2.
¿No son peores los operativos que apresan, torturan, desaparecen?
Herodes es un endriago. Un ser bestial y depravado, quien a toda costa
busca detentar el poder. Al poder se aferra y lo ejerce de manera omnímoda,
cruel y despiadada.
Tiene la brutalidad de quien es capaz de conminar a sus soldados,
convertidos en verdugos, de matar a todo niño de pecho. Solo un ser
bestial suele ser obedecido en esas órdenes.
Tan bárbara e implacable fue esta arbitrariedad que el historiador
Macrobio señala que en la cacería uno de los hijos del tirano también
fue degollado.
¿Cuántos hechos de los tiempos actuales se parecen a dicha
atrocidad? Lamentablemente muchos. ¿No son idénticas las estrategias
de "tierra arrasada" que consignan los manuales de los ejércitos?
¿No son peores los operativos que apresan, torturan, desaparecen?
Y sus instrumentos ya no son cuchillos, machetes o espadas, ni
siquiera dagas o bayonetas, sino armas sofisticadas, como son:
morteros, instalasa y misiles.
3.
Herodes ahora es paradigma y modo de vida
Personajes aberrantes y monstruosos como Herodes ni son del mundo de las
fábulas ni han quedado sepultados en el tiempo pasado, sino que siguen
en ejercicio.
Pululan los Herodes en la política, tienen el mando de entidades
de todo tipo. Y sus víctimas son más amplias y variadas. Se han
enquistado en los aparatos del poder financiero.
El sistema imperante en el mundo actual es engendro de los herodes de
todos los tiempos y confines: se basa en el dinero, en las armas, en las
empresas de negocios mal llamados medios de comunicación que todo lo
corrompen.
Herodes es ahora el estado de situación en que vivimos, el modo y la
tendencia que ha cobrado el orden de existencia en la vida moderna. El
modelo y el sistema neoliberal es la invención de los Herodes
continuos.
Poder político, del dinero, de los medios de comunicación, vesánico,
concupiscente, macabro. Poder que todo lo avasalla, pervierte, corrompe
y denigra.
Poder que se premia asimismo, que oculta la vileza detrás de medallas y
condecoraciones.
4.
Mueren también las madres
Poder
que tiene su antecedente en Herodes Agripa, nieto de aquel crápula.
Es este último sujeto quien considerando en su mente procaz que su
abuelo había hecho una acción digna de encomio, mandó que se le
erijan estatuas y se conmemore el 28 de diciembre como Día de los
Inocentes, agregando así sarcasmo a la ignominia.
Pero siguen naciendo en el mundo inocentes. ¡El cosmos cada día nace
inocente!
Y los inicuos siguen persiguiendo, detentando y atornillándose en el
poder.
Pero las estrellas, el sol y el amanecer, que son inocentes, nos dan el
mensaje eterno de la esperanza.
Mientras tanto nacen niños que no son culpables de nada y son víctimas
de todo; que nada tienen que ver con la infamia pero en quienes recaen
todas las calamidades.
Mueren también las madres defendiendo a sus hijos de las hachas y los
cuchillos, ahora de las bombas y la metralla; de las combis y los
asaltos, de los robos y los secuestros.
5.
Cada 5 segundos muere un niño por causa del hambre
Solo
por hambre, excluyendo la muerte violenta que es tanta, cada 5 segundos
muere un niño en el mundo. Es decir, expiran 12 niños por minuto.
Si me permites graficarlo haciendo un cálculo neutro e impasible,
amable lector: Cuando tomamos el desayuno de apenas 15 minutos, en ese
lapso han muerto, quizá al otro lado de la pared, 180 niños de una
muerte indigna:
Esta no es una imagen de un cuento de horror. Coinciden en estos datos
la FAO y la UNICEF.
Y está ocurriendo en este preciso instante.
Es una muerte lenta, monótona y amarga; asociada a males y enfermedades
de dolores espeluznantes.
Es muerte penosa. Han muerto 180 niños en ese breve lapso, pero hay una
inmensa e interminable cola de niños que sólo esperan morir.
6.
Su desgracia es peor que en los tiempos antiguos: los de hoy no tuvieron
madres que los defiendan
No
hay nada más hermoso, excelso y moral en el universo que un niño
sonriente y feliz.
No está entonces en el plan de la vida ni de la creación los Herodes
sucesivos, en serie, estos impostores fatales.
Ellos son una excrescencia y un artificio que hay que eliminar.
Pero así como no hay nada más excelso que un niño feliz, no hay nada
más atroz, indignante y horrendo que cuando un niño sufre.
Pero ahora, ni siquiera en ellos cabe ya el grito indefenso de los
degollados por Herodes, curiosamente llamado "El Grande",
individuo a quien le hemos hecho el honor de tomarlo como modelo para
instaurar la sociedad vigente, copia y calco de su alma y entraña
siniestra y cuya réplica es el sistema imperante.
Ni siquiera cabe en los niños que están muriendo en este instante el
alarido de las madres por librarlos de las espadas, porque su desgracia
es peor: no tienen madres, se esfumaron, el sistema las eliminó o no
les dio madres en sus vidas.
Herodes es el modelo de vida que ensucia y estruja los lirios más puros
que nacen; luminosos, suaves y cristalinos, como son los niños.
7.
