1.
Un descomunal himno a la vida
Hay
múltiples aspectos en los cuales César Vallejo es un ejemplo de
artista, de hombre y paradigma egregio del género humano.
Quiero recoger aquí solo un contenido de su majestuosa personalidad
cual es su adhesión, su militancia, su solidaridad con la condición
humana.
Porque la grandeza de una persona es hacerse padre, protector y más aún:
progenitor de la humanidad. Es decir, quien gesta, y más aún quien la
hace parir mundos nuevos, como él lo hizo.
Es la autenticidad para asumir el mundo, solidarizarse con lo más
sensible que hay en él: los pobres, los débiles, los marginados, los
golpeados, los indígenas, los indigentes. Y César Vallejo murió por
solidarizarse y consustanciarse con ellos, hasta el punto de hacerse uno
más de sus huestes.
Reside la grandeza de un hombre en su capacidad para recoger
experiencias del mundo y proyectarlas en un horizonte de valores en una
nueva dimensión, como él lo hizo.
Y en hacer que muchos seres humanos rediman su vida reconociendo que así
como por el bien individual hay que luchar por el bien colectivo.
La vida y obra de César Vallejo es un coloquio con el ser más íntimo
pero también proyectado hacia el hombre hecho colectividad,
configurando pueblo y asumiendo su compromiso como humanidad.
2.
Exploró hasta el fondo las raíces del dolor
Es
una dilucidación con el hombre en su condición de especie.
Es la comunión con la humanidad dolida y representada en el hombre
que sufre.
Y César Vallejo sufrió, no por incapacidad sino por sobrehumana
capacidad para hacerse solidario con los demás, que para él no son
otros, sino hermanos.
Y murió por una guerra que ocurría a mil doscientos sesenta kilómetros
de distancia, como fue la Guerra Civil Española, estando él en París.
¿Pero acaso murió por incapacidad acerca de resolver problemas? ¡No!
Él se echaba los problemas del mundo a sus espaldas.
Cantó el responso al dolor humano, ¿acaso por su incapacidad para
ser feliz? ¡No!
Sufrió de hambre y frío, ¿pero acaso por falta de dones para
proveerse de recursos? ¡No!
Sufrió el no tener un techo dónde dormir, ¿acaso por desidia? ¡No!
3.
Igual que Cristo pero sin un padre que lo auxilie
César
Vallejo todo lo asumió por solidaridad humana.
Él se erige como la boca del ser de la humanidad integral, como el
cuerpo integral y como el alma integral.
Es la voz que interroga y que también blasfema, porque en él todo
repercute hombre.
Todo él lo mide con la esencia del hombre, no con la de Dios como
entelequia.
Con Dios más bien se enfrenta para reprocharle tanto abandono y tanta
desolación, a quien adivina como alguien que también sufre por su
creación:
Dios mío, si tú hubieras sido hombre,
hoy supieras ser Dios;
pero tú, que estuviste siempre bien,
no sientes nada de tu creación.
¡Y el hombre sí te sufre: el Dios es él!
Es de los alzados reclamándole a Dios acerca de su creación. Él es
el réprobo por defender y solidarizarse con el hombre.
Por él habla el hombre impertérrito en su soledad como habla la
humanidad congregada, militante, multánime.
Vallejo exploró hasta el fondo las raíces del dolor. Más al fondo
de donde puede ser posible, o donde pueda verse y hasta, si se quiere,
imaginarse o presentirse, igual que Cristo pero sin un padre que lo
auxilie y de él se apiade.
4.
Infinita redención humana y colectiva
Los
Poemas humanos son fruto de las entrañas más hondas y viscerales del
sufrimiento a que puede llegar el ser, por solidaridad, no por
incapacidad personal.
Son poemas cribados en las brazas ardientes del peor de los
sufrimientos, solo que en este caso aquel que tiene razón y
conciencia de ser, pero sin un Dios seguro que lo ampare
Y, siendo “España aparta de mí este cáliz” la cumbre más alta
de la poesía de todos los tiempos, ¿cómo lo hizo?
Lo hizo sin tener trabajo del cual sustentarse. Sin tener los medios
para comer. Sin tener siquiera una piedra ya no en qué recostar su
cabeza sino en que sentarse.
Su gigantesca aventura humana, la de ganarle al dolor, la de
entresacar algunos diamantes del sufrimiento y hasta de la muerte, es
majestuosa como proeza de la humanidad en su conjunto.
