1. Tres
de noviembre
Hoy día 3 de noviembre Santiago de Chuco celebra su aniversario, porque fue un día como hoy, hace 109 años, que se fundó como provincia del departamento de La Libertad, gestión que demandó el lapso de varias décadas.
Se desprendió de la provincia de Huamachuco de la cual era uno de sus distritos y con la cual conforma hasta ahora una unidad indisoluble de cultura y destino común.
El tiempo en que se fundó como provincia había alcanzado a desarrollar tanto que superaba en población a la capital de la provincia de la cual formaba parte.
Aquel 3 de noviembre las campanas repicaron desde el viejo campanario convocando a los pobladores que improvisaron una manifestación popular de júbilo. Y luego hubo un desfile cívico frente al Cabildo a cargo de las instituciones representativas de aquella época.
Entre ellas desfiló la Escuela Municipal que era el centro educativo donde estudiaba quien vendría a ser el poeta universal César Vallejo quien a esa fecha contaba con 8 años de edad.
Cabe imaginar a aquel niño desfilando delante del Cabildo pleno de guirnaldas y ante la bandera del Perú izada hasta el asta.
2. ¿Qué significa ser de Santiago de Chuco?
Así Santiago de Chuco pasó a ser provincia del Departamento de la Libertad.
Y continuó siendo con más empeño el granero y la despensa que alimenta a las ciudades de la costa, por su gran riqueza agrícola sostenida por su gran variedad de cultivos, como también por la feracidad de su producción ganadera.
Abastece a ciudades incluso de otros departamentos como Chimbote y Casma.
Es pródiga también en recursos minerales, principalmente en oro, plata, cobre, tungsteno y zinc.
Pero la pregunta fundamental para quienes hemos nacido en ella es: ¿quiénes somos? ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Cómo se explica nuestro nombre? ¿Cuál es nuestro origen? ¿Cómo llamarnos?
Pues bien, cuando yo era niño, después adolescente y posteriormente joven estudiante de educación secundaria, siempre en instituciones educativas de mi propio pueblo, la significación que nos daban nuestros maestros de la etimología del nombre Santiago de Chuco era así:
– “Sombrero del Apóstol Santiago El Mayor”.
Y ello porque Chuco en quechua es sombrero.
3. El sombrero del Apóstol
Entonces, la leyenda que se nos contaba era que en el lugar en donde el pueblo está ahora afincado, y cuando el Apóstol ingresó por estas comarcas, un viento fuerte le hizo caer al Apóstol el sombrero que traía al venir montado y galopando en su brioso caballo blanco.
El sombrero fue a dar al suelo y el Apóstol bajó a recogerlo.
Allí recién se quedó estupefacto de la extraordinaria belleza de aquella heredad:
Su campiña, su cielo azulino, sus horizontes gualdas, todo era maravilloso.
Dio más vueltas por el valle, revisó los contornos y lo encontró tan a su gusto que escogió este lugar para quedarse y vivir en él para siempre.
Pero, al recoger su sombrero y volver a colocárselo vio que se había doblado haciendo una especie de arco o corona.
Pues bien: el sombrero del Apóstol con aquel arco o corona luce idéntico a como portan sus birretes en la frente los íconos precolombinos de los Chucos y de los cuales se conserva una gran profusión de imágenes.
4. Tuvo que volverse indígena
Y ahí está el secreto de esta historia. Es en esta segunda referencia en donde está el detalle que nos permite, a partir de ahora, inaugurar un tiempo nuevo en relación a nuestra identidad. E incluso a cómo debemos denominamos o hacernos que se nos reconozca.
Y el detalle es aquel que prueba más bien que el Apóstol Santiago, vinculado más con la ciudad de Compostela en España, aquí tuvo que hacerse Chuco para poder entrar y quedarse a morar en estas tierras.
Dicho en otras palabras: tuvo que adoptar la nacionalidad indígena vistiendo el sombrero que distinguía a la gran cultura de los Chucos.
Tuvo que ponerse el sombrero arremangado que era distintivo de los hombres originarios de este sitio.
