1. Una clase elevada de felicidad
César Vallejo, “el más grande poeta universal junto al Dante”, en
opinión del escritor, pensador y místico estadounidense Thomas Merton,
se reúne con su joven esposa Georgette Philippart para comer en el
restaurante François Villón, establecimiento para artistas pobres de
París. Se habían casado el 11 de octubre de 1934 en el municipio de El
Naire del barrio 15 de la capital francesa.
Viven en el departamento que ella tiene y donde se han conocido
mirándose de ventana a ventana, cuando él ocupaba la habitación 19 del
hotel Richelieu, situado exactamente al frente del piso que después
habitaron ambos en la calle Moliere.
Cuando se conocieron ella tenía 16 años y él 33.
Ahora ella se levanta temprano, prepara el desayuno y deja a César
Vallejo trabajando siempre puntualmente a la misma hora. El reloj marca
las ocho de la mañana.
2. Quien avizora el arcano
Se despide, cierra la puerta, baja por la escalera húmeda y casi en
sombras rumbo a su empleo en el Conservatorio de Artes y Oficios de
París.
Siente, mientras camina, una clase elevada de felicidad. Aquella que da
sentir que la existencia no nos pertenece, que algunas de las vidas
están reclamadas para una causa superior y suprema, cuyas
determinaciones, mandatos y consignas se hunden en el misterio del
infinito cielo azul.
Se siente arrobada y tierna.
Piensa que el destino le ha deparado un privilegio, cual es vivir al
lado de un hombre luz, océano y verdad profunda.
Se siente realizada estando ella aquí, en vida. No a través de los
códigos cifrados, de las letras o bien de los símbolos que yacen en los
libros, sino como cónyuge, de un ser vasto e intenso, a quien posee en
cuerpo y en espíritu.
3. ¿Cómo han llegado a coincidir?
Palpita con la expectación de quien puede asomarse al fondo de sus
abismos, con el temblor de quien avizora el arcano y se sume en la
adoración.
Está con alguien en quien están todos los significados. En quien ellos
renacen y son nuevos.
Y hasta sentirse solos en el mundo con ese ser inusitado como un raro
privilegio.
Es feliz, aunque siente que debajo de los pies amenaza un río hosco y
turbio.
¿Cómo han llegado a coincidir? ¡Ella!, para quien antes palabras como
revolución, comunismo, proletariado, eran inconcebibles y estaban
vetadas en su lenguaje.
4. La copa dulce
Ha visto y es testigo ahora sus renuncias, de sus sacrificios y
desvelos. Ve su mirada y el verbo que lo agita.
Y está convencida, siente que todo eso es irrefutable, que hacer algo
distinto sería claudicar y no asumir la verdad.
Sin embargo, la copa dulce de haberse encontrado y amarga de hiel de la
miseria, deben beberla juntos.
Mirarla en los biseles de las tazas vacías y los platos desolados.
Y la prueba no es menos cruel para Vallejo que para ella.
Ella lo bebe, al principio al lado de él. Para después, durante 46 años
en que lo sobrevive, beberla en soledad, pero evocándolo a él.
5. Con fidelidad soberana
El amor que se tienen es un amor único en la historia de la literatura
de todos los tiempos, ámbito en donde abunda mucho la superficialidad,
el usar y el descartar.
El de ellos es amor profundo; en un medio en donde el envanecimiento es
cambiar de pareja a cada momento y por cualquier motivo.
El de ellos es amor sin mudanza; en una realidad en que el hombre
ostenta muchas conquistas, aventuras y cabezas trofeos cortadas y que
hacemos pender en una cadena delante de nuestro pecho.
Este es un amor en silencio, recatado, sin aspavientos.
Un amor de fábula porque sobrevivió 46 años amándolo, cuando él ya no
estaba en el mundo.
6. Amor heroico
Compartiendo la vida con su fantasma, con fidelidad soberana.
Queriéndolo entrañablemente, confesándose cada noche ante él, contándole
detalles del día.
Porque no hubo reemplazo, sustituto, ni consuelo mundano.
Y este amor es bueno para la historia del hombre.
Amor que ensalza a la especie humana.
Que deja bien a la mujer, y deja bien al varón.
Que desafía, reta y vence a la eternidad.
Es un amor con fidelidad absoluta, en vida y en el largo trayecto de la
muerte. No de parte de uno sino por parte de ambos, hasta que aparezcan
otras señales en el horizonte.
Es un amor heroico, épico y legendario.
