Introducción
Llovía intensamente en Pittsburg cuando, con Antonio Cornejo Polar
y Cristina, su esposa, recorríamos, agachados bajo los paraguas, primero
la hermosa placita del Alleghen en el centro histórico de la ciudad,
hecha de vidrio y de acero –él pugnando por encender un cigarrillo– y,
luego, los tres de arriba abajo por el “campus” de la antigua
universidad.
Hacia el conglomerado de Pittsburg todavía deben apuntar amenazantes
muchas ojivas nucleares, puesto que es el principal centro de
investigación de energía atómica con fines bélicos, y el núcleo de las
acerías que colmaron de tanques, barcos y aviones los frentes de
batallas en la Segunda Guerra Mundial, y sigue proveyendo de ellos al
ejército norteamericano.
Allí trabajaba hace algunos años este brillante profesor universitario
peruano de procedencia arequipeña, a quien esa prestigiosa casa de
estudios le hizo concesiones excepcionales a fin de retenerlo.
Sin embargo, posteriormente ejerció la docencia en la Universidad de
Berkeley, en California. Me invitó a visitarlo en aquella ciudad, me
alojó en su casa y entre tantos temas sobre los cuales conversamos pude
grabar éste sobre literatura infantil y juvenil.
1.
D.S.L. Antonio ¿Cuáles consideras como las razones históricas,
sociales, estéticas o literarias, por las cuales no ha habido de manera
ostensible, nutrida y constante una literatura para niños y jóvenes en
el Perú, considerando que los siglos XVII, XVIII y XIX produjeron en
Europa a los grandes escritores de la literatura infantil como charles
Perrault, Jean de la Fontaine, Hans Christian Andersen, los hermanos
Grimm y a los fabulistas españoles Tomás de Iriarte y Félix Samaniego?
¿Por qué entonces y a contrariamente a lo que ocurría en el Perú, que lo
imitaba todo de Europa, no tuvieron lugar aquí esas manifestaciones a
favor de una literatura emparentada con la población infantil y juvenil?
¿Cuáles serían a tu parecer los motivos de esta situación?
A.C.P. En parte creo que el florecimiento de la literatura infantil y
juvenil en Europa fue una manifestación tangencial, pero importante, del
romanticismo, y de la necesidad de encontrar ciertos valores, como
también sentimientos más simples, el candor u otros contenidos, que eran
considerados como muy trascendentes por los románticos.
De otro lado, parte de esta literatura, en el caso de Europa, tenía
mucho que ver con las tradiciones nacionales y, como sabemos, el
romanticismo tuvo como una de sus grandes metas la consolidación de los
estados en ese viejo continente, por consiguiente dentro de ese proyecto
esta literatura, que volvía a la tradición y a los eventos antiguos, que
podían reformular viejas leyendas, fábulas, etc., también podía servir a
este proyecto de consolidación nacional y por esa razón es que prospera.
Pienso que en América Latina, y especialmente en el Perú, el
romanticismo fue débil y probablemente por eso es que no se produjo un
cultivo similar de la literatura infantil y juvenil; aunque algo hubo a
este respecto pero mucho más tardíamente, pienso, por ejemplo, que hay
dos figuras importantes pero obviamente en otra época, me refiero a
Francisco Izquierdo Ríos y a Carlota Carvallo de Núñez, que creo fueron
dos clásicos en este sentido.
2.
D.S.L. Algunos estudiosos, preocupados por este tema, creen advertir
que la falta de una literatura infantil o juvenil es un problema de
identidad, con el agravante de no haber reconocido o valorado
debidamente nuestros aportes orales, tradicionales, folclóricos, que
constituyen y hacen la primera versión de la literatura infantil.
Y también por no reconocer que somos una población fundamentalmente
infantil y juvenil hacia la cual los escritores nos debemos en primer
lugar. ¿Crees que hay un problema de coherencia de lo que son los
discursos literarios con lo que es la realidad del Perú y especialmente,
en este caso, la ausencia de una versión de literatura para niños y
jóvenes formaría parte de estas contradicciones, solapamientos y
negaciones de nuestra identidad, problema muy acusado en el Perú?
A.C.P. Yo creo que tal vez el problema mayor no sea el hecho de la no
existencia de una literatura infantil y juvenil nutrida, sino que ésta
existe en términos de literatura oral y por consiguiente se realiza
dentro de un circuito marginal respecto a lo que solemos llamar, entre
comillas, “alta cultura”.