Tuvo que vestirse de indio para quedarse en los pagos que le habían gustado tanto.
Tuvo que volverse indígena y nativo, y por sincretismo ser adorado como el dios lugareño y auténtico de estas moles de granito y hondonadas.
Y si el Apóstol se hizo autóctono y aborigen.
¿Por qué nosotros entonces vamos a hacernos hispanos llamándonos santiaguinos como lo hemos hecho hasta ahora? ¿Si hasta nuestro propio Apóstol se volvió oriundo de este terruño?
5. Chuco no es sombrero sino mente y espíritu
Ahora bien: ¿quién es ese dios a quién se adoraba en estos espacios hechos de cumbres y bajíos?
O, más directamente: ¿En la nación Chuco, de la cual justamente estos territorios eran la capital religiosa, a qué dios se le rendía culto?
A Catequil. El dios al cual aquí se veneraba era Catequil.
Porque Chuco fue una cultura, un reino y un señorío con largo y hondo ancestro.
No es entonces Chuco como un vocablo suelto del idioma quechua que se le ha impuesto y adherido al Apóstol Santiago, la razón del nombre de nuestro pueblo.
Chuco es una cultura de amplia extensión que tenía su capital administrativa en Marcahuamachuco y su asiento espiritual en el ámbito de lo que ahora es Santiago de Chuco.
Es en San José de Porcón en donde se ubicó el templo de Catequil y la escuela de líderes catequiles.
Resumiendo entonces: el significado de Chuco como vocablo es sombrero, pero el toponímico de entonces se vinculó a la prenda que se imponía como símbolo de cultivo de la mente, de la inteligencia y el espíritu.
6. Un birrete en la frente
Nosotros somos Chucos; esa es nuestra raíz e identidad.
La nación Chuco que tenía siglos de antigüedad antes de la llegada de los españoles.
E incluso antes de la incursión de los mismos Incas que se expandieron desde el Cuzco. Y que con los Chucos solo pudieron llegar a acuerdos, sin alcanzar a dominarlos, razón por la cual no pudieron imponer ni su régimen, ni sus costumbres ni su lengua.
La nación Chuco abarcaba una extensión muy amplia de territorio que incluía los andes del departamento de La Libertad y se extendía por las jurisdicciones de Ancash, Cajamarca, Lambayeque y Huanuco.
Era una organización poderosa y una sociedad llena de virtudes que hasta ahora se traducen y representan en personas dignas, morales, fieles a sus principios.
Y eran Chucos porque se graduaban como tales; se accedía a serlo, cultivando el arte y las ciencias, el aprecio y respeto a la naturaleza, la sensibilidad y emoción social.
Y sobre todo por interesarse e indagar en los graves asuntos de la vida, el espíritu y la naturaleza divina de lo humano.
7. Cuna de Catequices
Por esa razón se les imponía un sombrero o un birrete en la corona de la cabeza. Ello para señalar que eran graduados en el desarrollo del alma, de la voluntad y el carácter.
Estos contenidos están vigentes y forman parte de la cultura de esa región, como práctica y tradición cotidiana en la ciudad y en el campo.
El Chuco en la frente era distinción de la excelencia que animaba a dicha persona.
Se simboliza con el sombrero precisamente porque se quiere indicar con ello que en ese punto está lo que verdaderamente importa, lo más alto y superior en relación con lo demás.
Y está puesto en la cabeza para señalar lo que hay al interior y al fondo de ella: está el ser esencial de la persona humana, sus habilidades, su talento y su esfuerzo.
Eso es Chuco, lo que está dentro del sombrero, como son el mundo prodigioso de los sueños, los anhelos y las quimeras.
Cada cierto tiempo en las universidades de este reino se graduaban promociones de 3 mil catequices que se desperdigaban luego como maestros hacia todos los confines.
8. Ramón Noriega Torero
Por eso, Santiago de Chuco es cuna de catequiles, de hombres que cultivan la inteligencia y que por distinción llevan un sombrero o un birrete en la frente.
Al decir Chuco, y con ello sombrero, no debemos quedarnos ni en la forma, ni en la superficie, ni en el lado externo de esta imagen.