7. A su cabecera y a sus pies
Todo los Poemas humanos y toda España, aparta de mí este cáliz y los
escritos de tesis, y las obras de teatro tienen en ella su custodia y
albacea.
En donde el conflicto entre derrumbe y esperanza –tremendo, colosal y
dialéctico– tienen su escolta, su vigía y atalaya.
Donde todos aquellos himnos y lamentaciones, quejidos y exaltaciones,
miedos y arrebatos, tienen su sombra presente y latente, que es ella.
Donde todo lo que nació de aquel genio tiene una mirada callada que lo
cuida, anima y protege.
Una postura de asombro que lo contemplan surgir y que es Georgette
inclinada reverente y escrupulosa a su cabecera y a sus pies.
8. ¿Qué significa este misterio?
Es ella la que peregrina, por Poemas humanos y España, aparta de mí este
cáliz.
Es esa niña estupefacta ante ese extraordinario milagro que es un hombre
enfrentado a la creación más asombrosa y sobrehumana.
Resumen ambos la copa más amarga y la esperanza más sublime.
Es ella quien deambula hasta viéndole dormir lo que es ese ser secreto,
callado y recogido en sí mismo.
Es ella quien se ha preguntado a su lado y muchas veces: ¿Qué significa
este misterio?
¿Qué sentido tiene este gesto? ¿Este silencio? ¿Este rictus de su rostro
y de su frente?
9. Compañera ahora, después y siempre
Constanze, la esposa de Mozart, huyó espantada cuando él componía el
Réquiem.
Fue incapaz y no pudo soportar tanto vacío, tanto abismo y tanto enigma.
Y los abismos de la creación la acobardaron. A él le gritó en la cara:
“Estás loco Wofi”. “Eres loco”. “Me das miedo” “Estoy espantada” “No
puedo soportar todo esto”.
Y huyó con su hijo entre los brazos.
Esta niña en cambio, que es Georgette, ante algo tan hondo, inmenso y
devastador, como “La rueda del hambriento” o “Los nueve monstruos” o el
“Himno a los voluntarios de la República”, no huye.
Son estos los únicos poemas que se los pueden poner como pares, hermanos
y gemelos del Réquiem, cumbres supremas de la creación humana.
Ella no huye sino que permanece.
10. Sacrificó todo por él
Es más niña incluso, y no corre en estampida a salvarse. Al contrario:
ampara, alivia y protege. ¿Por qué?
Porque ella comprendió, sabía lo que estaba al fondo oscuro e inhallable
de ese ser.
No habían sido escritos todavía esos poemas cuando ella se entregó
íntegra y lo siguió sin dudar un solo instante, sin dubitaciones ni
cálculos.
Es más, sacrificó todo por él: su fortuna, sus relaciones sociales, su
familia, su país.
En Mozart su genialidad era reconocida, había una evidencia palmaria,
gozó de todo el halago de su época y más todavía. En cambio a César
Vallejo se lo negó todo: no se publicaban sus poemas, no se le concedía
ninguna ayuda, estaba perseguido en su país.
Constanze, pese a toda la verdad delante de sus ojos claudica.
Georgette permanece.
11. Vallejo confía en ella
Eso sí, tiene que volver a aprender todo y de nuevo. Tiene que subir esa
cima. Y eligió subirlo. En realidad solo le importaba esa cumbre.
Por eso, ella glorifica en este trance de la historia lo que es ser
mujer.
Porque lo acompaña ahora, después y siempre. En toda su vida, en toda su
muerte, en toda la posteridad.
Ella persevera, resiste, soporta la tormenta, pero el estrago no es
menos devastador.
Georgette en relación a Constanze es ecuánime y sufrida. Comprende las
razones profundas de algo trascendentalmente humano, divino y sagrado:
“Si hubo una mujer por dejar entera libertad a su cónyuge, creo haber
sido esa mujer. Hasta respecto a sus versos, los que sólo en parte
entendía, medía con verdadera angustia mis palabras. Un día, entre
otros, Vallejo me lee: “Cae agua de revólveres lavados...” aún sin
título, y, extrañamente insiste: “¿Qué te parece?”
Vallejo confía en ella. O está solo. O está retándola.
12. Obedece un designio
Nunca antes consultó a nadie uno de sus poemas. O, hace mucho tiempo, a
Antenor Orrego, pero fueron sus primeros poemas. Ahora consulta a
Georgette:
Aún más cohibida yo por la seriedad de su expresión –vive entonces su
mayor soledad– le digo con gran tristeza: “Dime, Vallejo ¿tu poema
responde profundamente a lo que has ansiado expresar? ¿Sientes
hondamente que te satisface?” “Sí”, contesta, triste a su vez. “Esto
necesitaba saber porque, si para mí es un gran poema, ante todo ha de
satisfacerte a ti tu poema. Creo... que sólo tú puedes juzgarlo.”
