Instituto del Libro y la Lectura, INLEC del Perú

y Capulí, Vallejo y su Tierra

Telúrica en Huamachuco
Centenario del Nacimiento de Ciro Alegría
20, 31 de octubre y 1 de noviembre

31 de agosto 
Día internacional de la solidaridad 
Poeta de la solidaridad es César Vallejo
Danilo Sánchez Lihón
www.danilosanchezlihon.blogspot.com 

El artista que sólo toca a las muchedumbres,
se acusa de inferior;
el que toca solamente a las “elites”
se acusa excelente;
el que toca a las muchedumbres y “elites”
se acusa genial.
César Vallejo

1. Un descomunal himno a la vida

 

Hay múltiples aspectos en los cuales César Vallejo es un ejemplo de artista, de hombre y paradigma egregio del género humano.


Quiero recoger aquí solo un contenido de su majestuosa personalidad cual es su adhesión, su militancia, su solidaridad con la condición humana.


Porque la grandeza de una persona es hacerse padre, protector y más aún: progenitor de la humanidad. Es decir, quien gesta, y más aún quien la hace parir mundos nuevos, como él lo hizo.


Es la autenticidad para asumir el mundo, solidarizarse con lo más sensible que hay en él: los pobres, los débiles, los marginados, los golpeados, los indígenas, los indigentes. Y César Vallejo murió por solidarizarse y consustanciarse con ellos, hasta el punto de hacerse uno más de sus huestes.


Reside la grandeza de un hombre en su capacidad para recoger experiencias del mundo y proyectarlas en un horizonte de valores en una nueva dimensión, como él lo hizo.


Y en hacer que muchos seres humanos rediman su vida reconociendo que así como por el bien individual hay que luchar por el bien colectivo.


La vida y obra de César Vallejo es un coloquio con el ser más íntimo pero también proyectado hacia el hombre hecho colectividad, configurando pueblo y asumiendo su compromiso como humanidad.

 

2. Exploró hasta el fondo las raíces del dolor

 

Es una dilucidación con el hombre en su condición de especie.


Es la comunión con la humanidad dolida y representada en el hombre que sufre.


Y César Vallejo sufrió, no por incapacidad sino por sobrehumana capacidad para hacerse solidario con los demás, que para él no son otros, sino hermanos.


Y murió por una guerra que ocurría a mil doscientos sesenta kilómetros de distancia, como fue la Guerra Civil Española, estando él en París.


¿Pero acaso murió por incapacidad acerca de resolver problemas? ¡No! Él se echaba los problemas del mundo a sus espaldas.


Cantó el responso al dolor humano, ¿acaso por su incapacidad para ser feliz? ¡No!


Sufrió de hambre y frío, ¿pero acaso por falta de dones para proveerse de recursos? ¡No!


Sufrió el no tener un techo dónde dormir, ¿acaso por desidia? ¡No!

 

3. Igual que Cristo pero sin un padre que lo auxilie

 

César Vallejo todo lo asumió por solidaridad humana.


Él se erige como la boca del ser de la humanidad integral, como el cuerpo integral y como el alma integral.


Es la voz que interroga y que también blasfema, porque en él todo repercute hombre.


Todo él lo mide con la esencia del hombre, no con la de Dios como entelequia.


Con Dios más bien se enfrenta para reprocharle tanto abandono y tanta desolación, a quien adivina como alguien que también sufre por su creación:


Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!


Es de los alzados reclamándole a Dios acerca de su creación. Él es el réprobo por defender y solidarizarse con el hombre.


Por él habla el hombre impertérrito en su soledad como habla la humanidad congregada, militante, multánime.


Vallejo exploró hasta el fondo las raíces del dolor. Más al fondo de donde puede ser posible, o donde pueda verse y hasta, si se quiere, imaginarse o presentirse, igual que Cristo pero sin un padre que lo auxilie y de él se apiade.

 

4. Infinita redención humana y colectiva

 

Los Poemas humanos son fruto de las entrañas más hondas y viscerales del sufrimiento a que puede llegar el ser, por solidaridad, no por incapacidad personal.