No debemos sino remitirnos al trasfondo, cual es lo que el sombrero envuelve y contiene: la luz del conocimiento, la rectitud de la conciencia y la vastedad de la sabiduría.
Estas precisiones de conceptos y significados que aquí te escribo, explico y grafico, son aportes y se deben a los estudios y reflexiones realizadas por el profesor Ramón Noriega Torero.
Él trabaja desde el movimiento Capulí, Vallejo y su Tierra haciendo investigaciones trascendentales sobre estos temas con prolijidad y amplia documentación sustentatoria.
Él ha hecho aportes sustantivos para la verdadera comprensión del mundo andino.
Ha revalorado hechos esenciales como aquellos que se exponen en su libro “Somos Quispe”, grito de batalla y reivindicación para asumir cabal y plenamente nuestra identidad.
9. Bajo el esplendor de las estrellas
Ramón Noriega Torero nos explica citando a cronistas que la acepción Chuco como sombrero y toponímico de estos lugares se da asociada a razón, memoria, afectividad, aspectos en los cuales se cultivaba un catequil.
Que obtener el título de Catequil es adquirir el rango de gran maestro, prócer y conductor de pueblos.
Los Chucos fueron y son una de las culturas más espléndidas y raigales del Perú.
Ser Chuco simboliza: visión, sueños y utopías. Es proeza del alma.
De allí que Marcahuamachuco sea un monumento arqueológico de sin par hermosura, situado al norte de nuestro país, denominado al igual que Machu Picchu maravilla cultural por una amplia mayoría de peruanos.
Otros hitos de esta cultura son: Conchudos, situado en Ancash, y Huacrachuco en Huanuco.
Huasochuco, ahora dentro de los territorios de la provincia de Julcán, pero antes en los dominios de Santiago de Chuco, ocupa tres colinas en la cima translúcida de la cordillera de los andes.
Y es una ciudad tan alta que desde allí se avizora el mar y en las noches las luces de la carretera panamericana que bordea nuestro litoral.
10. Miraban la cumbre
¿Qué características tuvo esta cultura? Solo diremos unas cuantas:
Una, es que construyeron sus ciudades en la cumbre de las montañas, en la cima de los picachos, en el trasluz que hacen cielo y tierra.
Ciudades que se recortan contra el cielo y ya solo bajo el esplendor de las estrellas. Todas sobre el diamante de las cumbres de la serranía.
Las erigieron en el perfil asombroso de los horizontes.
Miraban lo más alto y allí edificaban los sitios en donde vivir, lo que prueba ser ya casi etéreos.
Allí están esas enfiladas líneas de piedra de Marcahuamachuco, Huasochuco, Ichal, en el lindero del globo terráqueo, ya casi fuera del planeta tierra.
¿No es sorprendente? ¿Hacer sus ciudades en esos lugares inimaginables?
Y no lo hacían porque fueran guerreros o porque temían un ataque. Ellos habían superado ya todas las confrontaciones y adversidades.
Eran Chucos, sabios, espirituales y místicos.
Hasta allí llevaban el agua y era allí donde lo primero que harían era domar los vientos.
11. Domadores de abismos
Dos.
También eran amansadores de abismos y profundidades. Porque elevarse significa desafiar caídas y vértigos, donde la sombra es helada y permanente.
De allí que los pobladores de estos lugares fueran también mineros por excelencia.
“Constructores de la profundidad”, los llamó César Vallejo.
De aquellos que saben penetrar hasta el fondo del alma humana, tal como lo demostró él mismo, el autor de los Poemas Humanos, César Vallejo, el más genuino Chuco que hayamos tenido hasta ahora.
En razón de este dominio para comprender el alma de los hombres y los pueblos nuestros antepasados Chucos, otorgaban una categoría de sabio, profeta, libertador; líderes que orientan a quienes necesitan ser conducidos.
Esa categoría era ser Catequiles.
Ellos nos legaron esa herencia espiritual que está vigente en la gente sencilla del campo en donde abundan músicos, poetas y narradores orales, quienes laboran como agricultores, arrieros y artesanos y narradores orales.