Tengo la impresión que en las familias, y sobre todo en las familias
campesinas o populares, hay una tradición de mitos, fábulas, leyendas,
refranes, etc., que van circulando y modificándose de generación en
generación y que allí sí hay una tradición muy rica.
Lamentablemente creo que la conocemos poco y poco la hemos llevado al
formato del libro; entonces el problema no estaría tanto en la ausencia
de este tipo de relato o de poesía, sino en nuestra incapacidad de
traducir eso a un lenguaje más universal, como podría ser la escritura.
Realizar esto permitiría, además, una relación horizontal entre
distintas tradiciones que coexisten en el Perú; haría posible que un
cuento de Puno se conociera en zonas de la selva, por ejemplo. Por
tanto, considero que es más un problema, primero de investigación y,
luego, de trabajo de edición y de divulgación de esta materia.
3.
D.S.L. Ciertamente, recuerdo muy bien una conferencia que dictaste en
el INIDE donde apuntabas certeramente todo esto y no olvido tampoco
algunas inquietudes o comentarios posteriores de algunos maestros que
escucharon esa advertencia o atisbo tuyo, de que existe una literatura
oral más o menos fecunda pero en el ámbito de vida cotidiana y más
ligada al ámbito rural del Perú.
Pero aparte de la edición de libros, que siempre es una función muy
limitada en nuestro medio, ¿qué otras propuestas, operaciones y vías se
podrían realizar o seguir a fin de que se transvase esa literatura oral
hacia lo que forma parte de una cultura más ligada a la educación, o a
los soportes o convenciones de la vida moderna?
A.C.P. En términos generales, e inclusive pensando en otros problemas de
la literatura más reciente, que suele reconocerse bajo el nombre de
post-moderna, existe la discusión teórica sobre si, de alguna manera, la
relación actual con la cultura se hace fundamentalmente a través del
sonido.
Es decir, que también en este caso, con más evidencia acerca de lo que
acabo de mencionar, cabría imaginar formas de difusión de esta
literatura que emplearan nuevas tecnologías y que de alguna manera, sin
salir del terreno de la voz o de la oralidad, se pudiera hacerla
circular más intensamente y más extensamente por el cuerpo social.
El gran problema en estos casos suele ser que ese tipo de tecnología no
está dedicada a trabajos de cultura o a trabajos de afirmación de
identidad nacional, y entonces los medios comienzan a fallar, referentes
a un proyecto de esa naturaleza.
Pero creo que sí es importante reflexionar en el hecho que objetivamente
el niño y el joven tienen hoy un acceso a la cultura que parece depender
mucho más de la imagen y de la palabra dicha, que de la escritura
propiamente, eso por supuesto no quiere decir que descuidemos el libro
ni ninguna de las otras formas escritas, pero sí que podemos
experimentar con otros medios y otras tecnologías.
4.
D.S.L. Pasando a otro aspecto, mucho de la literatura exitosa es
aquella puramente lúdica, que es la capacidad de ilusión, de fascinación
y creatividad abierta al mundo, sin ningún lastre ni atadura que lo
limite u oprima. Pero eso es casi inimaginable en algún escritor
peruano.
¿Crees que hay alguna razón por la cual un autor, un escritor literario
en el Perú tenga una suerte de impedimento casi fatal de poder hacer
volar la imaginación, la ilusión, la fantasía de manera desprendida de
todo lo que son sus substratos sociales, concretos y reales?
¿Por qué no hay escritores que se dediquen al hechizo puro de la palabra
y de la quimera, como en otras latitudes? ¿Hay alguna razón cultural que
permita explicar esto y que nos prohíba o nos condene a no tener una
literatura infantil que sea el gracioso y soberano gusto por la imagen,
esa dimensión netamente de hechizo, encanto y sortilegio?
A.C.P. Yo creo que tal vez hay dos puntos a tratar respecto a esta
problemática. El primero es que la literatura infantil y juvenil ha
estado muy ligada a la pedagogía y de alguna manera ha funcionado en
relación con ciertos objetivos o metas que se tratan desde una
perspectiva concretamente didáctica o educativa.
Y eso hace que este tipo de literatura tienda siempre a enseñar algo, a
ser útil de alguna manera, a coadyuvar en el trabajo educativo. Pensando
en términos positivos si se quiere, en el sentido de que hay que dar
lecciones de civismo, lecciones de cualquier materia, pero siempre con
la idea de ofrecer una lección.
