Nací, me crié y estudié la Educación Primaria y Secundaria en
Santiago de Chuco, tierra de César Vallejo.
Mi pueblo fue la capital religiosa o espiritual de los chucos que
reverenciaron al dios Catequil, maestro, pedagogo y líder social.
Su adoratorio se ubica en el cerro Ichal, montaña abrupta y
escarpada que se perfila nítida y hierática desde mi pueblo, como si
lo tuviera bajo su protección.
Mis antepasados indígenas mágicos y asombrados hablaron la lengua
culle donde depositaron no solo los arrullos, sus cóleras sino
también la armonía de la naturaleza y el concierto de las estrellas.
Lengua chamánica, mántrica, metafísica; honda y sonora; propia de un
alma pasmada, que ha hecho de Santiago de Chuco tierra de poetas.
Y esto por no rehusarle nada al destino, ni a ninguno de los
misterios de la vida y del cosmos, sino al contrario: dispuestos a
enfrentarlos, como a desentrañar su esencia, sus dones y
potencialidades.
2. En
tierra de sus abuelos
Tenemos en Santiago de Chuco al
principal investigador de la lengua culle, citado así en Wikipedia y
por Federico Kauffman en la Enciclopedia Lexus.
Él es Manuel Flores Reyna, un personaje consagrado, místico y ya
legendario en los estudios del culle, quien estudió la educación
superior en Huánuco y la maestría en lingüística en la Universidad
de San Marcos.
Fue al seguir estos últimos estudios que prometió a sus maestros
reconstruir el culle y lo está logrando. Para ello hasta trabajó de
peón entre los ashaninca para conocer su lengua y luego con el
Instituto Lingüístico de Verano en Yarinacocha a fin de aprender el
trabajo de campo en estudio de lenguas nativas.
Y es que en la tierra de sus abuelos, en Curhuachique, frente a
Pallasca, pero del lado de Santiago de Chuco, se hablaba el culle.
Su herencia en tierras y casas lo ha dilapidado en fotocopiar
documentos coloniales que en décadas anteriores costaban tres reales
por página. No se ha casado ni tiene hijos. Ahora ejerce la cátedra
en la Universidad Nacional Federico Villarreal. He aquí parte de una
larga entrevista que le hiciera:
LA
ENTREVISTA
Manuel: ¿Cómo esbozarías un primer acercamiento a la
lengua culle?
Diciendo que la lengua culle, culli o culla, fue una antigua
lengua preincaica, perteneciente a la época arcaica, siendo que
los documentos encontrados lo vinculan, relacionan y ubican en
las provincias de Pallasca, Santiago de Chuco, Huamachuco,
Otuzco, Cajabamba y Cajamarca. Otros documentos, principalmente
del obispo de Trujillo, don Baltasar Jaime Martínez Compañón y
Bujanda, aportan listados de palabras de dicha lengua, como de
42 vocablos el del obispo, y otro del cura de Pallasca Teodoro
González Meléndez, en donde encontramos un listado de 19
palabras culle, recogidas en 1915, documentos que don Santiago
Antúnez de Mayolo juntó y entregó al peruanista Paul Ribet quien
los publicó en 1949 en la revista del Museo del Hombre de París.
Pero, aparte del culle, había otras lenguas en la
región norte del Perú, ¿no es cierto?
Sí, precisamente, gracias a Martínez Compañón conocemos un
listado de ocho lenguas, traduciendo 42 palabras españolas a
esas lenguas indígenas de su obispado, que son: la lengua yunga
o mochica, que se hablaba en las provincias de Trujillo y Saña;
la lengua de Colán; la lengua de Catacaos; la lengua de Sechura;
la lengua Cholón en los territorios de Huaylillas que
corresponden a las provincias de Pataz y Bolívar; y la lengua
jivito o shivito que se hablaba por esa misma zona, para luego
registrar el culle que se hablaba en Huamachuco, Santiago de
Chuco, Otuzco, Pallasca y Cajamarca; y luego finalmente la
lengua quechua.
Acerca de la lengua culle, ¿entre qué siglos se
enmarca su vigencia?
El culle ha tenido una vigencia de más de cuarenta siglos.
Se habló en Chavín de Huantar. Arqueológicamente hay pruebas que
desde el siglo III, antes de Cristo, ya se hablaba en La
Libertad, Ancash y Cajamarca, el culle. Y esta fue la lengua de
tres grandes culturas o señoríos preincaicos: los Conchucos, en
Ancash; el señorío de Huamachuco, en la Libertad; y el señorío
de Cushmanco, Chuquimanco o Cashamarca. Cuando llegaron los
españoles encontraron esos reinos que tienen sus bases en Pashas
que data del siglo III a.de c.
La pacarina o madre de todo esto tiene que ver con la cultura de
La Galgada que floreció entre Tauca y Santiago de Chuco, que
data de dos mil años antes de Cristo, es decir mil años antes de
Chavín.
¿Allí surgió la lengua culle?
Sí, en La Galgada y luego se extendió a Caral. En el año de
1996 yo planteé que en Caral se hablaba culle y me dijeron que
estaba loco. Sin embargo, de cinco años para acá ya se empieza a
aceptar que en Caral se hablaba en parte culle, por los
toponímicos que se encuentran. Y fue precisamente en la parte
alta de La Galgada que tuve la referencia proporcionada por don
Alipio Villavivencio Chávez, que existió la última
cullehablante, la viejita Ishpe.
¿Cuántos vocablos se conocen de la lengua culle?
