1.
Construir aquí y ahora una patria hermosa
Revivo en mi mente hoy día los momentos cuando de niño yo entonaba en
el patio de mi escuela, el Centro Viejo de Varones 271 de mi pueblo,
Santiago de Chuco, el Himno Nacional del Perú.
Junto a mis compañeros de aula, lo hacíamos a pulmón lleno, gritando
jubilosos y con nuestros pechos henchidos.
Revivo en mi mente los aleros de los techos por donde vagabundeaba una
nube impoluta, sobre el cielo de un azul profundo y los gorriones
tejiendo la greca de sus vuelos ilusos
Revivo en mi mente el sol radiante que bajaba de los aleros a los
pilares, de los pilares a las tapias; de tapias a las macetas de
geranios que hacían estallar sus flores rojas y blancas.
Y al entonar el himno con nuestras voces límpidas y esperanzadas, se
abría el germen y la flor, que es la misma que se abre hoy día en este
espacio y tiempo entrañables.
Se ofrece para celebrar a quienes defendieron esta tierra, nos dieron
dignidad y con su ejemplo valor y coraje para construir aquí y ahora
una patria hermosa.
2.
Por proteger a los suyos, más que por agredir al extraño
Formaban el ejército de la resistencia en la Guerra del Pacífico,
gente pacífica, sencilla, humana.
No estaban adiestrados para matar sino para dar vida, para sembrar,
aporcar la tierra, cosechar las mieses.
Quienes pastaban ovejas, hilaban su lana, la trenzaban, la teñían con
cardenillo y nogal, tejían un poncho o una manta, escardándola después.
Eran campesinos querendones, tiernos y amorosos quienes salieron a
defender esta heredad.
Eran maestros que se preciaban de que todo floreciera, sonriera y
cantara el prodigio de la creación.
Se alistaron a la guerra más por amor que por odio, más por adhesión
irrenunciable que por inquina, animadversión o violencia.
Por proteger a los suyos, más que por agredir al extraño.
Más por ternura que por aquello que termina por imponerse en la guerra,
cual es la crueldad, la atrocidad y la muerte.
Más por erigir que por avasallar o destruir.
3.
Hasta el fondo de las líneas de fuego
En
nosotros dominaba la emoción, los afectos y el sentimiento. No el cálculo
de cuánto ganar o arrebatar o echar abajo, sino de cuánto proteger y
defender. ¡Y de acunar!
La actitud al enrolarse y partir a la guerra era ir al sacrificio y
muerte segura en aras de la dignidad, del honor, de la moral como género
humano.
Era ir a entregar como ofrenda el corazón por aquello que se sabe que
se ama, por aquello que se valora y reconoce o se intuye que es sagrado.
En el conflicto con Chile hubo gente noble e inteligente que
inmediatamente acudió al llamado de la sangre y al clamor de luchar
para defender aquello de lo cual no se puede renunciar.
¡Y se introdujeron hasta el fondo de las líneas de fuego!
No hubo hogar, en ese holocausto, que no hubiera perdido por lo menos a
dos miembros directos y queridos, que podía ser el padre o el hermano.
Después de la batalla de Huamachuco hubo casas en donde se velaban
hasta diez cadáveres de esos guerreros inmarcesibles.
4.
Uniforme blanco, del color de las espigas
Cuando
llegaron algunos prisioneros de guerra después de la batalla de Arica
el periodista chileno Vicuña Mackenna se molestó de no encontrar a
soldados blancos, altos, garridos. Hechos y derechos. ¡Y apuestos, como
él los hubiera deseado y querido!
Y escribió esta frase: que los despojos de nuestro ejército eran: Una
gavilla desordenada de “abigarradas bayetas”.
¡Qué homenaje dentro de la iniquidad, la infamia y la vileza!
¡Eso éramos y eso somos: abigarradas bayetas!
Bayeta, niño, es el tejido indio, la trama amorosa de los telares rústicos
de lo cual se hace pantalones y camisas. Tiene todo el sabor de lo
aldeano y lo noble.
De bayeta era nuestro uniforme blanco, del color de las espigas, de los
campos cultivados, del color de los seres buenos. No es un uniforme en
realidad de gendarmes. Es un uniforme de pan.
Y ciertamente, no eran soldados. Eran gente del campo, obreros y
artesanos.
¡Solo que ahora estar alertas, preparados y en pie de guerra!
5.
De haber sido interrumpidos en el trabajo
Aquél,
para su orgullo quería un ejército de blancos derrotados. Fue un
desengaño. Jamás comprenderán con quiénes luchaban. Lo hacían con
un país sublime y misterioso.
Un país al cual solo se lo puede amar. ¡Y comprender amándolo!
Y quizá esa fuera la razón profunda de la guerra, como lo precisó ese
apóstol cubano como es José Martí, quien al defender al Perú de esta
agresión denunció en su momento que el motivo era la envidia a un país
y a una cultura excelsa.
El nuestro era un ejército de artesanos, obreros, maestros. Fueron
campesinos los que salieron a luchar.
Y, es cierto. Era un ejército de harapos y de ojotas.
Pero, ¡qué honor es este! Y no ser esbirros, ni mercenarios, ni
sabuesos.
¡Qué honor no ser máquinas de guerra, sino llevar y cargar con el
lado humano, el lado bueno de haber sido interrumpidos en el trabajo, en
las faenas del campo, en los talleres, en el aula de clases!
El ser personas de bien, honestas, cariñosas, leales por las causas
nobles de la vida y de lo verdadero. Personad fraternas, que saben ser
hermanos.
¡Solo que ahora estar alertas, preparados y en pie de guerra!