Porque erige sobre el abismo unas claves redentoras de la condición
humana. Todo ello sólo alentado por el desvelo acerca de cómo
solidarizarse con el destino del hombre, de la humanidad y de su
existencia.
De allí que los “Poemas humanos” y “España, aparta de mí este
cáliz” sean nuevas Sagradas Escrituras, a la altura y al nivel de
los profetas bíblicos, dado que todo lo transforma en infinita
redención humana y colectiva.
El
evangelio Vallejo expuesto más explícitamente en el sermón de la
batalla, que es el poema “Masa”, preconiza en síntesis de que ni
un solo ser se salva si es que no se salvan todos.
Que hasta el criminal no es culpable de nada, que no debe haber ni un
solo Judas, ningún réprobo ni condenado al Infierno o al Purgatorio.
Elimina y abole el Infierno y el Purgatorio, por no ser lícitos y legítimos
juzgados desde la condición humana.
Glorifica que la muerte desaparecerá porque todos los hombres de la
tierra se juntan, y al unísono, hacemos escuchar nuestro clamor no a
Dios sino al hombre que se está muriendo.
Entonces la muerte despierta de su letargo, ha de levantarse de su
postración y ha de abrazarse, ¡ella misma viva!, al primer hombre,
emocionada, emocionada sí, por haber sido salvada con nuestra unión
inquebrantable.
Predica el Evangelio Vallejo que hasta el cielo tiene que volverse un
hombrecito. Que él tiene que venir hacia nosotros y no ir nosotros
hacia él.
Que el cielo tiene que ser bueno y la muestra que haga es que debe
solidarizarse con el hombre. Y no que el hombre tiene que hacerse
merecedor del cielo.
Y que el hermano obrero y el hermano campesino, redentores y
salvadores nuestros, que ellos se apiaden y perdonen nuestras deudas.
Un ser así solo pudo gestarse en una cultura solidaria como es
aquella que se forjó aquí y que hizo de la solidaridad una política
de Estado y un orden social como fue el Tahuantinsuyo de los Incas.
6.
El día que desayunemos todos
Por
eso, César Vallejo no solamente es el poeta que cristalizó una obra
genial, quien hizo que la lengua humana dijera del hombre algo para lo
cual los idiomas no estaban preparados, quien expresó en poesía
verdades supremas jamás presentidas, sino que es el perfil del hombre
cabal y absoluto por solidario.
Aquél cuya vida es un camino y una moral a seguir, por ser una
entrega generosa a las grandes causas humanas
Considerarlo así es ser fieles al sufrimiento que él asumió, no
gratuitamente, sino como una toma de posición coherente frente al
mundo, ante la raza que él sintetiza y representa y ante la historia
que él, finalmente, abarca y redime.
Optó por la poesía reconociéndola como un arma de lucha, la misma
que fue asumida por él como un ejercicio de virtud y una marca de
justicia, como una ética de la vida y como una actitud de la máxima
responsabilidad social.
La asumió como un compromiso y una acción de servicio a su prójimo.
De allí que él sea el poeta símbolo, paradigma y modelo de hombre.
Y la expresión máxima de la solidaridad como valor humano tangible,
actuante y proyectivo.
Porque concentra el sufrimiento pero al mismo tiempo el valor, la
intrepidez y la esperanza para cumplir aquel anhelo de:
Y cuándo nos veremos con los demás, al borde
de una mañana eterna, desayunados todos!
7.
Cuando marcha a matar con su agonía
Su
poesía es acto, lucha, definición. Es la expresión máxima de
solidaridad.
Sus palabras son armas, soldados, militantes; que animan, entusiasman,
se arrojan.
Son gritos, estallidos, metáforas de fuego, que claman, exhortan,
explosionan, pero desde el humus y la arcilla que somos y desde el hálito
de que estamos hechos.
Discutió arduamente, y consigo mismo, acerca de la función del
escritor, del arte y de la palabra.
Debate no sólo teórico sino que él hace vivencial cuando, en el
“Himno a los voluntarios de la República,” escribe:
Voluntario de España, miliciano
de huesos fidedignos, cuando marcha a morir tu corazón,
cuando marcha a matar con su agonía
mundial, no sé verdaderamente
qué hacer, dónde ponerme; corro, escribo, aplaudo,
lloro, atisbo, destrozo, apagan, digo
a mi pecho que acabe, al bien, que venga,
y quiero desgraciarme;
descúbrome la frente impersonal hasta tocar
el vaso de la sangre...