Por los distintos recopiladores se conocían aproximadamente
50 palabras, que a los listados de Martínez Compañón y del cura
González Meléndez, de los cuales hay que descartar las palabras
castellanas y quechuas, habría que sumar algunos que aportan la
crónica agustina, otros 5 vocablos que es la contribución de don
Fernando Silva Santisteban y 3 términos con los cuales
contribuye don Waldemar Espinoza Soriano.
¿Y eso es todo lo que se conoce?
Yo he podido recoger más de mil palabras culle, que es mi
aporte. 500 vocablos ya se han publicado en un léxico
preliminar.
¿Y tahuashando, utilizado por Vallejo, qué
significa?
En ese vocablo hay una asociación de quechua y culli, en el
fonema sh. Para mí significa caminando en fila de cuatro. O
caminando entre cuatro. Hay que entender que en la época en que
vivía Vallejo había muchos términos que influían en el español
sino también en el quechua que con el tiempo se han ido
perdiendo.
¿Y qué es lo que extinguió al culle?
Cuando inicio mis trabajos de reconstrucción del culle, el
año de 1994, la idea general era que esta lengua fue extinguida
por el quechua, y eso no es cierto. En el año de 1997 en el
Archivo Arzobispal de Trujillo, gracias a las indicaciones y al
apoyo de la Sra. Imelda Solórzano, encargada de ese archivo, me
informó que había un documento referido al culle del año de
1746, que correspondía a la labor pastoral del obispo don
Gregorio de Molleda, quien ejerció su labor como obispo 35 años
en la diócesis de Trujillo. Gracias a ese dignatario nos llega
un expediente completo sobre la lengua culle, en 19 folios, cuyo
objetivo es la evangelización en lengua culle y los problemas
que había al no contar con sacerdotes “lenguaraces”, o que
dominaran la lengua culle. De ese documento, que obra en mi
poder paleografiado, se deduce lo siguiente: que el culle es
hablado por el cien por ciento de los indígenas y también por
una parte de los mestizos, lo que prueba que el quechua no
extinguió al culle, sino que la lengua esta lengua fue
extinguida por el español. En la época en que vivía en Santiago
de Chuco César Vallejo estaban muriendo los últimos
cullehablantes de Santiago de Chuco.
¿Qué es lo que caracteriza a esta lengua y a esta
cultura?
La lengua fonológicamente tiene la pronunciación abundante
del sonido sh, esto es al inicio, al centro o al final de cada
palabra. Otras constantes son los sonidos: con y dan, con
resonancias palatales y plenos de musicalidad. A nivel de
significados caracteriza a esta cultura el asombro, representado
en las cabezas clavas de que está poblada, y que son gigantescas
en comparación a las que se encuentran en Chavín. En Cochamarca
las había en los caminos y también las hemos visto en la cuesta
de Salesipuedes, que va de Santiago de Chuco a Cachicadán. Otro
registro es que los allcos, que en culle significa sacerdotes,
se bañaban en una especie de piscinas como las hay en Huaylío en
las alturas de Cachicadán, en donde el agua tiene un carácter
ritual muy trascendente; los entierros se hacía en tumbas tipo
ventanillas, las construcciones de los muros era de tipo
pachilla, con cuñas de piedra, y sus palacios estaban rodeados
de paredones.
¿En qué extensión se habló el culle?
Voy a referir la siguiente versión que está recogida en la
crónica agustina de 1560. Y es que, cuando Huayna Cápac destruye
el templo del dios Catequil y hace pedazos al mismo ídolo
indignado porque le anuncia la destrucción del imperio de los
incas, imagen aquella que era de tamaño natural y estaba hecha
de oro macizo, después de arrojarlo al río en Porcón, dividido
en tres pedazos, los huamachucos, después que se van los incas,
recogen los restos, lo sueldan y lo esconden en Pashas, que
queda en Cabana, que es otro señorío. La pregunta es básica:
¿Por qué los huamachucos llevaron el ídolo de Catequil del lugar
en que quedaba su templo a otro señorío? Eso demuestra que había
vínculos muy antiguos entre ellos. ¿Por qué tres señoríos
ubicados en zonas muy distintas hablan la misma lengua y adoran
al mismo dios? Lo que nos prueba esto es que estos tres señoríos
son descendientes de una cultura mayor. A esa cultura yo la
llamo la cultura culle o cultura chuco, que debió haber
florecido entre los siglos V al siglo III antes de Cristo.
3. Universalidad sin
perder identidad
Y aquí detengo la entrevista, que es
larga, con Manuel Flores Reyna, reafirmando mi identidad que se
hunde en la lejanía como en la hondura del tiempo, de un país de
fábula y legendario como es el Perú.
Santiago de Chuco es tierra de origen, cultura madre, umbral y
comienzo. Donde las palabras y los nombres son testigos
insobornables de todo lo que se quedó y de todo lo que avanzó desde
allí.
Pero así como interesa saber el lugar en que hemos nacido y estar
orgullosos de él, hemos de hundir también nuestra visión en el
porvenir.
Nos interesa no solo la verdad arqueológica, etnológica o histórica
sino que a ello debemos agregar la verdad de nuestros sueños e
ideales a futuro.
Y así como Catequil se yergue inhiesto en el panorama de apus que
rodean a Santiago de Chuco interesa también los horizontes por donde
proyectar el futuro para nuestros niños y jóvenes.
Es decir la universalidad sin perder identidad, que es el camino que
supo realizar y nos trazó con huella indeleble, senda plena de
compromiso y solidaridad humana, César Vallejo.
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