. Y esto
naturalmente sin que lo animara el afán de figuración o el deseo de
sorprender a alguien, sino más bien exigido y retado a hacerlo.
Y esto que decimos no es suposición ni una metáfora sino que Juan Espejo
Asturrizaga –quien fue amigo personal y compartió con él las aulas
universitarias– lo ha testimoniado. Él cuenta cómo en una oportunidad un
profesor ufano y soberbio, quien había preparado su clase con el
propósito de impresionar a sus alumnos y ganarse elogios, después de su
disertación, que esperaba que se rubricara con aplausos, desafió a César
Vallejo a comentar lo expuesto. Textualmente Espejo lo cuenta del
siguiente modo:
El catedrático era un personaje vanidosillo, amigo de lo espectacular,
siempre afanoso de lucir cualidades más bien de artificio que las
auténticas y efectivas dotes del intelectual estudioso y solvente.
Desde las primeras expresiones, el auditor estaba ya enterado de que se
trataba de un tema preparado especialmente para sorprender y obtener la
admiración de sus oyentes, al demostrar sus conocimientos y su talento
de expositor...
13. Su respuesta fue llorar
Dio término a su exposición ufano, sonriente. Se frotó las manos,
satisfecho; se acomodó en su asiento y... se produjo un breve silencio.
Acaso esperó aplausos y felicitaciones. De pronto, dirigiéndose a uno de
sus oyentes le preguntó, atento:
–"¿Señor Vallejo... y usted qué piensa de todo esto?”
La pregunta inesperada causó no poca sorpresa en la clase. Eran los días
que la campaña desatada contra la poesía de Vallejo y de sus amigos
estaba en todo su furor.
Vallejo se puso de pie y, empleando un lenguaje sencillo, preciso,
limpio de adjetivos y de rimbombantes expresiones glosó en una síntesis
brillante parte por parte la abultada y grandilocuente disertación del
catedrático. Finalmente terminó: "Esto es todo lo que pienso, doctor".
El salón unánime, entusiasta, quebrando el quieto y protocolario
ambiente del aula rompió en un espontáneo y cerrado aplauso. El alumno
había superado al maestro.
Vallejo fue siempre un estudiante atento y concentrado en las clases,
con mucha devoción hacia el acto trascendente que es educarse para algo.
No fue un intelectual con ínfulas, quien se diera el tufillo de ser
eminencia en esta o la otra materia, pese a que las circunstancias lo
colocaban en esa situación.
Recordemos cómo a la muerte de Rubén Darío sus amigos literalmente lo
coronaron como el nuevo Cantor de América –y quien trenzó el ramo y
ungió las sienes del poeta fue nada menos que Víctor Raúl Haya de la
Torre– acto tan auténtico, entusiasta y sincero que él no tuvo más
respuesta que llorar.
14. Sabía querer
Se sabe y se lo reconoce como a un genio, pero no es hinchado ni
pedante. Al contrario. Es conmovedor el respeto y el homenaje que rinde
a sus maestros. El cariño y la devoción a los mayores lo acompaña
siempre, actitud por demás muy propia de un ciudadano chuco.
Su tesis universitaria está dedicada a su maestro Eleazar Boloña y a su
hermano Víctor Clemente, la misma que al ser sustentada, pongamos
atención en esto por favor, obtuvo el calificativo de 19 puntos, jamás
alcanzado ante un jurado de aquella época, muy exigente académicamente y
tratándose de César Vallejo que estaba en el ojo de la crítica y
atención pública.
Encontraba, reconocía y encomiaba a sus maestros, los distinguía en
diversos ámbitos y facetas de la vida. Eran sus maestros también los
arrieros, los campesinos, los mineros: “creadores de la profundidad, /
saben, a cielo intermitente de escalera, / bajar mirando para arriba, /
saben subir mirando para abajo”, como también aprendía de los niños.
Sino transcribamos cómo le indagaba tanto a su alumno Ciro alegría
acerca de cómo viven las aves en un corral, lo cual nos indica que
siempre estaba aprendiendo, reconociendo afanes, esfuerzos y virtudes.
Sabía admirar, querer, extasiarse ante el hecho inmenso de sentir cómo
la vida se eleva hasta el grado de la heroicidad. Maestro llama a Manuel
Gonzáles Prada, de quien con inmenso respecto se expresa de este modo:
"... La fresca expresión de eterna primavera de su continente venerable
tiene algo del mármol alado y suave en que la Hélade pagana solía
encarnar el gesto divino, la energía sobrehumana de sus dioses."