Son palabras sabias, es tacto de alguien que confía en alguien, es saber
ser compañera, amiga, es saber situarse frente al arte. Pero esta niña
no había pasado del tercer año de secundaria y nunca frecuentó artistas
ni escritores.
¿Quién es? Es la guardiana del templo. Una mujer asignada. Ella cumple
una misión, una consigna. Ella obedece un designio.
13. De iras absolutas y todas ellas santas
Esta chiquilla preciosa, como fue Georgette, había nacido en París,
aunque con arraigada ascendencia de familia y tradiciones en la región
de Bretaña al noroeste de Francia.
A ese lugar fueron a vivir con su madre luego que esta se enterara que
había salido alguna vez con un poeta sudamericano, hecho que desaprobó y
sopesó con la mayor angustia y preocupación.
Esta chiquilla sin embargo era de decisiones tajantes y firmes, quien
nunca “conoció” a un hombre ni antes ni después de César Vallejo, y lo
siguió amando más allá de la muerte.
De iras absolutas y todas ellas santas.
Adorable siempre, a quien “provocaba engreírla” en expresión de Max
Silva Tuesta, quien la conoció en Lima.
Quien enviudó a los treinta años y a los 60 seguía siendo una mujer
hermosa.
14. Cometa ígneo
Ella aportó a su unión con César Vallejo 280 mil francos en efectivo,
que fueron los ahorros que le dejó su madre.
También puso a disposición de Vallejo, una pensión por ser hija de un
soldado francés muerto en batalla.
Más, un departamento propio en la parte céntrica de París, en la calle
Moliere donde ella vivió desde su infancia.
Puso a disposición de Vallejo sus relaciones con la alta clase social
francesa, de la cual su madre era modelista.
Todo esto lo puso en manos del matrimonio, de su unión con ese meteoro
que era César Vallejo, ese cometa ígneo de combustión atroz, esa
estrella fugaz cuya estela crecerá en miles y miles de años luz. Y a
quien no le interesó jamás conservar un solo céntimo, ni en soles ni en
francos ni en precias preciosas ni en lo que sea.
15. Se recostó a descansar
Sin embargo, de parte de ella jamás se escuchó mencionar estos aportes
ni estos hechos.
Jamás hubo sobre esto reproches, ninguna mención de todo aquello de que
se despojó esta mujer, quien no tuvo dónde dormir la noche del día en
que enterraron a su esposo.
Y vivió en la indigencia por el resto de su vida, siempre.
A fines del año 1937 las noticias que llegan de los frentes de guerra en
España son angustiosas. Y para la salud de César Vallejo resultan
demoledoras, tan comprometido anímicamente como está con la causa del
pueblo español.
El 13 de marzo de 1938, cuenta Georgette, César Vallejo después del
almuerzo se recostó a descansar.
16. Se detuvo estupefacta
Nunca más pudo levantarse.
Sentía un enorme agotamiento, primero. Y después brotó una fiebre de 38
grados que con el correr de las semanas subió hasta 41.5 líneas, en el
día de su muerte que ocurrió un Viernes Santo, a las 9.15 de la mañana.
Aquel 13 de marzo, antevíspera del natalicio de César Vallejo, ella
había ido al mercado por la mañana apenas con unos céntimos a comprar
casi nada.
Pero, ¡oh milagro, sorpresa y quimera! Mientras caminaba reparó que en
el suelo había tirado un billete de 50 francos.
Era una fortuna en el estado económico calamitoso en que se encontraban.
Se detuvo estupefacta, sin poder avanzar ni retroceder.
17. Peor que mordedura de serpiente
Paralizada no osaba ni acercarse ni pasar por un costado.
Aturdida y boquiabierta miraba aquella aparición. Avanzó. Se inclinó,
entonces.
Pero primero, tuvo que cruzar –confiesa–, los pedruscos y peñascos
pavorosos de la humillación y la vergüenza de juntar un billete del
suelo, pues su madre le había machacado siempre que nunca hay que
hacerlo.
Segundo, recuerda el gesto y la sensación de tener el billete en la
mano:
“peor que una mordedura de serpiente”.
Son sus palabras textuales de este hecho.
Y después, por la fuerza con que lo apretaba en su puño derecho, expresa
que tenía la sensación de que jamás iba a poder abrir sus dedos.