12. Hacedores de la luz
Tres.
Chuco es luz de la mente. Y, como tal, juicio. Juicio imparcial, equitativo, probo; de seres honrados, íntegros y honestos.
Es justicia, hermandad y solidaridad humanas, que se ejerce como un don sagrado.
Y es porque vivir en estas alturas y elevaciones de la tierra, rozando ya con las estrellas, entonces ya no se pueden tener pensamientos impuros porque el trato es ya con lo celestial.
Porque en los vellones de nubes del ganado que pasta en la bóveda celeste, se aprende a ser amplios, pacíficos y prudentes.
Porque en ese punto se está en comunión con algo situado más lejos todavía: la vía láctea y de ella se extrae el sentido del hombre en armonía con el cosmos en la noche estrellada.
Y el milagro del sol en las primeras luces del alba.
Igual, al apagarse los últimos fósforos y candelillas de los luceros que se hunden en el suave mar de la aurora.
Y se contempla, para tener el alma inmarcesible, el diamante de la luz en las cumbres nevadas de los cerros.
Ser Chuco constituye nuestra mejor herencia, puesto que en ella está la visión de altura, de amanecer y de alborada.
13. El dios Catequil
Cuatro.
El Dios que adoraban no era un icono en un templo, una huaca en un montículo o un ídolo de piedra.
Era el alma de la gente representada en un hombre viejo y sabio.
El dios Catequil era un hombre cotidiano caminando por todos los senderos, no sentado en un trono sino un ser con el cual se podía dialogar a la vera de una trocha que lleva a una casa, a un puente, a una parva.
Es un hombre que va por los pueblos enseñando.
Es un líder, un maestro. Por eso Santiago de Chuco es cuna de maestros.
Y que su unidad dialéctica es que a su vez sea un niño. Quizá por eso Santiago de Chuco tiene como cultura el desvelo por el niño.
Catequil finalmente es cada uno de nosotros en las potencialidades que tenemos latentes y momentáneamente escondidas.
Catequil es cuando educamos, cuando asumimos una actitud de enseñar, una actitud noble y positiva.
Es cuando en nosotros triunfa el bien, la belleza, la verdad y el espíritu.
14. Somos Chucos
– Entonces, ustedes ¿quiénes son? ¿Ya no son santiaguinos?
– Somos Chucos.
– Pero, ¿cuál es el patronímico?
– Chuco.
– ¿Son chuquinos entonces?
– ¡No! ¡Chucos! Chuquino es peyorativo.
– Y ¿qué es un Chuco entonces?
– ¡Lo inmenso!
Es ser luz, rayo, arco iris.
Un ser fuego de pasión, tal y como fue Vallejo. Y tantos otros hombres ilustres que ha dado Santiago de Chuco.
Es ser líderes, razón, energía, entrega.
Es el Batallón Libres de Santiago de Chuco marchando heroicamente sobre la escarcha a entregar su corazón solidario en el campo de batalla de Huamachuco.
15. Llenos de ilusiones y de cantares
Por eso, yo quiero aquí afirmar enfáticamente mi identidad. ¡Soy Chuco!
¡Y qué grandioso que se haya conservado hasta ahora esa índole. Qué portento que nos haya llegado esta palabra y esta denominación con toda su pureza: ¡Ser Chuco!
Quiero complacerme en ello durante mucho tiempo.
Quiero conectar con mis raíces, con la savia que me sustenta, abrazarme con esos hombres y mujeres que son mis padres ancestrales y antepasados.
Y escribir desde mi identidad. Antes de sentirme ciudadano del mundo ser átomo pegado y confundido a la tierra, al grumo de arcilla, a la partícula de viento, de piedra y agua.
Y el sentirme así, identificado con mi aldea, mi terrón de adobe y de teja, consustanciado con mi calle y mi retazo de cielo.
Todo eso es Santiago de Chuco, Perla del Ande. Te invito a visitarlo cuando vuelva Capulí, Vallejo y su Tierra en la telúrica de Mayo, ahítos de promesas, esperanzas y utopías. |