15. Vallejo maestro
Ya no como alumno sino colocado en la tarea de enseñar, César Vallejo
dedicó talento y esfuerzo a la función magisterial, actividad que llevó
a cabo con total compromiso y honestidad y en la cual se transparenta el
alma de este hombre esencial, tuétano y médula de hombre, que es lo
mismo a decir hombre ejemplar, o modelo de hombre.
En esta perspectiva es valioso entonces analizar su desempeño en
relación a la educación, y siempre como docente de escuela básica,
elemental o primaria; y no de universidad, como se prefiere ser en el
mundillo intelectual.
Su primera incursión como educador fue viajando en mayo de 1911 hacia
Acobamba, en Ambo, ubicada entonces en la provincia de Pasco,
especialmente contratado a fin de desempeñarse como guía y tutor de
Francisco y Leoncio Sotil Wolcott, hijos de don Domingo Sotil, que tenía
el apelativo de el sordo, prominente minero, abogado y político en su
época.
Fue en esa estadía en Cerro de Pasco que publica su primer poema,
titulado "Soneto", en diciembre de 1911, a la edad de 19 años, en el Nº
782 de El Minero Ilustrado.
Ya oficialmente en la escuela pública lo encontramos de preceptor entre
1913 y 1915, en el Centro Escolar Nº 241, situado en plena Plaza de
Armas de Trujillo, enseñando a los niños a leer, escribir y conocer
aspectos básicos de las ciencias, artes y humanidades.
16. Trabajó en la educación básica
Otro hito en su trayectoria magisterial es el período que abarca entre
1915 y 1917, época en la cual dicta clases en el primer grado de
primaria del Colegio Nacional de San Juan, en esa misma ciudad señorial.
Ya en Lima, desde 1918 trabaja como preceptor en el Centro de Educación
Primaria del Instituto Barrós, denominado después de la muerte de su
director y propietario, como Instituto Nacional.
En esta entidad educativa le cupo desempeñar en algún momento el cargo
de director, función que inmediatamente dejó, pues nunca tuvo
aspiraciones de riqueza económica ni mucho menos ganas de pugnar por
algún tipo de poder en el ámbito de una institución.
Era artista y maestro auténtico, no administrador ni mucho menos
empresario en el campo de la educación, con lo cual sienta también
magisterio.
En 1919 lo encontramos como profesor de 4º y 5º de Educación Primaria en
el Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe. En marzo de 1921
nuevamente ejerció la docencia en el Colegio Guadalupe donde participó
como jurado examinador junto con los profesores Octavio Mayaute, Eduardo
Valenzuela, Severino Sedó y Juan Ronceros.
Así, prácticamente, desde que él inicia sus estudios universitarios, en
1911, hasta que se aleja del Perú, en 1923, trabajó en la educación
básica y como maestro de aula, solo con breves interrupciones.
17. Desempeño como maestro
Hay algunos rasgos, en el desempeño docente de César Vallejo, que nos
dan una imagen de cómo eran sus cualidades en esa faceta de su
desenvolvimiento personal. Por un lado, hay datos de lo que hacía y, por
otro, también hay información de lo que no hacía; características que
nos permiten deducir que era un maestro intuitivo, perspicaz e
inteligente como profesor; porque se puede ser un genio de la poesía
–como él mismo lo ese– pero un inepto como docente, como felizmente no
lo fue; pues al contrario en ese ejercicio fue acertado, sagaz y
enormemente proyectivo, incluso a pesar de algunos prejuicios y
convenciones de su época. He aquí algunos distintivos:
a). Enseñaba emotivamente. b). Lo hacía de manera creativa utilizando la
fantasía y la imaginación. c). Componía poemas didácticos, colaborando
continuamente en la revista "Cultura infantil", editada en su propio
colegio, lo cual significaba que instalaba el tema de la educación en el
contexto de la cultura humana. d). Tomaba la palabra en las actuaciones
cívicas y recitaba poemas ante los niños y padres de familia en las
ceremonias públicas, buscando así una vinculación de la educación con la
comunidad. e). Explicaba aspectos de sabiduría vital, interesándose por
la formación de la personalidad y el carácter del niño, lo cual lo
coloca en la perspectiva de una educación en valores. f). Enseñaba
gráficamente, incluso acentuando rasgos curiosos de la voz.