Eran Inocentes y han quedado inocentes para siempre
He
aquí la interpretación de este hecho estremecedor que hace Giovanni
Papini, visión valiosa puesto que él conocía tanto del infierno como
del paraíso por ser hijo irredento y porque en una y otra de esas
orillas paraba sus pies, esta oveja descarriada e hijo pródigo a la
vez. Dice él:
"Esta inmolación de Inocentes en torno de la cuna de un
Inocente; este holocausto de sangre por un recién nacido que ofrecerá
su sangre por el perdón de los culpables; este sacrificio humano por
aquel que a su vez será sacrificado, tiene un sentido profético:
Miles y miles de inocentes han de morir después de su muerte sin
más delito que el haber creído en su Resurrección: nace para morir
por los demás, y he aquí que mueren por él miles de nacidos, como
para pagar su nacimiento.
Hay un tremendo misterio en esta ofrenda sangrienta de los puros,
en este diezmo de coetáneos. Pertenecían a la generación que lo había
de traicionar y crucificar.
Pero los que fueron degollados por los soldados de Herodes ese día
no lo vieron, no llegaron a ver matar a su Señor. Lo libraron con su
muerte y se salvaron para siempre. Eran Inocentes y han quedado
Inocentes para siempre."
8.
Entonces ¿cómo aceptar tu agasajo?
En
el Perú, las calles de Lima y de las principales ciudades y pueblos del
interior del país están llenas de niños mendigos.
Deambulan en los bares, los mercados y las tiendas.
Suben a los ómnibus, algunos enlazados de manos con el hermanito o
hermanita más tierna. Y cantan.
Las más de las gentes se fastidian. Y les contestan sin mirarlos con un
no animalesco, que es un sonido gutural en las gargantas.
¿Cómo aceptar entonces tu tarjeta de Navidad, congresista? Para
mayor afrenta impresa en pan de oro y con un texto que dice: Felices
Pascuas y Próspero Año Nuevo. ¿Cuánto te has puesto de sueldo y cuántos
emolumentos amañados recibes al año? Antes serías mi amigo, porque
te encumbraste con engaños. Ahora no.
¡Hay
niños que se envilecen con las drogas, porque nacieron negados por sus
progenitores!, que no conocen ni a padre ni a madre que los concibieron.
Son ilegítimos. Y por eso comen, duermen y asaltan en las calles.
9.
¿Qué persigues? ¿Votos para la reelección?
¿Y
entonces, cómo aceptar tu invitación, Magistrado? Y la adulación
que te han de deparar en el certamen? ¿Qué esperas para administrar
justicia? ¿Por qué no despachas los expedientes que yacen dormidos,
condenando a los corruptos y liberando a los inocentes que permanecen
encarcelados?
¡Solo en Lima 35 mil familias, cada una compuesta de seis niños,
reciclan la basura diaria en situación de extrema pobreza! No tienen
luz, agua ni desagüe. Y adquieren enfermedades infecciosas severas y
muertes por cortes de vidrios que se convierte en gangrena a los pocos días.
¿Cómo aceptar entonces tu agasajo, señor Presidente?
¿Qué persigues? ¿Votos para la reelección y favores
inconfesados para tu grupo de poder? ¿Cómo aceptar los sueldos que tú
mismo consientes que se pongan en las empresas del Estado y que priva
de medicinas y atención básica a tantas familias?
Y el niño es lo más preciado de una sociedad. Es lo más valioso y lo
más sublime. Y contra él atenta, como contra todo lo noble y prístino,
el modelo dictaminado por Herodes de esta sociedad.
Hagámosla menos indolente, insensible e hipócrita. ¡Que esa sea
nuestra lucha!
10.
El niño es el milagro supremo
Y, ¿cómo es que una fecha propicia para la reflexión y el compromiso,
como ésta, la hemos convertido en el día de la mentira, de las bromas
de mal gusto y hasta fecha de ocasión que legitima el robo y el pillaje
con sonrisa cínica de que hoy es Día de los Inocentes?
¡Denigrando la santa inocencia!
Esa flor de pétalos translúcidos, que contiene todos los manantiales y
el aroma y el rumor de todas las cascadas; el cielo añil y el perfume a
alcanfor y manzanilla de las colinas de la tierra. Y que está en la luz
de los ojos de todo niño que nace.
Porque ser niño es clave del universo. Lo otro es lo que hay que
eliminar y abolir.
Abolir a los Herodes de todo pelaje. Y todo lo que se parezca de su
podrida calaña, de su esencia y envoltura.
¡Porque el mundo es intrínsecamente inocente!
¡Claro!, hemos adulterado el mundo para hacerlo propicio a quienes se
complacen con el poder y hacen pingues negocios. Por eso seguimos
degollando a los niños.
11.
En el plan del universo una clave es la inocencia
La
inocencia y el candor son elementos esenciales en la creación del
mundo.
Inspiró a la sociedad incaica que puso en vigencia el trabajo común,
el espíritu de fiesta ligado al bien y la solidaridad humana.
Estos valores son los que alientan al movimiento cultural Capulí,
Vallejo y su Tierra.
La organización de los incas fue destruida por la rapiña y la avidez,
por la concupiscencia del oro y los metales preciosos de quienes
conquistaron y se apoderaron de estas tierras.
A los tres elementos de la composición del universo físico, hecho de
materia, energía e información, agreguemos esta vez la clave de
la inocencia, que él tiene como signo y temperamento y de la que debe
nutrirse la vida.
Lo opuesto a todo poder es la inocencia, raíz de toda verdad y
salvación, como lo opuesto a ser niño son los Herodes
de todo tiempo y lugar.
Felizmente en el plan cósmico de la creación no hay nada más
milagroso que el niño. Es el milagro supremo, perfecto e imperecedero.