Son poemas cribados en las brazas ardientes del peor de los sufrimientos, solo que en este caso aquel que tiene razón y conciencia de ser, pero sin un Dios seguro que lo ampare


Y, siendo “España aparta de mí este cáliz” la cumbre más alta de la poesía de todos los tiempos, ¿cómo lo hizo?


Lo hizo sin tener trabajo del cual sustentarse. Sin tener los medios para comer. Sin tener siquiera una piedra ya no en qué recostar su cabeza sino en que sentarse.


Su gigantesca aventura humana, la de ganarle al dolor, la de entresacar algunos diamantes del sufrimiento y hasta de la muerte, es majestuosa como proeza de la humanidad en su conjunto.


Porque erige sobre el abismo unas claves redentoras de la condición humana. Todo ello sólo alentado por el desvelo acerca de cómo solidarizarse con el destino del hombre, de la humanidad y de su existencia.


De allí que los “Poemas humanos” y “España, aparta de mí este cáliz” sean nuevas Sagradas Escrituras, a la altura y al nivel de los profetas bíblicos, dado que todo lo transforma en infinita redención humana y colectiva.

 

5. El Evangelio Vallejo

 

El evangelio Vallejo expuesto más explícitamente en el sermón de la batalla, que es el poema “Masa”, preconiza en síntesis de que ni un solo ser se salva si es que no se salvan todos.


Que hasta el criminal no es culpable de nada, que no debe haber ni un solo Judas, ningún réprobo ni condenado al Infierno o al Purgatorio.


Elimina y abole el Infierno y el Purgatorio, por no ser lícitos y legítimos juzgados desde la condición humana.


Glorifica que la muerte desaparecerá porque todos los hombres de la tierra se juntan, y al unísono, hacemos escuchar nuestro clamor no a Dios sino al hombre que se está muriendo.


Entonces la muerte despierta de su letargo, ha de levantarse de su postración y ha de abrazarse, ¡ella misma viva!, al primer hombre, emocionada, emocionada sí, por haber sido salvada con nuestra unión inquebrantable.


Predica el Evangelio Vallejo que hasta el cielo tiene que volverse un hombrecito. Que él tiene que venir hacia nosotros y no ir nosotros hacia él.


Que el cielo tiene que ser bueno y la muestra que haga es que debe solidarizarse con el hombre. Y no que el hombre tiene que hacerse merecedor del cielo.


Y que el hermano obrero y el hermano campesino, redentores y salvadores nuestros, que ellos se apiaden y perdonen nuestras deudas.


Un ser así solo pudo gestarse en una cultura solidaria como es aquella que se forjó aquí y que hizo de la solidaridad una política de Estado y un orden social como fue el Tahuantinsuyo de los Incas.

 

6. El día que desayunemos todos

 

Por eso, César Vallejo no solamente es el poeta que cristalizó una obra genial, quien hizo que la lengua humana dijera del hombre algo para lo cual los idiomas no estaban preparados, quien expresó en poesía verdades supremas jamás presentidas, sino que es el perfil del hombre cabal y absoluto por solidario.


Aquél cuya vida es un camino y una moral a seguir, por ser una entrega generosa a las grandes causas humanas


Considerarlo así es ser fieles al sufrimiento que él asumió, no gratuitamente, sino como una toma de posición coherente frente al mundo, ante la raza que él sintetiza y representa y ante la historia que él, finalmente, abarca y redime.


Optó por la poesía reconociéndola como un arma de lucha, la misma que fue asumida por él como un ejercicio de virtud y una marca de justicia, como una ética de la vida y como una actitud de la máxima responsabilidad social.


La asumió como un compromiso y una acción de servicio a su prójimo. De allí que él sea el poeta símbolo, paradigma y modelo de hombre. Y la expresión máxima de la solidaridad como valor humano tangible, actuante y proyectivo.


Porque concentra el sufrimiento pero al mismo tiempo el valor, la intrepidez y la esperanza para cumplir aquel anhelo de:


Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!

7. Cuando marcha a matar con su agonía

 

Su poesía es acto, lucha, definición. Es la expresión máxima de solidaridad.