Por la desesperación, el miedo y el estupor con que los apretaba.
18. Inocencia o sarcasmo
Era un regalo, un premio, un presente. Pero ese día –hecho curioso del
destino– César Vallejo se recostaría para ya no poder levantarse nunca
más.
– Voy a descansar un momento.
Le había dicho.
Ahora bien, para dar una idea de cuánto eran en esas circunstancias de
sus vidas esos 50 francos encontrados aquella mañana del día 13 de
marzo, en que él cayera enfermo para morir postrado 33 días después,
para tomar en cuenta lo que representaban en el plano inclinado de lo
cotidiano, es importante escuchar lo que Georgette luego nos describe:
“Si dijera que en una de los primeros veranos que Vallejo pasó en
Europa, había intentado vender en una calle de París, bajo un calor
tórrido, una botella que no valía 10 céntimos de franco...
19. La suerte juega
Y continúa en su relato:
y no hubo un alma en tres horas de ese martirio, con suficiente
imaginación para comprársela en nombre de Cristo o del demonio, quizá
lograré dar su verdadero valor a esos cincuenta francos encontrados el
13 de marzo.”
¿Dicha o pórtico candoroso a la desgracia? ¿Mueca antes del adiós
aciago? ¿Gracia o bofetada?
¿Inocencia o burla de los dioses?
¿Ironías y atroces sarcasmos que el destino juega para alegrarnos de
algo que por debajo es el turbión y la guadaña de las parcas?
¡Qué signo de alegría tan ingenua!
¡Qué contento tan bochornoso, en un hecho que mirado después se ve tan
devastador y fuera de lugar, de seres con quienes la suerte juega de un
modo tan perverso e ignominioso!
20. Aún se puede ser creyente
Porque ese día 13 de marzo en que Vallejo cayó enfermo, era antevíspera
de su cumpleaños.
Entonces, la comida con los 50 francos venidos de azar, fue un verdadero
banquete, mientras la muerte ya sentada a un costado de la mesa
gesticulaba una sorna misteriosa.
¿Era ella, la parca, quien dejó caer el billete en el suelo para darse
el gusto que ese día fuera celebrado en el hotel lúgubre en donde ellos
moraban?
Aún se puede ser creyente y confiar entre tanta desolación:
“Volví al hotel de 64 Avenida del Maine con dos costillas de carnero,
habichuelas verde pálido y una botella de vino “casi fino”.
21. Última cena de dos
"No fue el menú lo más extraordinario, sino una fuerza ajena a mi
voluntad que me impuso a hacer tales gastos.”
Pero, preguntamos a secas o al desnudo:
¿No es acaso la vida de este hombre, ahora al lado de esta mujer total,
de una significación casi religiosa?
¿No es esta una última cena de dos, tan honda y a la vez candorosa antes
de la crucifixión?
¿Muerte y tormento que ya estaba anunciada, esbozada y garabateada en
esos 50 francos que ella recogió del suelo?
¿No son acaso como los 30 denarios con los cuales se vendió a Jesús?
¿Un dinero contra toda voluntad?
22. Lo que se ofrece ajeno
Una cuota, un monto y una bolsa impuesta por una mano misteriosa desde
lejos muy lejos.
Una comida, o cena de mediodía si se quiere, que se les obligaba a
probar.
Miren esto: carnero, habichuelas verdes y un buen vino, todo ello
enviado desde lo ilógico, ¡o el vacío!
Todo ello estipulado a que lo degusten por una mano intrusa, como si se
obedeciese a un designio, en donde aparece ya sin máscaras lo que se
ofrece ajeno.
Georgette refiriéndose a lo inesperado de esos 50 francos y a lo
gigantesco de su monto y de su significado en la circunstancia en que
vivían y en lo hondo de su desgracia ha escrito lo que copio al final de
este capítulo.
23. Y, “lo demás se calla.”
Refiriéndose también a la lucha de César Vallejo por conseguir 10
céntimos, ofreciéndose como vendedor ambulante de una sola botella que
nadie compra en el páramo de París.
Aludiendo, igualmente, al 13 de marzo, porque ese día es el derrumbe del
templo, grafica cuánto representaba ese billete, relatando de este modo:
“En lo que a mí respecta, he salido a menudo bajo un frío de 15 a 20
grados bajo cero, a la búsqueda de esos 10 céntimos –y aún cinco– y he
caminado hasta encontrarlos para completar algunos cobres para un mínimo
de pan o de café –porque París no es una broma–. Si retrocedo tanto es
porque la agonía de Vallejo no comenzó evidentemente el 13 de marzo. Y,
sin embargo no es por estas miserables caricaturas del horror... sino
por muchas otras cosas que llamaremos: “lo demás”. Y “lo demás se
calla.”