6.
La resistencia andina, heroica y sobrehumana
Y
en esta circunstancia luchó la familia. Al lado del padre estaba el
hijo, y al lado de este el hermano. Y cayeron juntos.
¡Porque al lado o detrás de la huestes de luchadores iban las mujeres!
Iban con sus criaturas tiernas en los brazos o en la espalda, peleaba la
familia. Ahí estaba el párvulo recién nacido. Las niñas que
consolaban al moribundo y sepultaban su cuerpo al morir.
Porque el ejército de Chile practicó en esta guerra el “repaso”,
con corvo y bayoneta a todos los caídos. Y ahí estaban las mujeres
para auxiliarlos dándole el último adiós.
¿No es esto supremo? Hasta en la guerra somos familia. Hasta en la
guerra le ponemos humanidad, cariño y estima a las situaciones
protervas.
Era su mujer. No era la cantinera de los ejércitos europeos. O la
cantinera del ejército contrario, porque hubo cantineras en aquel ejército.
En nuestro caso, no.
O era su hermana, o su madre, campesinas siempre. Era la resistencia
andina, heroica y sobrehumana.
¡Solo que ahora estar alertas, preparados y en pie de guerra!
7.
¿No es esto de moral suprema?
El
nuestro fue en aquella contienda un ejército de arcilla, de humus, de
entraña de la tierra.
Un ejército de dignidad, de emoción pura. De hombría que da el coraje
de saber que se defiende una causa sacrosanta.
De estar envestidos de honor y de gloria, porque la gloria no la corona
una victoria sino la causa que se defiende.
Porque al final perdimos militarmente, pero ganamos moralmente.
Victoria íntima, ética y contundente, de la cual a veces no nos damos
cuenta.
Por eso, no traicionemos a quienes ofrendaron su vida augustamente.
Porque pelearon los más pobres. Ya lo dijeron: las “abigarradas
bayetas”.
Lo anoto y lo advierto, para que sepas en quién confiar, para que sepas
quién te va a defender, quién pone aquí más coraje y más pundonor y
pómulo morado.
Fueron ellos los más pobres los que lucharon desde el principio hasta
el final. ¿No es esto de moral suprema?
Es el hombre gleba, lo andino incorruptible, el serrano, el cholo, el
indígena invencible, porque está ahí con su sufrimiento y su heroísmo.
¡Solo que ahora estar alertas, preparados y en pie de guerra!
8.
Lo que engrandece son las virtudes morales
Son
los Ejércitos del Inca, ecuánimes, probos, austeros! ¡Glorioso ejército
de runas de piedra!
Son los Ejércitos del Inca, civilizadores, protectores, que sabían que
lo que más engrandece son las virtudes morales.
Son los Ejércitos del Inca que en el fondo nosotros somos.
Porque se puede perder una guerra, pero no perder nuestra categoría de
seres humanos.
Son los Ejércitos del Inca, que jamás hicieron pillaje, ni incendiaron
aldeas, ni violaron mujeres, ni remataron heridos, ni impusieron cupos a
las poblaciones inermes.
Son los Ejércitos del Inca que jamás aplicaron el “repaso”,
ultimando a los hombres caídos en batalla ni a las mujeres que los
socorrían.
Que ni siquiera eran militares sino civiles.
¡Solo que ahora estar alertas, preparados y en pie de guerra!
9.
Razón de ser en el universo
Son
los Ejércitos del Inca que persuadían, enviaban ofrendas de paz y
estaban atentos a cualquier gesto para dar paso al entendimiento.
En vez de arrasar, quemar, hacer esclavos, ofrendaban culto a los dioses
del lugar, enaltecían a sus autoridades, rendían pleitesía a sus
costumbres.
Por eso somos una de las siete grandes culturas de la civilización
humana.
Por eso es que tenemos razón de ser en el universo.
Celebraban fiestas en honor de los pueblos anexados y trazaban un plan
de obras públicas para dotar de agua, caminos, edificios y templos a
las poblaciones que encontraban a su paso.
No dinamitaban molinos, fábricas, haciendas o bienes que no podían
sustraer o llevárselos consigo.
Por eso, al final ganamos una guerra porque nos envestimos de gloria, de
coraje, de valor.
De valor que la muerte no apaga.
Porque fue la guerra que asumieron los indígenas del Perú milenario,
andino y eterno.
¡Solo que ahora estar alertas, preparados y en pie de guerra!
10.
Flor suprema para ser en la vida
Y
así como recordé al inicio el patio de mi escuela, termino evocándolo
nuevamente con las malvas de las tapias sobre sus muros.
Con la misma fe, con el mismo coraje, con la misma intensidad de alegría
que cuando nos reuníamos a primera hora de la mañana en ese patio
soleado de mi vieja escuela a entonar el Himno Nacional del Perú,
ungidos en el amor y devoción por la tierra que nos vio nacer.
Alegría de haber nacido donde nací. Alegría de tener el padre que
tuve y la madre que tengo. Alegría de saber que en mis raíces está el
batallón de mi pueblo que salió a defender su heredad con sus
herramientas de labranza.
Alegría por la seguridad de tener al lado y bajo nuestros pies un mundo
sagrado que defender, ni ancho ni ajeno, sino nuestro.
Protegido por el hálito bueno de la vida, de la naturaleza, de la
sabiduría de nuestros ancestros y caros maestros
Y el espíritu de los que murieron que nos han dado dignidad, gloria
para siempre y compromiso.
Y del valor que nos legaron como flor suprema para ser en la vida.
¡Solo que ahora estar alertas, preparados y en pie de guerra!
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