Sus palabras son armas, soldados, militantes; que animan, entusiasman, se arrojan.


Son gritos, estallidos, metáforas de fuego, que claman, exhortan, explosionan, pero desde el humus y la arcilla que somos y desde el hálito de que estamos hechos.


Discutió arduamente, y consigo mismo, acerca de la función del escritor, del arte y de la palabra.


Debate no sólo teórico sino que él hace vivencial cuando, en el “Himno a los voluntarios de la República,” escribe:


Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre...

8. Una cultura al servicio del hombre

 

Igual de iluminadora y radical es su posición en el discurso que pronunciara con ocasión del Segundo Congreso Internacional de Escritores en Madrid, apoyando la causa de la República Española, cuando dice:


“... hemos sabido cómo el 5º regimiento había salvado los tesoros artísticos encontrados en el palacio del Duque de Alba, y los había salvado al precio de algunas vidas... nosotros queríamos digo, que en esta contingencia trágica del pueblo español y el mundo entero, los museos, los personajes que figuran en los cuadros, hayan recibido tal soplo de vitalidad que se conviertan también en soldados en beneficio de la humanidad”.


Anheló una cultura viva, una cultura al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la cultura.


Él quiso que una escultura, como los seres representados en los cuadros, defienda al hombre en contingencias amargas y atroces como fue la Guerra Civil Española.


Y no una “cultura” para la cual el hombre tuviera que sacrificar su vida, para defender las obras de arte, los cuadros o las piezas de museo. ¿Quién podría discutir una toma de posición verdadera como ésta? 

9. La hazaña del hombre y la vida

 

Esta es una perspectiva opuesta a aquella que mitifica el arte y se olvida del hombre, que sacraliza los objetos y depone la realidad cotidiana. De allí que Vallejo tenga valor, porque nos devuelve constantemente a las circunstancias, al padre, al hermano y al hijo que somos.


Su poesía son esos combatientes que él reclama para defender la vida, son esos soldados, guerreros y militantes, que se levantan para exaltar emocionados la hazaña del hombre y la vida en el mundo.


Por eso, al referirme a esta agonía,
aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver!... Y sollozo.


Un ejemplo de todo ello es su propia poesía, que estuvo al lado de los soldados del Ejército del Este – Guerra de la Independencia, en las trincheras mismas del río Ebro, junto a los milicianos del 5º Regimiento, en Cataluña.


Fueron ellos mismos quienes fabricaron el papel, que no lo tenían, en momentos en que cada minuto es un tesoro para salvar la vida y obtener la victoria.

10. El libro cayó luchando

 

Y lo hicieron juntando sus vendajes, sus camisas desflecadas, los algodones de sus heridas, las fotografías de sus amadas y de sus hijos.


Para luego moler el amasijo, orearlo al viento de las batallas haciendo el papel e imprimiendo el libro al fragor de las bombas y la metralla; salpicado de lodo y sangre, como de esperanza y verdad.


Todos sudamos, el hombligo a cuestas,
también sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoño del cadáver ex abrupto.


Ese libro estuvo al lado de ellos, cual si fuera un miliciano, tal y cual si cargara con ellos las bombas de un cañón y disparara.


Y el libro, al igual que los soldados, cayó luchando, salvándose apenas dos ejemplares que fueron guardados por los monjes quienes al amanecer, recogieron víctimas y despojos del campo de batalla.


Esos volúmenes fueron ubicados sin clasificar en la biblioteca del Monasterio de Nuestra Señora de Monserrate.

11. Es la más rotunda confianza en el hermano

 

Ningún elogio, ningún premio, ningún grado honorífico, ni estudio consagratorio, pueden valer tanto para un autor, un libro o para la poesía misma, como aquel hecho por su dimensión de vida, de verdad y de heroísmo.


Haber sido un libro editado en la trinchera de una guerra, al fragor de una batalla y haber corrido la suerte de cada hombre, muriendo o viviendo, enhiesto hasta el tope en su consagración a sus convicciones e ideales. 