Creo que eso ha limitado un poco la capacidad de una literatura de este
tipo que sea más puramente imaginativa, lo cual evidentemente es un
error, porque también la imaginación, la sensibilidad, la capacidad de
fingir y de emocionarse frente a lo puramente fantasioso, es parte de la
condición del hombre y debería ser también parte de su educación.
Por otro lado, creo que no solo en el campo de la literatura infantil y
juvenil, hay una tradición en la literatura peruana y sudamericana de
compromiso o de necesidad de enfrentar situaciones socialmente
angustiosas o deprimentes, o problemas que directa o indirectamente
atañen a grandes núcleos humanos, y creo que eso funciona tanto en la
literatura adulta como en la literatura infantil y también puede haber
sido una razón para que este tipo de literatura imaginativa se cultive
menos, o se cultive muy poco.
Creo sin embargo, como lo decía hace un momento, que es importante
señalar que aún desde esa perspectiva la capacidad de fabular es una de
las capacidades que permiten que el hombre sea más humano.
5.
D.S.L. En México y en España, Antonio, yo he asistido recientemente a
una especie de festivales muy entusiastas de gente en las calles, en los
trenes, en los parques y en distintos espacios públicos que hacen
actividades muy gratas y significativas como la de narrar cuentos, tanto
de la tradición literaria nativa, como de versiones orales de textos
escritos por autores universales, muchos de ellos inclusive de la
actualidad.
Este es un movimiento pujante en otros países latinoamericanos y
europeos. ¿Es ésta una forma de cumplir con algún rito esencial del
quehacer literario? ¿Qué observaciones, alcances o notas darías sobre
este tema, que en el Perú también se ha iniciado con grupos que cada vez
con mayor animación, confianza y fervor empiezan a hacer narración de
cuentos en talleres, teatros y plazas?
A.C.P. Dependiendo de las épocas, que son muy definidas a este respecto,
siempre hubo una tendencia a oralizar la escritura o a difundirla
oralmente cuando es de raíz oral. Desde los juglares en la Edad Media,
siempre ha habido esta tentación, por decirlo así, de poner un relato
directamente en contacto con su auditorio, que puede reaccionar en el
mismo momento.
Es importante señalar que a través de las repercusiones que se van
logrando en la actuación inclusive puede suscitarse que quien lo está
contando modifique algunas partes, enfatice otras, quite algunas que
parecen inoportunas en ese momento o qué se yo. Es decir, se produce una
comunicación mucho más directa entre autor y público y una relación
mutuamente productiva.
Entonces, la idea me parece estupenda y como digo es una tradición que
viene por lo muy menos desde los juglares y que en América Latina tuvo
un momento bastante interesante, si bien no en el campo del relato, en
el campo del teatro, cuando en la década del sesenta se habló de teatro
en la calle, de teatro improvisado –de alguna manera improvisado– en
circunstancias políticas y sociales especialmente significativas.
Este teatro volcado hacia la calle y que más bien trata de mimetizarse
con la vida real, podría ser un antecedente valioso para esta renovación
o este renacimiento del fabulador que cuenta sus propias creaciones, o
creaciones ajenas, directamente ante un público, con el que se vincula
hasta corporalmente, puesto que ya no es solamente la letra sino también
el gesto, la entonación o algunos otros elementos que pueden ingresar en
la comunicación.
Creo que es una práctica interesante que los grupos de promoción
cultural de vanguardia podrían asumir como una experiencia válida para
reinsertar la literatura de manera más productiva y fecunda, en el
cuerpo social del país.
6.
D.S.L. Antonio, la literatura infantil y juvenil en el Perú, ¿te
parece promisoria? ¿Es legítima y auténtica? ¿Qué reflexiones te produce
pensar en este tema que en el Perú ahora alcanza más o menos una especie
de noticia de primer orden?
A.C.P. Yo creo que, también en términos generales, uno de los grandes
problemas que se están discutiendo en la teoría literaria y también en
el pensamiento crítico, en muchas partes, es la reivindicación y
revalorización de aquello que puede denominarse como literaturas
marginales o marginadas.