8.
Una cultura al servicio del hombre
Igual
de iluminadora y radical es su posición en el discurso que
pronunciara con ocasión del Segundo Congreso Internacional de
Escritores en Madrid, apoyando la causa de la República Española,
cuando dice:
“... hemos sabido cómo el 5º regimiento había salvado los
tesoros artísticos encontrados en el palacio del Duque de Alba, y
los había salvado al precio de algunas vidas... nosotros queríamos
digo, que en esta contingencia trágica del pueblo español y el
mundo entero, los museos, los personajes que figuran en los cuadros,
hayan recibido tal soplo de vitalidad que se conviertan también en
soldados en beneficio de la humanidad”.
Anheló una cultura viva, una cultura al servicio del hombre y no el
hombre al servicio de la cultura.
Él quiso que una escultura, como los seres representados en los
cuadros, defienda al hombre en contingencias amargas y atroces como
fue la Guerra Civil Española.
Y no una “cultura” para la cual el hombre tuviera que sacrificar
su vida, para defender las obras de arte, los cuadros o las piezas de
museo. ¿Quién podría discutir una toma de posición verdadera como
ésta?
9.
La hazaña del hombre y la vida
Esta
es una perspectiva opuesta a aquella que mitifica el arte y se olvida
del hombre, que sacraliza los objetos y depone la realidad cotidiana.
De allí que Vallejo tenga valor, porque nos devuelve constantemente a
las circunstancias, al padre, al hermano y al hijo que somos.
Su poesía son esos combatientes que él reclama para defender la
vida, son esos soldados, guerreros y militantes, que se levantan para
exaltar emocionados la hazaña del hombre y la vida en el mundo.
Por eso, al referirme a esta agonía,
aléjome de mí gritando fuerte:
¡Abajo mi cadáver!... Y sollozo.
Un ejemplo de todo ello es su propia poesía, que estuvo al lado de
los soldados del Ejército del Este – Guerra de la Independencia, en
las trincheras mismas del río Ebro, junto a los milicianos del 5º
Regimiento, en Cataluña.
Fueron ellos mismos quienes fabricaron el papel, que no lo tenían, en
momentos en que cada minuto es un tesoro para salvar la vida y obtener
la victoria.
10.
El libro cayó luchando
Y
lo hicieron juntando sus vendajes, sus camisas desflecadas, los
algodones de sus heridas, las fotografías de sus amadas y de sus
hijos.
Para luego moler el amasijo, orearlo al viento de las batallas
haciendo el papel e imprimiendo el libro al fragor de las bombas y la
metralla; salpicado de lodo y sangre, como de esperanza y verdad.
Todos sudamos, el hombligo a cuestas,
también sudaba de tristeza el muerto
y un libro, yo lo vi sentidamente,
un libro, atrás un libro, arriba un libro
retoño del cadáver ex abrupto.
Ese libro estuvo al lado de ellos, cual si fuera un miliciano, tal y
cual si cargara con ellos las bombas de un cañón y disparara.
Y el libro, al igual que los soldados, cayó luchando, salvándose
apenas dos ejemplares que fueron guardados por los monjes quienes al
amanecer, recogieron víctimas y despojos del campo de batalla.
Esos volúmenes fueron ubicados sin clasificar en la biblioteca del
Monasterio de Nuestra Señora de Monserrate.
11.
Es la más rotunda confianza en el hermano
Ningún
elogio, ningún premio, ningún grado honorífico, ni estudio
consagratorio, pueden valer tanto para un autor, un libro o para la
poesía misma, como aquel hecho por su dimensión de vida, de verdad y
de heroísmo.
Haber sido un libro editado en la trinchera de una guerra, al fragor
de una batalla y haber corrido la suerte de cada hombre, muriendo o
viviendo, enhiesto hasta el tope en su consagración a sus
convicciones e ideales.
Pero, si sólo fuera eso su mérito no sería absoluto, sino que
cesados los bombardeos y pasada la contienda se lo sienta otra vez y
siempre un libro verdad, para lo excelso de la poesía como para la
vida cotidiana, común y
corriente; es decir que tenga un valor para lo temporal como también
para lo intemporal.