Pero, si sólo fuera eso su mérito no sería absoluto, sino que cesados los bombardeos y pasada la contienda se lo sienta otra vez y siempre un libro verdad, para lo excelso de la poesía como para la vida cotidiana, común y corriente; es decir que tenga un valor para lo temporal como también para lo intemporal.


Y es qué España aparta de mí este cáliz, es un descomunal himno a la vida, asumiendo todo el horror de la guerra y de la infamia.


Es la más rotunda confianza en el hermano y, a la vez, la más tenebrosa soledad, hasta el punto de hacernos tiritar de frío o encendernos con el ardor más sublime.

 

12. Con toda su plena y poderosa humanidad

 

Es la mayor esperanza –en su estado límite y vital– como es a la vez la incertidumbre más absoluta en el destino del hombre.

 

Es la visión de la vida más pura y fraterna, pero teniendo ante sí las  horrísonas fuerzas del mal y de la muerte.

 

Es el rayo que no cesa, iluminando lo tenebroso de la noche y la condición sufriente del hombre y a la vez la aurora y el amanecer más radiante:


¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;


Nadie, como César Vallejo, estuvo luchando por la España Republicana con el corazón en la mano, en cada frente de guerra, en cada segundo en que se arriesgaba la vida, al pie de cada cañón mudo o que atronara.


Despedazado por cada bomba que explotaba y atravesado por cada esquirla que se expandía; delirante, íntegro, con toda su plena y poderosa humanidad.

13. Flechas hacia un mundo nuevo

 

Nadie como él para haber asumido cada gota de sangre que se derramara en un himno total y pleno de humanidad.


Con el poder incandescente de la palabra al rojo vivo, con cada letra convertida en fuego puro, como la lava de un volcán que erupcionara.


Él junta toda esa energía desatada por el antropoide que somos, en trance de hacer parir a la historia, para legarnos un mensaje de amor, de solidaridad, de fraternidad y de redención universal del hombre sobre la faz de la tierra.


que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!


César Vallejo es el inicio de una verdad que no acaba, es el inicio de una aventura humana nueva, es una voz que apunta hacia un universo aún inextricable. En su poesía hay claves, llaves, signos, flechas hacia un mundo nuevo. Es el principio de una certeza que aún se inicia e intuyo que jamás acaba.

 

14. Subamos a los Andes

 

Y así como hemos evocado en diferentes oportunidades al labriego, como también a la parva de trigo, de avena o de cebada; y al viento y al fruto; así también, evocamos a Jesús de Nazareth.


Y junto a él a César Vallejo de Santiago de Chuco, unidos ambos por una vida llena de significados profundos:


Nacieron en hogares humildes.


Ambos son martirizados hasta el día de hoy.


Escogieron sacrificarse en la cruz de la pobreza y de la expiación.


Murieron jóvenes, y ambos son grandiosos y extraordinarios redentores, a partir de quienes ha de construirse un mundo nuevo de amor y fraternidad universales.


De allí que proclamemos que con el laurel, la palma y el arma de la poesía, hecha verdad redentora, subamos a los Andes los trabajadores del arte y la literatura para que a partir de allí hagamos la revolución poética y humana que César Vallejo nos señala.


Y lo hagamos con el contingente y el ejemplo de quienes dieron su vida por el hombre, también de quienes liberaron a la América de sus cadenas.

15. La invencible esperanza

 

Y proclamar, a propósito de César Vallejo, una literatura y un arte del verdadero Perú.


No la expresión apátrida de los que están apoltronados en todos los lugares desde los cuales medran, contaminan, mienten y especulan hasta con la vida.


Y encontremos ese país prístino, níveo y candoroso de los pueblos humildes pero grandes.


Y hacerlo creando una nueva cultura, un orden nuevo en donde no se instalen en el trono los impostores y los descastados de siempre.


Donde a la cabeza e izando banderas estén los legítimos hijos del Perú glorioso y eterno, como es César Vallejo.


Y esto como la única herencia digna que podemos y debemos dejar a nuestros hijos, a nuestros nietos y para la eternidad.


Y si la esperanza cae –digo, es un decir– hagamos realidad cuanto antes nuestro lema, que será fuego invencible: “Vallejianos del mundo, ¡uníos!”.

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