Estoy pensando, por ejemplo, en la literatura femenina, en la literatura
de los grupos étnicos desfavorecidos históricamente, en el testimonio de
otros grupos sociales igualmente discriminados, que hoy día comienzan a
ser trabajados dentro del “corpus” de la literatura, siempre con el
problema de encontrar métodos adecuados para acercarse a estas
literaturas que antes se veían como subliteraturas o como literaturas de
segunda categoría, y que obviamente no lo son.
En este sentido, teóricamente se trata de un problema general que
podríamos resumir en que se está produciendo un cambio en el concepto
mismo de literatura, y que este cambio tiene como objetivo fundamental
modificar el concepto de literatura para incorporar precisamente todas
estas manifestaciones que habían quedado un poco en los márgenes, y que
se veían desde una perspectiva central, algo borrosamente.
Entonces yo creo que sí, la literatura infantil y juvenil también puede
entrar dentro de esta reivindicación de las formas marginales, y que ése
podría ser un trabajo francamente muy estimulante.
7.
D.S.L. Máximo Gorki escribía que los verdaderos artistas en el campo
de la literatura eran aquellos que escribían obras auténticas y
legítimas para niños. Los otros escritores para él no eran artistas sino
artesanos.
Indudablemente, la literatura infantil es importante y fundamental
porque a través de ella recuperamos el derecho a la imaginación, el
pleno disfrute de la belleza, la soberana disposición a la utopía y,
sobre todo, a la construcción de una esperanza para nuestros pueblos.
En ese sentido, ¿qué recomendaciones tanto para los creadores de
literatura infantil como para los críticos, estudiosos y comentaristas
darías tú?
A.C.P. Lo que pienso es que hay muchos problemas que aún no han sido
suficientemente pensados, ni resueltos en este campo específico. Por
ejemplo: con relativa frecuencia existe la idea de que el niño admite
solamente un determinado contenido expuesto en un lenguaje
excepcionalmente simple, y en realidad creo que el niño es mucho más
sensible y mucho más inteligente de lo que presuponemos.
El problema que mencioné hace un momento, esta especie de ligazón casi
inevitable entre literatura infantil y pedagogía, creo que tendría que
repensarse o, en todo caso, debe dársele una nueva dimensión.
Todo eso hace que en el campo de la literatura infantil haya más
dificultades y se haya adelantado menos que, por ejemplo, en el campo de
la literatura femenina, donde sí se ha producido una transformación
sustancial y se han logrado resolver problemas teóricos y metodológicos
de análisis de esta literatura.
Pienso, en resumen, que dentro de esta corriente, que es muy
estimulante, de ampliar el circuito y el ámbito de la literatura y de
incorporar dentro de ella manifestaciones que parecían secundarias, creo
que podríamos incluir la literatura infantil y juvenil.
Creo, sin embargo, que falta una especie de afinamiento teórico sobre
qué entendemos acerca de ella y cómo ésta se inscribe dentro del campo
general de nuestra literatura.
Me da la impresión que, mientras no resolvamos estos problemas, que son
más bien teóricos, algunos de los dilemas de los que hemos hablado van a
subsistir por algún tiempo.
Colofón
Antonio Cornejo Polar junto con Ángel Rama de Uruguay, son los baluartes
que desde la crítica literaria estructuraron para América Latina
categorías de pensamiento sistemáticas, rigurosas y propias.
Él configuró un sistema de pensamiento definido como la heterogeneidad
discursiva, que ahonda no solo en los géneros y formas literarias sino
en los espacios de sensibilidad, en los sujetos de producción verbal
como en la heterogeneidad del mundo.
Nació en Lima el año 1936 pero siempre reclamó su identidad arequipeña,
como correspondía por sus ancestros. Murió en mayo de 1997 aquejado de
una imprevista y penosa enfermedad.
En clases sus palabras, fluidas y exactas, y que obedecían a esquemas de
razonamiento y erudición bien estructurados, apenas dejaban espacios a
las bocanadas de humo de los cigarros que fumaba uno tras otro.
Las volutas nublaban el pizarrón pero no su mirada límpida detrás de los
cristales de sus anteojos, ni tampoco empañaban los colores vistosos de
sus corbatas que apenas sobrepasaban la mitad de su pecho en su figura
delgada, esbelta y elegante.
Fue director de la Casa de la Cultura del Perú en la época más
expectante de nuestro país, y fue elegido Rector de la Universidad
Nacional Mayor de San Marcos, como culminación de un movimiento
apoteósico de renovación universitaria. |