Ciro Alegría, quien fue su alumno, nos cuenta:
Anunció que iba a dictar la clase de geografía y, engarfiando los dedos
para simular con sus flacas y morenas manos la forma de la tierra,
comenzó a decir:
18. No castigaba a nadie
Niñosh... la Tierra esh redonda como una naranja... Eshta mishma Tierra
en que vivimos y vemos como shi fuera plana, esh redonda. Hablaba
lentamente, silbando en forma peculiar las eses, que así suelen
pronunciarlas los naturales de Santiago de Chuco.
Pero hay también apuntes sobre el dato negativo de su magisterio, por lo
que se le reprobaba en ese entonces. Es decir lo que no cumplía y dejaba
de hacer, que para la época en que él trabajó eran puntos en contra,
pero gratamente no para la visión pedagógica actual. Sobre este aspecto
Vallejo como maestro no incidía en estas actitudes ahora desaprobadas
pero honorables en su tiempo:
1) No castigaba a sus alumnos, a lo más disimulaba hacerlo, aparentando
indignación y hasta cólera; simulando entonces –escribe Ciro Alegría–
como que les daba un tirón de cabellos, todo esto en el marco de una
concepción en la cual era casi una obligación que el maestro maltratara
físicamente al niño, dado que el precepto era que "la letra con sangre
entra". 2). Nunca los hacía quedar castigados después de acabadas las
horas de clases; y no hacerlo constituía exponerse a la extrañeza y
eventual sanción del personal directivo de la escuela y de los padres de
familia, quienes exigían disciplina y drasticidad. 3) No suspendía o
reprobaba a nadie, promoviendo de año escolar a la totalidad de niños,
lo cual a todas luces era una actitud nefasta como imagen para él, en
una época en que se creía que ser exigentes en educación obligaba a
herir psicológicamente a los muchachos. 4) No se preocupaba de enseñar a
sus discípulos a marchar, hecho irreverente, provocativo y hasta
lindante con una actitud subversiva del orden legalmente establecido.
19. La fortaleza moral
Estos aspectos en aquel momento eran sencillamente descalificaciones
graves en un profesor de una capital de Departamento, como era y es
Trujillo. Y mucho más tratándose de Lima, la capital del Perú, donde él
ejerció la docencia. Un hecho así quizá podía ocurrir en un lugar
alejado, donde nadie se enterara ni se diera cuenta, pero no en las
ciudades capitales en donde era inconcebible que se rompieran los
esquemas establecidos, se alterara la rutina y los conceptos de aquella
época. Actitudes como las señaladas era contravenir la pauta y
significaba inmediatamente ser tipificado como mal profesor y tener
encima el juicio severo de los propios colegas en la labor magisterial.
¿Cómo hizo Vallejo para que, sosteniendo y ejecutando tales actitudes,
se le respetara, asumiendo posturas que para su época estaban mal pero
que, sin embargo, la pedagogía contemporánea podría sacar a relucir a
César Vallejo como un maestro certero, situado en la perspectiva
correcta de las nociones avanzadas de la educación? Y esto mucho antes
de que estos principios siquiera fueran esbozados, mucho menos
permitidos y para nada aceptados. Lo importante es la visión y, de otro
lado, la fortaleza moral para haberlas llevado a cabo sin el
retraimiento y la claudicación de posiciones tan comunes en este tipo de
actividades, en donde lo que se intenta es formar parte del sistema para
así obtener de él las mayores ganancias y ventajas.
20. Niños del mundo
La actitud humana de educador la llevó César Vallejo en el alma, poeta
esencial pero educador siempre, hecha borbotón en su corriente
sanguínea. La tuvo en su retina y en su sangre y no la olvidó jamás,
incluso en tiempos de guerra y en el trance de la vida hacia la muerte.
Reluce incluso en un poema de épica moral como es España, aparta de mí
este cáliz, donde, mucho o todo, transparenta en sus versos esta
vocación, del poeta mayor de nuestra cultura, de ser maestro, como un
puente colocado por designio o gracia del destino delante de los niños y
los hombres, como cuando lo oímos decir al final de su epopeya y de su
vida:
Niños del mundo,
si cae España -digo, es un decir-
si cae
del cielo abajo su antebrazo que asen,
en cabestro, dos láminas terrestres;
niños, ¡qué edad la de las sienes cóncavas!
¡qué temprano en el sol lo que os decía!
¡qué pronto en vuestro pecho el ruido anciano!
¡qué viejo vuestro 2 en el cuaderno!
¡Niños del mundo, está
la madre España con su vientre a cuestas;
está nuestra maestra con sus férulas,
está madre y maestra,
cruz y madera, porque os dio la altura,
vértigo y división y suma, niños;
... si la madre
España cae -digo, es un decir-
salid, niños del mundo; id a buscarla!… |