24. No tenía dónde dormir
El 24 de marzo Vallejo postrado es trasladado a la clínica Arago.
“A partir de ese día supe que estaba perdido, y perdido porque no
teníamos dinero. Enderezada más que educada en ese sentido por mi madre
desde mi más tierna infancia, me fue imposible pedir nada a nadie.”
Allí muere 25 días más tarde, el día Viernes Santo del 15 de abril de
1938:
“Soy la única persona que ha presenciado día y noche, desde el primer
minuto, la enfermedad y la muerte de Vallejo”.
El día que murió César Vallejo su esposa no tenía dónde dormir. No
contaba con un amigo ni una amiga ni una familia próxima ni una
institución a la cual recurrir y en la cual refugiarse. Habían vivido
hasta ese 24 de marzo en que él fue internado en la clínica Arago, en un
hotel mísero en la cuadra 69 de la Avenida del Maine.
25. Aquel tabernáculo
No tenía dónde dormir pero eso no era lo que le angustiaba. Eso sí,
tenía una preocupación inmensa por la suerte de las obras inéditas de
César Vallejo que había dejado. Y que ella no atinaba a encontrar cuál
era el recurso más eficaz para tenerlo a buen recaudo, con todas las
garantías de su conservación.
Y aquí empieza el drama de la custodia del tesoro, de la guardianía del
vellocino, de la responsabilidad que pesa en aquel o aquella que se sabe
que tiene la llave para abrir el cofre sagrado.
“Vallejo sepultado por la mañana, deambulo yo por la tarde en la calle
con solo en los brazos once obras inéditas, entre estas los versos
póstumos”.
¿Qué obras aún inéditas de versos están en ese tabernáculo? Están allí
los Poemas humanos y España, aparta de mí este cáliz, la totalidad de
las obras de teatro, ensayos, Paco Yunque, El arte y la revolución, etc.
26. El Santo Grial
¿No es legendario? ¿No es una escena para la historia de la humanidad?
¿Una mujer que como luto, como vestido de duelo, como pésame mortuorio,
como túmulo arrastra unos papeles? Carga un legajo cosido a su pecho.
Esa es Georgette.
No tiene nada, ni abrigo ni techo, ni un número de calle en su mente al
cual buscar.
Ningún otro vestigio de su esposo. No tiene algo qué acomodar ni
arreglar: Ni una casa ni un cuarto ni una maleta sino las obras que
ahora son patrimonio del género humano.
¿Dónde las había encargado? En la enfermería de la misma clínica Arago.
Ahora ha ido a recogerlas y las tiene entre sus brazos. ¿Adónde va? ¿En
dónde ha de refugiarse?
Ella se echa en sus hombros la responsabilidad de cargar el Santo Grial,
el cáliz o el vaso que usó José de Arimatea.
27. Qué coraje
Porque estos manuscritos y otros originales mecanografiados eran todo y
nada.
En su gran parte papeles ininteligibles. ¿Tendrían valor? Primera duda
que ella no la tuvo jamás.
Sólo le importa eso y se dedica a cuidarlos. Si hubiera dudado quizás
las hubiera olvidado en algún sitio de por vida y nadie se hubiera dado
cuenta.
Pero ella ya en la tarde, después del entierro, cuida ese tesoro. Son
los Poemas humanos, y son España, aparta de mí este cáliz.
¡Qué intuición sublime de mujer! ¡Qué coraje de guardiana del templo!
Quizá sea esto lo que justifique una frase riesgosa y llena de
acechanzas que pronuncia Max Silva Tuesta cuando dice: “Sin Georgette no
hay Vallejo”.
28. Devela el arcano
Y es que es ese momento, casi instante, de intuición de no coger nada
más, ni una maleta, ni un artefacto, sino solo el legado de papeles.
Y sin nada más, con ello en los brazos y en las manos lanzarse y avanzar
contra el mundo. Así salva la obra, nos salva a nosotros y justifica
ante el universo.
“Dos semanas después de la muerte de Vallejo empecé a copiar a máquina,
en cinco ejemplares, todas las obras inéditas. Las guardaré 35 años”.
Siendo así Georgette es la primera que devela el arcano, la primera que
lee a Vallejo.
No le quitemos ese mérito, por favor.
Es quien empieza a copiar, a cuidar y a desentrañar lo que esos poemas
dicen a la humanidad estupefacta.
dsanchezlihon@aol.com
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