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18 de diciembre |
1. Se anhela volver Desdichados son los amaneceres, en tierra extranjera, del inmigrante. Y llenos de amargura. Recuerda su casa materna; su luz, sus aromas, los sonidos manifiestos, como los otros ocultos de su alrededor. Recuerda el sabor de su pan, el olor de la leche, el sabor de la miel. El rumor de su lluvia y el abrigo de su sol. Y aquello que no se sabe qué es, ni dónde está, no es fácil de olvidar. Ni bien amanece abre los párpados y despierta por una tenue sensación, una llamada apenas esbozada o incipiente. Un destello o una iridiscencia en la pared. 2. Una niebla y un vacío – ¿Qué es? – ¿Cuál? Apenas el estremecimiento de una flor en el muro de una huerta interior, ahora inhallable en su casa nativa. ¿Qué raro, no? ¡Cómo quisiera revertir el tiempo y escuchar las voces de su madre en la cocina en el alba haciendo alguna fritura! En cambio ahora una niebla y un vacío oscurecen la ventana. Y con ello sus párpados y sus sueños. Permanece tendido boca arriba en el lecho, sin moverse, y sin querer ponerse en pie. 3. Añora a su gente Su pueblo natal habita en su ensueño y quimera; el mismo que desaparece en la luz cotidiana, en el acontecer y rutina de los días que lo desconocen y desestiman. Pero que está presente cuando sus ojos se entrecierran y vuelve a caminar por los espacios, senderos y recodos de su alma. Sin ganas para levantarse se adormila: Además, afuera llueve tenuemente y hay tristeza. ¿A dónde ir? ¿Con quién hablar? ¿Para qué deambular más en esta casa vacía? Allá, o adentro, están las voces alegres de su infancia. Extraña su tierra natal, añora a su gente, anhela volver a su lengua y a su patria de origen. 3. Me dio la vida Anhela amanecer por los caminos de su pueblo, reconociendo cada flor y cada trino de ave en el molle o en el saúco; y el revoloteo de cada libélula en el maguey de las cercas. Unas lágrimas corren por sus mejillas. Alucina algún día volver a su tierra de origen. Su mente y su alma están subyugadas en el lar natal. – ¿Por qué estoy tan lejos de dónde he nacido? ¿Qué estigma e insensatez es esta? –Se pregunta. ¿Para quién trabajo? ¿Por qué me afano? ¿De qué manera soy feliz y leal con los míos? ¿De qué manera contribuyo a hacer el bien a los pobres que he dejado en aquella tierra que me dio la vida? 5. El cariño Desearía que esta tarde alguien lo escuchara. Agradecería tener un oído abierto adónde confesarse. Tener a su lado a un confidente. Pero no hay nadie. Todos andan ocupados, cumpliendo horarios, tareas, programas. Todos han salido por encargos planeados hace mucho tiempo, semanas y meses. Porque todo debe funcionar como un reloj que está hecho para marcar y dividir el tiempo, y no para integrarlo. O permanecen entretenidos en los juegos, diversiones y pasatiempos más descabellados. Pero, ¿qué es aquello que integra el tiempo en vez de dividirlo? El cariño, que aquí no se le reconoce ni da carta de ciudadanía Por eso, desdichados son los amaneceres en tierra extranjera del inmigrante. Y llenos de amargura. 6. Y lo dice con la mirada La casa está vacía. Todos han salido. Llegarán de noche y cansados. Solo con el tiempo justo para preparar la lonchera del día siguiente. Y dormir. Solo con los minutos exactos para arreglar algunos documentos referentes a unos análisis. Todo apenas suficiente para pagar con las tarjetas algunas compras. Y continuar laborando. – Soy un extranjero y mi patria es lejana. Extraño mi tierra y de cómo yo en ella vivía. Se confiesa asimismo. Y lo dice con la mirada ausente y perdida. 7. Se ajustan al pálpito Desdichados son los atardeceres del inmigrante. Y llenos de amargura. Solo en el lugar natal las voces son las verdaderas voces. Solo en el lugar natal las casas son las verdaderas casas. Solo en el lugar natal la vida es la verdadera vida. Solo que no hemos sido sensatos ni compasivos con nosotros mismos. Solo que no importaron nuestras raíces sino solo las ramas y las hojas que es lo externo que nos conforma. Solo que hemos mirado y venido a otros lugares donde todo estaba ya hecho. Y no por hacer, como convenía que lo hiciéramos. En el lugar natal donde todos los huecos de las mesas y las puertas se ajustan al pálpito y al temblor de las manos que allí nacieron. 8. Con ellos he nacido ¡Cuánta añoranza tenemos en el alma! Añoranza de nuestra casa donde la luz se ajusta a nuestros ojos. Miramos los montes aquí y son hermosos. Y las flores son de mil colores y matices. Pero extrañamos los árboles silvestres. Son mucho más rústicos, pero al final son algo mío. Con ellos he nacido. Sueño, que todo va a mejorar en nuestro pueblo. Sueño que todo va a funcionar mejor, muy bien y casi perfecto. Sueño que los políticos desaparezcan. O se vuelvan seres que no hagan tanto daño. Ni les prestemos tanto caso. Ojalá surja una nueva clase de líderes que sean honestos y probos. 9. Del cielo azulado Entonces lo que vamos a hacer nosotros es regresar. Y arreglar la casa que dejamos, rellenar los huecos de la pared. Colocar los focos y encender las luces. Arreglar el jardín, sembrarlo nuevamente de flores. Y que estas estallen en mil colores. Vamos a regresar vivos o muertos. Ojalá que vivos para otra vez deambular por las colinas. Y dejar que el viento agite nuestros cabellos y golpee nuestra frente. Hemos de regresar para subirnos a los muros de las huertas a mirar en lontananza los nevados lejanos. Vamos a regresar. Ojalá que para coger esa flor impoluta que nunca cogimos. Aquella breve espiga que emerge de la tierra elevada hacia arriba en el lomo del muro y abierta al infinito del cielo azulado. 10. Ha vuelto – ¿Qué significará ello? – ¡Que estoy regresando! ¡Que ya vuelvo! ¡Que allá voy! Con estas imágenes se ha quedado aparentemente dormido el corazón del inmigrante. Ya no despierta. Ha regresado. Ahora vaga por los caminos de su tierra natal. Pero ya sin aliento ni latido. Pero felizmente descansa. Y en verdad ha vuelto. En verdad lo encontramos por el camino, aunque como una sombra desvelada. Y es que desdichados eran los amaneceres del inmigrante en tierra extranjera. Y llenos de amargura. Pero ahora retoza obra vez en su tierra nativa. |
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