Y es qué España aparta de mí este cáliz, es un descomunal himno a
la vida, asumiendo todo el horror de la guerra y de la infamia.
Es la más rotunda confianza en el hermano y, a la vez, la más
tenebrosa soledad, hasta el punto de hacernos tiritar de frío o
encendernos con el ardor más sublime.
12.
Con toda su plena y poderosa humanidad
Es
la mayor esperanza –en su estado límite y vital– como es a la vez
la incertidumbre más absoluta en el destino del hombre.
Es
la visión de la vida más pura y fraterna, pero teniendo ante sí las
horrísonas fuerzas del mal y de la muerte.
Es
el rayo que no cesa, iluminando lo tenebroso de la noche y la condición
sufriente del hombre y a la vez la aurora y el amanecer más radiante:
¡Constructores
agrícolas, civiles y guerreros,
de la activa, hormigueante eternidad: estaba escrito
que vosotros haríais la luz, entornando
con la muerte vuestros ojos;
Nadie, como César Vallejo, estuvo luchando por la España Republicana
con el corazón en la mano, en cada frente de guerra, en cada segundo
en que se arriesgaba la vida, al pie de cada cañón mudo o que
atronara.
Despedazado por cada bomba que explotaba y atravesado por cada
esquirla que se expandía; delirante, íntegro, con toda su plena y
poderosa humanidad.
13.
Flechas hacia un mundo nuevo
Nadie
como él para haber asumido cada gota de sangre que se derramara en un
himno total y pleno de humanidad.
Con el poder incandescente de la palabra al rojo vivo, con cada letra
convertida en fuego puro, como la lava de un volcán que erupcionara.
Él junta toda esa energía desatada por el antropoide que somos, en
trance de hacer parir a la historia, para legarnos un mensaje de amor,
de solidaridad, de fraternidad y de redención universal del hombre
sobre la faz de la tierra.
que, a la caída cruel de vuestras bocas,
vendrá en siete bandejas la abundancia, todo
en el mundo será de oro súbito
y el oro,
fabulosos mendigos de vuestra propia secreción de sangre,
y el oro mismo será entonces de oro!
César Vallejo es el inicio de una verdad que no acaba, es el inicio
de una aventura humana nueva, es una voz que apunta hacia un universo
aún inextricable. En su poesía hay claves, llaves, signos, flechas
hacia un mundo nuevo. Es el principio de una certeza que aún se
inicia e intuyo que jamás acaba.
Y
así como hemos evocado en diferentes oportunidades al labriego, como
también a la parva de trigo, de avena o de cebada; y al viento y al
fruto; así también, evocamos a Jesús de Nazareth.
Y junto a él a César Vallejo de Santiago de Chuco, unidos ambos por
una vida llena de significados profundos:
Nacieron en hogares humildes.
Ambos son martirizados hasta el día de hoy.
Escogieron sacrificarse en la cruz de la pobreza y de la expiación.
Murieron jóvenes, y ambos son grandiosos y extraordinarios
redentores, a partir de quienes ha de construirse un mundo nuevo de
amor y fraternidad universales.
De allí que proclamemos que con el laurel, la palma y el arma de la
poesía, hecha verdad redentora, subamos a los Andes los trabajadores
del arte y la literatura para que a partir de allí hagamos la
revolución poética y humana que César Vallejo nos señala.
Y lo hagamos con el contingente y el ejemplo de quienes dieron su vida
por el hombre, también de quienes liberaron a la América de sus
cadenas.
15.
La invencible esperanza
Y
proclamar, a propósito de César Vallejo, una literatura y un arte
del verdadero Perú.
No la expresión apátrida de los que están apoltronados en todos los
lugares desde los cuales medran, contaminan, mienten y especulan hasta
con la vida.
Y encontremos ese país prístino, níveo y candoroso de los pueblos
humildes pero grandes.
Y hacerlo creando una nueva cultura, un orden nuevo en donde no se
instalen en el trono los impostores y los descastados de siempre.
Donde a la cabeza e izando banderas estén los legítimos hijos del
Perú glorioso y eterno, como es César Vallejo.
Y esto como la única herencia digna que podemos y debemos dejar a
nuestros hijos, a nuestros nietos y para la eternidad.
Y si la esperanza cae –digo, es un decir– hagamos realidad cuanto
antes nuestro lema, que será fuego invencible: “Vallejianos del
mundo, ¡uníos!”.
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